Pablo Urdangarin: «Mi padre es mi psicólogo. Antes de cada partido le llamo y me tranquiliza»

Habla de balonmano con el Rey, su tío, pero dice vivir «una vida normal». Tras muchas mudanzas, a sus 24 años debuta este jueves con la selección entre consejos de su padre Leer Habla de balonmano con el Rey, su tío, pero dice vivir «una vida normal». Tras muchas mudanzas, a sus 24 años debuta este jueves con la selección entre consejos de su padre Leer  

Detrás de la camiseta, Urdangarin. Después de décadas, después de tanto, el apellido regresa a la selección española de balonmano con otro nombre, Pablo, hijo de Iñaki. A sus 24 años, este jueves, en el amistoso ante Suecia (18.10 horas), el sobrino del Rey Felipe VI, el octavo en la línea de sucesión al trono, un Excelentísimo señor, debutará como internacional como si todo eso no pesara. «Es lo normal», repite durante la conversación telefónica con EL MUNDO desde Linköping, al sur de Suecia, aunque en su vida apenas ha habido normalidad.

La marcha de su familia a Estados Unidos y el caso Nóos le pillaron con apenas nueve años, luego tocaría mudanza a Suiza y, antes de cumplir la mayoría de edad, su emancipación en Alemania para centrarse en el balonmano. Ahora es la estrella del Granollers que va segundo de la Asobal y será difícil que no acabe pronto en uno de los grandes de Europa.

Es raro que nunca haya jugado con España ni tan siquiera en categorías inferiores.
He llegado tarde, pero he llegado. Me hace una ilusión tremenda. Para cualquier deportista español es un sueño estar en la selección y me han recibido muy bien. Hay un grupo muy bueno.
¿Ya le han preguntado en el vestuario por su tío o por lo que ocurre dentro del Palacio Real?
No, no. Alguna broma me ha caído sobre el protocolo, sobre cómo llamarme. Pero todo el mundo me trata como uno más. Es lo normal.
Reconocía que llega tarde. ¿Siempre se quiso dedicar al balonmano?
Jugaba de pequeño, pero cuando nos mudamos a Washington no había equipos de balonmano, así que me pasé al fútbol. No era mucho lo mío. Luego en Ginebra combiné el balonmano con el tenis y hubo un momento en el que tuve que elegir porque me faltaban días a la semana para entrenar. Escogí el balonmano y creo que escogí bien. Pero el tenis también me gustaba mucho y se me daba bien: era ágil, tenía buen saque…
De escoger el balonmano a debutar con España hay un trecho.
Ha sido un crecimiento año a año. El momento clave fue cuando tenía 17 años. Me fui solo a Hannover para ponerme a prueba, para ver si realmente podía dedicarme al deporte. Fue un poco duro porque vivía en una residencia para estudiantes extranjeros y yo era el único extranjero de mi equipo. Pero hice amigos pronto, me adapté bien. Después de tantas mudanzas, de tantos cambios de colegio, creo que ya sabía cómo empezar de cero, cómo entablar relaciones. Luego probé el Nantes, entré en el Barcelona y ahora en Granollers estoy disfrutando más que nunca.
¿Por qué?
Siempre había jugado de extremo, pero por mi altura (1,95 metros) probé el lateral y empecé a ver el balonmano de otra manera. En los últimos años he progresado mucho, me siento con mucha confianza. Incluso mi entrenador, [Antonio] Rama, está empezando a ponerme en defensa, aunque tengo mucho que mejorar.
Tiene prácticamente su misma altura, pero no el físico de su padre.
Está claro, está claro. Él era casi un especialista en defensa, estaba muy fuerte, era muy contundente. Yo no sé si llegaré a estar tan fuerte, pero estoy trabajando para ganar más músculo. Necesito poder chocar contra los rivales.
Aguante tiene. Seguramente no haya un jugador de balonmano que haya recibido tanta atención desde pequeño.
Desde pequeño aprendí a vivir con esa atención, al igual que mis hermanos. Tengo recuerdos de niño con la cámara encima cuando salía de casa. Al final aprendes a cómo comportarte en ciertos momentos, a qué decir, a qué no decir… En el balonmano no me ha afectado nunca. Sé que puede haber más atención. Pero lo que me pone más nervioso es la propia competición, no lo que pase fuera. Hablo mucho con mi padre sobre eso.
¿Y qué le dice?
Es como mi psicólogo. Antes de cada partido le llamo y me ayuda mucho explicarle cómo me siento. Me tranquiliza mucho. Él sabe qué es jugar los partidos grandes, jugarse títulos, jugar con la selección.
Debe escuchar de todo en la pista.
No creas, en el balonmano hay un ambiente muy sano. Está claro que en partidos muy calientes, en pueblos que viven mucho el balonmano, recibo algunos insultos, me dicen cosas sobre mis apellidos… Pero nunca me lo he tomado mal. Si me quieren sacar del partido es porque lo estoy haciendo bien.
¿Cuántas cosas no ha podido hacer por apellidarse Borbón?
Nada, diría que nada. Como decía, hay cosas que ya sé, situaciones concretas que debo controlar, pero también he vivido muchos años en el extranjero y las cámaras no estaban siempre. He vivido experiencias como las de cualquier joven. En ese sentido, una vida normal.
¿Lo ha tenido más difícil o más fácil que otros jóvenes?
No lo sé, es imposible valorarlo. Supongo que en determinadas cosas lo he tenido más difícil y, en otras, más fácil. Por ejemplo, no he estado siempre en un mismo club, ni en un mismo país, para lo bueno y lo malo.
¿Habla de balonmano con su tío, el Rey Felipe VI?
Sí, claro. Cuando nos vemos me pregunta por cómo me van las cosas, conoce bien el deporte y hablamos sobre ello. Es lo normal.
Se habla mucho de ofertas, de dónde acabará en los próximos años, de un regreso al Barça, de una posible marcha a un grande de Europa.
He aprendido a plantearme mi carrera año a año. No pienso para nada en dónde estaré dentro de cinco años. De momento estoy muy bien en el Granollers y ya veremos dónde acabaré en el futuro.

 Deportes // elmundo

Te Puede Interesar