La Sagrada Familia para leer nuestro tiempo

La tecnología es la protagonista indiscutible de nuestra época. La historia —esa ciencia de los hombres en el tiempo— parece haber cedido el protagonismo a un progreso digital que amenaza con desplazar a la propia humanidad. Se produce así un cambio radical de sujeto. Una revolución que, en verdad, ya marcó el siglo XX.

Seguir leyendo…

 La tecnología es la protagonista indiscutible de nuestra época. La historia —esa ciencia de los hombres en el tiempo— parece haber cedido el protagonismo a un progreso digital que amenaza con desplazar a la propia humanidad. Se produce así un cambio radical de sujeto. Una revolución que, en verdad, ya marcó el siglo XX.Seguir leyendo…  

La tecnología es la protagonista indiscutible de nuestra época. La historia —esa ciencia de los hombres en el tiempo— parece haber cedido el protagonismo a un progreso digital que amenaza con desplazar a la propia humanidad. Se produce así un cambio radical de sujeto. Una revolución que, en verdad, ya marcó el siglo XX.

La transformación digital actualiza las mismas contradicciones que trajeron la revolución industrial, especialmente en lo que atañe al valor y la dignidad de la vida. Si entonces las fábricas acumulaban riqueza a costa de la explotación obrera, hoy los sistemas de inteligencia artificial concentran poder, datos y decisiones en manos de unos pocos.

“Si antes las fábricas acumulaban riqueza a costa de la explotación obrera, hoy los sistemas de inteligencia artificial concentran poder, datos y decisiones en manos de unos pocos”

El mundo vuelve a estar dividido: ya no sólo en ricos y pobres, sino en afortunados y desfavorecidos. En juego está, una vez más, el valor de la vida humana.

Hace un siglo, Barcelona fue una de las ciudades protagonistas de la Segunda Revolución Industrial, junto a Londres, Mánchester, Birmingham, Zúrich, Lyon, Nueva York, Detroit, Chicago. Ciudades enriquecidas por su gran expansión, pero también espejo de un desarrollo que agravaba las desigualdades. Un mundo polarizado por familias que, de un lado, contrataban artistas para decorar sus casas lujosas, mientras el trabajo en sus fábricas se pagaba con salarios de miseria, al precio de humillaciones y explotación indescriptibles.

Al fondo la Sagrada Familia en construcción con Gaudí en vida, hacia los años 1924-1925, y, en primer plano, las condiciones de vida en los alrededores en aquella época.
Al fondo la Sagrada Familia en construcción con Gaudí en vida, hacia los años 1924-1925, y, en primer plano, las condiciones de vida en los alrededores en aquella época.
Adolf Mas/Instituto Ametller de Arte Hispánico

La iglesia toma una posición clara. Es 1891. León XIII se convierte en el “papa de los obreros” con la publicación de la encíclica Rerum Novarum, una especie de Charta Magna que ofrece una visión global de los problemas sociales de la época. La encíclica intenta formular principios y soluciones partiendo de la condición de los trabajadores y del Evangelio.

1891 es también el año en que la Sagrada Familia recibió un donativo importantísimo. Es un templo expiatorio y únicamente se construye gracias a las donaciones. Este aporte habría permitido la realización completa del proyecto original. Todavía Gaudí estaba construyendo el proyecto que hace ocho años había heredado del arquitecto diocesano, Francisco de Paula del Villar. En lugar de alegrarse por la posibilidad de terminar la iglesia que le habían encargado en la extrema periferia de la ciudad, Gaudí se lanza a proponer un nuevo proyecto para el Templo Expiatorio.

“En 1891, León XIII se convierte en el ‘papa de los obreros’ con la publicación de la encíclica ‘Rerum Novarum’, que ofrece una visión global de los problemas sociales de la época”

Mientras trabajaba en la Sagrada Familia, Gaudí intentaba abrirse paso entre los arquitectos de la época para conquistar, con su talento, a la emergente burguesía. Conocía muy bien su tiempo. Había nacido en 1852 en una familia de artesanos del cobre en Reus. En los años de su infancia, esta ciudad pasó de ser un importante centro vinícola a una zona deprimida, azotada por la plaga de la filoxera.

Aun niño, fue testigo de la desaparición de los viñedos. Y con ellos, también del trabajo para quienes, como sus padres, fabricaban alambiques para la destilación. Vio el éxodo de los campesinos hacia la ciudad, en busca de un futuro. Él también emprendió ese viaje. Pero para estudiar arquitectura.

Lee también

Su currículum estaba marcado por colaboraciones importantes, aunque solo como dibujante. Como arquitecto independiente había realizado obras de tamaño modesto. Sin embargo, fueron suficientes para llamar la atención de las familias industriales. Comenzó a frecuentarlas, adaptándose a un estilo de vida de dandi.

Su primera obra de importancia fue, sin embargo, de signo completamente distinto. Un proyecto de inspiración marxista: la Cooperativa Obrera Mataronense. Allí el joven Gaudí entró en contacto con la realidad proletaria. Conoció sus necesidades, sus esperanzas, sus ideales utópicos.

“La primera obra de importancia de Gaudí fue un proyecto de inspiración marxista: la Cooperativa Obrera Mataronense”

A caballo entre dos mundos. Por un lado, la sociedad burguesa que disfrutaba de la Belle Époque. Por otro, la humanidad del proletariado urbano y campesino. Hombres, mujeres y niños abandonados a la codicia del capital.

En 1891, Gaudí ya no es un joven, tiene cuarenta años. Es un arquitecto que ha sabido madurar su fe mientras construía la iglesia expiatoria y un hombre con ideas políticas claras, que habla con franqueza contra las ideologías de masas y a favor de la acción individual.

Obra 'Miting anarquista' de Ricard Opisso (1880-1966), realizada en el año 1903.
Obra ‘Miting anarquista’ de Ricard Opisso (1880-1966), realizada en el año 1903.
Museu de Montserrat. Donación de Montserrat Carreras Jané en 2006.

Así que decide implicarse personalmente. Mientras el papa León XIII a través de la encíclica hacia un llamamiento histórico a favor de los obreros, Gaudí propuso un proyecto visionario, totalmente nuevo: la Sagrada Familia que todos conocemos hoy.

Comienza construyendo la fachada dedicada al Nacimiento de Jesús, recuperando la tradición medieval anterior a la fractura entre fe y razón. Diseña tres portales dedicados a las virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad.

“Mientras el papa León XIII a través de la encíclica hacía un llamamiento histórico a favor de los obreros, Gaudí propuso un proyecto visionario: la Sagrada Familia que todos conocemos hoy”

Empieza por las imágenes en el portal dedicado a la Esperanza. La virtud teologal parece brillar por su ausencia: la Sagrada Familia huye a Egipto, está en curso la Matanza de los Inocentes; Joaquín y Ana, al contrario de la iconografía comúnmente conocida que los representa gozosos, besándose frente a la Puerta Dorada de Jerusalén, en la fachada del Nacimiento, Gaudí los representa como dos ancianos encorvados, con la mirada baja. San José en el intento de consolar al niño Jesús por la muerte de un pajarito, deja caer todas sus herramientas de carpintero.

Todos los rostros están llenos de la desesperación de quien vive en la injusticia.

Vertical
Vista del Eixample y la Sagrada Familia -en construcción- al fondo des del Turó de la Rovira. 
Xavier Cervera / Propias

Pero no es una interpretación artística: en la Sagrada Familia, por orden de Gaudí, los artistas se limitaban a realizar moldes de figuras humanas, de animales e incluso de vegetales. Gaudí había decidido no someter el arte al criterio y gusto de un artista, sino servirse de la realidad como modelo.

Las personas que encontraba eran elegidas para representar escenas de la vida de Jesús, encarnando un relato que ya no pertenecía al pasado, sino al presente.

Los críticos de arte cuestionaban este método y la elección de los modelos, sosteniendo que se elegían “los peores sujetos”, es decir, los pobres del barrio, para representar imágenes sagradas.

“Los críticos de arte cuestionaban el método y la elección de los modelos de Gaudí para representar escenas de la vida de Jesús; sostenían que se elegían ‘los peores sujetos’, los pobre del barrio, para representar imágenes sagradas”

Quien observaba la Fachada del Nacimiento en construcción era invitado a interrogarse sobre el sentido del sufrimiento, sobre las culpas, personales y colectivas, los desafíos morales, espirituales y sociales que marcaron aquella época. Y que caracterizan también la nuestra.

A medida que se seguía construyendo, se volvía evidente lo que se estaba realizando. Los obreros la señalaban con orgullo, la sentían como obra propia. Un detalle: el niño Jesús no reposa en una cuna, sino en un capazo, el cuenco con que los obreros mezclan el cemento. Ese objeto, humilde y funcional, idéntico en nombre al que acuna a los recién nacidos, habla sin necesidad de metáforas. Ese recipiente del trabajo manual une la infancia del niño Dios con el trabajo obrero. No hay distancia entre lo sagrado y lo cotidiano: el capazo es la forma tangible con la cual José y María se presentan diciendo: ‘nosotros fuimos uno de vosotros’.

Gaudí daba forma a la Sagrada Familia, traduciendo en imágenes el vínculo entre fe y vida social expresado por los Padres de la Iglesia: Basilio el Grande, Gregorio Nacianceno, Gregorio de Nisa, Juan Crisóstomo, Ambrosio, Agustín. No construía una iglesia cerrada en sí misma, sino una fachada que miraba hacia afuera, hacia las chabolas. No rechazaba el mundo moderno. Lo acogía. Entablaba un diálogo entre lo divino y lo humano. Mostraba que los dramas sociales forman parte de la historia y que requieren una respuesta basada en la Caridad.

Una persona durmiendo al ras en Barcelona, en una imagen de archivo de 2020.
Un reflejo vivo de las contradicciones que la encíclica ‘Rerum Novarum’ denunció y que aun persisten: la dignidad humana enfrentada al consumismo. 
Mané Espinosa/Archivo

Una Sagrada Familia que encornaba las palabras de León XIII:

Pero la Iglesia, guiada por las enseñanzas y el ejemplo de Cristo, apunta más alto, es decir, a acercar lo más posible a las dos clases y a hacerlas amigas…

A los afortunados del siglo se les advierte, pues, que las riquezas no los libran del dolor y… que del uso de sus bienes habrán de rendir un día rigurosísima cuenta ante Dios juez…

A los pobres, por su parte, la Iglesia enseña que ante Dios no es motivo de vergüenza ni la pobreza ni el tener que vivir del trabajo. Jesucristo… quiso aparecer y ser tenido por hijo de un carpintero”.

Unas palabras que parecen ser la justificación de porque Gaudí, en el portal de la Fe de la Sagrada Familia, haya elegido Ricard Opisso, un joven cercano a los ideales anarquistas, como modelo para representar a Jesús, carpintero.

“Gaudí daba forma a la Sagrada Familia, traduciendo en imágenes el vínculo entre fe y vida social expresado por los Padres de la Iglesia”

Gaudí ya imaginaba que personas de todo el mundo vendrían a admirar la Sagrada Familia. Hoy, mientras esa profecía se cumple, está en marcha un nuevo cambio de época.

La Sagrada Familia sigue en construcción. Se está decidiendo cómo realizar la fachada principal, dedicada a la Gloria. Siguiendo la tradición, representará el Juicio Final.

Gaudí, sin embargo, no se aleja de aquel punto de partida.

Lee también

Confiando en las generaciones futuras, dejó pocas líneas, muy claras, que indican al santo humilde trabajador en el centro de la nueva fachada:

“Se representará a san José trabajando en el taller con Jesús”.

La Basílica de la Sagrada Familia, bajo los ojos del mundo entero, traza así un camino: desarrollar una mentalidad en la que cada vida humana sea un acontecimiento trascendental.

Con la elección del nombre de León XIV, Robert Prevost ponía el acento en los desafíos de una nueva revolución: ya no impulsada por el vapor de los tiempos de la Revolución Industrial, sino por el silicio de la era digital”

Cuando Robert Prevost se presentó al mundo como León XIV, por un instante el nombre elegido pareció evocar una nostalgia histórica. Sin embargo, lejos de mirar al pasado, su elección ponía el acento en los desafíos de una nueva revolución: ya no impulsada por el vapor, como en tiempos de la Revolución Industrial, sino por el silicio, símbolo de la era digital. Frente a la posibilidad de una nueva Rerum Novarum para nuestro tiempo, la Sagrada Familia nos recuerda que es posible abrazar el presente sin renunciar a poner en el centro el hombre.

Ahora nos queda esperar que el Papa visite Barcelona, nuevo hub de la innovación digital y ciudad donde sigue creciendo el templo de la dignidad humana: la Sagrada Familia de Gaudí.

 Cultura

Te Puede Interesar