El ya célebre montaje de Rusalka en el que el director de escena Christof Loy convierte a la sirenita del cuento de Andersen en una bailarina coja que necesita de muletas, llega al Liceu –del 22 de junio al 7 de julio– tras haberse estrenado hace un lustro en el Teatro Real y otras plazas europeas, pero esta vez con una guinda en el plano vocal: esta ópera romántica que Antonin Dvořák compuso en 1900 va a suponer el debut de una pareja de cine como son Asmik Grigorian (le molesta que la llamen la heredera de Anna Netrebko) y Piotr Beczala (la voz más bella del repertorio eslavo). Juntos en un montaje que plantea “mucho simbolismo y una gran modernidad”, como afirma el director artístico del GranTeatre, Víctor García de Gomar.
La soprano lituana interpreta a la sirena del cuento de Andersen que Christof Loy convierte en bailarina coja
El ya célebre montaje de Rusalka en el que el director de escena Christof Loy convierte a la sirenita del cuento de Andersen en una bailarina coja que necesita de muletas, llega al Liceu –del 22 de junio al 7 de julio– tras haberse estrenado hace un lustro en el Teatro Real y otras plazas europeas, pero esta vez con una guinda en el plano vocal: esta ópera romántica que Antonin Dvořák compuso en 1900 va a suponer el debut de una pareja de cine como son Asmik Grigorian (le molesta que la llamen la heredera de Anna Netrebko) y Piotr Beczala (la voz más bella del repertorio eslavo). Juntos en un montaje que plantea “mucho simbolismo y una gran modernidad”, como afirma el director artístico del GranTeatre, Víctor García de Gomar.
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El Liceu de las voces da, pues, otro paso adelante. La soprano lituana, que ya hizo en Madrid este papel de mujer encantada (en ruso, rusalka), y el tenor polaco, que lleva casi dos décadas elevando al público con este rol de príncipe por el que la sirena se decide a salir del agua (en el cuento), comparten por primera vez escenario operístico. Y no habrían podido elegir mejor partitura que esta novena ópera del compositor checo, con sus bellísimas melodías y timbres orquestales, si bien en lo actoral, Beczala no es probablemente de los cantantes que el agudo y psicologista Christof Loy correría a fichar para su casting.
El escenario parece normal pero la historia se presenta desde el punto de vista psicológico, lo cual tiene gracia, sobre todo porque es mi primera vez con Asmik en escena”
Piotr Beczalatenor
“Mi primera Rusalka fue en el 2008, en Salzburgo, y he hecho tanto producciones modernas como tradicionales -explica el tenor polaco, que no va falto de experiencia-. Aquí lo que tenemos es un mix fantástico entre la modernidad y la apariencia clásica: el escenario parece normal pero la historia se presenta desde el punto de vista psicológico, lo cual tiene gracia, sobre todo porque es mi primera vez con Asmik en escena”. Y añade sobre esta coproducción del Real, Liceu, Les Arts de València y la Ópera de Dresde: “Es un reto, eso sí, mostrar el desarrollo y la humanidad del personaje del príncipe. La música ayuda y el escenario es muy claro, pero hay que confiar en presentar la historia de manera que el público la entienda”.
Para dejarlo claro: el libreto de la ópera más célebre de Dvořák, estrenada en Praga en 1901, está inspirado en la versión checa de la leyenda folclórica centroeuropea que se conoce también a través de Undine (1811) de Friedrich de la Motte Fouqué y La sirenita (1837) de Hans Christian Andersen.

EFE/ Alejandro García
Grigorian es, por su parte, la Rusalka por antonomasia. Y conoce bien la producción -”mi producción española, pues la hice solo en Madrid y ahora en Barcelona”-, un montaje que combina la idea del cuento de hadas con la profunda psicología de los personajes, de manera que viendo el cuento se observa cuán cercano está de la humanidad. “Y esa es la belleza de la producción”, apunta el repositor, Johanes Stepanek, que sustituye a Loy mientras este se encuentra en el festival de Aix-en-provence. Claro que aquí ella ha de montarse sobre las zapatillas de punta de bailarina, algo que no se aprende en un mes. Pero, como decía Loy, alguien como Asmik consigue hacerlo muy creíble.
”No tengo un método actoral, más allá de las clases de acting que nos daban en la academia de música, pero tras 20 años haciendo esto supongo que he desarrollado mi propio sistema para hacerlo. Lo que hago es meterme en la historia y miro cómo me siento en ella, pero, claro, la misma historia no siempre te trae las mismas emociones al cabo de los días, y tienes que poner en práctica algo para hacer posible lo que te pide el director. Yo recreo la historia en mi cabeza, recreo aquellas historias que me traen determinadas emociones que se necesitan en escena. La magia es justamente sentirte realmente Rusalka”.
Yo recreo en mi cabeza recreo aquellas historias que me traen determinadas emociones que se necesitan en escena. La magia es justamente sentirte realmente Rusalka”
Asmik Grigoriansoprano
¿Por qué lesionada? La propuesta del director alemán parte del siguiente planteamiento: Rusalka no es esta ninfa que deja las aguas por amor pero al fracasar está condenada. No, en esta producción es una artista sin papel asignado que aún no ha descubierto cuál es su lugar. El padre, Vodník, es un lago simbólico en el que la serenidad ha dado paso al desgaste provocado por el paso del tiempo y donde habitan todo tipo de artistas que vivieron tiempos mejores: hay malabaristas, actrices, cómicos.
“Cualquier criatura de ese lugar tuvo en su momento la capacidad sobrenatural de crear arte y modificar los estados de ánimo. Pero no es el caso de Rusalka, que quiere huir y sublimarse porque tiene una desventaja: sufre una lesión que le impide caminar bien y necesita apoyarse en dos muletas”, advierte el director artístico del Liceu, Víctor García de Gomar. Pero en realidad el planteamiento trata de la autoconfianza de Rusalka. Pues ella se imagina enferma, cosa que como se verá después no es verdad, añade Grigorian.
Los compositores de la ‘periferia’ ven que Wagner es una dictadura. Les influye, pero buscan una respuesta. De ahí surgen esas músicas nacionales, a la par que los nacionalismos”
Josep Pons
Josep Pons, especialista en música eslava, advierte que Rusalka, a pesar de todo, no ha entrado en el gran repertorio, “y sin embargo es de las más bellas”. “La música corresponde a un periodo en el cual las periferias (respecto de Alemania o Italia) visualizan que la potencia de Wagner acabará siendo una dictadura. Les influye mucho, les seduce, pero buscan una respuesta. De ahí surgen esas músicas nacionales, a la par que aparecen los nacionalismos. Y aparecen en base al folclore y la música popular de los lugares. En el caso de Dvorak, influido por Mozart y también por Verdi, además del gran peso de Wagner, decide crear un contrapeso”, concluye el maestro.
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