Malcolm Treviño-Sitté, actor: “Recuerdo cuando vine a España desde Guinea, en el año 92; era la primera vez que volaba para llegar a un lugar con un montón de blancos, me impactó muchísimo”

Malcolm Treviño-Sitté es uno de esos artistas cuya presencia va más allá de la pantalla. Actor, cantante y, sobre todo, un viajero incansable, su vida se construye a partir de la experiencia del movimiento. Nacido en Guinea Ecuatorial, concretamente en Malabo, y criado entre diversas culturas, ha vivido en un constante viaje, tanto físico como emocional. 

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 A pesar de sufrir de vértigo, el protagonista de la serie de éxito ‘El Detective Touré’, confiesa que le encanta viajar en avión: “Me gusta estar en las nubes”  

Malcolm Treviño-Sitté es uno de esos artistas cuya presencia va más allá de la pantalla. Actor, cantante y, sobre todo, un viajero incansable, su vida se construye a partir de la experiencia del movimiento. Nacido en Guinea Ecuatorial, concretamente en Malabo, y criado entre diversas culturas, ha vivido en un constante viaje, tanto físico como emocional. 

Su carrera, que lo ha llevado a proyectos como El Chiringuito de Pepe, La Conjura del Escorial, Palmeras en la Nieve, la recién estrenada Sin Instrucciones, junto a Paco León, o la maravillosa serie, de la que es protagonista, El Detective Touré, le ha permitido vivir historias en diferentes escenarios, pero también le ha dado una perspectiva única de lo que significa realmente moverse por el mundo. No se trata solo de desplazarse de un lugar a otro. Para él, cada viaje es una oportunidad para conectar consigo mismo, de explorar nuevos territorios emocionales y de comprender el mundo desde una perspectiva más amplia. 

Hoy vamos a conocer a Malcolm de otra forma: desde sus recuerdos de infancia hasta los desafíos actuales de un actor que nos abre una ventana a su vida más allá de los sets y los escenarios.

Malcolm, en muchas ocasiones has hablado de tu conexión con diferentes culturas. ¿Qué papel juega la movilidad en tu vida, tanto en lo personal como en lo profesional?

Creo que es un motor fundamental. Es importante saber moverse y tener la capacidad de hacerlo. Se dice mucho, pero tiene sentido: si fuéramos rocas o árboles, estaríamos quietos en un mismo lugar, sin posibilidad de cambio, y eso sería tremendamente aburrido. A nivel profesional, las experiencias más valiosas que he vivido tienen que ver con la movilidad. Dejar mi casa, irme, vivir algo distinto y luego volver pensando: “Ostras, lo que acabo de hacer”. Por ejemplo, he hecho teatro en Italia y en Portugal, entre otros sitios.

No me gusta todo el caos previo a subirme a un avión, pero la sensación de estar desplazándome por el aire me encanta”

Tu profesión te ha llevado a distintos lugares, pero ¿hay algún espacio, ya sea en coche o en otro medio de transporte, que consideres tu “zona de confort”?

Puede sonar raro, porque tengo mucho vértigo, pero me fascinan los aviones. Me relaja volar. No me gusta todo el caos previo, el agobio de las puertas de embarque o los controles de seguridad, pero una vez estoy sentado, la sensación de estar desplazándome por el aire me encanta. Me gusta estar en las nubes.

¿Conduces?

Te voy a contar un secreto: aunque en las pelis o en la serie parezca que sí, no conduzco. No lo hago porque me gusta mucho la velocidad y me da algo de miedo engancharme a esa sensación. Me asusta la idea de coger algo, pensar que lo tienes bajo control y acabar liándola. Para el rodaje de El Detective Touré estuve practicando porque, aunque se cierren calles y todo esté controlado, a veces se necesita un primer plano conduciendo. Me puse con ello el verano pasado: aprobé el teórico, suspendí la parte práctica y pensé que, como no tenía prisa, mejor lo dejaba en standby para retomarlo con calma más adelante.

El actor se diplomó en Arte Dramático por la Escuela Metrópolis
El actor se diplomó en Arte Dramático por la Escuela Metrópolis

¿Cuál ha sido el medio de transporte de tu vida?

He tenido distintas etapas. El que más seguridad me da es el avión, sin duda. Pero como soy de Madrid y durante un tiempo viví en la periferia, coger el tren, el cercanías, formaba parte de mi rutina. Más allá de ser algo habitual, me servía para leer y eso también me tranquilizaba. Hice muchos trayectos leyendo libros o la prensa, y al final se convierte en parte de tu día a día. Así que diría primero el avión y después el tren.

Esto me lleva a una propuesta que suelo hacer: en el bus o en el metro, en ocasiones, somos testigos de historias increíbles. Te voy a decir varios estados de ánimo y tú me explicas la última vez que los viste o protagonizaste.

Enfado:

Esto no es algo reciente, pero lo tengo muy presente. Una vez, volviendo a casa en tren con uno de mis grandes amigos, vimos a una pareja de hombres nigerianos hablando entre ellos en su idioma y, cuando usaban el castellano, con su acento, lo hacían tranquilos, sin molestar a nadie. De pronto, un señor blanco se levantó para montar escándalo. Mi amigo le dijo: “Oye, si no te gusta lo que dicen, cámbiate de sitio y ya está. Es así de simple”. Me impresionó mucho. A aquel tipo le molestaba escuchar un idioma que no entendía y un acento que no reconocía.

Risa:

Muchas veces. Soy de risa fácil, entre comillas, y hay situaciones que me divierten bastante. Me hace mucha gracia la gente que, al coger un medio de transporte, parece olvidarse de que está rodeada de otras personas. Últimamente se ha puesto muy de moda ver a chavales haciendo coreografías en el metro, aplicando técnicas de verdad, con su música, y se ponen a bailar en serio. Me hace muchísima gracia. De repente, el metro se transforma en otra cosa, casi como un parque. No parece un medio de transporte, parece un lugar de encuentro donde quedan para montar sus coreografías. A mí, eso me hace especial gracia.

Tristeza:

Creo que me voy a quedar con el tópico de la gente que pide o que vende cosas muy baratas para conseguir algo de comida. Eso es lo que más me llama la atención. La sensación de no poder ayudar es especialmente dura y sabes que una moneda no va a cambiar una vida. Eso es lo complicado. Además, mi pareja trabaja con personas en situación de exclusión social, por lo que estoy mucho más sensibilizado de lo que podría parecer. Cuando veo a alguien pidiendo, se me cae el alma y quiero ayudar, pero no siempre es posible porque llevo tarjeta y no monedas, o por otras circunstancias. Esa pequeña decepción se queda contigo y pesa mucho.

Amor:

Hace tiempo vivía en La Serna, Fuenlabrada, en una zona del pueblo donde había un padre invidente que siempre recogía a su hija en la estación de Leganés Central. Viví allí un tiempo y fui viendo crecer a la niña. Recuerdo momentos que se me quedaron grabados: la hija era su lazarillo y lo acompañaba desde pequeña. Me parecía algo muy tierno, algo que me invadía de una sensación muy bonita. Es ese tipo de amor especial, diferente al habitual.

Malcolm Treviño-Sitté protagoniza la serie El Detective Touré
Malcolm Treviño-Sitté protagoniza la serie El Detective Touré

Eres el protagonista de la serie El Detective Touré, y tú no tienes carnet, ¿qué conversación con un taxista o un chófer de producción de la serie no olvidarás?

Hace justo una semana cogí un Cabify y el conductor era magrebí. Compartí el viaje con dos amigos, Guille e Ibra, que se bajaron antes, y yo seguí hasta mi casa. Cuando me iba, le dijeron al conductor: “Te llevas al actor más importante blanco de este país porque ha hecho tal y tal”. Eso animó la conversación, aunque él fue quien habló casi todo el rato y yo escuchaba. 

Me explicó que debería haber un despertar africano, tanto en África del Norte como en el África Negra, porque estaba cansado de ver cómo los tratan fuera de nuestros países. Decía que habían hecho mucho por los demás, que tenían recursos valiosos y que no deberían dejar que otros los tomen tan fácilmente. Lo decía con decepción y vehemencia, pero yo entendía su mensaje. Explicaba que si estuvieran bien en sus casas no se irían, pero que, a pesar de los muchos recursos que hay en África, los africanos carecen de poder y oportunidades. Señalaba que aquí tienen que hacer mil cosas para salir adelante y celebraba lo que están logrando. Decía que si fuera Francia, Bélgica u otro país, el reconocimiento sería distinto. Solo escuchándole pensé que, en parte, tenía razón.

Pedí a una productora que ya no quería que me llevara más en coche un conductor que una vez se saltó un stop y casi nos estrella y otra estuvo a punto de atropellar a un motorista” 

Siempre hay momentos que no se olvidan, ¿cuál es el más loco que has vivido en un coche?

En Lo nunca visto, una película de Marina Seresesky, que también dirigió Sin Instrucciones, había un chico encargado de recoger a los actores. Un día se saltó un stop y casi nos estrellamos. Otro día noté algo raro, iba muy acelerado, pero lo más fuerte fue cuando no cedió el paso a un motorista y este empezó a golpear el cristal del coche. Ahí ya no pude más. Con todo el cuidado del mundo le pedí al equipo de producción que ese chaval no me recogiera más. No quería que lo echaran ni que le llamaran la atención, solo necesitaba dejar de subir con él. Me respondieron: “Eres el cuarto que lo pide”, y yo flipando, porque hasta entonces había estado aguantando, pensando que nadie más lo había comentado. El momento del motorista fue una locura. Me acojoné muchísimo. Escuchar esos golpes mientras me acercaba al rodaje fue tremendo.

Otro momento muy loco fue en 2016, cuando estaba en Guinea para presentar Palmeras en la nieve. Cogimos un taxi y, como allí se suelen compartir entre varias personas, al poco subió alguien más. De repente, el taxista hizo un giro rarísimo, una maniobra completamente absurda, y otro coche, también taxi, se cruzó. Entonces el conductor empezó a despotricar: “Este sinvergüenza, este tío…” Le soltó de todo, muy indignado. Y en medio de su rabia dice: “¡Fíjate tú, ese lleva conduciendo con licencia desde hace 40 años, y yo, sin tener nada, conduzco mejor que él!”. Después de oír eso no recuerdo ni cómo abrí la puerta, pero de pronto ya estaba fuera, en la acera. Me volví loco y recuerdo que solo le decía: “¡Para el coche ya!”.

El actor Malcolm Treviño-Sitte, durante un rodaje
El actor Malcolm Treviño-Sitte, durante un rodaje

¿De qué manera influye el hecho de ser un actor hispano-ecuatoguineano en tu visión del mundo al viajar?

Siempre voy con la mentalidad de respetar y de entender las normas y costumbres de cada sitio. Hay gente a la que le cuesta porque no está acostumbrada a convivir con culturas distintas, pero a mí me interesa meterme de verdad, no quedarme en lo superficial. Me pasó en Colombia, durante el rodaje de Palmeras en la nieve, que los chavales negros se reían del que tenía la piel más oscura. Les pregunté por qué lo hacían y me dijeron que allí era normal. Les dije que quizá no conocían su historia, que si supieran quiénes fueron Frederick Douglass o Alexander Dumas, no se reirían de eso. Estuvimos hablando y algo cambió para ellos porque entendieron que el problema no es el color, sino la falta de referentes. Aunque no tuve tiempo de conocerlo todo, vi que ahí había una brecha que se podía trabajar. 

Me gusta llevar mis dos culturas de la mano y compartirlas. No he dejado de ser ecuatoguineano ni tampoco dejo de ser español. Con el personaje de El Detective Touré me llamó la atención que herria en euskera, que significa “pueblo”, también se diga así en bubi, la lengua de mi madre. Me encanta descubrir conexiones entre idiomas; por ejemplo, ellos dicen barkatu para pedir perdón, nosotros gotoku. Los idiomas me atrapan. En El cuaderno de Sara tuve que hablar una página y media en suajili, arengando a niños soldados. El que me enseñó era profesor en la Complutense y también amigo, pero lo puse todo de mi parte porque creo que el respeto se demuestra acercándote a la cultura del otro. No quiero parecer un ignorante que intenta agradar, sino alguien que valora tanto tu idioma que se esfuerza por hablarlo bien para no ofender.

Malcolm, de tu infancia, ¿cuál es el primer viaje que te viene a la mente?

El que hice de Guinea a España, en avión, la primera vez que vine, en el año 92. Era la primera vez que volaba para llegar a un lugar con un montón de blancos. Me impactó muchísimo y, además, fue un viaje iniciático y muy importante en mi vida.

Recuerdo cuando vine a España desde Guinea, en el año 92; era la primera vez que volaba para llegar a un lugar con un montón de blancos, me impactó muchísimo”

¿Tienes algún ritual personal antes de emprender un viaje largo, ya sea por trabajo o por placer?

Soy muy supersticioso. Siempre que cojo un medio de transporte, ya sea avión, autobús, tren o coche, toco la puerta más cercana y le pido que me lleve y me traiga de vuelta, que lleguemos sanos y salvos a casa. Es algo que hago por costumbre, y ahora mismo lo aplico incluso cuando monto en bici.

En la serie El Detective Touré, te vimos interpretando a un personaje que, sin duda, tiene mucho de explorador. ¿La búsqueda de la personalidad del personaje se ha convertido en un viaje hacia ti mismo?

Sin duda, en algunos momentos parecía más yo que él en cuanto a la vida del personaje. El original, de los libros, es burkinés, de Burkina Faso. Al cambiarlo a ecuatoguineano, como hicieron los guionistas, me di cuenta de que no hay tanta diferencia entre él y yo. Hay veces en que se siente como yo, y aunque no parezca algo común, no tiene por qué ser distinto. Había cualidades del personaje que reconocía en mí y las aproveché, no las rechacé. Pensé: “Se parece a mí, perfecto, así llegará mejor al público”. Acercarlo más a mí hizo que se me pareciera más que al personaje original de Jon Arretxe, que era un tipo negro, gigante y francófono. Otra cosa no, pero la esencia del personaje es ser buena persona, sonrisa eterna, luchador, superviviente y digno.

Malcolm Treviño-Sitté fue entrevistado en el programa 'La Revuelta' 
Malcolm Treviño-Sitté fue entrevistado en el programa ‘La Revuelta’ RTVE, captura

Ahora te voy a hacer una batería de preguntas que contienen la palabra “quien”:

¿Con quién te has reído más en un viaje?

Con Agustín Jiménez, el humorista, tuve un viaje que quizá él ni recuerde, pero yo sí. Fue cuando hacía El chiringuito de Pepe, desde la estación Joaquín Sorolla de Valencia hasta Peñíscola. Nos recogieron en el AVE y luego fuimos en furgón desde allí. Me acuerdo perfectamente porque él no paraba de hablar y contar historias, pero lo hacía con una naturalidad increíble. Yo iba riéndome todo el rato, muy agradecido. Pasé de verlo en la tele a tenerlo al lado haciéndome reír sin parar.

¿Quién te ha hecho desear que el viaje no se acabara?

Mi mujer.

¿Con quién has dicho no vuelvo a viajar?

Con aquel chófer de producción del que hemos hablado antes.

Si existiera una ventana que mostrara nuestro hogar, ¿hacia dónde miraría la tuya?

Hacia un prado con montañas al fondo. Soy más de montaña que de playa, aunque reconozco que la playa puede ser muy bonita. Prefiero la tranquilidad. La asocio más al bullicio, y eso no lo llevo bien. Me va más el turismo rural, los pueblos pequeñitos donde nadie molesta a nadie y puedes estar en paz. Ahí soy feliz.

Para mí, contar con referentes positivos es esencial antes de decidir conocer ciertos países; no me interesa visitar un sitio donde tengo ejemplos de gente con mala energía”

En La Conjura del Escorial trabajaste en un entorno histórico, con el maravilloso director, Antonio del Real. ¿Qué es lo mejor de viajar a lugares que tienen tanta historia a sus espaldas?

En La Conjura, nada más entrar en El Escorial, en el palacio, ya notas que el frío es distinto. No solo las voces suenan de otra forma, todo cambia. Es como si todo tuviera otra densidad, otra presencia. Además, de repente aparece Julia Ormond y se acerca a nosotros, nos hace preguntas… Había una energía muy especial. Me pasa algo curioso: suelo imaginar qué estaría ocurriendo hace siglos en el mismo lugar en el que estoy. ¿Qué había justo aquí?, ¿qué tipo de vida? Esa idea me acompaña muchas veces, sobre todo cuando estoy en sitios históricos. Pienso en la cantidad de personas que habrán pasado por ahí, lo que habrán vivido, lo que habrá ocurrido. Todo eso se percibe, hay una sensibilidad enorme que a veces se te mete dentro sin que te des cuenta.

Cuando el que viaja es solamente Malcolm, no el actor, ¿qué es lo primero que te atrae de un destino: la gente, el arte, la gastronomía o algo más profundo?

La gente, siempre primero. Luego, la cultura. Cuando pienso en Japón, por ejemplo, me vienen a la mente la tecnología, el manga, el anime, los samuráis… Pero lo fundamental siguen siendo las personas. No me interesa visitar un sitio donde tengo ejemplos de gente con mala energía, no lo necesito. Para mí, contar con referentes positivos es esencial antes de decidir conocer ciertos países. El tema que más me preocupa y al que más atención dedico es el de la multiculturalidad.

¿Hay algún lugar que te guste tanto que, si fuera por ti, irías cada año, aunque no haya nada nuevo que descubrir?

Me enganché bastante a Asturias. En general, me siento muy cómodo en cualquier parte, pero recuerdo especialmente unos viajes al Valle del Lago, en Somiedo, que me fascinaban. Era como un “wow” constante. Durante tres años seguidos volvimos, aunque hace tiempo que no subimos por allí. Es una zona a la que me gustaría regresar. También te digo que necesito estar en Bilbao cada cierto tiempo, o en Donosti, y lo mismo me pasa con Galicia. Cuando descubro lugares que me gustan, disfruto repitiendo porque nunca se llega a conocer del todo una zona, y además están los recuerdos que te deja cada sitio cuando ya no estás allí. Eso de poder decir “cuando estuve” me encanta. Viajar mola muchísimo.

Valle del Lago, en el parque nacional de Somiedo (Asturias) es un lugar que al actor le encanta 
Valle del Lago, en el parque nacional de Somiedo (Asturias) es un lugar que al actor le encanta Terceros

Hablando de volver, ¿cuál es el lugar al que siempre vuelves?

Mi casa. Soy muy hogareño, muy de estar en mi espacio. Si alguien me pregunta si salgo de juerga, le contesto que llevo ocho o diez años sin hacerlo. Pero es que vuelvo a casa y siento que estoy en mi sitio, entre mis paredes, en mi zona de confort. 

Malcolm, ¿qué vas a hacer hoy?

Voy a la presentación del primer libro de mi amigo Lorenzo Ayuso.

Hablar con Malcolm Treviño-Sitté es como dar una vuelta por la ciudad con un buen amigo que tiene mucho que contar y que lo hace siempre con una sonrisa y sin demasiadas complicaciones. Su manera de relacionarse con los viajes y la movilidad es curiosa y divertida: no es solo un actor que viaja por trabajo, es alguien que disfruta del camino, ya sea en coche, tren o, sobre todo, avión. Desde los detalles más sencillos hasta las anécdotas más inesperadas, la vida de Malcolm nos demuestra que lo importante no es solo a dónde vamos, sino cómo nos enfrentamos a lo que encontramos en el trayecto. Cada destino, sea laboral o personal, se presenta como una buena excusa para descubrir algo que no esperábamos. Sin duda, es un viajero curioso que deja huella, más allá de su faceta profesional, por el respeto hacia los demás, su empatía y lo buena gente que es. 

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