Letras altas y bajas, con y sin piernas

En mi época de estudiante, aún no había ordenadores personales y escribíamos los trabajos académicos a máquina. Antes de entregarlos al profesor, con los compañeros comparábamos las letras, porque la de cada máquina de escribir era distinta. Siempre nos gustaba más la del otro, claro, porque estábamos hartos de la nuestra. Mi máquina de escribir era una Olivetti Lettera 32, que aún guardo como un tesoro, y que, según parece, fue un modelo bastante popular.

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 En mi época de estudiante, aún no había ordenadores personales y escribíamos los trabajos académicos a máquina. Antes de entregarlos al profesor, con los compañeros comparábamos las letras, porque la de cada máquina de escribir era distinta. Siempre nos gustaba más la del otro, claro, porque estábamos hartos de la nuestra. Mi máquina de escribir era una Olivetti Lettera 32, que aún guardo como un tesoro, y que, según parece, fue un modelo bastante popular.Seguir leyendo…  

En mi época de estudiante, aún no había ordenadores personales y escribíamos los trabajos académicos a máquina. Antes de entregarlos al profesor, con los compañeros comparábamos las letras, porque la de cada máquina de escribir era distinta. Siempre nos gustaba más la del otro, claro, porque estábamos hartos de la nuestra. Mi máquina de escribir era una Olivetti Lettera 32, que aún guardo como un tesoro, y que, según parece, fue un modelo bastante popular.

La Lettera 32 es una letra romana, es decir, con letras que no son de palo seco, sino que cada una acaba con un pequeño dibujo que se denomina gracia, remate o serif. La letra que está usted leyendo también es de la familia de las romanas. Todo eso lo supe al cabo de los años, porque en aquella época no existían los programas de tratamiento de textos y no podías escapar de utilizar la letra de tu máquina de escribir.

Òscar Dalmau y Jesús Morentin han publicado un volumen infantil precioso: ‘Un llibre ple de lletres’

En Hollywood usaban máquinas con la Courier del cuerpo 12, y he ahí que los guionistas actuales, aunque podrían utilizar la tipografía que quisieran gracias a los ordenadores con tratamiento de textos, siguen escribiendo los guiones con Courier del 12, a modo de homenaje a los primeros guionistas de (alerta: tópico) la meca del cine. El caso es que, hoy, los talleres de artes gráficas están en peligro de extinción y, quien más quien menos, tiene sus tipografías preferidas y las usa a conveniencia, con cuerpos de letra más grandes o más pequeños, itálicas, negritas, seminegritas, condensadas…

Todo eso viene a cuento porque el periodista Òscar Dalmau (un hombre a una voz pegado) y el diseñador gráfico Jesús Morentin (un hombre con muchos cajones llenos de letras) han publicado un volumen infantil precioso, que va precisamente de eso: Un llibre ple de lletres ( Coco Books).

Es una propuesta para que los más pequeños empiecen a familiarizarse con las letras como pequeñas obras de arte que son. Las hay que son altas, las hay bajitas, las hay que tienen piernas y las hay que no… La A muy estirada puede llegar a parecer la torre Eiffel; la O se ve igual boca arriba o boca abajo, y la M, si se gira, se convierte en otra letra.

“Encontraréis textos rimados en letras mayúsculas para facilitar la lectura de los más pequeños y ayudarlos a reconocer las grafías”, reza la contracubierta. Más allá de los juegos que Dalmau y Morentin proponen, las combinaciones de letras y colores, la impresión y las tapas hacen que el resultado se convierta en un libro objeto de una elegante belleza.

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