Las capitales árabes temen verse arrastradas a una guerra total, que promete fragmentar la región y revivir conflictos latentes Leer Las capitales árabes temen verse arrastradas a una guerra total, que promete fragmentar la región y revivir conflictos latentes Leer
Los Gobiernos de Oriente Próximo contienen el aliento ante la escalada bélica entre Israel e Irán, que entra en su segunda semana sin una propuesta clara de tregua sobre la mesa. A la espera de una posible intervención de Estados Unidos contra Irán, las capitales árabes temen verse arrastradas a una guerra total, que promete fragmentar la región y revivir conflictos latentes. Por el momento, ningún país se ha visto directamente involucrado en el conflicto -que ya ha causado la muerte de 263 iraníes y 24 israelíes-, pero partes de misiles y drones derribados han caído en el Líbano, Jordania, Irak y Siria, causando en éste último la muerte de una mujer, así como daños en viviendas en decenas de ciudades.
Uno de los históricos rivales regionales de Teherán, Arabia Saudí, ha encabezado la condena regional prácticamente «unánime» de la escalada de ataques iniciada por Israel, describiendo a Irán como nación «hermana» y pidiendo un cese inmediato de los ataques por parte del ejército hebreo. Riad apeló al Consejo de Seguridad de la ONU para frenar el conflicto, asegurando que la comunidad internacional «tiene la gran responsabilidad de detener esta agresión».
Irán y Arabia Saudí normalizaron relaciones diplomáticas en 2023 con la mediación de China, justo medio año antes de que un ataque del grupo palestino Hamas provocara una intervención israelí en Gaza que sacudió toda la región. Desde entonces, Riad pausó su acercamiento a Tel Aviv y ve con preocupación un posible debilitamiento de Irán, que dejaría a Israel como principal potencia en Oriente Próximo, apuntan los analistas.
La prensa saudí revela otras preocupaciones importantes: por un lado, ecológicas, ya que un ataque en el reactor nuclear iraní de Bushehr, a pie del Golfo Pérsico, podría causar «una fuga de radiación catastrófica» que contaminaría las aguas que recorren los países colindantes, apunta el analista Hesham al Ghannam. Otro nerviosismo que comparte con los países del Golfo es el riesgo de que Irán cierre el estrecho de Ormuz, interrumpiendo el comercio mundial y disparando los precios del petróleo.
Qatar y Emiratos Árabes Unidos comparten las preocupaciones de Arabia Saudí, por lo que denunciaron «enérgicamente» el ataque israelí en conversaciones telefónicas con el ministro de Exteriores iraní, Abbas Araghchi. Doha, en particular, que ha ejercido de gran potencia mediadora entre Israel y Hamas, también se ha ofrecido esta vez a calmar las aguas entre Teherán y Tel Aviv, aunque por el momento ningún país ha hecho ademán de cesar las hostilidades por esta vía. Qatar aseguró que, junto a Omán, ha transmitido la postura de Irán a Washington, un intento de dialogar y quizás recuperar las negociaciones nucleares -iniciadas en abril e interrumpidas por la escalada de ataques-, aunque sólo con la condición de que Israel frene sus bombardeos.
Omán, que acogió varias rondas de negociaciones indirectas entre Washington y Teherán, condenó el «ataque unilateral» de Israel contra Irán, que calificó de «ilegal, injustificable y de grave amenaza para la estabilidad regional».
Irak, por su parte, presentó una queja ante la ONU después de que aviones israelíes cruzaran su espacio aéreo para atacar Irán. La principal preocupación de Bagdad radica en que el conflicto pueda desestabilizar aún más a un Gobierno que lucha por mantener su autonomía, erradicar a las milicias proiraníes y dar por finiquitada la presencia de tropas estadounidenses en su territorio. El presidente del Consejo Supremo Judicial, Faiq Zinedine, dejó claras las «líneas rojas» de Bagdad, prometiendo «medidas legales firmes» contra cualquier grupo que contribuya a socavar la «soberanía nacional o incitar disturbios». La máxima autoridad religiosa chií de Irak, el ayatolá Alí al Sistani, prometió consecuencias si Israel decide atacar al líder supremo iraní, Ali Jamenei, mientras que las milicias apoyadas por Irán han lanzado sendas amenazas contra Estados Unidos, si decide intervenir en el conflicto.
Mientras tanto, Siria se siente espectadora de una guerra por primera vez en catorce años. El Gobierno de Ahmed al Sharaa no se ha pronunciado sobre el conflicto, pese a las crecientes críticas por su laxitud contra Israel, que constantemente invade su espacio aéreo para atacar a Irán y sigue interviniendo militarmente en el país árabe. Desde el inicio del conflicto con Irán el 13 de junio, Israel ha seguido con sus incursiones en el sur de Siria, llevando a cabo detenciones arbitrarias que han causado la muerte de una persona, según denunciaron organizaciones humanitarias. Los analistas apuntan que Al Sharaa se encuentra entre la espada y la pared, intentando recomponer la unidad estatal mientras negocia para conseguir un apoyo internacional que les ayude a relanzar una economía destrozada por la guerra. A ello se suma un intencionado distanciamiento de Damasco con Teherán, después de que Irán apoyara durante años el caído régimen de Bashar Asad.
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