Ocho experiencias para viajar a América en 2026

Como todos los años, la editorial viajea Lonely Planet acaba de anunciar su lista de destinos y experiencias más interesantes e inspiradores para el año que viene. En su selección Best in Travel 2026 se incluyen 25 destinos, pero también 25 experiencias originales que por sí mismas ya merecen un viaje. De entre estas experiencias, destacamos ocho aventuras que son muy buenas excusas para descubrir América de un modo diferente.

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 Buscar jaguares en el norte de Argentina, trabajar como científico aficionado en la Amazonia peruana y dormir bajo un volcán en Hawái son algunas de las aventuras que hay que plantearse vivir una vez en la vida  

Como todos los años, la editorial viajea Lonely Planet acaba de anunciar su lista de destinos y experiencias más interesantes e inspiradores para el año que viene. En su selección Best in Travel 2026 se incluyen 25 destinos, pero también 25 experiencias originales que por sí mismas ya merecen un viaje. De entre estas experiencias, destacamos ocho aventuras que son muy buenas excusas para descubrir América de un modo diferente.

1. Buscar jaguares en los esteros de Iberá (Argentina)

La oportunidad de ver un superdepredador en plena naturaleza es un motivo más que suficiente para que muchos amantes de la fauna salvaje viajen al norte de Argentina. Aquí pueden explorar en barca, canoa o a caballo los extensos esteros de Iberá, en busca del creciente número de jaguares salvajes que han regresado a su hábitat, décadas después de desaparecer, en un exitoso programa de renaturalización.

Ver un gran felino en estado salvaje es una experiencia inolvidable siempre. Pero no es sencillo: requiere tiempo, paciencia, persistencia y mucha suerte. Una forma de hacerlo en Iberá —cuyo nombre en guaraní significa “agua brillante”— es en lanchas de poco calado que avanzan pausadamente por las tranquilas y oscuras aguas que entrecruzan los humedales, un paisaje pantanoso, cenagoso y extraordinariamente llano que se extiende miles de kilómetros cuadrados. Mientras la barca se desliza por el agua, hay que contemplar con atención la orilla en busca del menor movimiento.

Otros viajeros prefieren realizar una excursión a caballo por tierra, cruzando afluentes poco profundos, para intentar atisbar de cerca cualquier fugaz movimiento o un destello de piel moteada. Las excursiones en canoa tirada por caballos que recorren vías navegables suficientemente anchas ofrecen una visión a vista de jaguar entre la densa vegetación baja que se extiende en todas direcciones.

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En la zona, se pueden también avistar otros animales que son las presas preferidas del jaguar: los asustadizos venados de las pampas que pacen con recelo en las praderas, o los grupos familiares de capibaras (los mayores roedores del mundo) que se congregan en torno al agua. Hay también zorros que corretean a toda velocidad y muchísimas aves que se acercan a este paisaje pantanoso, como las avefrías tero y los ñandús, muy parecidos a los avestruces.

La historia de estos humedales es la historia de un éxito: hace más de 70 años, la pérdida de hábitat, la caza y la disminución de presas contribuyeron a la desaparición del jaguar de estos parajes. Sin embargo, tras un cuarto de siglo de preservación sistemática e intensa y varios esfuerzos de reintroducción, los conservacionistas de la fundación Rewilding Argentina, una filial de Tompkins Conservation, estimó que, en 2024, la población de jaguares salvajes en Iberá era de 25 ejemplares.

A este remoto ecosistema de humedales de la Reserva Provincial de Iberá se llega desde la ciudad de Corrientes, donde se puede alquilar un vehículo y recorrer el trayecto de seis horas (362 kilómetros) hasta la pequeña población de Colonia Carlos Pellegrini.

2. Ver un combate de Cholitas voladoras en La Paz (Bolivia)

Cada domingo por la noche, un grupo de Cholitas, como se llama de forma cariñosa a las indígenas aimaras y quechuas, se reúne en un cuadrilátero para rebelarse contra la opresión de un país tradicionalmente machista y luchan junto a sus contrapartes masculinos de igual a igual. Como mujeres indígenas, han sido durante años uno de los grupos más marginados de Bolivia. Con pocas oportunidades laborales, empezaron a organizarse y a defender sus derechos civiles en la década de 1960. Cuando ganaron más poder y libertades, el término Cholitas evolucionó como un símbolo del empoderamiento femenino.

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Las Cholitas voladoras nacieron en El Alto, la zona tradicionalmente habitada por los emigrantes indígenas que llegan a La Paz. Famosas por sus anchas polleras y altos bombines, estas mujeres son el corazón y el alma del barrio. Se las encuentra todavía en calles, escuelas, plazas o mercados que ellas mismas construyeron. Mientras los hombres trabajaban en la cercana ciudad de La Paz, ellas transformaron los espacios comunitarios y se pusieron al frente de los negocios de El Alto.

Hoy, miles de personas se dirigen cada domingo al Centro Multifuncional Heriberto Gutiérrez para animar, gritar, reír y ver a las Cholitas luchar. Es parte acrobacia, parte teatro. Vestidas con sus trajes tradicionales, se lanzan las unas contra las otras, ejecutando perfectos movimientos en un combate coreografiado. Trepan por las cuerdas hasta lo alto del cuadrilátero y vuelan por el escenario como héroes de Hollywood con superpoderes. Todo un espectáculo que merece un viaje, aunque solo sea para ver cómo estas mujeres empoderadas de Bolivia que siguen luchando.

3. Rafting por los rápidos del río Colorado en el Gran Cañón (EE UU)

El Gran Cañón es una de las atracciones estrella de Estados Unidos, pero hay muchos puntos y muchas formas de contemplarlo. Una de las experiencias que menos gente conoce es disfrutarlo por el agua. Puede ser en una excursión organizada o por libre (tras ganar el sorteo para obtener uno de los escasos permisos especiales), pero en cualquier caso resulta un viaje inolvidable que permite experimentar la emoción del rafting y descubrir una naturaleza espectacular.

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Pero no es para todos los públicos: hay que ir preparado para perder la cobertura del móvil durante una o varias semanas y para dormir en saco o en tienda. El viaje debe hacerse con agencias expertas que ayudan con el equipamiento y consejos necesarios. Las comodidades, sin embargo, serán la última preocupación ante la maravilla de un cielo nocturno lleno de estrellas y la sensación de desconexión total del resto del mundo.

Ante un río torrencial de unos 446 kilómetros de largo, uno se siente realmente pequeño y no tiene sentido plantearse el típico itinerario de viaje. Al contrario, hay que adaptarse al Gran Cañón: levantarse con el sol, leer el agua, analizar sus flujos y reflujos para avanzar, hacer una hoguera, dormir, volver a empezar. Este es un viaje que necesita mucho tiempo para que los sentidos se acomoden y se pueda disfrutar de los detalles, como un arbusto que cruje o la presencia de un animal. Una desconexión total.

4. Participar en una cabalgata criolla en Luisiana (EE UU)

También en Estados Unidos espera una experiencia muy diferente en el sur del país, donde se descubren las raíces estadounidenses en la particular cultura de los vaqueros criollos de Luisiana. En las llanuras pantanosas de las regiones rurales de Luisiana y Texas resuena todavía la tradicional música zydeco y los vaqueros forman las llamadas cabalgatas criollas, una divertida tradición familiar que se remonta a los primeros vaqueros y en la que todo el mundo es bienvenido a bailar, ver caballos y degustar comida sureña.

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A principios del siglo XVIII, cuando Francia y España gobernaban Luisiana, los libertos y esclavos de ascendencia africana o caribeña llamados criollos fueron los primeros en pastorear ganado a caballo en las tierras que ahora forman parte de Estados Unidos. Sin embargo, los criollos afroamericanos han quedado fuera de la cultura convencional de los cowboys: en los wésterns de Hollywood solo aparecían vaqueros blancos en los rodeos. La mejor manera de conocer esta infravalorada tradición afroamericana es asistir a una cabalgata criolla. Son celebraciones comunitarias que tienen lugar por lo general en áreas rurales del norte de Luisiana y el este de Texas, y en menor medida en otros Estados del sur. En ellas participan cientos de jinetes vestidos con sombreros vaqueros y botas, cabalgando por carreteras rurales en una larga procesión que dura unas horas. Junto a ellos, unos carros tirados por camionetas llevan a los que no van a caballo, mientras los DJs ponen el ambiente con la música zydeco, un género criollo tradicional caracterizado por el acordeón y el frottoir, una especie de tabla de lavar metálica que se usa como instrumento de percusión. Los DJs también pinchan hip hop y éxitos del country cantados por estrellas afroamericanas como Lil Nas X y Beyoncé, que han ayudado a popularizar la cultura de los vaqueros negros en los últimos años.

El acto culmina con un baile en una sala, un granero o al aire libre que puede alargarse hasta altas horas de la madrugada. No hay nada mejor que unirse a los criollos vestidos con sombreros de vaquero mientras danzan en línea y hacen el two-step zydeco, un baile fácil de aprender. Para reponer fuerzas, se puede degustar la cocina criolla, preparada en ollas gigantescas en la parte trasera de una camioneta.

Aunque las cabalgatas suelen estar reservadas a los miembros de la comunidad, todos los visitantes son bienvenidos siempre que sean respetuosos. La mejor época para encontrar una es de enero a julio. Algunas pueden atraer a miles de personas y durar un fin de semana entero, con la gente acampando en caravanas o tiendas.

5. Visitar la región vinícola de Willamette, en Oregón (EE UU)

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Esta experiencia estadounidense es mucho más sosegada: se trata sencillamente de probar productos frescos de granja y conocer curiosas posadas rurales en la región vinícola de Willamette, en Oregón: pueblos encantadores, viñedos accesibles (con relativamente pocos visitantes) y grandes dosis de tranquilidad.

Es fácilmente accesible desde Portland o Eugene, y con menos turistas que otros centros vinícolas más famosos. En Willamette la tierra es fértil, las posadas de carretera, restaurantes y pueblos están llenos de encanto y son acogedores y relajados: en resumen, se vive bien, anclados a la tierra.

Aquí no existe el grado de competencia que puede verse en otras zonas como Napa o Sonoma, con hoteles-spa de lujo diseñados por arquitectos estrella. Aquí, todo es agradable, cálido e intemporal. Todo el valle de Willamette mide 64 kilómetros de ancho por 193 de largo, pero desde Newberg se puede hacer fácilmente una ruta circular de 80 kilóemtros en dos días, un aperitivo de lo mejor de la región. No hay que dejar de visitar Carlton, donde, en el espacio de solo tres manzanas, se suceden docenas de salas de cata.

Las bodegas más pintorescas están en torno a los montes Dundee Hills, algunas imitando a las francesas, como Domaine Drouhin. Otra experiencia realmente diferente es una cata en los Eyrie Vineyards, en McMinnville. Aquí es donde empezó la producción de pinot noir de Oregón, y el mejor lugar para conocer una historia que se remonta 60 años, y quizá catar y comprar un vino joven. Tras realizar las catas al atardecer, se puede cenar temprano en restaurantes como Humble Spirit, que ofrece platos sencillos de la granja a la mesa, como una excelente hamburguesa o un exquisito pollo frito.

6. Colaborar como científico aficionado en la Amazonía peruana

Una inmersión total en la jungla es una de esas experiencias que no se olvidan, y más todavía si se hace en calidad de “científico aficionado”. Esta es la propuesta de la reserva nacional Tambopata, en el sudeste de Perú, un espacio de 2.784 kilómetros cuadrados de selvas tropicales vírgenes, pero fácilmente accesibles, donde se reúnen muchos proyectos basados en la ciencia del ecoturismo amazónico.

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El ecoturismo combina los viajes y la investigación. Organizado por la pionera del turismo Rainforest Expeditions, el programa Wired Amazon está diseñado para enseñar la conservación a los visitantes implicándolos directamente en la investigación práctica. Los viajes a la reserva nacional Tambopata combinan biólogos de campo con científicos cooperantes dispuestos a lograr un conocimiento más profundo del Amazonas.

Está ubicado en Madre de Dios, un lugar calificado por la World Wildlife Fund como uno de los sitios con mayor biodiversidad del planeta, gracias a su ubicación en el extremo suroeste del Amazonas, donde desembocan los ríos ricos en nutrientes procedentes de los Andes. Madre de Dios tiene la mayor concentración mundial de especies de aves, así como una buena población de jaguares, tapires y otros grandes mamíferos amazónicos. Sin embargo, también se enfrenta a amenazas, como la explotación forestal ilegal y la extracción de oro a pequeña escala. El proyecto Wired Amazon espera cambiar el curso de la deforestación trabajando para proteger los bosques mientras convierten también a los turistas en sus embajadores tras su visita. Muchos de los guías de estos viajes son antiguos mineros que ahora ven el valor de proteger estos bosques.

En este tipo de viajes, los viajeros acompañan a los biólogos de campo a colocar cámaras trampa en sendas de migración estratégicas del jaguar, o colocan trampas de luz en el bosque para atraer a insectos como parte de un ambicioso programa para descubrir especies únicas (ya se han identificado unas dos docenas). Otra experiencia consiste en hacer un seguimiento de la salud de los árboles nuez del Brasil (que necesitan un ecosistema intacto para sobrevivir), mientras que otro proyecto se centra en la bioacústica y registra los sonidos reclamo de ocho especies de primates. Los visitantes pueden además participar en charlas sobre proyectos nuevos.

A raíz de este proyecto están surgiendo muchos otros, siempre teniendo en cuenta a las comunidades locales y el respeto a flora y fauna.

7. Granada: de fiesta en el Caribe todo el año

¿Por qué viajar hasta esta isla del Caribe en concreto? Pues una de las razones es por la fiesta. Aquí parece que la celebración es constante, en todas las estaciones, aunque la fiesta más importante del año es el Spicemas, que se celebra en agosto y culmina con una juerga masiva con disfraces por las calles en la que participan más de 20.000 personas, atraídas por las rítmicas melodías del soca (el soul del calipso), el baile y el fuerte redoble de tambores. Absolutamente todo está lleno, por lo que conviene planificar con antelación y prever tiempo para ver la isla al margen de fiestas y desfiles. Las arenas blancas y aguas cristalinas de Grand Anse Beach son el descanso perfecto tras los excesos del carnaval; en St George’s Market venden productos frescos cultivados en la isla; y Annandale Falls es un buen lugar para sumergirse en frías aguas.

Los promotores de Granada organizan fiestas temáticas todo el año, desde el LUSH todo blanco en Fin de Año a la Colors Fête que marca el Día de la Independencia en febrero. Los actos del Spicemas incluyen fiestas en barcos como la llamada Rum Boat o el Legend Killa Day.

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Pero todas las fiestas desembocan en el lunes y martes de Carnaval, cuando los juerguistas desfilan por las calles vestidos con coloridos trajes. Enormes camiones con grandes altavoces lanzan las canciones más populares de la temporada de carnaval. El plato fuerte del Spicemas y un foco de atención del patrimonio granadino es J’ouvert, alias Jab, que se celebra a primera hora de la mañana del Lunes de Carnaval, centrado en el Jab Jab, un personaje de carnaval tradicional y símbolo de desafío antes y después de la emancipación, que se ha convertido en sinónimo de la cultura granadina.

8. Dormir bajo un volcán en el parque nacional de los Volcanes de Hawái

En la Isla Grande de Hawái se encuentran los volcanes Kolaha, Mauna Kea, Hualālai, Mauna Loa y Kīlauea. Durante siglos, los hawaianos han rendido homenaje a estas maravillas geológicas invocando a Pelehonuamea (Pele), la diosa de los volcanes y el fuego. Hoy los turistas hacen cola para ver de cerca el Kīlauea en el Volcanoes National Park, un lugar declarado patrimonio mundial por la Unesco en 1987 y Reserva de la Biosfera Internacional. El Kīlauea es uno de los volcanes más activos del mundo: en 2018, su erupción de varios meses de duración alteró para siempre la isla (y destruyó áreas residenciales cercanas).

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Una de las formas más especiales e inmersivas de experimentar el Kīlauea es alojarse en la histórica y espléndida Volcano House, situada dentro del popular parque nacional. La estructura original de esta cababña, construida en 1846, se ha reconstruido varias veces. Aquí se alojó Mark Twain en 1866. Hoy es un albergue rústico con ambiente de los años sesenta, pero en un entorno completamente espectacular. Lo mejor son sus vistas a la caldera del Kīlauea y al cráter del Halema‘uma‘u teñido de destellos naranja y rojo. Por supuesto, hay riesgos cuando se está tan cerca de un volcán en erupción, pero tanto el servicio del parque nacional como el del Volcano House se mantienen alerta ante las condiciones y listos para tomar precauciones en caso necesario.

Lo mejor es pedir una habitación con vistas al cráter para poder contemplar (posiblemente) los chorros de lava desde la ventana. Si se pernocta aquí durante una erupción, se podrá presenciar el mayor espectáculo de la Tierra: el humeante inmenso cráter dentro de un cráter, el Halema‘uma‘u, escupiendo lava como ha hecho la mayor parte del último cuarto de siglo.

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