Rob Riemen, filósofo: “Vivimos en una cultura de la muerte donde las personas son reducidas a robots”

Los libros de filosofía siempre dan respeto. Un lector poco habituado a menudo mostrará indecisión ante uno de ellos. No debería ocurrir lo mismo ante La palabra que vence a la muerte (Taurus/Arcàdia; traducido al castellano por Jur Schuurman). Es pequeño y se deja leer, porque su autor, el director del Nexus Instituut, Rob Riemen (Países Bajos, 1962), tiene la habilidad de literaturizar la sabiduría. Thomas Mann, George Orwell, Antoine de Saint-Exupéry aparecen para dar cuenta de un culto a la muerte, que hoy día abanderan los nuevos fascismos, y al que es necesario hacer frente. Si además se añade una sociedad centrada casi exclusivamente en el crecimiento económico, un dinero que lo destruye todo y el reduccionismo tecnológico, la más absoluta de las barbaries está cerca. Tiene la receta para combatirlo: volver a cultivar la nobleza del espíritu y, para hacerlo, nada mejor que la cultura, la palabra y la razón.

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 El autor neerlandés presenta su libro ‘La palabra que vence a la muerte’, donde reflexiona sobre la vuelta de los fascismos y la importancia de la cultura, la palabra y la razón para combatirlos  

Los libros de filosofía siempre dan respeto. Un lector poco habituado a menudo mostrará indecisión ante uno de ellos. No debería ocurrir lo mismo ante La palabra que vence a la muerte (Taurus/Arcàdia; traducido al castellano por Jur Schuurman). Es pequeño y se deja leer, porque su autor, el director del Nexus Instituut, Rob Riemen (Países Bajos, 1962), tiene la habilidad de literaturizar la sabiduría. Thomas Mann, George Orwell, Antoine de Saint-Exupéry aparecen para dar cuenta de un culto a la muerte, que hoy día abanderan los nuevos fascismos, y al que es necesario hacer frente. Si además se añade una sociedad centrada casi exclusivamente en el crecimiento económico, un dinero que lo destruye todo y el reduccionismo tecnológico, la más absoluta de las barbaries está cerca. Tiene la receta para combatirlo: volver a cultivar la nobleza del espíritu y, para hacerlo, nada mejor que la cultura, la palabra y la razón.

¿Qué es la cultura de la muerte?

Una experiencia de amor te da vida. La amistad da vida. La belleza da vida. La justicia da vida. La verdad, el método da vida. En una cultura de la muerte, estos valores ya no cuentan. Cuando todo se reduce a la tecnología, a los números y al dinero, en lo que yo denomino la falsa grandeza, cuando todo se trata de poder y persona, no hay vida. Es la cultura o  incluso el culto a la muerte. Es matar el alma humana, como si la gente ya no tuviera alma, como si fueras un robot en un cuerpo humano. La cultura de la muerte es todo aquello que priva a las personas de su dignidad humana.

¿Y cómo se manifiesta?

La cultura de la muerte más notoria son las formas de totalitarismo, pero también las formas de fundamentalismo. En una cultura de la muerte, las personas se reducen a ser robots y, por tanto, ya no son individuos de vida libre que pueden luchar por encontrar su propio sentido a la vida.

¿Pero estamos inmersos en la cultura de la muerte o en la muerte de la cultura?

Están unidas. La cultura es una expresión de los valores más altos a los cuales tenemos que aspirar, para convertirnos en las personas que tendríamos que ser. Nacemos con todos nuestros instintos, deseos y miedos. Es nuestra naturaleza animal. Pero también estamos dotados de espíritu. Gracias a nuestro espíritu, sabemos cosas que no son empíricas. La verdad no es empírica. La bondad no es empírica. El amor no es empírico. La cultura es este conjunto de valores con que podemos saber, casi por intuición, qué es bueno o qué no es bueno, qué es verdad y qué es mentira.

La cultura de la muerte es todo aquello que priva a las personas de su dignidad humana”

Rob Riemen

“La filosofía es el cultivo del alma”, recuerda usted constantemente en el libro…

En esta frase de Cicerón está el significado original de la palabra cultura. ¿Cuándo se tita a la basura la cultura? Cuando se elimina la educación y ya no nos interesan las humanidades, la poesía, la música, las artes y solo nos interesa el nivel más banal y popular. Quiero decir, no hay nada de malo con Beyoncé o quien sea que esté ahora, pero no se puede comparar con el repertorio clásico de Mozart, porque hay una diferencia fundamental entre las musas y amusement (entretenimiento). El amusement está para entretenernos, pero no para dotarnos de ciertas ideas o pensamientos. 

Usted apela a la nobleza del espíritu, que es el arte de vivir, según dice. Pero afirma que “este arte de vivir no es posible sin el arte de leer”. Y al mismo tiempo afirma que la gente no lee. Es un callejón sin salida…

El 45% de los norteamericanos no han tocado nunca un libro. En mi país, los Países Bajos, el 25% de los niños menores de quince años son analfabetos. Pueden leer un mensaje de Instagram o Facebook, pero no pueden leer una página de una novela o una carta del gobierno. Y eso tiene consecuencias.  Ahora está creciendo toda una generación que es víctima de este fenómeno de las redes sociales, que ahora están oficialmente etiquetadas como drogas digitales. Ara sabemos que es completamente destructivo para su cerebro, en el sentido de que ya no se pueden concentrar. El periodo de concentración ahora se reduce a solo un par de minutos. Las redes son completamente adictivas. Ya no se pueden comunicar. Toda una generación está creciendo sintiéndose profundamente insegura. Están llenos de miedos. El número de niños con problemas psicológicos se está disparando. La depresión se está disparando. El suicidio se está disparando. Todo eso está relacionado con el hecho de que viven en un vacío.

¿Y eso lo aprovechan ciertos políticos?

No es casualidad que los Trump, los Orban y los que hacen cola, como Marine Le Pen y otros, estén esperando para imponernos lo que denomino política fascista. Odian la ciencia y la educación porque son enemigos. Es una política fascista porque va en contra del corazón de lo que es la democracia. La democracia es mucho más que, por ejemplo, la libertad de prensa o la libertad de voto. Es cultivar un cierto espíritu de sociedad que tiene un conocimiento del bien común, que tiene un sentido de responsabilidad común. Para poder tener una sociedad así, es necesaria gente que no solo tenga libertad de voto o de expresión, sino que como mínimo sepa pensar. Y no estoy hablando de tener una educación superior, sino de tener un cierto sentido de qué valores son importantes o de cuál es la diferencia entre el bien y el mal. 

Está creciendo toda una generación que es víctima de este fenómeno de las redes sociales, que ahora están etiquetadas oficialmente como drogas digitales”

Escribe en el libro que “el espíritu fascista se manifiesta en formas que cambian constantemente”. Ahora ha mencionado a Trump y Orban. Está Putin…

Y el señor Wilders en mi país.

¿Piensa en Putin y Wilders, también?

En el 2010 escribí un ensayo sobre el eterno retorno del fascismo, porque  ya veía lo que se acercaba a los Países Bajos. El error que se está cometiendo es, en primer lugar, pensar en esta extraña idea de que la historia nunca se repite. Se repite constantemente porque la naturaleza humana no ha cambiado. El segundo error: solo se reconoce el fascismo por los uniformes negros y los gestos tontos y estas cosas. Tonterías. Eso formó parte de esa cultura. El fascismo toma muchas formas diferentes. El tercer error: hemos visto demasiadas películas donde el  bueno es guapo y el malo feo. Pero el fascismo lleva máscara. Se le puede reconocer, porque adopta la forma de una democracia de masas. Me explico. Una democracia se guía por valores morales y espirituales; una democracia de masas se guía por el miedo y la codicia. Cuando estos otros valores desaparecen y solo hay miedo y codicia, entonces llega el resentimiento. Trump y Wilders tienen un carisma enorme y, en su condición de demagogos, siempre utilizan consignas y propaganda, utilizan la política de las mentiras -mienten todo el tiempo, y son las mejores mentiras del mundo- y hacen una política de odio, una política de chivos expiatorios, una política de resentimiento.

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De acuerdo. El fascismo es cultura de la muerte. ¿Pero puede llegar a autodestruirse?

Estas fuerzas oscuras, que solo están interesadas en destruir, finalmente se destruirán a sí mismas. Pero la pregunta es: ¿cuánto mal harán mientras tanto? Trump desaparecerá, pero ¿cuánto mal habrá causado hasta entonces?  Pero hay una segunda cosa:  la cultura de la muerte, que ahora está en nuestra propia sociedad y está instalada totalmente en Europa, se basa en un paradigma racional tecnológico. Dentro de este paradigma de racionalidad tecnológica, ¿cuál es el enfoque político? El enfoque político está constantemente en el crecimiento económico y en la innovación. La educación ahora se centra y se reduce a la ciencia, la tecnología, la economía y las matemáticas. “Sí, si queréis estudiar un poco de poesía o humanidades, de acuerdo, solo sois un puñado de locos y os daremos un poco, pero solo malgastaréis vuestra propia vida y no formaréis parte de este crecimiento”, nos dicen. 

Adopta usted una posición dura contra los políticos, a los que acusa de solo mirar por el crecimiento económico. 

No vamos bien si continuamos en este camino de cultivar la creación de una sociedad completamente centrada solo en todos estos valores utilitaristas definidos por los poderes políticos y económicos. Es necesario que se proteja todo aquello que sea vulnerable: los jóvenes, las personas mayores, los enfermos, el planeta, todo es vulnerable. El Club de Roma ya advirtió en los años 70 de los límites del crecimiento económico [sin atender a los límites físicos del planeta]. ¿Cuántos coches tendría que tener la gente? ¿Cuánto lujo debería haber? La vulgaridad de Elon Musk y toda esta gente… argh, de verdad…

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Rob Riemen, autor del libro “La palabra vencedora de la muerte”
Llibert Teixidó

¿Cómo se supera el momento actual?

El mundo fascista no tiene nada que ofrecer. Es una fuerza destructiva completa. El estalinismo también es una fuerza destructiva completa. Aquí está donde entra mi súplica para seguir cultivando el mundo del humanismo europeo, desde Sócrates hasta Spinoza, pasando por Thomas Mann, Pasternak y, bien, Octavio Paz, García Márquez, Mario Vargas Llosa… Ellos ponen por delante la  dignidad humana. Y para la dignidad humana, no hacen falta inteligencia artificial, sino sabiduría. 

Usted aboga por garantizar la libertad, la verdad y la dignidad. Es una trinidad que se parece mucho a la de liberté, égalité, fraternité. ¿Cuál hay que priorizar hoy en día?

Son cosas diferentes. Pero que sea dicho: la fraternidad es la cosa más olvidada. Si eso hubiera existido, los franceses no serían tan estúpidos haciendo caer el gobierno cada seis meses. El mundo de la política no tiene que tratar solo de su propio interés o del interés de su propio partido, sino del bien común.

Hay un poco de pesimismo en el libro, cuando dice que con la aparición de la bomba atómica, ya no es evidente que pueda haber periodos de reconstrucción.

Eso no es pesimismo. No, eso es un hecho.

 Cultura

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