El cuarto concierto de Rita Payés en el Festival de Jazz de Barcelona, dentro del ciclo Retrat d’Artista, era un reto mayúsculo ya que se trataba de interpretar El amor brujo de Manuel de Falla junto a la Camerata Penedès. Según confesó la protagonista, la iniciativa no había sido suya sino que se dejó arrastrar por la propuesta de la directora, Elena Rey, aún y resultándole extraño el mundo de la música clásica.
La trombonista de jazz asumió una propuesta que no es el ámbito en el que se mueve mejor; bien por enfrentarse al reto en su cuarto concierto en el Festival de Jazz de Barcelona
El cuarto concierto de Rita Payés en el Festival de Jazz de Barcelona, dentro del ciclo Retrat d’Artista, era un reto mayúsculo ya que se trataba de interpretar El amor brujo de Manuel de Falla junto a la Camerata Penedès. Según confesó la protagonista, la iniciativa no había sido suya sino que se dejó arrastrar por la propuesta de la directora, Elena Rey, aún y resultándole extraño el mundo de la música clásica.
El mero hecho de atreverse ya resulta loable y era lógico que quien mejor parado saliera del envite fuese la camerata, que lució una formación de 14 miembros. La versión interpretada fue la original de 1915, concebida como un ballet dedicado a Pastora Imperio. Así que, además de aportar arreglos de trombón, Rita Payés también asumió las partes cantadas y recitadas, siendo esas las que más chirriaron, teniendo en cuenta que quiso aportar un impostado deje andaluz, sobre todo en la Canción del fuego fatuo. Y la dificultad aumenta cuando en el Conjuro para reconquistar el amor perdido se alternan recitados con énfasis teatral y cante.
Además, los constantes cambios de ritmo y abundantes silencios de la obra contribuyen a despistar a un público que no sabe cuando aplaudir, lo cual lastró el ritmo de la interpretación. Aún y así hubo momentos muy intensos, cuando en Danza y canción de la bruja fingida la jondura del cante fue de la mano de un gran clímax orquestal, antes del descriptivo final con Las campanas del amanecer.
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Como sea que la obra de Falla dura apenas media hora, completaron la velada llevando la sección de cuerda de la camerata al terreno de confort de Rita Payés. De su nuevo álbum De camino al camino rescataron Tantas cosas, ejerciendo ella de directora del octeto. Luego se les añadió su madre, Elisabeth Roma, a la guitarra en la ‘abolerada’ La rosa. La canción sefardita Esta montaña de enfrente le permitió lucirse al trombón, antes de llegar al momento más emotivo de la noche: la versión de O mundo é un moinho del brasileño Cartola, con las cinemáticas cuerdas haciendo relucir una triste y preciosa melodía que repite “el mundo es un molino que triturará tus sueños.. reducirá las ilusiones a polvo”. Al final rescataron las dos canciones más celebradas de su anterior álbum Como la piel, Quién lo diría y Nunca vas a comprender, elevadas ambas por unos arreglos orquestales ora sinuosos ora llenos de swing.
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