Provocar por provocar es tontería

Qué problema hay en que a alguien le guste más Camilla Parker Bowles que lady Di. Si es así, se dice y a por todas. John Carlin no tiene reparos en reconocerlo y así lo expresa en La Villarroel, en una charla en este teatro con el periodista y escritor Josep Martí Blanch. ¿Por qué autocensurarse? Al inglés el cursilismo de Diana le echa para atrás. “La prefiero infinitamente más que a Diana, y sé que puede causar una polémica impresionante”, admite.

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 Qué problema hay en que a alguien le guste más Camilla Parker Bowles que lady Di. Si es así, se dice y a por todas. John Carlin no tiene reparos en reconocerlo y así lo expresa en La Villarroel, en una charla en este teatro con el periodista y escritor Josep Martí Blanch. ¿Por qué autocensurarse? Al inglés el cursilismo de Diana le echa para atrás. “La prefiero infinitamente más que a Diana, y sé que puede causar una polémica impresionante”, admite.Seguir leyendo…  

Qué problema hay en que a alguien le guste más Camilla Parker Bowles que lady Di. Si es así, se dice y a por todas. John Carlin no tiene reparos en reconocerlo y así lo expresa en La Villarroel, en una charla en este teatro con el periodista y escritor Josep Martí Blanch. ¿Por qué autocensurarse? Al inglés el cursilismo de Diana le echa para atrás. “La prefiero infinitamente más que a Diana, y sé que puede causar una polémica impresionante”, admite.

Conversa de John Carlin i Josep Martí Blanch sobre
El actor Josep Maria Pou habla al acabar el acto con los periodistas Josep Martí Blanch y John Carlin
Miquel Gonzalez / Shooting

¿Cómo ha llegado a confesarse? Porque la periodista Rosa Badia, que ejerce de moderadora, le provoca. Porque les pregunta a los dos articulistas de La Vanguardia qué les parece que en los libros de Roald Dahl se censuren palabras como “gordo”, “fea” o “tonto”. Hasta “negro” para designar que un abrigo es negro. “ Camilla Parker denunció esta cancelación”, dice Badia. Y fue así como la reina consorte se ganó a Carlin.

Él y Martí Blanch están en La Villarroel, en un acto de este lunes por la noche organizado por la Fundació Romea para hablar de Gegant , la obra que se ha representado hasta hace poco en el teatro Romea, que ahora está en el Goya, y en la que Josep Maria Pou encarna a Roal Dahl. Pero no ha habido espacio para disquisiciones literarias. El objetivo era otro. Gegant es el punto de partida para que Carlin y Martí Blanch afilen sus lenguas a la hora de abordar la corrección política, el impacto de las ideas cuando no casan con el consenso público, la verdad, la manipulación, los prejuicios, la censura. Y también la autocensura.

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Rosa Badia, John Carlin y Josep Martí Blanch en un momento de la charla. 
Miquel Gonzalez/Shooting / Colaboradores

Porque la obra aborda todas estas cuestiones en tan solo un episodio. Uno muy concreto. Dahl fue acusado de antisemitismo en 1983. La etiqueta se la ganó el autor de Matilda o Charlie y la fábrica de chocolate tras publicar una reseña de un libro sobre el asedio de Beirut por parte de las tropas israelíes. El escritor no se privó de marcar paralelismos entre Israel y la Alemania nazi.

Gegant se nutre de la situación posterior. Esto es, la presión que recibió para que rectificara, o al menos matizara, sus palabras. No salió bien. En una entrevista posterior Dahl no se retractó. Al contrario: “Siempre hay una razón por la cual surge el antisemitismo en cualquier sitio; ni siquiera un canalla como Hitler los atacaba sin ninguno motivo…”, dijo, entre otras cosas. Ni autocensura, ni presiones, ni milongas.

Aunque ni mucho menos comparten el antisemitismo de Dahl, Carlin y Martí Blanch aplauden su comportamiento. “Dahl es bestia, pero tiene un punto humano”, dice el inglés. “Hay que ser generoso con las ideas disruptivas”, expone el catalán como norma número uno del club de la lucha de los opinadores. “A veces se usa la pluma para hacer callar a la gente. Hay que hacer un ejercicio de libertad”, añade. Y remata: “Empezar un proceso de cancelación porque alguien se han pronunciado en el sentido que no es el nuestro es una barbaridad”.

“Expresa tu opinión y no la que esperan tus lectores que expreses. Y si te tienes que mesurar, calla”

Ambos periodistas defienden que, ya que la objetividad no existe, hay que ser “honesto”. En favor de esta honestidad el miedo a decir lo que no domina en la plaza pública debe desaparecer. “Expresa tu opinión y no la que esperan tus lectores que expreses (…). Y si te tienes que mesurar, calla”, dice Martí Blanch.

“Dahl era provocador por naturaleza. Es uno listillo. Quiere generar lío”, afirma Carlin. Pero su provocación no es gratuita, porque sobre Israel-Palestina dijo lo que realmente pensaba, sin miedo a consecuencias comerciales. Es una diferencia con la tendencia actual de los plumas enfant terrible . Lo señala Martí Blanch: En el mundo del periodismo hoy el incentivo está en sentirte con la obligación de romper la vajilla. Eso es infantil, es provocar por provocar”. Provocar por provocar es tontería, que diría el humorista José Mota. “Es provocación de baratillo , fake provocación, es provocación de mierda”, sentencia Martí Blanch.

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