El diplomático llegó a nuestro país el año pasado, poco antes de que Canadá saltara a los titulares por las amenazas de aranceles y anexión de Donald Trump. Esta semana, el país acoge la cumbre del G-7, la primera con el republicano de vuelta en la Casa Blanca Leer El diplomático llegó a nuestro país el año pasado, poco antes de que Canadá saltara a los titulares por las amenazas de aranceles y anexión de Donald Trump. Esta semana, el país acoge la cumbre del G-7, la primera con el republicano de vuelta en la Casa Blanca Leer
Cuando un joven Jeffrey Marder (Toronto, 1967) compró un billete de avión rumbo a Europa para perderse por Portugal y España tras licenciarse en Historia, difícilmente habría imaginado que, décadas después, volvería a sus capitales como embajador de Canadá: primero en Lisboa y ahora en Madrid. Tampoco habría previsto, al aterrizar nuevamente en España en septiembre, que su país se vería catapultado al foco geopolítico mundial, cortesía de Donald Trump.
«Canadá está en boca de todos», asegura Marder, quien recibe a EL MUNDO en la sede de su misión diplomática en Madrid. Razones no faltan: en apenas seis meses, el hijo pródigo Justin Trudeau dimitió; el hasta entonces outsider Mark Carney se convirtió en líder del Partido Liberal y, poco después, en primer ministro; el que parecía seguro vencedor de las elecciones federales, el conservador Pierre Poilievre, perdió el escaño; y Canadá se ha visto envuelto en una guerra comercial con su vecino, Estados Unidos, a raíz de las amenazas de Trump de convertir el país en el «estado número 51».
Canadá regresa esta semana al primer plano internacional al acoger la cumbre del G-7 en Alberta, en un momento en que los líderes están más divididos que nunca por la política arancelaria de Estados Unidos y las profundas discrepancias con Washington sobre cómo abordar las guerras en Ucrania y Gaza.
«Hay un gran interés, tanto por parte de España como de otros socios europeos, sobre cómo están reaccionando el Gobierno y el pueblo canadiense ante estos nuevos retos a los que nos enfrentamos por parte de nuestro mayor y más importante socio. Poder acoger esta cumbre, así como participar en las próximas reuniones de la UE-Canadá y de la OTAN a finales de mes, nos permitirá mostrar firmeza para afrontar los desafíos que tenemos por delante en este renovado panorama geopolítico», afirma Marder.
- Durante una recepción en su residencia antes de las elecciones federales, usted utilizó la palabra «incertidumbre» para describir el sentimiento del pueblo canadiense. Ahora, tras la elección de Mark Carney, ¿la seguiría utilizando o cree que ha cambiado la forma en que los canadienses ven su futuro político?
- Ahora utilizo otra palabra. Sigue habiendo incertidumbre -hemos visto cambios geopolíticos muy importantes en los últimos meses-, pero para mí, la clave ahora es otra: «diversificación». Nuestro principal mercado ha sido, históricamente, Estados Unidos. Y, por nuestra geografía y los flujos comerciales norte-sur en América del Norte, creo que es justo decir que seguirá siendo siempre nuestro socio comercial número uno. Pero tenemos que diversificar nuestras alianzas. Es algo en lo que llevamos años trabajando, y, aunque hemos logrado ciertos avances, aún son modestos: antes exportábamos alrededor del 90% de nuestras mercancías a Estados Unidos; ahora estamos en torno al 78%. Así que sí, «diversificación» es la palabra clave, y ha sido una de las grandes prioridades del primer ministro Carney desde su llegada al cargo. No es casual que su primer viaje internacional con ese objetivo fuera a Europa: visitó Londres, París… y por supuesto, España es un socio fundamental en ese proceso. Además, esto ya no se trata sólo de Canadá o México -también en el punto de mira de Trump al inicio de esta nueva guerra comercial-; ahora se ha extendido a escala global. Últimamente se habla mucho de cómo Europa debe afrontar este nuevo desafío. Así que Europa también está tratando de diversificar. Y uno de mis principales objetivos como embajador es demostrar que Canadá es un socio sólido y fiable, sobre todo en el ámbito comercial.
- ¿Qué sectores considera Ottawa como prioritarios para colaborar con España? ¿Existen ya iniciativas bilaterales que pongan de relieve esta asociación comercial?
- Tanto Canadá como España son potencias medias con mercados internos sólidos que dependen de un sistema internacional basado en reglas. Desde hace años existe una estrecha colaboración en el ámbito multilateral, y el comercio bilateral se ha intensificado desde la entrada en vigor provisional del CETA [el Acuerdo Económico y Comercial Global entre Canadá y la Unión Europea]. Hay varios sectores donde ambos países pueden complementarse. Uno que me sorprendió es el agrícola: nosotros no producimos aceite de oliva ni naranjas, y España no exporta grandes cantidades de trigo o lentejas, así que ahí hay una complementariedad muy clara. También compartimos intereses en sectores estratégicos como las tecnologías limpias, la economía circular, la automoción y el sector aeroespacial, donde ya hay cooperación activa. Y no puedo dejar de mencionar la inteligencia artificial. Canadá cuenta con una gran trayectoria en este campo, con tres ciudades -Toronto, Montreal y Edmonton- que se han consolidado como polos de innovación, y España también está muy bien posicionada. Hay un gran potencial de colaboración, sobre todo en el uso de la IA para mejorar la gestión pública y abordar desafíos sociales como el acceso a la vivienda, una preocupación común en ambos países. De hecho, hace unas semanas estuve en San Sebastián, visitando una empresa nacida en Canadá que ha establecido allí su sede global. Es una firma puntera, dedicada a la computación cuántica e inteligencia artificial, y un ejemplo concreto de la colaboración tecnológica que ya existe entre Canadá y España.
- En un hecho inédito, Mark Carney acaba de nombrar a Evan Solomon como el primer ministro de Inteligencia Artificial, el primero en la historia del país.
- El primer ministro Carney ha conformado un gabinete más reducido que los anteriores, con paridad de género, siguiendo la tradición iniciada por Justin Trudeau. Y, aun así, por primera vez en la historia, tenemos un ministro de Inteligencia Artificial. Una de las primeras tareas será contribuir a que el Gobierno funcione de forma más eficiente. Pero, sin duda, la aplicación de la inteligencia artificial a algunos de los grandes problemas sociales que afrontamos -no sólo en Canadá y España, sino en muchas sociedades- será clave. Es un gran reto. Hay muchas entidades públicas trabajando en inteligencia artificial, pero también muchas empresas del sector privado. Hablaba antes de la importancia de un sistema internacional basado en reglas, y estas empresas necesitan precisamente eso: estabilidad. Evidentemente, la inteligencia artificial entraña ciertos riesgos. Así que, al nombrar a un ministro dedicado a ello, Carney ha dejado claro que es una prioridad y que va a abordar este tema con seriedad, involucrando a todos los actores relevantes para establecer unas reglas claras de gobernanza.
- Durante su reciente visita a la Casa Blanca, Carney reiteró que Canadá no está en venta y nunca lo estará. Sin embargo, el presidente Trump fue explícito sobre su deseo de que Canadá se convierta en el estado número 51. ¿Qué tan real y tangible es hoy la amenaza de anexión?
- Mi primer ministro ha sido claro: eso nunca va a ocurrir. Y tanto los políticos como los canadienses en general han dejado claro que no sucederá. Sin embargo, a partir de aquella reunión y de una llamada telefónica previa, el primer ministro Carney y el presidente Trump han comenzado a definir una nueva relación de seguridad y económica entre Canadá y Estados Unidos, basada en el respeto mutuo y en intereses compartidos. Creo que hemos empezado bien. Probablemente no será fácil, y surgirán muchos retos inesperados en el camino, pero la realidad es que esta es una asociación que se ha desarrollado a lo largo de décadas. Nuestra interdependencia económica es fundamental. Cada día cruzan la frontera bienes y servicios por valor de aproximadamente 3.5 mil millones de dólares canadienses. El 70% de las exportaciones canadienses hacia Estados Unidos son insumos como acero, aluminio y potasa para manufactura de valor añadido en ese país. Nuestras economías están tan entrelazadas que intentar desvincularlas sería contraproducente tanto para Canadá como para Estados Unidos. En cuanto al CUSMA [el acuerdo comercial entre Canadá, Estados Unidos y México], ya hemos acordado revisarlo. Fue negociado durante la primera Administración Trump como reemplazo del antiguo NAFTA, y la revisión está programada para el año que viene, aunque es posible que se adelante.
- Si algo positivo dejó la tormenta Trump, fue el resurgimiento del nacionalismo canadiense, con boicots a productos estadounidenses y una renovada celebración de la identidad nacional. Pero las encuestas indican que el sentimiento de crisis que impulsó a Mark Carney hacia la victoria empieza a disiparse. ¿Cómo puede el Gobierno mantener la unidad nacional y el respaldo público?
- Puede que ese sentimiento haya remitido algo, pero no podemos caer en la autocomplacencia. Hace apenas unos días se anunciaron nuevos aranceles al acero y al aluminio, que afectan especialmente a Canadá, uno de los principales proveedores de esos materiales a Estados Unidos. Así que no podemos bajar la guardia. Hasta la amenaza de Trump, jamás había visto a los canadienses tan unidos. Todos reconocemos la importancia continua de nuestra relación con nuestro vecino al sur, pero también los retos que tenemos por delante, que se espera que se prolonguen durante varios años. Y si me permite un apunte más ligero: algo que también nos une mucho ahora es la final de la Stanley Cup. Los Edmonton Oilers están enfrentándose a los Florida Panthers, y creo que eso también ayuda a mantenernos enfocados en la necesidad de defender nuestros intereses… en todos los terrenos.
- A finales de mayo, el Parlamento de Canadá abrió su 45.ª sesión tras seis meses de suspensión, con el rey Carlos pronunciando el Discurso del Trono. Muchos analistas políticos han calificado la decisión de Carney de invitar al rey, en lugar de a la gobernadora general Mary Simon, para abrir el Parlamento como un «triunfo constitucional». En su opinión, ¿qué mensaje envía a Washington la presencia del monarca en este momento tan delicado?
- Creo que envía un mensaje contundente de unidad desde Canadá, subrayando la importancia de la alianza transatlántica y la relación especial entre Canadá y el Reino Unido. Es un gesto sumamente simbólico. El presidente Trump parece mantener una buena relación tanto con el Reino Unido, como con su primer ministro y con el rey. Por tanto, es una demostración para los canadienses, los estadounidenses y el mundo entero de que Canadá es un país fuerte, miembro de la Commonwealth, con sólidas alianzas globales, especialmente con el Reino Unido. Y que nos mostraremos firmes para afrontar los retos que se nos presentan.
- Uno de los objetivos de Carney para el Día de Canadá [1 de julio] es unirse al programa Rearm Europe para fortalecer la Defensa canadiense y reducir su dependencia de Estados Unidos. Con la guerra en Ucrania aún en curso y el compromiso pendiente de alcanzar el 2% del PIB en gasto en Defensa, ¿cómo visualiza Canadá su papel en la contribución a la seguridad de Europa, y qué oportunidades ve para una cooperación más estrecha entre Canadá y España?
- En los últimos meses, he dedicado mucho tiempo a recordar que Canadá es el otro socio transatlántico al otro lado del océano. Hemos sido un actor muy importante dentro de la OTAN, participando en casi todas sus operaciones militares. Actualmente lideramos la fuerza avanzada en Letonia, con la participación de soldados españoles. Por eso, estamos firmemente comprometidos con la alianza transatlántica y con la OTAN como piedra angular de esa alianza. Próximamente se celebrará una cumbre de la OTAN, y Canadá está decidido a hacer las inversiones necesarias para defender nuestra soberanía y cumplir con nuestras responsabilidades hacia los demás miembros de la OTAN. Nos comprometemos a aumentar nuestra inversión en Defensa hasta alcanzar el 2% del PIB [para finales de este año, medio lustro antes de lo previsto, tal como anunció el primer ministro la semana pasada]. Además, ya existe colaboración entre empresas canadienses y europeas, especialmente en los sectores aeroespacial y de defensa aeroespacial. Hemos dejado claro que nos gustaría ser socios en el programa Rearm Europe, dentro de la iniciativa Safe Europe. De hecho, el próximo 23 de junio tendremos una cumbre Canadá-UE, justo antes de la cumbre de la OTAN, donde el primer ministro se reunirá con jefes de Estado y de Gobierno, con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y con el presidente del Consejo Europeo, António Costa. Esta será una gran oportunidad para subrayar la importancia de la sólida relación existente entre Canadá y la UE, y para reafirmar el camino que seguiremos en el futuro. La Defensa y la seguridad serán una parte fundamental de esa colaboración.
- ¿Sigue Canadá firme en su compromiso de armar a Ucrania?
- Nuestro compromiso es firme e inquebrantable y lo hemos dejado claro en múltiples ocasiones, tanto de manera bilateral como en el marco de la OTAN. Este año, Canadá ocupa la presidencia del G-7, y esta semana se celebrará la cumbre de líderes, que estoy seguro será otra oportunidad para reafirmar nuestro apoyo incondicional a Ucrania. Hemos proporcionado hasta la fecha alrededor de 20 mil millones de dólares canadienses [unos 13 mil millones de euros] en apoyo militar y no militar a Ucrania, y estamos decididos a aumentarlo. El primer ministro se reunió recientemente en Roma con el presidente Zelenski, en lo que creo fue su primer encuentro cara a cara. Por tanto, nuestro compromiso con Ucrania es firme, con una coordinación cada vez mayor con los países europeos y miembros de la OTAN para enfrentar el desafío que Rusia representa para Europa y, en verdad, para el mundo.
Internacional // elmundo