En 1985, con la Guerra Fría algo más caldeada, el entonces presidente norteamericano, Ronald Reagan, y su contraparte sovético, Mijail Gorbachov, propusieron en la Cumbre de Superpotencias de Ginebra un megaproyecto internacional para conseguir obtener la energía de fusión o recrear aquí en la Tierra las condiciones del interior del Sol. En teoría, este sistema, que difiere de los reactores de fisión (como los de Chernóbil o Fukushima) en que los átomos no se dividen, sino que se unen, libera una energía casi ilimitada, limpia y, además, mucho más segura. Pero existía (y aún perdura) un problema: se estaba muy lejos de ‘dominar’ los misterios de esta reacción y mucho más de conseguir un generador que se pudiera conectar a la corriente para alimentar nuestras neveras. Los años pasaron, pero la idea se concretó a principios de los 2000, cuando potencias tan dispares como EE.UU., Rusia o China, amén de la Unión Europea y otros países asiáticos como Japón o Corea, firmaron un ambicioso acuerdo por el que todos los miembros aportarían sus conocimientos e inversión para crear en la presente década el primer prototipo de reactor de fusión de la humanidad. El proyecto se bautizó como ITER (siglas que corresponden a International Thermonuclear Experimental Reactor). Ha pasado casi medio siglo y, evidentemente, las relaciones entre los estados son muy diferentes. Potencias como China se alzan en contraposición al ahora errático gobierno de los Estados Unidos; Rusia, que intenta no perder el poder hegemónico que obtuvo con la Unión Soviética a golpe de guerra y desafío, ha visto sus relaciones totalmente congeladas con Europa tras invadir Ucrania. Países emergentes como Corea o la India pujan por convertirse en referentes… Y, de forma paralela, el proyecto ITER ha conseguido seguir adelante, incluso a pesar de un presupuesto (financiado en un 40% por la Unión Europea y el 60% restante por China, India, Japón, Corea del Sur, Rusia y Estados Unidos) que se ha visto disparado de los 5.000 millones de euros planteados inicialmente hasta los más de 20.000 según uno de los últimos informes. Impresionantemente ajeno a las polémicas que estallan en todo el mundo, el último gran experimento global en el que participan miles de ingenieros y científicos de todas las partes del planeta continúa dando pasos para conseguir la ambiciosa tarea de ‘domesticar’ la energía que producen las estrellas aquí, en la Tierra. «En tiempos en los que los desacuerdos políticos son patentes, ITER sigue sentando en torno a una misma mesa a gobiernos que no se hablan», dice Carlos Hidalgo, director del Laboratorio Nacional de Fusión, dependiente del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) y uno de los científicos y responsables que toman asiento en esas reuniones donde las cuestiones políticas pasan a un segundo plano en pos de un futuro mejor para todos. Aún así, advierte: «No debemos hacer caso a los vendedores de alfombras voladoras que dicen que la energía de fusión se va a conseguir mañana. No va a pasar tan pronto, pero merece la pena seguir perseverando y tener paciencia».Noticia Relacionada reportaje Si Imanes para luchar contra el cáncer Patricia BioscaCómo funcionaEl reactor de fusión ITER, un programa que encabeza la Unión Europea y que está siendo construido en Cadarache, al sureste de Francia, una vez completado, será esencialmente un gigantesco recipiente con forma de rosquilla, conocido como reactor tokamak. Ahí se contendrá hidrógeno a temperaturas tan altas que se ionizará, formando un estado de la materia entre líquido y gas llamado plasma. Potentes campos magnéticos y eléctricos, que fluyen desde y a través del tokamak, rodearán y calentarán la nube de plasma, de modo que los átomos en su interior colisionarán y se fusionarán, liberando inmensas cantidades de energía.Banderas de los distintos países que participan en el proyecto ITER ondeando en el centro de Cadarache, Francia ITERA pleno rendimiento, se espera que el ITER produzca 500 megavatios de energía de fusión con tan solo 50 megavatios de potencia de calentamiento de entrada. Esto es una ganancia diez veces superior a la que se produjo a finales de 2023 en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore (EE.UU.), perteneciente al Centro Nacional de Ignición (NIF, por sus siglas en inglés), en el que por primera vez se consiguió una reacción de fusión con ganancia positiva si bien con un sistema distinto: el inercial. En este caso se utilizaron casi 200 láseres apuntando a una esfera milimétrica con isótopos de hidrógeno (deuterio y tritio) para generar el mismo proceso, una metodología que, según apuntan los expertos, a priori tendrá más problemas para crear reactores comerciales que produzcan energía constante y se puedan ‘enchufar’ a la red eléctrica. De hecho, alargar la reacción que el NIF solo consiguió durante billonésimas de segundo será otros de los objetivos de ITER: la intención es mantenerla hasta los 500 segundos a alta potencia (algo más de 8 minutos) y hasta los 1.500 a media potencia (25 minutos). Acto de colocación de la primera piedra del IFMIF-DONES, con la ministra de Ciencia, Diana Morant La aportación española para lograr ‘domar’ la energía de las estrellas En 2003 el proyecto ITER vivió una ‘batalla’ sin igual entre España y Francia por albergar el que sería el primer prototipo experimental de reactor de fusión. Una empresa en la que nuestro país, que aportaba la candidatura de Vandellós (Tarragona), puso toda la carne en el asador: el Gobierno de José María Aznar pasó de una inversión de 450 millones de euros a 900 para conseguir que nuestro país se llevara el gato al agua de la fusión nuclear. Sin embargo, en diciembre de ese mismo año, la Unión Europea anunciaba que ITER se instalaría en la vieja finca francesa de Cadarache. No obstante, España siguió comprometida en el proceso de conseguir la casi ilimitada y limpia energía de las estrellas. Tanto que presentó una nueva candidatura, esta vez para albergar el IFMIF-DONES (International Fusion Materials Irradiation Facility DEMO-Oriented NEutron Source), unas instalaciones que servirán para testar los materiales que se usarán en los reactores del futuro. Y lo consiguió. Aunque esta vez se apostó por la pequeña localidad granadina de Escúzar, que cede una parcela de 100.000 metros cuadrados en los que se prevé trabajen más de 1.000 personas. Pero, ¿por qué IFMIF-DONES será clave para ITER? Es importante recalcar que este megaproyecto no será un reactor a fusión comercial, sino solo un demostrador tecnológico para probar que la energía de fusión es viable. Después llegará el segundo paso: evidenciar que, además de viable, es rentable. Para eso se creará DEMO (DEMOnstration Power Plant), seguido más tarde de PROTO (PROTOtype Power Plant), que sumará todo lo aprendido para crear el primer prototipo comercial, algo que llegará a partir de la década de 2040. Bombardeo de neutrones En todo este proceso, IFMIF-DONES será clave porque ‘encerrar’ los procesos que se producen en el Sol no es una tarea sencilla: cuando el deuterio y el tritio, los isótopos de hidrógeno que se utilizan en la Tierra para recrear los procesos del Sol, se unen, se crea un potente neutrón que, si bien será clave para conseguir energía, también tiene consecuencias: estas partículas cargadas pueden degradar los componentes del reactor. Por ello, para probar antes sus consecuencias, IFMIF-DONES simulará este bombardeo en diferentes materiales y probar su resistencia. Y para lograrlo, se creará un acelerador lineal de partículas diseñado para trabajar con una energía de 40 megaelectronvoltios. Pero eso ocurrirá en el futuro: de momento, el proyecto aún está en ciernes (se espera que empiece a operar en 2034) y hace apenas un mes se llevaba a cabo una ceremonia simbólica para colocar la primera piedra, acto en el que estuvieron presentes la ministra de Hacienda María Jesús Montero y la ministra de Ciencia, Diana Morant. El último paso para hacer realidad este reactor se produjo apenas hace un mes. Se entregó el sexto módulo del Solenoide Central, el imán más potente del sistema y capaz de elevar con su potencia un portaaviones. Este elemento, construido y probado en Estados Unidos, funcionará en conjunto con seis imanes de campo poloidal, creados en Rusia, Europa y China. La idea es que ITER empiece a operar en 2034 y demuestre todo su potencial en 2039. Por supuesto, no ha sido un camino sencillo: este megaproyecto acumula más de dos décadas de retrasos y ha estado en la cuerda floja más de una vez: no solo por cuestiones de incremento de presupuesto, sino también por planteamientos conceptuales que después hubo problemas para llevar a la práctica.Noticia Relacionada estandar Si La construcción de la máquina más grande del mundo divide a los físicos Judith de Jorge El laboratorio europeo CERN planea un acelerador de partículas circular más largo que el canal de Panamá para 2040«Sin embargo, lo más difícil ya está hecho -señala Hidalgo-. Ahora nos queda un recorrido tecnológico que se verá impulsado por la entrada de capital privado en el proyecto, algo que hasta ahora no había ocurrido», remarca el director del Ciemat refiriéndose a que el año pasado se aprobó que inversores privados, y no solo fondos públicos, puedan financiar el proyecto.Un prototipo internacional, muchos nacionalesNo obstante, ITER solo será un demostrador de tecnología: sus enseñanzas servirán para que cada uno de los países que participan (un total de 35) puedan crear sus propios prototipos. «Al integrar todos los sistemas necesarios para la fusión a escala industrial, ITER actúa como un laboratorio de investigación masivo y complejo para sus más de 30 países miembros, proporcionando el conocimiento y los datos necesarios para optimizar la energía de fusión comercial», señalan desde ITER. Pero la empresa es tan jugosa que, en paralelo, la mayoría de los estados están construyendo sus reactores ‘patrios’. Además del NIF, en EE.UU. se encuentra el proyecto SPARC, en las instalaciones del mítico Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT); un demostrador científico de la energía de fusión en el que están involucradas aparte varias empresas y personalidades (entre ellas, el creador de Microsoft, Bill Gates; y el magnate de Amazon, Jeff Bezos). Europa tiene a su vanguardia el Join European Torus (JET), su ITER en ‘miniatura’ -en concreto, un modelo tokamak diez veces más pequeño-, que ha conseguido generar 59 megajulios durante 5 segundos. China tiene varios prototipos en ciernes y está invirtiendo una ingente cantidad de dinero; y otros países como Japón o Corea del Sur también están haciendo avances con sus propios prototipos. Todo con el mismo objetivo: controlar la prometedora energía de las estrellas. En 1985, con la Guerra Fría algo más caldeada, el entonces presidente norteamericano, Ronald Reagan, y su contraparte sovético, Mijail Gorbachov, propusieron en la Cumbre de Superpotencias de Ginebra un megaproyecto internacional para conseguir obtener la energía de fusión o recrear aquí en la Tierra las condiciones del interior del Sol. En teoría, este sistema, que difiere de los reactores de fisión (como los de Chernóbil o Fukushima) en que los átomos no se dividen, sino que se unen, libera una energía casi ilimitada, limpia y, además, mucho más segura. Pero existía (y aún perdura) un problema: se estaba muy lejos de ‘dominar’ los misterios de esta reacción y mucho más de conseguir un generador que se pudiera conectar a la corriente para alimentar nuestras neveras. Los años pasaron, pero la idea se concretó a principios de los 2000, cuando potencias tan dispares como EE.UU., Rusia o China, amén de la Unión Europea y otros países asiáticos como Japón o Corea, firmaron un ambicioso acuerdo por el que todos los miembros aportarían sus conocimientos e inversión para crear en la presente década el primer prototipo de reactor de fusión de la humanidad. El proyecto se bautizó como ITER (siglas que corresponden a International Thermonuclear Experimental Reactor). Ha pasado casi medio siglo y, evidentemente, las relaciones entre los estados son muy diferentes. Potencias como China se alzan en contraposición al ahora errático gobierno de los Estados Unidos; Rusia, que intenta no perder el poder hegemónico que obtuvo con la Unión Soviética a golpe de guerra y desafío, ha visto sus relaciones totalmente congeladas con Europa tras invadir Ucrania. Países emergentes como Corea o la India pujan por convertirse en referentes… Y, de forma paralela, el proyecto ITER ha conseguido seguir adelante, incluso a pesar de un presupuesto (financiado en un 40% por la Unión Europea y el 60% restante por China, India, Japón, Corea del Sur, Rusia y Estados Unidos) que se ha visto disparado de los 5.000 millones de euros planteados inicialmente hasta los más de 20.000 según uno de los últimos informes. Impresionantemente ajeno a las polémicas que estallan en todo el mundo, el último gran experimento global en el que participan miles de ingenieros y científicos de todas las partes del planeta continúa dando pasos para conseguir la ambiciosa tarea de ‘domesticar’ la energía que producen las estrellas aquí, en la Tierra. «En tiempos en los que los desacuerdos políticos son patentes, ITER sigue sentando en torno a una misma mesa a gobiernos que no se hablan», dice Carlos Hidalgo, director del Laboratorio Nacional de Fusión, dependiente del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) y uno de los científicos y responsables que toman asiento en esas reuniones donde las cuestiones políticas pasan a un segundo plano en pos de un futuro mejor para todos. Aún así, advierte: «No debemos hacer caso a los vendedores de alfombras voladoras que dicen que la energía de fusión se va a conseguir mañana. No va a pasar tan pronto, pero merece la pena seguir perseverando y tener paciencia».Noticia Relacionada reportaje Si Imanes para luchar contra el cáncer Patricia BioscaCómo funcionaEl reactor de fusión ITER, un programa que encabeza la Unión Europea y que está siendo construido en Cadarache, al sureste de Francia, una vez completado, será esencialmente un gigantesco recipiente con forma de rosquilla, conocido como reactor tokamak. Ahí se contendrá hidrógeno a temperaturas tan altas que se ionizará, formando un estado de la materia entre líquido y gas llamado plasma. Potentes campos magnéticos y eléctricos, que fluyen desde y a través del tokamak, rodearán y calentarán la nube de plasma, de modo que los átomos en su interior colisionarán y se fusionarán, liberando inmensas cantidades de energía.Banderas de los distintos países que participan en el proyecto ITER ondeando en el centro de Cadarache, Francia ITERA pleno rendimiento, se espera que el ITER produzca 500 megavatios de energía de fusión con tan solo 50 megavatios de potencia de calentamiento de entrada. Esto es una ganancia diez veces superior a la que se produjo a finales de 2023 en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore (EE.UU.), perteneciente al Centro Nacional de Ignición (NIF, por sus siglas en inglés), en el que por primera vez se consiguió una reacción de fusión con ganancia positiva si bien con un sistema distinto: el inercial. En este caso se utilizaron casi 200 láseres apuntando a una esfera milimétrica con isótopos de hidrógeno (deuterio y tritio) para generar el mismo proceso, una metodología que, según apuntan los expertos, a priori tendrá más problemas para crear reactores comerciales que produzcan energía constante y se puedan ‘enchufar’ a la red eléctrica. De hecho, alargar la reacción que el NIF solo consiguió durante billonésimas de segundo será otros de los objetivos de ITER: la intención es mantenerla hasta los 500 segundos a alta potencia (algo más de 8 minutos) y hasta los 1.500 a media potencia (25 minutos). Acto de colocación de la primera piedra del IFMIF-DONES, con la ministra de Ciencia, Diana Morant La aportación española para lograr ‘domar’ la energía de las estrellas En 2003 el proyecto ITER vivió una ‘batalla’ sin igual entre España y Francia por albergar el que sería el primer prototipo experimental de reactor de fusión. Una empresa en la que nuestro país, que aportaba la candidatura de Vandellós (Tarragona), puso toda la carne en el asador: el Gobierno de José María Aznar pasó de una inversión de 450 millones de euros a 900 para conseguir que nuestro país se llevara el gato al agua de la fusión nuclear. Sin embargo, en diciembre de ese mismo año, la Unión Europea anunciaba que ITER se instalaría en la vieja finca francesa de Cadarache. No obstante, España siguió comprometida en el proceso de conseguir la casi ilimitada y limpia energía de las estrellas. Tanto que presentó una nueva candidatura, esta vez para albergar el IFMIF-DONES (International Fusion Materials Irradiation Facility DEMO-Oriented NEutron Source), unas instalaciones que servirán para testar los materiales que se usarán en los reactores del futuro. Y lo consiguió. Aunque esta vez se apostó por la pequeña localidad granadina de Escúzar, que cede una parcela de 100.000 metros cuadrados en los que se prevé trabajen más de 1.000 personas. Pero, ¿por qué IFMIF-DONES será clave para ITER? Es importante recalcar que este megaproyecto no será un reactor a fusión comercial, sino solo un demostrador tecnológico para probar que la energía de fusión es viable. Después llegará el segundo paso: evidenciar que, además de viable, es rentable. Para eso se creará DEMO (DEMOnstration Power Plant), seguido más tarde de PROTO (PROTOtype Power Plant), que sumará todo lo aprendido para crear el primer prototipo comercial, algo que llegará a partir de la década de 2040. Bombardeo de neutrones En todo este proceso, IFMIF-DONES será clave porque ‘encerrar’ los procesos que se producen en el Sol no es una tarea sencilla: cuando el deuterio y el tritio, los isótopos de hidrógeno que se utilizan en la Tierra para recrear los procesos del Sol, se unen, se crea un potente neutrón que, si bien será clave para conseguir energía, también tiene consecuencias: estas partículas cargadas pueden degradar los componentes del reactor. Por ello, para probar antes sus consecuencias, IFMIF-DONES simulará este bombardeo en diferentes materiales y probar su resistencia. Y para lograrlo, se creará un acelerador lineal de partículas diseñado para trabajar con una energía de 40 megaelectronvoltios. Pero eso ocurrirá en el futuro: de momento, el proyecto aún está en ciernes (se espera que empiece a operar en 2034) y hace apenas un mes se llevaba a cabo una ceremonia simbólica para colocar la primera piedra, acto en el que estuvieron presentes la ministra de Hacienda María Jesús Montero y la ministra de Ciencia, Diana Morant. El último paso para hacer realidad este reactor se produjo apenas hace un mes. Se entregó el sexto módulo del Solenoide Central, el imán más potente del sistema y capaz de elevar con su potencia un portaaviones. Este elemento, construido y probado en Estados Unidos, funcionará en conjunto con seis imanes de campo poloidal, creados en Rusia, Europa y China. La idea es que ITER empiece a operar en 2034 y demuestre todo su potencial en 2039. Por supuesto, no ha sido un camino sencillo: este megaproyecto acumula más de dos décadas de retrasos y ha estado en la cuerda floja más de una vez: no solo por cuestiones de incremento de presupuesto, sino también por planteamientos conceptuales que después hubo problemas para llevar a la práctica.Noticia Relacionada estandar Si La construcción de la máquina más grande del mundo divide a los físicos Judith de Jorge El laboratorio europeo CERN planea un acelerador de partículas circular más largo que el canal de Panamá para 2040«Sin embargo, lo más difícil ya está hecho -señala Hidalgo-. Ahora nos queda un recorrido tecnológico que se verá impulsado por la entrada de capital privado en el proyecto, algo que hasta ahora no había ocurrido», remarca el director del Ciemat refiriéndose a que el año pasado se aprobó que inversores privados, y no solo fondos públicos, puedan financiar el proyecto.Un prototipo internacional, muchos nacionalesNo obstante, ITER solo será un demostrador de tecnología: sus enseñanzas servirán para que cada uno de los países que participan (un total de 35) puedan crear sus propios prototipos. «Al integrar todos los sistemas necesarios para la fusión a escala industrial, ITER actúa como un laboratorio de investigación masivo y complejo para sus más de 30 países miembros, proporcionando el conocimiento y los datos necesarios para optimizar la energía de fusión comercial», señalan desde ITER. Pero la empresa es tan jugosa que, en paralelo, la mayoría de los estados están construyendo sus reactores ‘patrios’. Además del NIF, en EE.UU. se encuentra el proyecto SPARC, en las instalaciones del mítico Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT); un demostrador científico de la energía de fusión en el que están involucradas aparte varias empresas y personalidades (entre ellas, el creador de Microsoft, Bill Gates; y el magnate de Amazon, Jeff Bezos). Europa tiene a su vanguardia el Join European Torus (JET), su ITER en ‘miniatura’ -en concreto, un modelo tokamak diez veces más pequeño-, que ha conseguido generar 59 megajulios durante 5 segundos. China tiene varios prototipos en ciernes y está invirtiendo una ingente cantidad de dinero; y otros países como Japón o Corea del Sur también están haciendo avances con sus propios prototipos. Todo con el mismo objetivo: controlar la prometedora energía de las estrellas.
En 1985, con la Guerra Fría algo más caldeada, el entonces presidente norteamericano, Ronald Reagan, y su contraparte sovético, Mijail Gorbachov, propusieron en la Cumbre de Superpotencias de Ginebra un megaproyecto internacional para conseguir obtener la energía de fusión o recrear aquí en la … Tierra las condiciones del interior del Sol.
En teoría, este sistema, que difiere de los reactores de fisión (como los de Chernóbil o Fukushima) en que los átomos no se dividen, sino que se unen, libera una energía casi ilimitada, limpia y, además, mucho más segura. Pero existía (y aún perdura) un problema: se estaba muy lejos de ‘dominar’ los misterios de esta reacción y mucho más de conseguir un generador que se pudiera conectar a la corriente para alimentar nuestras neveras.
Los años pasaron, pero la idea se concretó a principios de los 2000, cuando potencias tan dispares como EE.UU., Rusia o China, amén de la Unión Europea y otros países asiáticos como Japón o Corea, firmaron un ambicioso acuerdo por el que todos los miembros aportarían sus conocimientos e inversión para crear en la presente década el primer prototipo de reactor de fusión de la humanidad. El proyecto se bautizó como ITER (siglas que corresponden a International Thermonuclear Experimental Reactor).
Ha pasado casi medio siglo y, evidentemente, las relaciones entre los estados son muy diferentes. Potencias como China se alzan en contraposición al ahora errático gobierno de los Estados Unidos; Rusia, que intenta no perder el poder hegemónico que obtuvo con la Unión Soviética a golpe de guerra y desafío, ha visto sus relaciones totalmente congeladas con Europa tras invadir Ucrania. Países emergentes como Corea o la India pujan por convertirse en referentes…
Y, de forma paralela, el proyecto ITER ha conseguido seguir adelante, incluso a pesar de un presupuesto (financiado en un 40% por la Unión Europea y el 60% restante por China, India, Japón, Corea del Sur, Rusia y Estados Unidos) que se ha visto disparado de los 5.000 millones de euros planteados inicialmente hasta los más de 20.000 según uno de los últimos informes. Impresionantemente ajeno a las polémicas que estallan en todo el mundo, el último gran experimento global en el que participan miles de ingenieros y científicos de todas las partes del planeta continúa dando pasos para conseguir la ambiciosa tarea de ‘domesticar’ la energía que producen las estrellas aquí, en la Tierra.
«En tiempos en los que los desacuerdos políticos son patentes, ITER sigue sentando en torno a una misma mesa a gobiernos que no se hablan», dice Carlos Hidalgo, director del Laboratorio Nacional de Fusión, dependiente del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) y uno de los científicos y responsables que toman asiento en esas reuniones donde las cuestiones políticas pasan a un segundo plano en pos de un futuro mejor para todos. Aún así, advierte: «No debemos hacer caso a los vendedores de alfombras voladoras que dicen que la energía de fusión se va a conseguir mañana. No va a pasar tan pronto, pero merece la pena seguir perseverando y tener paciencia».
Cómo funciona
El reactor de fusión ITER, un programa que encabeza la Unión Europea y que está siendo construido en Cadarache, al sureste de Francia, una vez completado, será esencialmente un gigantesco recipiente con forma de rosquilla, conocido como reactor tokamak. Ahí se contendrá hidrógeno a temperaturas tan altas que se ionizará, formando un estado de la materia entre líquido y gas llamado plasma. Potentes campos magnéticos y eléctricos, que fluyen desde y a través del tokamak, rodearán y calentarán la nube de plasma, de modo que los átomos en su interior colisionarán y se fusionarán, liberando inmensas cantidades de energía.
ITER
A pleno rendimiento, se espera que el ITER produzca 500 megavatios de energía de fusión con tan solo 50 megavatios de potencia de calentamiento de entrada. Esto es una ganancia diez veces superior a la que se produjo a finales de 2023 en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore (EE.UU.), perteneciente al Centro Nacional de Ignición (NIF, por sus siglas en inglés), en el que por primera vez se consiguió una reacción de fusión con ganancia positiva si bien con un sistema distinto: el inercial. En este caso se utilizaron casi 200 láseres apuntando a una esfera milimétrica con isótopos de hidrógeno (deuterio y tritio) para generar el mismo proceso, una metodología que, según apuntan los expertos, a priori tendrá más problemas para crear reactores comerciales que produzcan energía constante y se puedan ‘enchufar’ a la red eléctrica.
De hecho, alargar la reacción que el NIF solo consiguió durante billonésimas de segundo será otros de los objetivos de ITER: la intención es mantenerla hasta los 500 segundos a alta potencia (algo más de 8 minutos) y hasta los 1.500 a media potencia (25 minutos).
El último paso para hacer realidad este reactor se produjo apenas hace un mes. Se entregó el sexto módulo del Solenoide Central, el imán más potente del sistema y capaz de elevar con su potencia un portaaviones. Este elemento, construido y probado en Estados Unidos, funcionará en conjunto con seis imanes de campo poloidal, creados en Rusia, Europa y China.
La idea es que ITER empiece a operar en 2034 y demuestre todo su potencial en 2039. Por supuesto, no ha sido un camino sencillo: este megaproyecto acumula más de dos décadas de retrasos y ha estado en la cuerda floja más de una vez: no solo por cuestiones de incremento de presupuesto, sino también por planteamientos conceptuales que después hubo problemas para llevar a la práctica.
«Sin embargo, lo más difícil ya está hecho -señala Hidalgo-. Ahora nos queda un recorrido tecnológico que se verá impulsado por la entrada de capital privado en el proyecto, algo que hasta ahora no había ocurrido», remarca el director del Ciemat refiriéndose a que el año pasado se aprobó que inversores privados, y no solo fondos públicos, puedan financiar el proyecto.
Un prototipo internacional, muchos nacionales
No obstante, ITER solo será un demostrador de tecnología: sus enseñanzas servirán para que cada uno de los países que participan (un total de 35) puedan crear sus propios prototipos. «Al integrar todos los sistemas necesarios para la fusión a escala industrial, ITER actúa como un laboratorio de investigación masivo y complejo para sus más de 30 países miembros, proporcionando el conocimiento y los datos necesarios para optimizar la energía de fusión comercial», señalan desde ITER.
Pero la empresa es tan jugosa que, en paralelo, la mayoría de los estados están construyendo sus reactores ‘patrios’. Además del NIF, en EE.UU. se encuentra el proyecto SPARC, en las instalaciones del mítico Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT); un demostrador científico de la energía de fusión en el que están involucradas aparte varias empresas y personalidades (entre ellas, el creador de Microsoft, Bill Gates; y el magnate de Amazon, Jeff Bezos). Europa tiene a su vanguardia el Join European Torus (JET), su ITER en ‘miniatura’ -en concreto, un modelo tokamak diez veces más pequeño-, que ha conseguido generar 59 megajulios durante 5 segundos. China tiene varios prototipos en ciernes y está invirtiendo una ingente cantidad de dinero; y otros países como Japón o Corea del Sur también están haciendo avances con sus propios prototipos. Todo con el mismo objetivo: controlar la prometedora energía de las estrellas.
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