Más que un ‘sex symbol’

Enfundada en un ajustado bañador rojo que realzaba su espectacular físico y con la melena rubia al viento, Pamela Anderson alcanzó la fama mundial en los noventa como la socorrista C.J. Parker en la serie Los vigilantes de la playa . El nombre de la canadiense siempre estuvo ligado al de bomba sexual. Pasó de ser modelo a ocupar la portada de Playboy –“mi universidad”– hasta en catorce ocasiones y se convirtió en una de las conejitas más populares. Fue descubierta por primera vez en un partido de fútbol, cuando su imagen apareció en la pantalla del estadio y los aficionados la vitorearon. Su meta era conquistar Hollywood, pero sus atributos físicos la redujeron al sueño húmedo de millones de hombres. Poco importaba si detrás de ese cuerpo neumático había talento. Tampoco ayudó su tormentosa relación con Tommy Lee, matrimonio y escandaloso vídeo sexual de por medio, y una caída en picado en una industria donde quedó relegada a producciones sonrojantes. Encontró una motivación en el activismo y llamó la atención sobre causas humanitarias, ambientalistas y animalistas. Hace unos años decidió reinventarse y se fue a vivir a una granja. Un cambio de estilo de vida que vino de la mano de un renacimiento en su carrera y una imagen pública más sencilla, sin apenas maquillaje. Tras años en la sombra, igual que ha ocurrido con Demi Moore, Anderson ha resurgido a los 57 años en la piel de una emplumada estrella de revista de Las Vegas cuyo espectáculo cierra en The last showgirl , de Gia Coppola. Su personaje busca una nueva oportunidad y solo halla rechazo porque es demasiado mayor. La crítica alabó su trabajo e incluso sonó una posible nominación al Oscar que al final no pudo ser. Da igual. Pamela está de regreso y ha demostrado ser más que un sex symbol . Como ella misma reconoce: “Siempre supe que era capaz de hacer mucho más”.

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 Enfundada en un ajustado bañador rojo que realzaba su espectacular físico y con la melena rubia al viento, Pamela Anderson alcanzó la fama mundial en los noventa como la socorrista C.J. Parker en la serie Los vigilantes de la playa . El nombre de la canadiense siempre estuvo ligado al de bomba sexual. Pasó de ser modelo a ocupar la portada de Playboy –“mi universidad”– hasta en catorce ocasiones y se convirtió en una de las conejitas más populares. Fue descubierta por primera vez en un partido de fútbol, cuando su imagen apareció en la pantalla del estadio y los aficionados la vitorearon. Su meta era conquistar Hollywood, pero sus atributos físicos la redujeron al sueño húmedo de millones de hombres. Poco importaba si detrás de ese cuerpo neumático había talento. Tampoco ayudó su tormentosa relación con Tommy Lee, matrimonio y escandaloso vídeo sexual de por medio, y una caída en picado en una industria donde quedó relegada a producciones sonrojantes. Encontró una motivación en el activismo y llamó la atención sobre causas humanitarias, ambientalistas y animalistas. Hace unos años decidió reinventarse y se fue a vivir a una granja. Un cambio de estilo de vida que vino de la mano de un renacimiento en su carrera y una imagen pública más sencilla, sin apenas maquillaje. Tras años en la sombra, igual que ha ocurrido con Demi Moore, Anderson ha resurgido a los 57 años en la piel de una emplumada estrella de revista de Las Vegas cuyo espectáculo cierra en The last showgirl , de Gia Coppola. Su personaje busca una nueva oportunidad y solo halla rechazo porque es demasiado mayor. La crítica alabó su trabajo e incluso sonó una posible nominación al Oscar que al final no pudo ser. Da igual. Pamela está de regreso y ha demostrado ser más que un sex symbol . Como ella misma reconoce: “Siempre supe que era capaz de hacer mucho más”.Seguir leyendo…  

Enfundada en un ajustado bañador rojo que realzaba su espectacular físico y con la melena rubia al viento, Pamela Anderson alcanzó la fama mundial en los noventa como la socorrista C.J. Parker en la serie Los vigilantes de la playa . El nombre de la canadiense siempre estuvo ligado al de bomba sexual. Pasó de ser modelo a ocupar la portada de Playboy –“mi universidad”– hasta en catorce ocasiones y se convirtió en una de las conejitas más populares. Fue descubierta por primera vez en un partido de fútbol, cuando su imagen apareció en la pantalla del estadio y los aficionados la vitorearon. Su meta era conquistar Hollywood, pero sus atributos físicos la redujeron al sueño húmedo de millones de hombres. Poco importaba si detrás de ese cuerpo neumático había talento. Tampoco ayudó su tormentosa relación con Tommy Lee, matrimonio y escandaloso vídeo sexual de por medio, y una caída en picado en una industria donde quedó relegada a producciones sonrojantes. Encontró una motivación en el activismo y llamó la atención sobre causas humanitarias, ambientalistas y animalistas. Hace unos años decidió reinventarse y se fue a vivir a una granja. Un cambio de estilo de vida que vino de la mano de un renacimiento en su carrera y una imagen pública más sencilla, sin apenas maquillaje. Tras años en la sombra, igual que ha ocurrido con Demi Moore, Anderson ha resurgido a los 57 años en la piel de una emplumada estrella de revista de Las Vegas cuyo espectáculo cierra en The last showgirl , de Gia Coppola. Su personaje busca una nueva oportunidad y solo halla rechazo porque es demasiado mayor. La crítica alabó su trabajo e incluso sonó una posible nominación al Oscar que al final no pudo ser. Da igual. Pamela está de regreso y ha demostrado ser más que un sex symbol . Como ella misma reconoce: “Siempre supe que era capaz de hacer mucho más”.

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