Culto, afrancesado y gatuno, Néstor Luján escribió sobre vermuts, noveló la España de Felipe IV, se embozó en Pickwick –un seudónimo– para hablar de la alta cocina y fue todo lo intelectual que podía llegar a ser un periodista en la Catalunya del siglo XX, Franco y pujolismo.
La editorial sevillana El Paseíllo rescata sin complejos la monumental “Historia del toreo” del escritor, periodista, gastrónomo y crítico taurino que dirigió la revista ‘Destino’
Culto, afrancesado y gatuno, Néstor Luján escribió sobre vermuts, noveló la España de Felipe IV, se embozó en Pickwick –un seudónimo– para hablar de la alta cocina y fue todo lo intelectual que podía llegar a ser un periodista en la Catalunya del siglo XX, Franco y pujolismo.
Nacido en Mataró (1922), muerto en Barcelona (1995), Néstor Luján escribió de todo y más. Y mucho más: la fiesta de los toros –de la que fue gran aficionado– a la que aplicó una pluma colorida pero sin cursilerías y ese afán de desentrañar un espectáculo tan extraño. Así se explica que Néstor Luján escribiese algunos de los mejores tratados sobre los toros: Historia del toreo (1954, Destino, con una segunda edición actualizada en 1966) y Tauromaquia (1962, con fotografías de Catalá Roca, pensado para un lector extranjero).
Néstor Luján vuelve a las librerías con un título descatalogado y sin tópicos de los años 60 sobre los toros
Néstor Luján vuelve a estar en el cartel de las librerías y en el ruedo de los libros. La editorial sevillana El Paseíllo, en su apartado de Clásicos, ha reeditado por la puerta grande Historia del toreo , con las ilustraciones originales y el texto de Tauromaquia . Ya que esto va de fiesta, “una virtud del libro es el olor. Hemos utilizado un papel venido de Portugal para que no se trasparentasen las ilustraciones. Un papel más caro de lo habitual que huele maravillosamente”, explica Fernando González Viñas, coeditor junto a David González Romero del sello El Paseíllo, fundado en Sevilla un par de años atrás.
Néstor Luján dejó escrito esa historia de toros y toreros del siglo XVIII a 1966 en un momento de plenitud profesional (dirigía la revista Destino desde 1958) y con la suficiente autoridad como para relacionar, por ejemplo, la influencia del ballet ruso que desembarca en España en 1914 con la estilización de las faenas en esa época. Las descripciones de Néstor Luján de tardes y toreros legendarios son cinematográficas, como el diálogo de un devoto de Salvador Sánchez Frascuelo que entró en la enfermería para interesarse por el percance.
– ¿Qué es eso, Salvador?
–¡Qué ha de ser! ¡ Ná ! Lo que dan los toros. ¡Una corná!
Luján fue un gran divulgador de la buena vida, que empezaba en la mesa y la sobremesa. Ese perfil de gastrónomo y bon vivant eclipsó el de cronista de causas supuestamente perdidas como el boxeo y los toros, que no terminan de esfumarse y aún cautivan a jóvenes. Como cautivó a Néstor Luján la figura y el toreo de Manuel Rodríguez Manolete , el ídolo más popular y transversal de la Barcelona de los años 40 hasta su muerte en Linares en agosto de 1947. He aquí un párrafo que dice mucho del estilo literario de Néstor Luján, en referencia al manejo del capote de Manolete: “La verónica lenta y ceñida, la media verónica intensa y triste, como recogiendo en el carmín crepuscular de la capa toda la alegría de la fiesta y encerrándola sobre su cadera”.
–¿A quién se le ocurre apostar por libros taurinos?.
–A nosotros. Somos una editorial pequeña y eso significa ser doblemente transgresores. Estar estigmatizado es maravilloso. ¡Qué cosa mejor que ser una Juana de Arco y que te quemen en la hoguera! Además, hoy, con las redes sociales, todo el mundo está estigmatizado…
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Fernando González Viñas está orgulloso del rescate de la Historia del toreo , una obra descatalogada y muy buscada –la primera edición no se encuentra por debajo de los 250 euros– que aviva la figura de Néstor Luján, articulista durante años de La Vanguardia , entre otros medios, y figura de la vida barcelonesa de la segunda mitad del siglo XX por su vinculación con Destino . No eran –y eso le benefició– tiempos de redes y trincheras. Cultivaba, además, el costumbrismo, tal que se aprecia en este libro al hablar del público de los tendidos de sol. “ El espectador solanero cae en la fácil trampa de creer que su espíritu de sacrificio es garantía de su saber”. A esto se le llama ironía…
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