Sobrevivir a un amigo puede ser uno de los retos más difíciles de superar, no importa si hablamos de compartir un negocio, un piso o un proyecto artístico. Por eso no sorprenden las caras de satisfacción de Sílvia Pérez Cruz y Salvador Sobral después de publicar el álbum Sílvia & Salvador: tan entregados la una con el otro, ya sea sobre el escenario del Palau de la Música o en la terraza de un hotel, elogiándose mutuamente con su primer disco a dúo ya publicado y estrenado en directo con éxito de público y crítica.
Dos voces amigas presentan ‘Sílvia & Salvador’, su primera colaboración
Sobrevivir a un amigo puede ser uno de los retos más difíciles de superar, no importa si hablamos de compartir un negocio, un piso o un proyecto artístico. Por eso no sorprenden las caras de satisfacción de Sílvia Pérez Cruz y Salvador Sobral después de publicar el álbum Sílvia & Salvador: tan entregados la una con el otro, ya sea sobre el escenario del Palau de la Música o en la terraza de un hotel, elogiándose mutuamente con su primer disco a dúo ya publicado y estrenado en directo con éxito de público y crítica.
“Me hace gracia que todo el mundo lo llame primer disco”, reconoce Sílvia sobre un comentario que invita a pensar en continuidad. Lo dice el día después de actuar en el Palau de la Música, donde la conexión que mostró el dueto fue tal que se diría que llevaban años tocando juntos. Pero la realidad es que el proyecto nació durante la gala de los premios Goya del 2024, cuando se invitó a la pareja a cantar durante el tradicional homenaje a los fallecidos, un momento muy delicado “porque la gente aplaude”, apunta la cantautora de Palafrugell, satisfecha porque “hicimos la música en directo, fue toda una declaración de intenciones”. Acompañados únicamente por el cello de Marta Roma –presente también en el álbum y los directos- su música hizo que los aplausos cesaran entre el público, que se mantuvo en silencio para escuchar Recordarte sin saber que sería el germen de algo más grande.
Sílvia Pérez Cruz
“Descubrir cómo éramos los dos trabajando, cómo nos escuchábamos el uno al otro, resultó aún más precioso”
Tampoco los protagonistas sabían qué iba a suceder. “Nunca me atrevería a proponerle hacer un disco juntos”- afirma Salvador Sobral mirando avergonzado a Sílvia Pérez Cruz -”la admiro tanto que no tendría el coraje suficiente, fue ella quien lo propuso al día siguiente. En los Goya pasó algo especial”.
-¿Seguro que fue al día siguiente? –responde escéptica Pérez Cruz- fue precioso, pero también soy consciente de lo que implica hacer un disco. Creo que lo debería digerir un poco más, porque trabajar con un amigo puede afectar.
– No sólo problemas logísticos, son dos egos y dos carreras, diferentes formas de trabajar.
– Pero fue al revés –sentencia Pérez Cruz- descubrir cómo éramos los dos trabajando, cómo nos escuchábamos el uno al otro, resultó aún más precioso.
Cinco idiomas y multitud de géneros se encuentran en este proyecto guiado por las voces de sus protagonistas, que se pusieron en manos de colegas de la profesión para componer las piezas. Así fue con Javier Galiana, “un amigo en común de Cádiz”, como recuerda Sobral del autor de la chacarera Muerte chiquita. O la hermana del portugués, Luisa, que firma Hoje ja não e tarde, “hacía una vida que quería componer algo para Sílvia”. Jenna, esposa de Salvador, aporta L’amour reprend ses droits, mientras que Jorge Drexler les regaló El corazón por delante y Lau Noah firma Someone to sing me to sleep. “Se conserva la esencia de cada persona que lo ha hecho”, comenta Sílvia Pérez, “y al mismo tiempo se ha creado una sonoridad propia cuando las tocamos y cantamos”.
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El encargo a todos ellos nació del mismo Recordarte de los Goya, y era componer un tema con el tiempo como motivo, “ese fue el punto de partida”, recuerda Sílvia, que añadió “una fecha límite, que es muy importante”. A cambio ofrecían sus voces, guitarra, cello y algún bajo con teclados. La versión musicada de Ben poca cosa tens de Miquel Martí i Pol, acabó de guiar el proyecto, “Ayudó a la tímbrica, a entender qué grupo era”. Compuesta para el filme Molt lluny de Gerard Oms, Sílvia Pérez compuso el tema mientras hablaba con Sobral del proyecto, aún en ciernes. “Entonces la compuse musicalmente pensando en que él pudiera poner la voz encima, y pensé en Abril 74 de Llach, que habíamos cantado juntos ya”. Con esta idea le pidió al guitarrista Darío Barroso y la cellista Marta Roma que la tocasen. “No les conté nada del proyecto, pero así pude sentir cómo sonaba, porque imaginarse la voz de Salvador era fácil”.
Los ensayos posteriores demostraron que faltaba un músico más, y así se les sumó la guitarra de Sebastián Gris para completar el proyecto, grabado en el estudio Sol de Sants de Barcelona con la producción de Juan R. Berbín, otra pieza importante del proyecto. “Aparte de tener buen gusto y mucho tacto humano, ha aportado al disco un poco de latinidad”. También añadió las texturas con que comienza el álbum, acompañando a un canto coral que ya formó parte del último disco en solitario de Sílvia Pérez, donde Salvador formó parte de la coral del Sol que la acompañaba.
“Comenzar el disco con un coro te da algo que no encuentras en ningún instrumento”, destaca el portugués, que define como “una voz angelical” el canto coral. Su compañera habla de disolución musical, “ya no sabes quién eres, formas parte de algo más grande”, y apunta a la necesidad de este tipo de sensaciones como respuesta al individualismo moderno. “Es un acto de amor total, porque la voz es lo más expuesto que tienes. Puedes cantar de forma más amagada, pero si quieres te puedes abrir, y este acto de confianza en el colectivo es una gran esperanza de que todo puede ser un poco mejor”.
Salvador Sobral
“Portugal todavía no reconoce el estado palestino, y siento la necesidad de insistir para que eso suceda”
También hay amor en sus manifestaciones a favor de Palestina, convertidas en Tempus fugit (plor per Palestina) con la firma del pianista Marco Mezquida. “Grabamos las voces con con los mismos micros del piano, desde dentro, todo a la vez”, recuerda Sílvia Pérez, que tenía la imagen de “un piano entre las ruinas, y la pequeña poesía para sobrevivir, porque cuando te lo quitan todo, te queda esta pequeña dignidad”. La idea de componer una pieza sobre el conflicto palestino es, más que un posicionamiento político, “algo humano, hablamos de vidas”, advierte Sobral, que al igual que Pérez Cruz lleva esta proclama a sus propias actuaciones. “Para mí es importante porque Portugal todavía no reconoce el estado palestino, y siento la necesidad de insistir para que eso suceda”.
Todas estas piezas se unieron como un puzle sobre el escenario del Palau de la Música, al que Sílvia Pérez llegó “muy frágil” tras haber pasado ella y su hija por una neumonía cuando se encontraban en Japón, durante el inicio de la gira. “Por otra parte, estoy en un momento donde tengo menos ambición”, reconoce, “lo pensaba en el escenario, me sentía feliz de estar allí”. La cantautora destaca el aprendizaje que representa compartir protagonismo sobre el escenario, “en los conciertos, cada uno guía la energía que va creando, pero aquí la otra persona te propone un tipo de energía diferente”.
Así lo ve también Sobral, que sentía preocupación por cómo afectaría al show su necesidad de levantarse, moverse y bromear. “Pero Sílvia me decía que debía comportarme como siempre, has sido tú quien me ha empujado a bailar y hacer estas tonterías”, comenta apuntando a su compañera. “Es importante que se vea la unión, quiero que Salvador esté en su momento, en lo que le hace feliz, igual que yo quiero estar en el mío”.
A copia de sinceridad es como han unido dos caracteres que se reconocen muy diferentes sobre el escenario. “Me ha encantado ver cómo trabaja Sílvia”, reconoce Salvador, que destaca su interés por todos los detalles: “El escenario, las luces, la dirección escénica, tiene un concepto artístico claro, mientras que yo me concentro sólo en la música”. De momento, ha reclutado a la responsable de iluminación de Sílvia para su próxima gira en solitario, y podría haber más cambios. “Las pruebas de sonido son muy anárquicas en mi grupo, tocamos otras cosas, en cambio Sílvia tiene un plan, y la verdad es que el sonido es mejor porque hay más disciplina”.
“De Salvador me gusta cómo toma decisiones al cantar”, comparte Pérez Cruz. “Nuestras voces se entienden muy bien juntas, pero la forma de pensar cómo cantas es diferente, él es más de elegir algo e ir hacia allá”, apunta haciendo un gesto recto con el brazo. “En cambio yo busco siempre algo nuevo, Salvador es más fiel a la melodía, y me gusta toda su energía, celebra la belleza del mundo y tiene lucidez en los conflictos”. Ella, por el contrario, reconoce que puede perderse “en la empatía”, mientras que Salvador “soluciona cosas que para mí pueden ser emocionalmente complejas”.
¿Habrá una continuidad, un volumen dos? “Me gustaría en unos años”, reconoce Sobral. -¿Cómo te lo imaginas? Le pregunta Sílvia, y el ganador de Eurovisión habla de componer ellos esta vez, “pero ahora toca que tú hagas tu disco y yo el mío”.
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