Un ejército invisible se está alistando bajo las viñas

Un sol de justicia cae a finales de agosto en el término municipal de Toro, en la provincia de Zamora. Cerca del paraje bautizado con retranca como ‘El culo del mundo’, Fariña , una de las bodegas familiares con más renombre del país, posee dos fincas en una ladera. Apenas falta una semana para la vendimia, y de las ramas de las verdes viñas penden también nutridos racimos de uvas moradas. En ellas se contiene la preciada variedad ‘tinta de Toro’, que hará las delicias de los paladares de muchos dentro de no mucho tiempo. Cuesta creer que aquel suelo en apariencia arenoso, árido y pedregoso pueda alumbrar tanta vida. No obstante, su secreto está oculto bajo la superficie. A apenas unos centímetros de profundidad, donde se puede notar que la temperatura baja y se humedece el terreno, bacterias y hongos cuidan de las plantas, haciendo que reciban más agua, más nutrientes o protegiéndolas incluso de ciertas enfermedades. Es más: aquellas colonias microscópicas que proliferan de forma silenciosa quizá marquen la diferencia en el futuro ante el temido cambio climático . Al menos así opinan en IDForest, empresa de biotecnología forestal aplicada que ha puesto en marcha el proyecto Mycowine, cuyo objetivo es, de forma muy resumida, analizar el suelo de los cultivos de vid para luego usar sus propios organismos en su beneficio. La iniciativa se desarrolla en colaboración con la Asociación de la Industria Alimentaria de Castilla y León (Vitartis) y seis reconocidas bodegas de Castilla y León y La Rioja. En concreto son Matarromera , Yllera , Pago de Carraovejas , Bodegas Bilbaínas , Pradorey y la propia Fariña , en la que los análisis del suelo ya han arrojado gratas sorpresas. «Hemos encontrado hongos propios de los bosques, lo que indica que es muy biodiverso», explica Jaime Olaizola, director de IDForest . «Y está demostrado que este tipo de suelo es más favorable para la planta, porque para cada problema hay un ‘bichito’ encargado de solucionarlo o mitigarlo en parte».Uno de los racimos de Bodegas Fariña Laura BarrosLos aliados subterráneosUno de los principales ‘culpables’ del buen estado del suelo son los hongos micorrícicos . Estos organismos crecen junto con la planta, en una relación en la que ambos ganan: la portadora contribuye con azúcares de la fotosíntesis al hongo; y éste le facilita agua y nutrientes. Y no es algo baladí: «Puede suponer hasta un 30% más de hidratación para la planta -señala Olaizola-, lo que en época de sequías puede ser crucial para su supervivencia». Otro de los viejos aliados del suelo también dentro de la familia de los hongos son las trichodermas, que pueden, entre otras cosas, hacer solubles minerales del suelo para que las plantas puedan consumirlos y así favorecer su desarrollo. También existen, por ejemplo, bacterias que fijan en las plantas el nitrógeno del aire, sin necesidad de abonos que hagan esa función. Pero estos microorganismos no solo hacen que la planta crezca mejor: también la defienden de enfermedades. Principalmente le hacen la ‘competencia’ a los hongos menos beneficiosos, robándoles sus recursos, e incluso debilitan o se comen directamente al patógeno. Entre los actuales ‘archienemigos’ de la vid , ahora mismo destaca el hongo de la madera, que poco a poco mata a la planta desde dentro. «Hace unos 20 o 25 años se extendieron mucho. Aquí ocurre que entre vides plantadas en esa época, todos los años tengo que arrancar un 3% o un 4% de todas ellas, lo que es un trabajo costosísimo», lamenta Manuel Fariña, director general de Bodegas Fariña. «En cambio, hay plantas más viejas a las que no les pasa nada, es muy curioso». Aunque esta plaga ataque a la madera, Olaizola sospecha que es muy probable que afecte también a los micorrizas, debilitando toda la planta, que al final acaba sucumbiendo.En casos como este, los pesticidas siguen siendo una solución. «El problema es que a veces te machacan el suelo, porque al exterminar una plaga, puedes afectar a otros microorganismos que sí que eran beneficiosos», apunta Fariña. «Por ello acudimos siempre que podemos a remedios lo más naturales posibles». Y ahí es donde entran micorrizas y trichodermas.La genética, nuevo arma en el campoRecurrir a la propia naturaleza no es algo nuevo. «Las soluciones naturales en las que se utilizan y se potencian los propios recursos del suelo se llevan usando décadas», dice por su parte Silvia Burruezo, enóloga de Fariña mientras pasea por las dos parcelas ‘cobaya’ del proyecto Mycowine. En este caso se han elegido ambas por sus diferencias: una posee cubierta vegetal -restos de la poda y plantas que crecen naturalmente en el suelo- y riego asistido; mientras la otra está limpia en superficie no cuenta con riego. «Puedes saber hasta cierto punto cómo es tu suelo y cómo lo has trabajado. Pero hay elementos a niveles microscópicos que desconoces, pero que están actuando en el producto final; por eso decidimos meternos en este proyecto».Noticia Relacionada estandar Si El más antiguo del mundo: hallan ADN microbiano conservado en los restos de un mamut de hace más de un millón de años José Manuel Nieves Se trata del ADN microbiano más antiguo jamás recuperado en todo el mundo, y demuestra que algunos linajes de microbios coexistieron con los mamuts durante cientos de miles de añosY ahí está la novedad de este proyecto: incluir también la genética como aliado. La tecnología para analizar el ADN de cualquier ser vivo ha experimentado toda una revolución en las últimas décadas, no solo a nivel de aplicaciones, sino que su reducción de costes también la ha acercado a muchísimos ámbitos, incluido el campo. «Usamos un equipo de secuenciación masiva en la que introduciendo una pequeña muestra, te analiza todo lo que hay en el suelo», explica Olaizola. Raíces micorrizadas IDForestY si en una sola cucharada de tierra puede contener unas 2.000 bacterias y unos 400 hongos, cada pequeña toma supone una gran fuente de datos -tanto que motivará un estudio científico-. De hecho, son tantos y evolucionan tan rápido que, en cada análisis de media sale un 10% de microorganismos desconocidos para la ciencia. «Podemos saber quiénes son sus ‘parientes’ así que así puedes saber qué es lo que hacen», puntualiza el responsable de IDForest. Así que toda información, incluso la desconocida, es bienvenida.Del suelo al vinoEl objetivo de Mycowine -proyecto financiado a dos años por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) y el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural (FEADER)- no es quedarse solo en el análisis de los suelos de las seis bodegas implicadas, sino que buscará aplicar lo aprendido. Por ello, la siguiente fase, que tendrá lugar a partir de este nuevo curso, se centrará en potenciar los recursos del suelo de cada bodega, con sus particularidades, algo así como crear el propio ‘jarabe’ de cada terreno específico. Finalmente, la idea es comparar las cosechas para observar hasta qué punto estos microorganismos tienen decisión sobre la uva y la calidad del producto final.MÁS INFORMACIÓN noticia No La estrategia de la telaraña que permite construir puentes a prueba de catástrofes noticia Si El más antiguo del mundo: hallan ADN microbiano conservado en los restos de un mamut de hace más de un millón de años«Al final, nuestro negocio es el vino. Así que el objetivo es poder sacar el mayor rendimiento posible del cultivo durante el mayor número de años -argumenta Manuel Fariña-. La viticultura sostenible es el camino para conseguirlo, por lo que proyectos así nos pueden dar muchas pistas para conseguirlo». Olaizola contempla el suelo de las viñas en pruebas y sentencia: «La naturaleza está constantemente inventando remedios para sus propios dolores y podemos aprender mucho de eso si la escuchamos». Mientras hablan, el ejército secreto subterráneo en lo profundo de aquel suelo arenoso sigue haciendo su trabajo, escribiendo desde las raíces el futuro del vino. Un sol de justicia cae a finales de agosto en el término municipal de Toro, en la provincia de Zamora. Cerca del paraje bautizado con retranca como ‘El culo del mundo’, Fariña , una de las bodegas familiares con más renombre del país, posee dos fincas en una ladera. Apenas falta una semana para la vendimia, y de las ramas de las verdes viñas penden también nutridos racimos de uvas moradas. En ellas se contiene la preciada variedad ‘tinta de Toro’, que hará las delicias de los paladares de muchos dentro de no mucho tiempo. Cuesta creer que aquel suelo en apariencia arenoso, árido y pedregoso pueda alumbrar tanta vida. No obstante, su secreto está oculto bajo la superficie. A apenas unos centímetros de profundidad, donde se puede notar que la temperatura baja y se humedece el terreno, bacterias y hongos cuidan de las plantas, haciendo que reciban más agua, más nutrientes o protegiéndolas incluso de ciertas enfermedades. Es más: aquellas colonias microscópicas que proliferan de forma silenciosa quizá marquen la diferencia en el futuro ante el temido cambio climático . Al menos así opinan en IDForest, empresa de biotecnología forestal aplicada que ha puesto en marcha el proyecto Mycowine, cuyo objetivo es, de forma muy resumida, analizar el suelo de los cultivos de vid para luego usar sus propios organismos en su beneficio. La iniciativa se desarrolla en colaboración con la Asociación de la Industria Alimentaria de Castilla y León (Vitartis) y seis reconocidas bodegas de Castilla y León y La Rioja. En concreto son Matarromera , Yllera , Pago de Carraovejas , Bodegas Bilbaínas , Pradorey y la propia Fariña , en la que los análisis del suelo ya han arrojado gratas sorpresas. «Hemos encontrado hongos propios de los bosques, lo que indica que es muy biodiverso», explica Jaime Olaizola, director de IDForest . «Y está demostrado que este tipo de suelo es más favorable para la planta, porque para cada problema hay un ‘bichito’ encargado de solucionarlo o mitigarlo en parte».Uno de los racimos de Bodegas Fariña Laura BarrosLos aliados subterráneosUno de los principales ‘culpables’ del buen estado del suelo son los hongos micorrícicos . Estos organismos crecen junto con la planta, en una relación en la que ambos ganan: la portadora contribuye con azúcares de la fotosíntesis al hongo; y éste le facilita agua y nutrientes. Y no es algo baladí: «Puede suponer hasta un 30% más de hidratación para la planta -señala Olaizola-, lo que en época de sequías puede ser crucial para su supervivencia». Otro de los viejos aliados del suelo también dentro de la familia de los hongos son las trichodermas, que pueden, entre otras cosas, hacer solubles minerales del suelo para que las plantas puedan consumirlos y así favorecer su desarrollo. También existen, por ejemplo, bacterias que fijan en las plantas el nitrógeno del aire, sin necesidad de abonos que hagan esa función. Pero estos microorganismos no solo hacen que la planta crezca mejor: también la defienden de enfermedades. Principalmente le hacen la ‘competencia’ a los hongos menos beneficiosos, robándoles sus recursos, e incluso debilitan o se comen directamente al patógeno. Entre los actuales ‘archienemigos’ de la vid , ahora mismo destaca el hongo de la madera, que poco a poco mata a la planta desde dentro. «Hace unos 20 o 25 años se extendieron mucho. Aquí ocurre que entre vides plantadas en esa época, todos los años tengo que arrancar un 3% o un 4% de todas ellas, lo que es un trabajo costosísimo», lamenta Manuel Fariña, director general de Bodegas Fariña. «En cambio, hay plantas más viejas a las que no les pasa nada, es muy curioso». Aunque esta plaga ataque a la madera, Olaizola sospecha que es muy probable que afecte también a los micorrizas, debilitando toda la planta, que al final acaba sucumbiendo.En casos como este, los pesticidas siguen siendo una solución. «El problema es que a veces te machacan el suelo, porque al exterminar una plaga, puedes afectar a otros microorganismos que sí que eran beneficiosos», apunta Fariña. «Por ello acudimos siempre que podemos a remedios lo más naturales posibles». Y ahí es donde entran micorrizas y trichodermas.La genética, nuevo arma en el campoRecurrir a la propia naturaleza no es algo nuevo. «Las soluciones naturales en las que se utilizan y se potencian los propios recursos del suelo se llevan usando décadas», dice por su parte Silvia Burruezo, enóloga de Fariña mientras pasea por las dos parcelas ‘cobaya’ del proyecto Mycowine. En este caso se han elegido ambas por sus diferencias: una posee cubierta vegetal -restos de la poda y plantas que crecen naturalmente en el suelo- y riego asistido; mientras la otra está limpia en superficie no cuenta con riego. «Puedes saber hasta cierto punto cómo es tu suelo y cómo lo has trabajado. Pero hay elementos a niveles microscópicos que desconoces, pero que están actuando en el producto final; por eso decidimos meternos en este proyecto».Noticia Relacionada estandar Si El más antiguo del mundo: hallan ADN microbiano conservado en los restos de un mamut de hace más de un millón de años José Manuel Nieves Se trata del ADN microbiano más antiguo jamás recuperado en todo el mundo, y demuestra que algunos linajes de microbios coexistieron con los mamuts durante cientos de miles de añosY ahí está la novedad de este proyecto: incluir también la genética como aliado. La tecnología para analizar el ADN de cualquier ser vivo ha experimentado toda una revolución en las últimas décadas, no solo a nivel de aplicaciones, sino que su reducción de costes también la ha acercado a muchísimos ámbitos, incluido el campo. «Usamos un equipo de secuenciación masiva en la que introduciendo una pequeña muestra, te analiza todo lo que hay en el suelo», explica Olaizola. Raíces micorrizadas IDForestY si en una sola cucharada de tierra puede contener unas 2.000 bacterias y unos 400 hongos, cada pequeña toma supone una gran fuente de datos -tanto que motivará un estudio científico-. De hecho, son tantos y evolucionan tan rápido que, en cada análisis de media sale un 10% de microorganismos desconocidos para la ciencia. «Podemos saber quiénes son sus ‘parientes’ así que así puedes saber qué es lo que hacen», puntualiza el responsable de IDForest. Así que toda información, incluso la desconocida, es bienvenida.Del suelo al vinoEl objetivo de Mycowine -proyecto financiado a dos años por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) y el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural (FEADER)- no es quedarse solo en el análisis de los suelos de las seis bodegas implicadas, sino que buscará aplicar lo aprendido. Por ello, la siguiente fase, que tendrá lugar a partir de este nuevo curso, se centrará en potenciar los recursos del suelo de cada bodega, con sus particularidades, algo así como crear el propio ‘jarabe’ de cada terreno específico. Finalmente, la idea es comparar las cosechas para observar hasta qué punto estos microorganismos tienen decisión sobre la uva y la calidad del producto final.MÁS INFORMACIÓN noticia No La estrategia de la telaraña que permite construir puentes a prueba de catástrofes noticia Si El más antiguo del mundo: hallan ADN microbiano conservado en los restos de un mamut de hace más de un millón de años«Al final, nuestro negocio es el vino. Así que el objetivo es poder sacar el mayor rendimiento posible del cultivo durante el mayor número de años -argumenta Manuel Fariña-. La viticultura sostenible es el camino para conseguirlo, por lo que proyectos así nos pueden dar muchas pistas para conseguirlo». Olaizola contempla el suelo de las viñas en pruebas y sentencia: «La naturaleza está constantemente inventando remedios para sus propios dolores y podemos aprender mucho de eso si la escuchamos». Mientras hablan, el ejército secreto subterráneo en lo profundo de aquel suelo arenoso sigue haciendo su trabajo, escribiendo desde las raíces el futuro del vino.  

Un sol de justicia cae a finales de agosto en el término municipal de Toro, en la provincia de Zamora. Cerca del paraje bautizado con retranca como ‘El culo del mundo’, Fariña, una de las bodegas familiares con más renombre del país, posee dos … fincas en una ladera. Apenas falta una semana para la vendimia, y de las ramas de las verdes viñas penden también nutridos racimos de uvas moradas. En ellas se contiene la preciada variedad ‘tinta de Toro’, que hará las delicias de los paladares de muchos dentro de no mucho tiempo. Cuesta creer que aquel suelo en apariencia arenoso, árido y pedregoso pueda alumbrar tanta vida.

No obstante, su secreto está oculto bajo la superficie. A apenas unos centímetros de profundidad, donde se puede notar que la temperatura baja y se humedece el terreno, bacterias y hongos cuidan de las plantas, haciendo que reciban más agua, más nutrientes o protegiéndolas incluso de ciertas enfermedades. Es más: aquellas colonias microscópicas que proliferan de forma silenciosa quizá marquen la diferencia en el futuro ante el temido cambio climático.

Al menos así opinan en IDForest, empresa de biotecnología forestal aplicada que ha puesto en marcha el proyecto Mycowine, cuyo objetivo es, de forma muy resumida, analizar el suelo de los cultivos de vid para luego usar sus propios organismos en su beneficio. La iniciativa se desarrolla en colaboración con la Asociación de la Industria Alimentaria de Castilla y León (Vitartis) y seis reconocidas bodegas de Castilla y León y La Rioja. En concreto son Matarromera, Yllera, Pago de Carraovejas, Bodegas Bilbaínas, Pradorey y la propia Fariña, en la que los análisis del suelo ya han arrojado gratas sorpresas. «Hemos encontrado hongos propios de los bosques, lo que indica que es muy biodiverso», explica Jaime Olaizola, director de IDForest. «Y está demostrado que este tipo de suelo es más favorable para la planta, porque para cada problema hay un ‘bichito’ encargado de solucionarlo o mitigarlo en parte».

Uno de los racimos de Bodegas Fariña
Laura Barros

Los aliados subterráneos

Uno de los principales ‘culpables’ del buen estado del suelo son los hongos micorrícicos. Estos organismos crecen junto con la planta, en una relación en la que ambos ganan: la portadora contribuye con azúcares de la fotosíntesis al hongo; y éste le facilita agua y nutrientes. Y no es algo baladí: «Puede suponer hasta un 30% más de hidratación para la planta -señala Olaizola-, lo que en época de sequías puede ser crucial para su supervivencia». Otro de los viejos aliados del suelo también dentro de la familia de los hongos son las trichodermas, que pueden, entre otras cosas, hacer solubles minerales del suelo para que las plantas puedan consumirlos y así favorecer su desarrollo. También existen, por ejemplo, bacterias que fijan en las plantas el nitrógeno del aire, sin necesidad de abonos que hagan esa función.

Pero estos microorganismos no solo hacen que la planta crezca mejor: también la defienden de enfermedades. Principalmente le hacen la ‘competencia’ a los hongos menos beneficiosos, robándoles sus recursos, e incluso debilitan o se comen directamente al patógeno. Entre los actuales ‘archienemigos’ de la vid, ahora mismo destaca el hongo de la madera, que poco a poco mata a la planta desde dentro. «Hace unos 20 o 25 años se extendieron mucho. Aquí ocurre que entre vides plantadas en esa época, todos los años tengo que arrancar un 3% o un 4% de todas ellas, lo que es un trabajo costosísimo», lamenta Manuel Fariña, director general de Bodegas Fariña. «En cambio, hay plantas más viejas a las que no les pasa nada, es muy curioso». Aunque esta plaga ataque a la madera, Olaizola sospecha que es muy probable que afecte también a los micorrizas, debilitando toda la planta, que al final acaba sucumbiendo.

En casos como este, los pesticidas siguen siendo una solución. «El problema es que a veces te machacan el suelo, porque al exterminar una plaga, puedes afectar a otros microorganismos que sí que eran beneficiosos», apunta Fariña. «Por ello acudimos siempre que podemos a remedios lo más naturales posibles». Y ahí es donde entran micorrizas y trichodermas.

La genética, nuevo arma en el campo

Recurrir a la propia naturaleza no es algo nuevo. «Las soluciones naturales en las que se utilizan y se potencian los propios recursos del suelo se llevan usando décadas», dice por su parte Silvia Burruezo, enóloga de Fariña mientras pasea por las dos parcelas ‘cobaya’ del proyecto Mycowine. En este caso se han elegido ambas por sus diferencias: una posee cubierta vegetal -restos de la poda y plantas que crecen naturalmente en el suelo- y riego asistido; mientras la otra está limpia en superficie no cuenta con riego. «Puedes saber hasta cierto punto cómo es tu suelo y cómo lo has trabajado. Pero hay elementos a niveles microscópicos que desconoces, pero que están actuando en el producto final; por eso decidimos meternos en este proyecto».

Y ahí está la novedad de este proyecto: incluir también la genética como aliado. La tecnología para analizar el ADN de cualquier ser vivo ha experimentado toda una revolución en las últimas décadas, no solo a nivel de aplicaciones, sino que su reducción de costes también la ha acercado a muchísimos ámbitos, incluido el campo. «Usamos un equipo de secuenciación masiva en la que introduciendo una pequeña muestra, te analiza todo lo que hay en el suelo», explica Olaizola.

Raíces micorrizadas
IDForest

Y si en una sola cucharada de tierra puede contener unas 2.000 bacterias y unos 400 hongos, cada pequeña toma supone una gran fuente de datos -tanto que motivará un estudio científico-. De hecho, son tantos y evolucionan tan rápido que, en cada análisis de media sale un 10% de microorganismos desconocidos para la ciencia. «Podemos saber quiénes son sus ‘parientes’ así que así puedes saber qué es lo que hacen», puntualiza el responsable de IDForest. Así que toda información, incluso la desconocida, es bienvenida.

Del suelo al vino

El objetivo de Mycowine -proyecto financiado a dos años por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) y el Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural (FEADER)- no es quedarse solo en el análisis de los suelos de las seis bodegas implicadas, sino que buscará aplicar lo aprendido. Por ello, la siguiente fase, que tendrá lugar a partir de este nuevo curso, se centrará en potenciar los recursos del suelo de cada bodega, con sus particularidades, algo así como crear el propio ‘jarabe’ de cada terreno específico. Finalmente, la idea es comparar las cosechas para observar hasta qué punto estos microorganismos tienen decisión sobre la uva y la calidad del producto final.

«Al final, nuestro negocio es el vino. Así que el objetivo es poder sacar el mayor rendimiento posible del cultivo durante el mayor número de años -argumenta Manuel Fariña-. La viticultura sostenible es el camino para conseguirlo, por lo que proyectos así nos pueden dar muchas pistas para conseguirlo». Olaizola contempla el suelo de las viñas en pruebas y sentencia: «La naturaleza está constantemente inventando remedios para sus propios dolores y podemos aprender mucho de eso si la escuchamos». Mientras hablan, el ejército secreto subterráneo en lo profundo de aquel suelo arenoso sigue haciendo su trabajo, escribiendo desde las raíces el futuro del vino.

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