Hace ya 10 años, en agosto de 2015, los astrónomos descubrieron un inusual planeta a 124 años luz de distancia, en la constelación de Leo. Denominado K2-18b, el nuevo mundo fue rápidamente incluído en el grupo de las ‘supertierras’, esto es, planetas rocosos, como el nuestro, pero con una masa hasta diez veces mayor. Con un diámetro equivalente a 2,6 tierras y una masa 8,6 veces superior, K2-18b encaja perfectamente en la categoría. Pero no solo eso, sino que además cuenta con una atmósfera bien definida y se encuentra, para colmo, en la llamada ‘zona habitable’ de su estrella, la distancia precisa para que la temperatura en superficie, ni demasiado fría ni demasiado caliente, permita la existencia de agua líquida. Rocoso, con una atmósfera estable y posiblemente con agua en su superficie, K2-18b pronto se convirtió en uno de los mejores candidatos que tenemos para buscar vida fuera de la Tierra.Desde hace años, además, los científicos tratan de dilucidar si K2-18b podría ser, o no, un ‘planeta hicéano’, es decir, un mundo oceánico pero con una atmósfera diferente a la nuestra, dominada por el hidrógeno. Un planeta así, especulan los científicos, no podría tener vida compleja o inteligente, pero sí albergar vida microbiana similar a la que existió en los océanos primitivos de la Tierra hace miles de millones de años.Noticia Relacionada estandar Si Resuelto un misterio espacial que puede cambiar lo que sabemos sobre el origen de la vida José Manuel NievesY ahora, un equipo de astrónomos británicos y norteamericanos acaba de anunciar, en un artículo publicado en ‘The Astrophysical Journal Letters’, haber encontrado en K2-18b los signos más prometedores hallados hasta ahora de una posible ‘biofirma’ fuera del Sistema Solar.«Francamente —afirma Nikku Madhusudhan, de la Universidad de Cambridge y autor principal del estudio— creo que esto es lo más cerca que hemos estado nunca de ver una característica que podamos atribuir a la vida». A pesar de lo cual, los autores se siguen manteniendo cautelosos y no dejan de repetir que se requieren más observaciones para confirmar estos hallazgos.Otra vez, el James WebbComo últimamente viene siendo habitual en cualquier anuncio astronómico que se precie, los resultados de este estudio se consiguieron gracias al uso del poderoso telescopio Espacial James Webb, uno de los pocos capaces de analizar los componentes de la atmósfera de un planeta lejano. Madhusudhan y su equipo hallaron en la de K2-18b fuertes indicios de la presencia de dos compuestos químicos considerados como ‘biofirmas’, es decir, indicadores de vida extraterrestre. Se trata de sulfuro de dimetilo (DMS) y disulfuro de dimetilo (DMDS), dos compuestos que huelen como la coliflor o el repollo cocidos y que en muchos casos son responsables del característico ‘olor a mar’ en nuestras costas. En nuestro planeta, ambos son producidos casi exclusivamente por organismos vivos, principalmente por las algas marinas microscópicas que forman el fitoplancton. Lo mismo, según los autores del artículo, podría estar sucediendo en K2-18b.«En este punto —indica Madhusudhan— lo que hemos encontrado son pistas de posible actividad biológica fuera del Sistema Solar». Es decir, que en ningún momento los autores del estudio anuncian definitivamente el hallazgo de vida. Evidentemente, no quieren seguir los pasos de otras investigaciones, cuyos anuncios prematuros terminaron en nada.Dos ‘amagos’ previos«Ya en 2019 —explica Carlos Briones, investigador Científico del CSIC en el Centro de Astrobiología (CSIC-INTA)—, y utilizando el Telescopio Espacial Hubble, se descubrió que la atmósfera de este planeta contiene vapor de agua, por lo que K2-18b se convirtió en el objetivo de la investigación de diferentes equipos científicos».En 2023, de hecho, el James Webb ya había detectado metano y dióxido de carbono en la atmósfera de K2-18b, siendo la primera vez que se conseguían identificar moléculas basadas en carbono en un exoplaneta dentro de una zona habitable. En aquel mismo estudio, se encontraron también débiles señales de DMS, lo que motivó a los astrónomos a volver a dirigir el Webb hacia el planeta hace un año, esta vez utilizando su instrumento de infrarrojo medio (MIRI) para detectar diferentes longitudes de onda de luz.Son, precisamente, esas nuevas observaciones las que ahora se recogen en el nuevo estudio. Y revelan señales mucho más fuertes de DMS y la posible presencia de DMDS, aunque aún por debajo del umbral de significancia estadística de ‘cinco sigma’ que los científicos suelen exigir a la hora de anunciar un descubrimiento de esta magnitud. El umbral de tres sigma alcanzado en este trabajo, aunque alto, no es definitivo, e indica una probabilidad de aproximadamente 3 entre 1.000 de que los datos sean fruto de una simple casualidad estadística.Pero, no nos engañemos, incluso si finalmente los resultados se confirman, no significaría necesariamente que el planeta tenga vida. El año pasado, en efecto, los científicos de la misión europea Rosetta ya hallaron trazas de DMS en el cometa 67P/Churiumov-Gerasimenko, lo que sugiere que este compuesto puede producirse también mediante procesos no biológicos. Sin embargo, la concentración del químico observada en K2-18b es miles de veces mayor que los niveles encontrados en la Tierra, lo que, según Madhusudhan, sí que apunta fuertemente un origen biológico.«El DMS y el DMDS —explica Briones— estaría miles de veces más concentrado en la atmósfera de K2-18b que en la nuestra. Debido a que este gas se descompone rápidamente, tal concentración podría sugerir que existe una fuente que lo produce constantemente. Sin embargo, y como suele ocurrir, los científicos que firman este interesante artículo son más cautos que quienes lo están amplificando fuera del ámbito académico».El propio Madhusudhan, de hecho, estima que se necesitarían entre 16 y 24 horas adicionales de tiempo de observación del Webb para confirmar sus hallazgos, lo que podría ocurrir en los próximos años. «Tenemos que ser extremadamente cuidadosos- advierte el científico-. No podemos, en esta etapa, afirmar que, incluso si detectamos DMS y DMDS, se deba a la vida. Permítanme ser muy claro al respecto. Pero si se toman en cuenta los estudios publicados hasta ahora, entonces no hay ningún mecanismo que pueda explicar lo que estamos viendo sin recurrir a la vida».Como muchos otros investigadores, Madhusudhan cree firmemente que el Webb y otros futuros telescopios podrían permitir a la humanidad descubrir vida fuera de nuestro planeta natal antes de lo que imaginamos. «Este podría ser el punto de inflexión —concluye— donde de repente la pregunta fundamental de si estamos solos en el Universo se convierte en una que somos capaces de responder». Hace ya 10 años, en agosto de 2015, los astrónomos descubrieron un inusual planeta a 124 años luz de distancia, en la constelación de Leo. Denominado K2-18b, el nuevo mundo fue rápidamente incluído en el grupo de las ‘supertierras’, esto es, planetas rocosos, como el nuestro, pero con una masa hasta diez veces mayor. Con un diámetro equivalente a 2,6 tierras y una masa 8,6 veces superior, K2-18b encaja perfectamente en la categoría. Pero no solo eso, sino que además cuenta con una atmósfera bien definida y se encuentra, para colmo, en la llamada ‘zona habitable’ de su estrella, la distancia precisa para que la temperatura en superficie, ni demasiado fría ni demasiado caliente, permita la existencia de agua líquida. Rocoso, con una atmósfera estable y posiblemente con agua en su superficie, K2-18b pronto se convirtió en uno de los mejores candidatos que tenemos para buscar vida fuera de la Tierra.Desde hace años, además, los científicos tratan de dilucidar si K2-18b podría ser, o no, un ‘planeta hicéano’, es decir, un mundo oceánico pero con una atmósfera diferente a la nuestra, dominada por el hidrógeno. Un planeta así, especulan los científicos, no podría tener vida compleja o inteligente, pero sí albergar vida microbiana similar a la que existió en los océanos primitivos de la Tierra hace miles de millones de años.Noticia Relacionada estandar Si Resuelto un misterio espacial que puede cambiar lo que sabemos sobre el origen de la vida José Manuel NievesY ahora, un equipo de astrónomos británicos y norteamericanos acaba de anunciar, en un artículo publicado en ‘The Astrophysical Journal Letters’, haber encontrado en K2-18b los signos más prometedores hallados hasta ahora de una posible ‘biofirma’ fuera del Sistema Solar.«Francamente —afirma Nikku Madhusudhan, de la Universidad de Cambridge y autor principal del estudio— creo que esto es lo más cerca que hemos estado nunca de ver una característica que podamos atribuir a la vida». A pesar de lo cual, los autores se siguen manteniendo cautelosos y no dejan de repetir que se requieren más observaciones para confirmar estos hallazgos.Otra vez, el James WebbComo últimamente viene siendo habitual en cualquier anuncio astronómico que se precie, los resultados de este estudio se consiguieron gracias al uso del poderoso telescopio Espacial James Webb, uno de los pocos capaces de analizar los componentes de la atmósfera de un planeta lejano. Madhusudhan y su equipo hallaron en la de K2-18b fuertes indicios de la presencia de dos compuestos químicos considerados como ‘biofirmas’, es decir, indicadores de vida extraterrestre. Se trata de sulfuro de dimetilo (DMS) y disulfuro de dimetilo (DMDS), dos compuestos que huelen como la coliflor o el repollo cocidos y que en muchos casos son responsables del característico ‘olor a mar’ en nuestras costas. En nuestro planeta, ambos son producidos casi exclusivamente por organismos vivos, principalmente por las algas marinas microscópicas que forman el fitoplancton. Lo mismo, según los autores del artículo, podría estar sucediendo en K2-18b.«En este punto —indica Madhusudhan— lo que hemos encontrado son pistas de posible actividad biológica fuera del Sistema Solar». Es decir, que en ningún momento los autores del estudio anuncian definitivamente el hallazgo de vida. Evidentemente, no quieren seguir los pasos de otras investigaciones, cuyos anuncios prematuros terminaron en nada.Dos ‘amagos’ previos«Ya en 2019 —explica Carlos Briones, investigador Científico del CSIC en el Centro de Astrobiología (CSIC-INTA)—, y utilizando el Telescopio Espacial Hubble, se descubrió que la atmósfera de este planeta contiene vapor de agua, por lo que K2-18b se convirtió en el objetivo de la investigación de diferentes equipos científicos».En 2023, de hecho, el James Webb ya había detectado metano y dióxido de carbono en la atmósfera de K2-18b, siendo la primera vez que se conseguían identificar moléculas basadas en carbono en un exoplaneta dentro de una zona habitable. En aquel mismo estudio, se encontraron también débiles señales de DMS, lo que motivó a los astrónomos a volver a dirigir el Webb hacia el planeta hace un año, esta vez utilizando su instrumento de infrarrojo medio (MIRI) para detectar diferentes longitudes de onda de luz.Son, precisamente, esas nuevas observaciones las que ahora se recogen en el nuevo estudio. Y revelan señales mucho más fuertes de DMS y la posible presencia de DMDS, aunque aún por debajo del umbral de significancia estadística de ‘cinco sigma’ que los científicos suelen exigir a la hora de anunciar un descubrimiento de esta magnitud. El umbral de tres sigma alcanzado en este trabajo, aunque alto, no es definitivo, e indica una probabilidad de aproximadamente 3 entre 1.000 de que los datos sean fruto de una simple casualidad estadística.Pero, no nos engañemos, incluso si finalmente los resultados se confirman, no significaría necesariamente que el planeta tenga vida. El año pasado, en efecto, los científicos de la misión europea Rosetta ya hallaron trazas de DMS en el cometa 67P/Churiumov-Gerasimenko, lo que sugiere que este compuesto puede producirse también mediante procesos no biológicos. Sin embargo, la concentración del químico observada en K2-18b es miles de veces mayor que los niveles encontrados en la Tierra, lo que, según Madhusudhan, sí que apunta fuertemente un origen biológico.«El DMS y el DMDS —explica Briones— estaría miles de veces más concentrado en la atmósfera de K2-18b que en la nuestra. Debido a que este gas se descompone rápidamente, tal concentración podría sugerir que existe una fuente que lo produce constantemente. Sin embargo, y como suele ocurrir, los científicos que firman este interesante artículo son más cautos que quienes lo están amplificando fuera del ámbito académico».El propio Madhusudhan, de hecho, estima que se necesitarían entre 16 y 24 horas adicionales de tiempo de observación del Webb para confirmar sus hallazgos, lo que podría ocurrir en los próximos años. «Tenemos que ser extremadamente cuidadosos- advierte el científico-. No podemos, en esta etapa, afirmar que, incluso si detectamos DMS y DMDS, se deba a la vida. Permítanme ser muy claro al respecto. Pero si se toman en cuenta los estudios publicados hasta ahora, entonces no hay ningún mecanismo que pueda explicar lo que estamos viendo sin recurrir a la vida».Como muchos otros investigadores, Madhusudhan cree firmemente que el Webb y otros futuros telescopios podrían permitir a la humanidad descubrir vida fuera de nuestro planeta natal antes de lo que imaginamos. «Este podría ser el punto de inflexión —concluye— donde de repente la pregunta fundamental de si estamos solos en el Universo se convierte en una que somos capaces de responder».
Hace ya 10 años, en agosto de 2015, los astrónomos descubrieron un inusual planeta a 124 años luz de distancia, en la constelación de Leo. Denominado K2-18b, el nuevo mundo fue rápidamente incluído en el grupo de las ‘supertierras’, esto es, planetas rocosos, … como el nuestro, pero con una masa hasta diez veces mayor.
Con un diámetro equivalente a 2,6 tierras y una masa 8,6 veces superior, K2-18b encaja perfectamente en la categoría. Pero no solo eso, sino que además cuenta con una atmósfera bien definida y se encuentra, para colmo, en la llamada ‘zona habitable’ de su estrella, la distancia precisa para que la temperatura en superficie, ni demasiado fría ni demasiado caliente, permita la existencia de agua líquida. Rocoso, con una atmósfera estable y posiblemente con agua en su superficie, K2-18b pronto se convirtió en uno de los mejores candidatos que tenemos para buscar vida fuera de la Tierra.
Desde hace años, además, los científicos tratan de dilucidar si K2-18b podría ser, o no, un ‘planeta hicéano’, es decir, un mundo oceánico pero con una atmósfera diferente a la nuestra, dominada por el hidrógeno. Un planeta así, especulan los científicos, no podría tener vida compleja o inteligente, pero sí albergar vida microbiana similar a la que existió en los océanos primitivos de la Tierra hace miles de millones de años.
Y ahora, un equipo de astrónomos británicos y norteamericanos acaba de anunciar, en un artículo publicado en ‘The Astrophysical Journal Letters’, haber encontrado en K2-18b los signos más prometedores hallados hasta ahora de una posible ‘biofirma’ fuera del Sistema Solar.
«Francamente —afirma Nikku Madhusudhan, de la Universidad de Cambridge y autor principal del estudio— creo que esto es lo más cerca que hemos estado nunca de ver una característica que podamos atribuir a la vida». A pesar de lo cual, los autores se siguen manteniendo cautelosos y no dejan de repetir que se requieren más observaciones para confirmar estos hallazgos.
Otra vez, el James Webb
Como últimamente viene siendo habitual en cualquier anuncio astronómico que se precie, los resultados de este estudio se consiguieron gracias al uso del poderoso telescopio Espacial James Webb, uno de los pocos capaces de analizar los componentes de la atmósfera de un planeta lejano. Madhusudhan y su equipo hallaron en la de K2-18b fuertes indicios de la presencia de dos compuestos químicos considerados como ‘biofirmas’, es decir, indicadores de vida extraterrestre. Se trata de sulfuro de dimetilo (DMS) y disulfuro de dimetilo (DMDS), dos compuestos que huelen como la coliflor o el repollo cocidos y que en muchos casos son responsables del característico ‘olor a mar’ en nuestras costas. En nuestro planeta, ambos son producidos casi exclusivamente por organismos vivos, principalmente por las algas marinas microscópicas que forman el fitoplancton. Lo mismo, según los autores del artículo, podría estar sucediendo en K2-18b.
«En este punto —indica Madhusudhan— lo que hemos encontrado son pistas de posible actividad biológica fuera del Sistema Solar». Es decir, que en ningún momento los autores del estudio anuncian definitivamente el hallazgo de vida. Evidentemente, no quieren seguir los pasos de otras investigaciones, cuyos anuncios prematuros terminaron en nada.
Dos ‘amagos’ previos
«Ya en 2019 —explica Carlos Briones, investigador Científico del CSIC en el Centro de Astrobiología (CSIC-INTA)—, y utilizando el Telescopio Espacial Hubble, se descubrió que la atmósfera de este planeta contiene vapor de agua, por lo que K2-18b se convirtió en el objetivo de la investigación de diferentes equipos científicos».
En 2023, de hecho, el James Webb ya había detectado metano y dióxido de carbono en la atmósfera de K2-18b, siendo la primera vez que se conseguían identificar moléculas basadas en carbono en un exoplaneta dentro de una zona habitable. En aquel mismo estudio, se encontraron también débiles señales de DMS, lo que motivó a los astrónomos a volver a dirigir el Webb hacia el planeta hace un año, esta vez utilizando su instrumento de infrarrojo medio (MIRI) para detectar diferentes longitudes de onda de luz.
Son, precisamente, esas nuevas observaciones las que ahora se recogen en el nuevo estudio. Y revelan señales mucho más fuertes de DMS y la posible presencia de DMDS, aunque aún por debajo del umbral de significancia estadística de ‘cinco sigma’ que los científicos suelen exigir a la hora de anunciar un descubrimiento de esta magnitud. El umbral de tres sigma alcanzado en este trabajo, aunque alto, no es definitivo, e indica una probabilidad de aproximadamente 3 entre 1.000 de que los datos sean fruto de una simple casualidad estadística.
Pero, no nos engañemos, incluso si finalmente los resultados se confirman, no significaría necesariamente que el planeta tenga vida. El año pasado, en efecto, los científicos de la misión europea Rosetta ya hallaron trazas de DMS en el cometa 67P/Churiumov-Gerasimenko, lo que sugiere que este compuesto puede producirse también mediante procesos no biológicos. Sin embargo, la concentración del químico observada en K2-18b es miles de veces mayor que los niveles encontrados en la Tierra, lo que, según Madhusudhan, sí que apunta fuertemente un origen biológico.
«El DMS y el DMDS —explica Briones— estaría miles de veces más concentrado en la atmósfera de K2-18b que en la nuestra. Debido a que este gas se descompone rápidamente, tal concentración podría sugerir que existe una fuente que lo produce constantemente. Sin embargo, y como suele ocurrir, los científicos que firman este interesante artículo son más cautos que quienes lo están amplificando fuera del ámbito académico».
El propio Madhusudhan, de hecho, estima que se necesitarían entre 16 y 24 horas adicionales de tiempo de observación del Webb para confirmar sus hallazgos, lo que podría ocurrir en los próximos años. «Tenemos que ser extremadamente cuidadosos- advierte el científico-. No podemos, en esta etapa, afirmar que, incluso si detectamos DMS y DMDS, se deba a la vida. Permítanme ser muy claro al respecto. Pero si se toman en cuenta los estudios publicados hasta ahora, entonces no hay ningún mecanismo que pueda explicar lo que estamos viendo sin recurrir a la vida».
Como muchos otros investigadores, Madhusudhan cree firmemente que el Webb y otros futuros telescopios podrían permitir a la humanidad descubrir vida fuera de nuestro planeta natal antes de lo que imaginamos. «Este podría ser el punto de inflexión —concluye— donde de repente la pregunta fundamental de si estamos solos en el Universo se convierte en una que somos capaces de responder».
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