La Vuelta que explotó en Madrid: el aliento de Pedro Sánchez, el campeón sin podio y un «antes y un después» para el ciclismo

El gran tumulto de la capital por las protestas propalestinas acabó con lo que la organización y el pelotón tanto temía, el final precipitado de una Vuelta repleta de incidentes. Leer El gran tumulto de la capital por las protestas propalestinas acabó con lo que la organización y el pelotón tanto temía, el final precipitado de una Vuelta repleta de incidentes. Leer  

Primero fueron las incesantes llamadas al boicot, a los «cortes de calles», a que «los ciclistas no lleguen». Luego el aliento del propio presidente del Gobierno, un Pedro Sánchez que por la mañana en Málaga habló de todo lo sucedido en la Vuelta y de su «admiración a un pueblo español que se moviliza por causas justas como Palestina». La gasolina para un desenlace tan temido: la ronda española, en su 90ª aniversario, hizo historia este domingo. Nunca una gran vuelta había tenido semejante final, cancelada la última etapa en las calles de Madrid después de que un grupo de manifestantes bloqueara al pelotón en su entrada a la capital, cuando restaban 57 kilómetros, y de los numerosos incidentes que se estaban produciendo en la zona de meta.

Una imagen de caos proyectada al mundo, de ciclistas parados en los Jardines del Palacio Real, rodeados de Policías, de los organizadores desconcertados e improvisando soluciones, de la invasión de la Castellana y de las cargas, y de más políticos del Gobierno aplaudiendo a posteriori lo sucedido. «Habla muy bien del pueblo de Madrid», celebró Óscar López, entre otros. Un epílogo, el podio de la Cibeles que nunca será, que muchos temían desde hace tiempo.

«Todo el mundo, tras el segundo día de descanso, dudábamos de que la carrera fuera a seguir». Jonas Vingegaard, todavía con la sonrisa imborrable del que acababa de añadir a su palmarés una Vuelta tras hollar la cima de la Bola del Mundo en solitario, repasaba el sábado en el polideportivo de Navacerrada tres semanas de auténtica locura e incertidumbre por las carreteras españolas. El pasado lunes el pelotón descansaba en Galicia, atónito ante lo que estaba sucediendo. El día antes dos compañeros habían caído peligrosamente (Javier Romo iba a abandonar después). La sensación de inseguridad era tan grande como la de injusticia.

El comisario de la UCI, Thierry Diederen, comunica Vingegaard la finalización de la etapa.
El comisario de la UCI, Thierry Diederen, comunica Vingegaard la finalización de la etapa.Javier LizónEFE

Las protestas propalestinas, incentivadas por la presencia del equipo Israel Premier Tech, se han cebado con una Vuelta ya para siempre inolvidable por lo extradeportivo. Con el colofón final de ayer en Madrid, la tercera vez que no se pudo terminar una etapa en la meta prevista. Y eso que todo había cambiado desde el martes, cuando se recortó el final a ocho kilómetros de la cima de Castro de Herville. El Ministerio del Interior reaccionó y se activaron unas medidas policiales sin precedentes. Camino del Alto del Morredero ya nada fue como antes para los activistas. Mucho menos en Valladolid, blindada y vallada por completo para una contrarreloj recortada a más de la mitad. E incluso en la crítica etapa de la Sierra de Guadarrama, pese al incidente en Becerril de la Sierra, la sensación fue de casi completa seguridad.

Desde que en la primera etapa en suelo español, tras el arranque en el Piamonte, un grupo de manifestantes cortara el paso en Figueres al Israel durante la contrarreloj por equipos, la organización -que sugirió al equipo israelí su abandono, aunque es una decisión que sólo puede tomar legalmente la UCI con el permiso del COI- ha vivido un auténtico calvario para el que nadie estaba preparado mientras iba aumentando la tensión y las llamadas al boicot desde diferentes asociaciones e incluso partidos políticos. En la meta de Bilbao fue tanta la presión de los manifestantes que, tras el último ascenso del día, al muro de Pike Bidea, se cortó una etapa que pasará a la historia por no tener vencedor. También hubo amenazas en el paso por Asturias, coronadas por la caída de Romo cuando un manifestante irrumpió de repente sobre el grupo de escapados.

Los corredores de la Vuelta, tras ser bloqueados por manifestantes, ayer.
Los corredores de la Vuelta, tras ser bloqueados por manifestantes, ayer.Javier LizónEFE

Pero el punto crítico fue el martes, camino de Castro de Herville. Avisados de repente por esa Radio Vuelta que también fue hackeada con lemas propalestinos, Egan Bernal le ganó la etapa a Mikel Landa. Una preciosa historia deportiva de redención de dos ciclistas históricos empañada por una línea de no meta improvisada. Entonces, además de las fuerzas policiales, los propios ciclistas dijeron basta. Tras una votación de los miembros de su sindicato, reunidos (un ciclista por equipo), en la salida de Barco de Valdeorras, consensuaron un parón común si volvían a sentirse en peligro.

El pasado viernes por la noche, otra etapa salvada en Guijuelo, Fernando Escartín y Kiko García, director técnico y director deportivo de la Vuelta, paseaban sus desvelos por el centro histórico de Ávila. «No sabemos lo que puede pasar. Hay plan B y plan C…», comentaban, su pesadilla diaria de cambios de trazados y protocolos. Ambos, sin embargo, compartían una reflexión, más allá del presente. «Es un antes y un después. Esto ha demostrado la vulnerabilidad del ciclismo. En otros deportes es difícil imaginar que suceda» expresaban su sensación de conejillo de indias de las protestas en un deporte en el que el espectador, sin ni siquiera pagar una entrada, tiene un acceso en primera persona a las estrellas. Algo que el propio Pogacar había comentado esta misma semana: «Cuando vemos lo que ocurre en la Vuelta, lo hablamos y pensamos que podría ocurrir aquí o en otras carreras de aquí a final de temporada. Todos los ciclistas están un poco asustados por lo que podría pasar. Corremos a toda velocidad, lo damos todo. Este es un problema nuevo».

Además del alambre de tensión en el que se ha sostenido la Vuelta, también está la parte deportiva, el asterisco que siempre quedará posado. Porque si bien Vingegaard demostró en la Bola del Mundo que era el más fuerte, nunca se podrá saber lo que pudo haber ocurrido en esos kilómetros amputados a la carrera. Sobre todo, los de la contrarreloj de Valladolid. Si Joao Almeida limó 11 segundos en 12 kilómetros… «A nivel deportivo nos perjudicó. Pero si es en beneficio de la seguridad, no hay nada que decir. Posiblemente si hubiésemos subido a Parquesol, la diferencia de Joao hubiese si mayor…», admitía Joxean Fernández Matxin.

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