Mutter, Bronfman y Ferrández en el Palau 100: dudas y brillo final (★★★)

Palau 100 ★★★✩✩

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 Un comienzo de temporada con riesgo y buena resolución  

Palau 100 ★★★✩✩

Intérpretes: Anne-Sophie Mutter, violín; Yefim Bronfman, piano, y Pablo Ferrández, chelo.

Lugar y fecha: Palau de la Música (20/X/2025)

Un comienzo de temporada con riesgo, brillo y buena resolución. No se podía esperar menos, la veteranía de dos grandes solistas como Bronfman y Mutter junto a un gran músico, el joven Ferrández. No son un trío pero hicieron trío. Abrieron el programa con el Archiduque de Beethoven (n.º 7, op. 97) y lo cerraron con el op. 50 de Chaikovski. Romanticismo, sí, pero cuántas diferencias estilísticas, expresivas y formales, más marcadas en la ocasión ya que en primer lugar violín y piano han hecho carrera como solistas, y su papel en Beethoven fue poco eficaz, solventado gracias a la seguridad del chelo, músico integral.

Pero el trío de Chaikovski es una obra monumental de un romanticismo de proyección individual que se aleja del formalismo que aún marcaba a Beethoven, de amplitud y expansión expresiva, centrado en la fuerza temática y en la capacidad para la variación y el lucimiento.

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Algún problema de afinación muy de comienzo en el violín en Beethoven, amparado en la musicalidad del chelo y la buena resolución conjunta del andante cantábile, estabilizaron la situación que, por parte del pianista, se mantuvo en una atonía poco sensible, a pesar de tener a disposición el fraseo intenso y muy musical del chelo, que le invitaba y que apuntalaba el triángulo. Si el cuarteto –como decía Goethe– es una conversación entre inteligentes, el trío suele serlo entre individuos, con lo que ello supone…

Con el trío de Chaikovski llegó una sesión musical brillante, expresiva, desinhibida y con elocuencia

Y lo que supuso, en el trío de Chaikovski por fin: una sesión musical brillante, expresiva, desinhibida, con elocuencia y maravilloso sonido en el registro medio de chelo y violín, con el tema central entre manos. Mutter va más cómoda en esa zona, y el pianista recuperó brillo y fue excepcional desde la introducción, dúctil y sensible, asumiendo su rol en un romanticismo pleno.

El público respondió con entusiasmo y llegó una propina musicalmente escasa, un arreglo del tema de La lista de Schindler, que –mis disculpas si me equivoco– me resultó por parte del señor Bronfman un alegato en estos momentos controvertido y fuera de lugar, vista la situación actual.

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