Sugiere José Antonio Marina en el arranque de su libro que los obsesos del poder siempre han mentido, pero que el contexto actual se está dando un nuevo marco pues, no es que se acepten las mentiras, sino que la idea imperante es que «nada puede ser mentira porque nada puede ser verdad» y «que si lo que se dice no concuerda con la realidad, la culpa es de la realidad, no del que plantea el discurso». Consciente de la necesidad e aportar claridad en tiempos de confusión, el filósofo, ensayista y pedagogo aporta en su libro ‘La vacuna contra la insensatez’ (Ariel) una analogía entre el sistema inmunitario físico y el mental que aporta los recursos necesarios para fortalecer el pensamiento crítico , desactivar los tópicos que se aceptan como dogmas y entender las trampas cognitivas del cerebro.Su objetivo es, según aclara, ayudar a protegerse contra la desinformación, la credulidad y la manipulación. —La insensatez se define, según la RAE, como la falta de sentido o razón. Pero en su obra invita a dar un paso más allá en este concepto…—La insensatez impide aplicar el juicio debido a las cosas, usar la información útil y ser capaz de resolver problemas. Supone además no saber utilizar la inteligencia para la finalidad última que es facilitar la felicidad privada y pública.—¿Eso explica por qué la historia se repite una y otra vez?—Se explica a través de lo que denomino «chapuzas evolutivas» o fallos de diseño. El cerebro ha evolucionado a medida que ha ido resolviendo problemas. Pero la tecnología emocional aprende con lentitud y seguimos teniendo un repertorio de emociones muy básico. Sin embargo, la parte más moderna del cerebro, que son los lóbulos frontales, aprenden rápido y siempre intentan controlar el mundo afectivo. Unas veces lo consiguen, otras no. —¿Y qué consecuencias tiene ese desajuste?—Puede llevar a equivocarse con facilidad y a ser manipulables. Producen ilusiones, sesgos o evidencias que mantienen su fuerza, aunque la razón nos diga que son falsas. Un ejemplo ilustrativo es el que se da en las ilusiones perceptivas: una persona puede saber que los fantasmas no existen y seguir teniendo miedo a cruzar un cementerio. Un pacifista puede emocionarse al contemplar un desfile militar. Esos fallos funcionan como trampas cognitivas y afectivas que provocan creencias, afectos y conductas insensatas. Pero si se saben identificar será más fácil defenderse de lo que denomino «patógenos mentales». De hecho, lo que planteo es una analogía entre el sistema inmunitario físico y el mental, ya que funcionan de un modo similar: si el sistema inmunitario del organismo está deprimido aumenta el riesgo de infecciones. Y lo mismo sucede con la mente, especialmente en este contexto, caracterizado por un deseo continuo de influir en la gente con procedimientos sistemáticos y refinados.—¿Cuáles son esos patógenos mentales a los que se refiere?—Los he dividido en tres grupos. Uno es el de las falsas noticias. Otro es el de los virus mentales , que son más complicados porque son las falsas noticias que alteran por completo la manera de pensar de una persona y que aprovechan la vulnerabilidad de una persona para debilitar su autonomía sin que se percate de ello. Y el tercer grupo, al que califico como los marcos de insensatez, es el formado por las ideologías que son más complejas porque producen una especie de blindaje frente a las evidencias pues quienes las sostienen solo registran aquello que les da la razón o confirma sus ideas. Un ejemplo es la política armamentística que defiende que para mantener la paz es preciso poner en práctica una política de disuasión que consiste en aumentar la capacidad destructiva.—¿De qué manera afecta la acción de los virus mentales a los que hace referencia?—Deprimen el sistema mental y la persona piensa que no puede hacer nada, que no vale la pena esforzarse y que nunca sabrá verdad… Y cuando el sistema inmunitario mental está deprimido uno se convierte en víctima. En España por ejemplo hay una inmunodeficiencia social con respecto a la corrupción: está tan normalizada que ya no se identifica. Eso impide crear «anticuerpos mentales» para defenderse de ella. Pongo otro ejemplo de virus mental. Un día planteé a mis alumnos de filosofía esta pregunta: «¿Son todas las opiniones respetables?». Todos contestaron que sí, esgrimiendo distintos argumentos, aparentemente válidos. Pero la realidad, según les revelé, es que estaban infectados por un virus mental que les había hecho confundir conceptos, pues lo que protege el derecho a la libertad de expresión o de pensamiento es a la persona, no al contenido de las opiniones.Noticias relacionadas reportaje Si La verdad detrás del sexto sentido Raquel Alcolea estandar No De la decisión a la acción: nunca es el momento oportuno, pero cualquiera es bueno para empezar Tomás Navarro—¿Cómo se debilita el sistema inmunológico mental?—Lo grave es que no siempre se debilita como consecuencia de algo negativo. Algunas instituciones que son en sí buenas producen una depresión de la capacidad crítica como daño colateral. Por ejemplo, quien logra el poder democráticamente, busca persuadir para ganar votos. ¿Interesa entonces tener votantes críticos y rigurosos? No, interesa que sean crédulos y que se manejen con facilidad. La democracia es buena, pero los medios no siempre lo son.—Tal vez tampoco interese la existencia de consumidores críticos…—Eso es, tampoco interesan los clientes rigurosos. Cuando uno compara los antiguos sistemas de publicidad con los actuales, se ve muy claro. Antes se exponían las ventajas del producto. Pero ahora se apela a las emociones y a los sesgos cognitivos para activar la compra.«Cuando uno no es capaz de dirigir su atención de forma voluntaria, renuncia a su libertad» José Antonio Marina Filósofo y pedagogo—¿Qué mecanismos pueden ser eficaces para protegerse de la insensatez?—Propongo poner el acento en la importancia de conocer cómo funciona la inteligencia y cuáles son sus fallos para distinguir lo que son en realidad sesgos cognitivos. Aquí va un ejemplo. Cuando alguien repite algo mucho, puede llegar a convencer al otro, pues la mente funciona así: primero se extraña, luego se acostumbra, luego comienza a dar la razón y por último se convence e intenta convencer a otros. Pero además de aprender a distinguir las trampas mentales, hay que fortalecer los sistemas ejecutivos mentales y fomentar los sistemas inhibidores que impidan dejarse llevar por el primer impulso, por las prisas, por los automatismos y por la asociaciones emocionales.—¿Existen emociones peligrosas en este sentido?—El miedo y la pereza afectan directamente al funcionamiento y la eficacia de la inteligencia. Y también es frecuente la desconfianza hacia la posibilidad de llegar a un acuerdo.—En un entorno hostil, ¿conviene desarrollar creencias o hábitos protectores?—Lo importante es insistir en los hábitos porque permiten operar con facilidad, rapidez y de forma automática, de modo que no implican una sobrecarga para el cerebro. Es como el que aprende a conducir, que cuando lo convierte en un hábito ya no necesita tanta energía para ello. Construir hábitos permite desarrollar una inteligencia propia. Pero es importante que sean buenos hábitos. Por un lado están los cognitivos (cómo se piensa), y por otro, los afectivos (cómo se siente). Aprender a ser valiente y deshacerse de la pereza son buenos hábitos afectivos para evitar ser manipulado y gozar de salud, pues permiten al organismo mantenerse activo física e intelectualmente. Respecto a los cognitivos, conviene aceptar la vulnerabilidad y aprender que la mejor defensa frente a la manipulación es tener un pensamiento crítico.—No es fácil…—Es muy costoso. Uno tiene que estar decidido a buscar la verdad porque en cuanto distrae su atención, se vuelve crédulo y aumenta su nivel de aceptación. Si además uno está cansado, algo bastante frecuente en la sociedad actual, le falta la energía necesaria para poner en marcha un pensamiento crítico y se deja llevar por la pereza cognitiva.«El miedo y la pereza afectan directamente al funcionamiento y la eficacia de la inteligencia» José Antonio Marina Filósofo y pedagogo—Cuando habla de la inteligencia humana pone el acento en la atención…—Sí, porque la inteligencia animal solo tiene atención involuntaria, mientras que la humana puede atender a lo que decida sin estar a merced de un estímulo. Lo perverso de esto es que la atención involuntaria nunca se cansa y la voluntaria se agota fácilmente. Y esto explica que muchas personas puedan ser manejadas con tanta facilidad a través de esa atención involuntaria. Tenemos mermada la capacidad de poner foco. Y cuando uno no dirige su atención, renuncia a cualquier libertad y se convierte en manipulable.—¿Y no sirve de ayuda la memoria para poner foco?—En realidad suele jugar malas pasadas pues a menudo depende del estado de ánimo. Un ejemplo ilustrativo es que cuando uno está triste necesitaría acordarse de cosas alegres, pero lo más normal es que le vengan a la mente las tristes.Noticias relacionadas estandar Si Neurocientífica Nazareth Castellanos: «Una de las frases que más daño ha hecho a la sociedad es: ‘Si quieres, puedes’» Raquel Alcolea estandar No La senda Kaizen: tener una vida bonita es una suma de conquistas, no una gesta Tomás Navarro—Además del pensamiento crítico, ¿Qué otra vacuna contra la insensatez conviene tener en cuenta?—Es la que ayuda a tomar decisiones al máximo nivel pues afectan a la convivencia, la felicidad y la dignidad. Se trata del comportamiento éticamente bueno, que hay que tomar como una solución y no como obligación. Muchos de los problemas que se están dando en la actualidad se producen porque se intentar resolver todo desde la insensatez, alejados de ese comportamiento éticamente bueno. La bondad o el comportamiento éticamente bueno es un antídoto contra la manipulación y una súper vacuna frente a la insensatez. Pero es cierto que a menudo esa forma de actuar ante la vida se relaciona con ser blandengue o inútil. Pero no es así, sino todo lo contrario. La bondad es valiente, rigurosa e inteligente. Es una muestra de inteligencia que implica buscar en cada caso cuáles son las mejores soluciones para aquellos temas que afectan de lleno a la felicidad pública y privada.—¿Le cuestionan en el entorno académico cuando relaciona la bondad con la inteligencia?—Sí, pero el vínculo es fácil de explicar. Si la misión de la inteligencia resuelve problemas y los problemas que afectan a la felicidad, la convivencia y la justicia, que son los más importantes y los más complicados, se resuelven desde la ética práctica. ¿Dónde falla el argumento? La inteligencia trata de temas teóricos y prácticos que afectan a la felicidad, a la dignidad y a la convivencia. En Gaza, por ejemplo, se ha visto hasta qué punto la maldad y la insensatez pueden ir de la mano. Y eso ha propiciado la existencia de un espectáculo pavoroso.Muy personal José Antonio Marina (Toledo, 1939) Cuando era adolescente le apasionaba el baile, incluso quiso dedicarse a ello. Pero asegura que al final comprendió que lo que le fascinaba era la capacidad del bailarín para transfigurar el esfuerzo en gracia. Algo que, según confía, se puede trasladar a todo. Desconfía, «tal vez injustamente» –precisa– de los creadores que aseguran sufrir cuando crean. Declara que la gracia exige que no se note el esfuerzo y que así lo intenta en cada libro, que trabaja como si fuera una tesis doctoral, para después explicarlo todo de la manera más sencilla.—¿Qué es lo que más le preocupa de cara al futuro?—No solo los grandes problemas globales, como el cambio climático, el aumento de la desigualdad, la migración o la posibilidad de una guerra mundial; sino que también me preocupa que en un plazo no muy lejano se va a dar un cambio cultural enorme y que aún no se sepa quién lo va a liderar.—¿Un cambio en qué sentido?—La confluencia de poderosas tecnologías como la ingeniería genética, la nanotecnología, las ciencias cognitivas y la inteligencia artificial pueden dar lugar a una reinterpretación del ser humano. Me preocupa que no seamos capaces de tomar buenas decisiones porque se hayan debilitado todas nuestras defensas y que nos dejemos arrastrar hacia un gigantesco marco de insensatez. Por eso son tan urgentes las vacunas del pensamiento crítico y el comportamiento éticamente bueno. —¿Dónde podría empezar uno a vacunarse?—Lo ideal sería que los centros de vacunación para proteger el sistema inmunitario mental estuviesen permanentemente instalados en las escuelas y las universidades, en los medios de comunicación, en las instituciones públicas y en la redes sociales. Sugiere José Antonio Marina en el arranque de su libro que los obsesos del poder siempre han mentido, pero que el contexto actual se está dando un nuevo marco pues, no es que se acepten las mentiras, sino que la idea imperante es que «nada puede ser mentira porque nada puede ser verdad» y «que si lo que se dice no concuerda con la realidad, la culpa es de la realidad, no del que plantea el discurso». Consciente de la necesidad e aportar claridad en tiempos de confusión, el filósofo, ensayista y pedagogo aporta en su libro ‘La vacuna contra la insensatez’ (Ariel) una analogía entre el sistema inmunitario físico y el mental que aporta los recursos necesarios para fortalecer el pensamiento crítico , desactivar los tópicos que se aceptan como dogmas y entender las trampas cognitivas del cerebro.Su objetivo es, según aclara, ayudar a protegerse contra la desinformación, la credulidad y la manipulación. —La insensatez se define, según la RAE, como la falta de sentido o razón. Pero en su obra invita a dar un paso más allá en este concepto…—La insensatez impide aplicar el juicio debido a las cosas, usar la información útil y ser capaz de resolver problemas. Supone además no saber utilizar la inteligencia para la finalidad última que es facilitar la felicidad privada y pública.—¿Eso explica por qué la historia se repite una y otra vez?—Se explica a través de lo que denomino «chapuzas evolutivas» o fallos de diseño. El cerebro ha evolucionado a medida que ha ido resolviendo problemas. Pero la tecnología emocional aprende con lentitud y seguimos teniendo un repertorio de emociones muy básico. Sin embargo, la parte más moderna del cerebro, que son los lóbulos frontales, aprenden rápido y siempre intentan controlar el mundo afectivo. Unas veces lo consiguen, otras no. —¿Y qué consecuencias tiene ese desajuste?—Puede llevar a equivocarse con facilidad y a ser manipulables. Producen ilusiones, sesgos o evidencias que mantienen su fuerza, aunque la razón nos diga que son falsas. Un ejemplo ilustrativo es el que se da en las ilusiones perceptivas: una persona puede saber que los fantasmas no existen y seguir teniendo miedo a cruzar un cementerio. Un pacifista puede emocionarse al contemplar un desfile militar. Esos fallos funcionan como trampas cognitivas y afectivas que provocan creencias, afectos y conductas insensatas. Pero si se saben identificar será más fácil defenderse de lo que denomino «patógenos mentales». De hecho, lo que planteo es una analogía entre el sistema inmunitario físico y el mental, ya que funcionan de un modo similar: si el sistema inmunitario del organismo está deprimido aumenta el riesgo de infecciones. Y lo mismo sucede con la mente, especialmente en este contexto, caracterizado por un deseo continuo de influir en la gente con procedimientos sistemáticos y refinados.—¿Cuáles son esos patógenos mentales a los que se refiere?—Los he dividido en tres grupos. Uno es el de las falsas noticias. Otro es el de los virus mentales , que son más complicados porque son las falsas noticias que alteran por completo la manera de pensar de una persona y que aprovechan la vulnerabilidad de una persona para debilitar su autonomía sin que se percate de ello. Y el tercer grupo, al que califico como los marcos de insensatez, es el formado por las ideologías que son más complejas porque producen una especie de blindaje frente a las evidencias pues quienes las sostienen solo registran aquello que les da la razón o confirma sus ideas. Un ejemplo es la política armamentística que defiende que para mantener la paz es preciso poner en práctica una política de disuasión que consiste en aumentar la capacidad destructiva.—¿De qué manera afecta la acción de los virus mentales a los que hace referencia?—Deprimen el sistema mental y la persona piensa que no puede hacer nada, que no vale la pena esforzarse y que nunca sabrá verdad… Y cuando el sistema inmunitario mental está deprimido uno se convierte en víctima. En España por ejemplo hay una inmunodeficiencia social con respecto a la corrupción: está tan normalizada que ya no se identifica. Eso impide crear «anticuerpos mentales» para defenderse de ella. Pongo otro ejemplo de virus mental. Un día planteé a mis alumnos de filosofía esta pregunta: «¿Son todas las opiniones respetables?». Todos contestaron que sí, esgrimiendo distintos argumentos, aparentemente válidos. Pero la realidad, según les revelé, es que estaban infectados por un virus mental que les había hecho confundir conceptos, pues lo que protege el derecho a la libertad de expresión o de pensamiento es a la persona, no al contenido de las opiniones.Noticias relacionadas reportaje Si La verdad detrás del sexto sentido Raquel Alcolea estandar No De la decisión a la acción: nunca es el momento oportuno, pero cualquiera es bueno para empezar Tomás Navarro—¿Cómo se debilita el sistema inmunológico mental?—Lo grave es que no siempre se debilita como consecuencia de algo negativo. Algunas instituciones que son en sí buenas producen una depresión de la capacidad crítica como daño colateral. Por ejemplo, quien logra el poder democráticamente, busca persuadir para ganar votos. ¿Interesa entonces tener votantes críticos y rigurosos? No, interesa que sean crédulos y que se manejen con facilidad. La democracia es buena, pero los medios no siempre lo son.—Tal vez tampoco interese la existencia de consumidores críticos…—Eso es, tampoco interesan los clientes rigurosos. Cuando uno compara los antiguos sistemas de publicidad con los actuales, se ve muy claro. Antes se exponían las ventajas del producto. Pero ahora se apela a las emociones y a los sesgos cognitivos para activar la compra.«Cuando uno no es capaz de dirigir su atención de forma voluntaria, renuncia a su libertad» José Antonio Marina Filósofo y pedagogo—¿Qué mecanismos pueden ser eficaces para protegerse de la insensatez?—Propongo poner el acento en la importancia de conocer cómo funciona la inteligencia y cuáles son sus fallos para distinguir lo que son en realidad sesgos cognitivos. Aquí va un ejemplo. Cuando alguien repite algo mucho, puede llegar a convencer al otro, pues la mente funciona así: primero se extraña, luego se acostumbra, luego comienza a dar la razón y por último se convence e intenta convencer a otros. Pero además de aprender a distinguir las trampas mentales, hay que fortalecer los sistemas ejecutivos mentales y fomentar los sistemas inhibidores que impidan dejarse llevar por el primer impulso, por las prisas, por los automatismos y por la asociaciones emocionales.—¿Existen emociones peligrosas en este sentido?—El miedo y la pereza afectan directamente al funcionamiento y la eficacia de la inteligencia. Y también es frecuente la desconfianza hacia la posibilidad de llegar a un acuerdo.—En un entorno hostil, ¿conviene desarrollar creencias o hábitos protectores?—Lo importante es insistir en los hábitos porque permiten operar con facilidad, rapidez y de forma automática, de modo que no implican una sobrecarga para el cerebro. Es como el que aprende a conducir, que cuando lo convierte en un hábito ya no necesita tanta energía para ello. Construir hábitos permite desarrollar una inteligencia propia. Pero es importante que sean buenos hábitos. Por un lado están los cognitivos (cómo se piensa), y por otro, los afectivos (cómo se siente). Aprender a ser valiente y deshacerse de la pereza son buenos hábitos afectivos para evitar ser manipulado y gozar de salud, pues permiten al organismo mantenerse activo física e intelectualmente. Respecto a los cognitivos, conviene aceptar la vulnerabilidad y aprender que la mejor defensa frente a la manipulación es tener un pensamiento crítico.—No es fácil…—Es muy costoso. Uno tiene que estar decidido a buscar la verdad porque en cuanto distrae su atención, se vuelve crédulo y aumenta su nivel de aceptación. Si además uno está cansado, algo bastante frecuente en la sociedad actual, le falta la energía necesaria para poner en marcha un pensamiento crítico y se deja llevar por la pereza cognitiva.«El miedo y la pereza afectan directamente al funcionamiento y la eficacia de la inteligencia» José Antonio Marina Filósofo y pedagogo—Cuando habla de la inteligencia humana pone el acento en la atención…—Sí, porque la inteligencia animal solo tiene atención involuntaria, mientras que la humana puede atender a lo que decida sin estar a merced de un estímulo. Lo perverso de esto es que la atención involuntaria nunca se cansa y la voluntaria se agota fácilmente. Y esto explica que muchas personas puedan ser manejadas con tanta facilidad a través de esa atención involuntaria. Tenemos mermada la capacidad de poner foco. Y cuando uno no dirige su atención, renuncia a cualquier libertad y se convierte en manipulable.—¿Y no sirve de ayuda la memoria para poner foco?—En realidad suele jugar malas pasadas pues a menudo depende del estado de ánimo. Un ejemplo ilustrativo es que cuando uno está triste necesitaría acordarse de cosas alegres, pero lo más normal es que le vengan a la mente las tristes.Noticias relacionadas estandar Si Neurocientífica Nazareth Castellanos: «Una de las frases que más daño ha hecho a la sociedad es: ‘Si quieres, puedes’» Raquel Alcolea estandar No La senda Kaizen: tener una vida bonita es una suma de conquistas, no una gesta Tomás Navarro—Además del pensamiento crítico, ¿Qué otra vacuna contra la insensatez conviene tener en cuenta?—Es la que ayuda a tomar decisiones al máximo nivel pues afectan a la convivencia, la felicidad y la dignidad. Se trata del comportamiento éticamente bueno, que hay que tomar como una solución y no como obligación. Muchos de los problemas que se están dando en la actualidad se producen porque se intentar resolver todo desde la insensatez, alejados de ese comportamiento éticamente bueno. La bondad o el comportamiento éticamente bueno es un antídoto contra la manipulación y una súper vacuna frente a la insensatez. Pero es cierto que a menudo esa forma de actuar ante la vida se relaciona con ser blandengue o inútil. Pero no es así, sino todo lo contrario. La bondad es valiente, rigurosa e inteligente. Es una muestra de inteligencia que implica buscar en cada caso cuáles son las mejores soluciones para aquellos temas que afectan de lleno a la felicidad pública y privada.—¿Le cuestionan en el entorno académico cuando relaciona la bondad con la inteligencia?—Sí, pero el vínculo es fácil de explicar. Si la misión de la inteligencia resuelve problemas y los problemas que afectan a la felicidad, la convivencia y la justicia, que son los más importantes y los más complicados, se resuelven desde la ética práctica. ¿Dónde falla el argumento? La inteligencia trata de temas teóricos y prácticos que afectan a la felicidad, a la dignidad y a la convivencia. En Gaza, por ejemplo, se ha visto hasta qué punto la maldad y la insensatez pueden ir de la mano. Y eso ha propiciado la existencia de un espectáculo pavoroso.Muy personal José Antonio Marina (Toledo, 1939) Cuando era adolescente le apasionaba el baile, incluso quiso dedicarse a ello. Pero asegura que al final comprendió que lo que le fascinaba era la capacidad del bailarín para transfigurar el esfuerzo en gracia. Algo que, según confía, se puede trasladar a todo. Desconfía, «tal vez injustamente» –precisa– de los creadores que aseguran sufrir cuando crean. Declara que la gracia exige que no se note el esfuerzo y que así lo intenta en cada libro, que trabaja como si fuera una tesis doctoral, para después explicarlo todo de la manera más sencilla.—¿Qué es lo que más le preocupa de cara al futuro?—No solo los grandes problemas globales, como el cambio climático, el aumento de la desigualdad, la migración o la posibilidad de una guerra mundial; sino que también me preocupa que en un plazo no muy lejano se va a dar un cambio cultural enorme y que aún no se sepa quién lo va a liderar.—¿Un cambio en qué sentido?—La confluencia de poderosas tecnologías como la ingeniería genética, la nanotecnología, las ciencias cognitivas y la inteligencia artificial pueden dar lugar a una reinterpretación del ser humano. Me preocupa que no seamos capaces de tomar buenas decisiones porque se hayan debilitado todas nuestras defensas y que nos dejemos arrastrar hacia un gigantesco marco de insensatez. Por eso son tan urgentes las vacunas del pensamiento crítico y el comportamiento éticamente bueno. —¿Dónde podría empezar uno a vacunarse?—Lo ideal sería que los centros de vacunación para proteger el sistema inmunitario mental estuviesen permanentemente instalados en las escuelas y las universidades, en los medios de comunicación, en las instituciones públicas y en la redes sociales.
Sugiere José Antonio Marina en el arranque de su libro que los obsesos del poder siempre han mentido, pero que el contexto actual se está dando un nuevo marco pues, no es que se acepten las mentiras, sino que la idea imperante es que « … nada puede ser mentira porque nada puede ser verdad» y «que si lo que se dice no concuerda con la realidad, la culpa es de la realidad, no del que plantea el discurso». Consciente de la necesidad e aportar claridad en tiempos de confusión, el filósofo, ensayista y pedagogo aporta en su libro ‘La vacuna contra la insensatez’ (Ariel) una analogía entre el sistema inmunitario físico y el mental que aporta los recursos necesarios para fortalecer el pensamiento crítico, desactivar los tópicos que se aceptan como dogmas y entender las trampas cognitivas del cerebro.
Su objetivo es, según aclara, ayudar a protegerse contra la desinformación, la credulidad y la manipulación.
—La insensatez se define, según la RAE, como la falta de sentido o razón. Pero en su obra invita a dar un paso más allá en este concepto…
—La insensatez impide aplicar el juicio debido a las cosas, usar la información útil y ser capaz de resolver problemas. Supone además no saber utilizar la inteligencia para la finalidad última que es facilitar la felicidad privada y pública.
—¿Eso explica por qué la historia se repite una y otra vez?
—Se explica a través de lo que denomino «chapuzas evolutivas» o fallos de diseño. El cerebro ha evolucionado a medida que ha ido resolviendo problemas. Pero la tecnología emocional aprende con lentitud y seguimos teniendo un repertorio de emociones muy básico. Sin embargo, la parte más moderna del cerebro, que son los lóbulos frontales, aprenden rápido y siempre intentan controlar el mundo afectivo. Unas veces lo consiguen, otras no.
—¿Y qué consecuencias tiene ese desajuste?
—Puede llevar a equivocarse con facilidad y a ser manipulables. Producen ilusiones, sesgos o evidencias que mantienen su fuerza, aunque la razón nos diga que son falsas. Un ejemplo ilustrativo es el que se da en las ilusiones perceptivas: una persona puede saber que los fantasmas no existen y seguir teniendo miedo a cruzar un cementerio. Un pacifista puede emocionarse al contemplar un desfile militar. Esos fallos funcionan como trampas cognitivas y afectivas que provocan creencias, afectos y conductas insensatas. Pero si se saben identificar será más fácil defenderse de lo que denomino «patógenos mentales». De hecho, lo que planteo es una analogía entre el sistema inmunitario físico y el mental, ya que funcionan de un modo similar: si el sistema inmunitario del organismo está deprimido aumenta el riesgo de infecciones. Y lo mismo sucede con la mente, especialmente en este contexto, caracterizado por un deseo continuo de influir en la gente con procedimientos sistemáticos y refinados.
—¿Cuáles son esos patógenos mentales a los que se refiere?
—Los he dividido en tres grupos. Uno es el de las falsas noticias. Otro es el de los virus mentales, que son más complicados porque son las falsas noticias que alteran por completo la manera de pensar de una persona y que aprovechan la vulnerabilidad de una persona para debilitar su autonomía sin que se percate de ello. Y el tercer grupo, al que califico como los marcos de insensatez, es el formado por las ideologías que son más complejas porque producen una especie de blindaje frente a las evidencias pues quienes las sostienen solo registran aquello que les da la razón o confirma sus ideas. Un ejemplo es la política armamentística que defiende que para mantener la paz es preciso poner en práctica una política de disuasión que consiste en aumentar la capacidad destructiva.
—¿De qué manera afecta la acción de los virus mentales a los que hace referencia?
—Deprimen el sistema mental y la persona piensa que no puede hacer nada, que no vale la pena esforzarse y que nunca sabrá verdad… Y cuando el sistema inmunitario mental está deprimido uno se convierte en víctima. En España por ejemplo hay una inmunodeficiencia social con respecto a la corrupción: está tan normalizada que ya no se identifica. Eso impide crear «anticuerpos mentales» para defenderse de ella. Pongo otro ejemplo de virus mental. Un día planteé a mis alumnos de filosofía esta pregunta: «¿Son todas las opiniones respetables?». Todos contestaron que sí, esgrimiendo distintos argumentos, aparentemente válidos. Pero la realidad, según les revelé, es que estaban infectados por un virus mental que les había hecho confundir conceptos, pues lo que protege el derecho a la libertad de expresión o de pensamiento es a la persona, no al contenido de las opiniones.
—¿Cómo se debilita el sistema inmunológico mental?
—Lo grave es que no siempre se debilita como consecuencia de algo negativo. Algunas instituciones que son en sí buenas producen una depresión de la capacidad crítica como daño colateral. Por ejemplo, quien logra el poder democráticamente, busca persuadir para ganar votos. ¿Interesa entonces tener votantes críticos y rigurosos? No, interesa que sean crédulos y que se manejen con facilidad. La democracia es buena, pero los medios no siempre lo son.
—Tal vez tampoco interese la existencia de consumidores críticos…
—Eso es, tampoco interesan los clientes rigurosos. Cuando uno compara los antiguos sistemas de publicidad con los actuales, se ve muy claro. Antes se exponían las ventajas del producto. Pero ahora se apela a las emociones y a los sesgos cognitivos para activar la compra.
«Cuando uno no es capaz de dirigir su atención de forma voluntaria, renuncia a su libertad»
José Antonio Marina
Filósofo y pedagogo
—¿Qué mecanismos pueden ser eficaces para protegerse de la insensatez?
—Propongo poner el acento en la importancia de conocer cómo funciona la inteligencia y cuáles son sus fallos para distinguir lo que son en realidad sesgos cognitivos. Aquí va un ejemplo. Cuando alguien repite algo mucho, puede llegar a convencer al otro, pues la mente funciona así: primero se extraña, luego se acostumbra, luego comienza a dar la razón y por último se convence e intenta convencer a otros. Pero además de aprender a distinguir las trampas mentales, hay que fortalecer los sistemas ejecutivos mentales y fomentar los sistemas inhibidores que impidan dejarse llevar por el primer impulso, por las prisas, por los automatismos y por la asociaciones emocionales.
—¿Existen emociones peligrosas en este sentido?
—El miedo y la pereza afectan directamente al funcionamiento y la eficacia de la inteligencia. Y también es frecuente la desconfianza hacia la posibilidad de llegar a un acuerdo.
—En un entorno hostil, ¿conviene desarrollar creencias o hábitos protectores?
—Lo importante es insistir en los hábitos porque permiten operar con facilidad, rapidez y de forma automática, de modo que no implican una sobrecarga para el cerebro. Es como el que aprende a conducir, que cuando lo convierte en un hábito ya no necesita tanta energía para ello. Construir hábitos permite desarrollar una inteligencia propia. Pero es importante que sean buenos hábitos. Por un lado están los cognitivos (cómo se piensa), y por otro, los afectivos (cómo se siente). Aprender a ser valiente y deshacerse de la pereza son buenos hábitos afectivos para evitar ser manipulado y gozar de salud, pues permiten al organismo mantenerse activo física e intelectualmente. Respecto a los cognitivos, conviene aceptar la vulnerabilidad y aprender que la mejor defensa frente a la manipulación es tener un pensamiento crítico.
—No es fácil…
—Es muy costoso. Uno tiene que estar decidido a buscar la verdad porque en cuanto distrae su atención, se vuelve crédulo y aumenta su nivel de aceptación. Si además uno está cansado, algo bastante frecuente en la sociedad actual, le falta la energía necesaria para poner en marcha un pensamiento crítico y se deja llevar por la pereza cognitiva.
«El miedo y la pereza afectan directamente al funcionamiento y la eficacia de la inteligencia»
José Antonio Marina
Filósofo y pedagogo
—Cuando habla de la inteligencia humana pone el acento en la atención…
—Sí, porque la inteligencia animal solo tiene atención involuntaria, mientras que la humana puede atender a lo que decida sin estar a merced de un estímulo. Lo perverso de esto es que la atención involuntaria nunca se cansa y la voluntaria se agota fácilmente. Y esto explica que muchas personas puedan ser manejadas con tanta facilidad a través de esa atención involuntaria. Tenemos mermada la capacidad de poner foco. Y cuando uno no dirige su atención, renuncia a cualquier libertad y se convierte en manipulable.
—¿Y no sirve de ayuda la memoria para poner foco?
—En realidad suele jugar malas pasadas pues a menudo depende del estado de ánimo. Un ejemplo ilustrativo es que cuando uno está triste necesitaría acordarse de cosas alegres, pero lo más normal es que le vengan a la mente las tristes.
—Además del pensamiento crítico, ¿Qué otra vacuna contra la insensatez conviene tener en cuenta?
—Es la que ayuda a tomar decisiones al máximo nivel pues afectan a la convivencia, la felicidad y la dignidad. Se trata del comportamiento éticamente bueno, que hay que tomar como una solución y no como obligación. Muchos de los problemas que se están dando en la actualidad se producen porque se intentar resolver todo desde la insensatez, alejados de ese comportamiento éticamente bueno. La bondad o el comportamiento éticamente bueno es un antídoto contra la manipulación y una súper vacuna frente a la insensatez. Pero es cierto que a menudo esa forma de actuar ante la vida se relaciona con ser blandengue o inútil. Pero no es así, sino todo lo contrario. La bondad es valiente, rigurosa e inteligente. Es una muestra de inteligencia que implica buscar en cada caso cuáles son las mejores soluciones para aquellos temas que afectan de lleno a la felicidad pública y privada.
—¿Le cuestionan en el entorno académico cuando relaciona la bondad con la inteligencia?
—Sí, pero el vínculo es fácil de explicar. Si la misión de la inteligencia resuelve problemas y los problemas que afectan a la felicidad, la convivencia y la justicia, que son los más importantes y los más complicados, se resuelven desde la ética práctica. ¿Dónde falla el argumento? La inteligencia trata de temas teóricos y prácticos que afectan a la felicidad, a la dignidad y a la convivencia. En Gaza, por ejemplo, se ha visto hasta qué punto la maldad y la insensatez pueden ir de la mano. Y eso ha propiciado la existencia de un espectáculo pavoroso.
—¿Qué es lo que más le preocupa de cara al futuro?
—No solo los grandes problemas globales, como el cambio climático, el aumento de la desigualdad, la migración o la posibilidad de una guerra mundial; sino que también me preocupa que en un plazo no muy lejano se va a dar un cambio cultural enorme y que aún no se sepa quién lo va a liderar.
—¿Un cambio en qué sentido?
—La confluencia de poderosas tecnologías como la ingeniería genética, la nanotecnología, las ciencias cognitivas y la inteligencia artificial pueden dar lugar a una reinterpretación del ser humano. Me preocupa que no seamos capaces de tomar buenas decisiones porque se hayan debilitado todas nuestras defensas y que nos dejemos arrastrar hacia un gigantesco marco de insensatez. Por eso son tan urgentes las vacunas del pensamiento crítico y el comportamiento éticamente bueno.
—¿Dónde podría empezar uno a vacunarse?
—Lo ideal sería que los centros de vacunación para proteger el sistema inmunitario mental estuviesen permanentemente instalados en las escuelas y las universidades, en los medios de comunicación, en las instituciones públicas y en la redes sociales.
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