Un candil salvado del contenedor

Rodolf había venido algunas veces por casa a hacer reparaciones, con un ayudante sij que habla un catalán la mar de correcto y que, para evitar complicaciones con el nombre, que no debe ser fácil de pronunciar, se hace llamar Josep. Resultaban bastante graciosos, el oficial veterano y tranquilo y el aprendiz cabal y trabajador. Rodolf, que debe tener 65 o 66 años, se jubiló hace poco. Mucha gente al jubilarse se dedica a poner orden. Un día me lo encuentro cargado de libros en el contenedor de papel. Miro lo que ha tirado, el contenedor está medio lleno y puedo pescar dos libros que me interesan. Uno también lo tuve –y diría que aún lo conservo, rayado y con alguna pegatina–: Gresol. Lectura i llenguatge publicado por la editorial Spes y editado por Jaume Aymà, en octubre de 1970. El otro es uno de aquellos libros que regalaban las cajas de ahorros: Literatura catalana de Albert Lusilla, de 1976, publicado por los amigos de Llibres del Mall. Yo diría que nunca lo tuve, pero es uno de aquellos libros que circularon tanto que es como si los conocieras de toda la vida.

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 Rodolf había venido algunas veces por casa a hacer reparaciones, con un ayudante sij que habla un catalán la mar de correcto y que, para evitar complicaciones con el nombre, que no debe ser fácil de pronunciar, se hace llamar Josep. Resultaban bastante graciosos, el oficial veterano y tranquilo y el aprendiz cabal y trabajador. Rodolf, que debe tener 65 o 66 años, se jubiló hace poco. Mucha gente al jubilarse se dedica a poner orden. Un día me lo encuentro cargado de libros en el contenedor de papel. Miro lo que ha tirado, el contenedor está medio lleno y puedo pescar dos libros que me interesan. Uno también lo tuve –y diría que aún lo conservo, rayado y con alguna pegatina–: Gresol. Lectura i llenguatge publicado por la editorial Spes y editado por Jaume Aymà, en octubre de 1970. El otro es uno de aquellos libros que regalaban las cajas de ahorros: Literatura catalana de Albert Lusilla, de 1976, publicado por los amigos de Llibres del Mall. Yo diría que nunca lo tuve, pero es uno de aquellos libros que circularon tanto que es como si los conocieras de toda la vida.Seguir leyendo…  

Rodolf había venido algunas veces por casa a hacer reparaciones, con un ayudante sij que habla un catalán la mar de correcto y que, para evitar complicaciones con el nombre, que no debe ser fácil de pronunciar, se hace llamar Josep. Resultaban bastante graciosos, el oficial veterano y tranquilo y el aprendiz cabal y trabajador. Rodolf, que debe tener 65 o 66 años, se jubiló hace poco. Mucha gente al jubilarse se dedica a poner orden. Un día me lo encuentro cargado de libros en el contenedor de papel. Miro lo que ha tirado, el contenedor está medio lleno y puedo pescar dos libros que me interesan. Uno también lo tuve –y diría que aún lo conservo, rayado y con alguna pegatina–: Gresol. Lectura i llenguatge publicado por la editorial Spes y editado por Jaume Aymà, en octubre de 1970. El otro es uno de aquellos libros que regalaban las cajas de ahorros: Literatura catalana de Albert Lusilla, de 1976, publicado por los amigos de Llibres del Mall. Yo diría que nunca lo tuve, pero es uno de aquellos libros que circularon tanto que es como si los conocieras de toda la vida.

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Un cartel de normalización lingüística en la Casa de la Cultura de Girona  
Agustí Ensesa / Colaboradores

La generación de Rodolf y la mía tenemos un montón de referentes comunes. Con libros como Gresol y Literatura catalana , la cultura del país entraba en todos los rincones y tan pronto tocaba a un chico que sería electricista como a un chaval que no ejercería nunca de filólogo y que acabaría escribiendo en los periódicos. O a uno que sería fotógrafo y que tendría un quiosco. 

En verano del año 2000, me dedicaba a hurgar en los papeles que Josep Palau i Fabre se había traído de París.  Palau refunfuñaba y amenazaba con quemarlo todo. Cogía cada día un montón de hojas y me las llevaba al quiosco-fotografía Pumareda de Llançà a que me los fotocopiaran. Vicenç Pumareda se ponía como una fiera porque era la hora en que los franceses acudían a comprar el periódico. Un día, cansado de verme en la cola, me hizo entrar en la trastienda donde tenía la fotocopiadora y –¡oh!– vi un póster que 25 años antes también tenía yo: Lluitem per la nostra llengua , escrito con espray blanco sobre fondo negro, en el ángulo asomaban las cuatro barras.

Qué manera de trabajar en los sesenta y setenta para acercar la cultura del país a chavales que la ignorábamos

Qué manera de trabajar en los sesenta y los setenta para acercar la cultura del país a los chavales que no teníamos ni idea de nada. Gresol no llega al nivel de Estels de Àngels Garriga, con los dibujos de Cesc, publicado por Teide en 1967, que fue un libro decisivo.

Lee también

Pero, como quien no quiere la cosa, incluye el cuento Raspall , de Pere Calders, y fragmentos de Abans de l’alba de Ferran de Pol, Entre dos silencis de Aurora Bertrana, Entre juliol i setembre de Robert Saladrigas, Arran de mar de Baltasar Porcel y –poca broma– L’ofici que més m’agrada , de Joan Salvat-Papasseit. La cubierta es de Ismael Balanyà, que también diseñó –con la misma combinación explosiva de magenta y naranja– la cubierta de Mon mascle (1973), de Terenci Moix. Era un plan atrevido que funcionó y, gracias también a Gresol , pueden leer hoy ustedes esta columna.

 Cultura

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