Xaviér Delclòs, catedrático de Paleontología en la Universidad de Barcelona (UB), y su equipo buscan desde hace veinte años depósitos de ámbar del Cretácico por todo el mundo, un rastreo que les ha llevado desde el Líbano a China. Esas resinas atrapan a menudo insectos, arañas y otros materiales orgánicos prehistóricos, por lo que suponen una especie de ‘máquina del tiempo’ y resultan de un valor incalculable para conocer el pasado. Cuando revisaban publicaciones de compañías petrolíferas sobre unas prospecciones en la provincia de Napo, en el Ecuador amazónico, los investigadores dieron con un nuevo ‘bingo’: descubrieron que los sondeos habían registrado ámbar en el subsuelo. Pidieron permiso al gobierno de Quito para hacer sus propias exploraciones y el resultado, que este jueves dan a conocer en la revista ‘Communications Earth & Environment’, es un tesoro biológico nunca antes descubierto en Sudamérica. Los científicos encontraron atrapados en ámbar 21 insectos de hace unos 112 millones de años, todos nuevos para la ciencia. Entre ellos hay moscas, mosquitos, escarabajos, avispas, hormigas, chinches y hasta tricópteros, un grupo emparentado con las mariposas. Todos «conservados con un nivel de detalle que hasta puedes ver el último pelo», describe Delclòs, autor principal de la investigación. También apareció una delicada tela de araña.El propietario de la cantera Genovena, en la región de Tena, «no solo nos permitió el acceso, sino que nos puso personal a nuestro cargo para ayudarnos. Algo inaudito», recuerda Delclòs. El dueño tenía grandes bolas de ámbar de 40 o 50 cm en su casa, pero sin organismos en su interior. «Cuando llegamos a la cantera, la gente nos traía bolas de ámbar para que las miráramos, pero ya tenemos el ojo trabajado y no tenían interés científico. Esas piezas se forman en las raíces de los árboles y no atrapan insectos. Son las que se forman en las ramas y en el tronco, como si fueran estalactitas de resina, las que pueden contener pequeños organismos que se quedan pegados», explica.Un escarabajo atrapado en ámbar Enrique peñalverBosque tropicalEn esa época, la Tierra estaba dividida en dos grandes bloques continentales: Eurasia en el hemisferio norte y Gondwana en el sur. Mientras en el norte los hallazgos de ámbar son más comunes, en el sur son menos abundantes. Y hasta ahora, inexistentes en Sudamérica. Por qué este es el primero «es la pregunta del millón de dólares», dice el geólogo. «Hay varias posibilidades: puede que no se haya estudiado suficientemente el terreno, hay una gran superficie ocupada por la selva amazónica. O puede ser que los árboles de Sudamérica produjeran menos resinas o que el territorio, con excepciones, fuera más árido…».El hallazgo «es extraordinario», asegura Delclòs. No solo por ser el primero en Sudamérica sino también por su abundancia. «No en todos los yacimientos de ámbar se encuentran bioinclusiones. Por ejemplo, en España conocemos unos 150 yacimientos del Cretácico, pero solo en doce el ámbar contiene organismos. Aquí hay miles y miles de piezas, así que hay mucho trabajo por hacer», apunta. Para poder sacar el material de Ecuador, el equipo llevó a cabo una selección de las piezas, ya que el ámbar está protegido por leyes del patrimonio cultural. Seleccionaron 60 para poder estudiarlas en Europa. Fue entonces cuando hallaron los insectos en su interior. Solo un escarabajo, que se podía ver a simple vista, fue descubierto en la cantera. El momento fue emocionante. «Hicimos una fiesta después», admite Delclòs.El ámbar y otros fósiles de plantas, incluyendo polen, esporas y hojas, encontrados en la roca muestran cómo era el paisaje en el que vivieron esos insectos, compuesto fundamentalmente por un bosque de coníferas y un sotobosque de cícadas y helechos. También arroja luz sobre un importante momento de cambio en el ecosistema, cuando comenzaron a aparecer las plantas con flores y se formaron los bosques tropicales. «Era un paisaje húmedo -describe el investigador-; se han encontrado grupos de mosquitos cuyas larvas necesitan el medio acuático para desarrollarse». Un mosquito, con todo detalleSangre de dinosaurioEs probable que estos insectos coexistieran con dinosaurios, pterosaurios, tortugas… aunque no se han encontrado restos de esos animales en la zona. «Quedaron atrapados mosquitos cuyas hembras necesitan succionar sangre de vertebrados para poner los huevos, así que es probable que picaran a dinosaurios o a algún ave que habitara la zona», comenta Delclòs.¿Sería posible que el ámbar preservara una gota de sangre de dinosaurio? «Podría ocurrir, pero si lo que me pregunta es si se podría conservar el ADN para hacer algo tipo ‘Jurassic Park’, no. Al menos, no con la tecnología actual. A diferencia de los exoesqueletos de los insectos, que se conservan perfectos, la resina tiene compuestos que destruyen el ADN de los organismos en muy poco tiempo», asegura. MÁS INFORMACIÓN noticia Si Crean el primer cristal de tiempo observable a simple vista noticia No Los chimpancés beben el alcohol equivalente a al menos dos cervezasEn la investigación también han participado equipos del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC), el Instituto Smithsoniano de Investigaciones Tropicales (Panamá), la Universidad de Rosario (Colombia), la Escuela Politécnica Nacional de Quito (Ecuador) y el Museo Senckenberg de Historia Natural (Fráncfort, Alemania), entre otras instituciones.Si el equipo no hubiera mostrado interés, el ámbar seguramente se habría perdido, destrozado en áridos para hacer carreteras o materiales para la construcción de edificios. El investigador arroja un dato: «En todo Ecuador solo hay un paleontólogo y colaboró con nosotros». Xaviér Delclòs, catedrático de Paleontología en la Universidad de Barcelona (UB), y su equipo buscan desde hace veinte años depósitos de ámbar del Cretácico por todo el mundo, un rastreo que les ha llevado desde el Líbano a China. Esas resinas atrapan a menudo insectos, arañas y otros materiales orgánicos prehistóricos, por lo que suponen una especie de ‘máquina del tiempo’ y resultan de un valor incalculable para conocer el pasado. Cuando revisaban publicaciones de compañías petrolíferas sobre unas prospecciones en la provincia de Napo, en el Ecuador amazónico, los investigadores dieron con un nuevo ‘bingo’: descubrieron que los sondeos habían registrado ámbar en el subsuelo. Pidieron permiso al gobierno de Quito para hacer sus propias exploraciones y el resultado, que este jueves dan a conocer en la revista ‘Communications Earth & Environment’, es un tesoro biológico nunca antes descubierto en Sudamérica. Los científicos encontraron atrapados en ámbar 21 insectos de hace unos 112 millones de años, todos nuevos para la ciencia. Entre ellos hay moscas, mosquitos, escarabajos, avispas, hormigas, chinches y hasta tricópteros, un grupo emparentado con las mariposas. Todos «conservados con un nivel de detalle que hasta puedes ver el último pelo», describe Delclòs, autor principal de la investigación. También apareció una delicada tela de araña.El propietario de la cantera Genovena, en la región de Tena, «no solo nos permitió el acceso, sino que nos puso personal a nuestro cargo para ayudarnos. Algo inaudito», recuerda Delclòs. El dueño tenía grandes bolas de ámbar de 40 o 50 cm en su casa, pero sin organismos en su interior. «Cuando llegamos a la cantera, la gente nos traía bolas de ámbar para que las miráramos, pero ya tenemos el ojo trabajado y no tenían interés científico. Esas piezas se forman en las raíces de los árboles y no atrapan insectos. Son las que se forman en las ramas y en el tronco, como si fueran estalactitas de resina, las que pueden contener pequeños organismos que se quedan pegados», explica.Un escarabajo atrapado en ámbar Enrique peñalverBosque tropicalEn esa época, la Tierra estaba dividida en dos grandes bloques continentales: Eurasia en el hemisferio norte y Gondwana en el sur. Mientras en el norte los hallazgos de ámbar son más comunes, en el sur son menos abundantes. Y hasta ahora, inexistentes en Sudamérica. Por qué este es el primero «es la pregunta del millón de dólares», dice el geólogo. «Hay varias posibilidades: puede que no se haya estudiado suficientemente el terreno, hay una gran superficie ocupada por la selva amazónica. O puede ser que los árboles de Sudamérica produjeran menos resinas o que el territorio, con excepciones, fuera más árido…».El hallazgo «es extraordinario», asegura Delclòs. No solo por ser el primero en Sudamérica sino también por su abundancia. «No en todos los yacimientos de ámbar se encuentran bioinclusiones. Por ejemplo, en España conocemos unos 150 yacimientos del Cretácico, pero solo en doce el ámbar contiene organismos. Aquí hay miles y miles de piezas, así que hay mucho trabajo por hacer», apunta. Para poder sacar el material de Ecuador, el equipo llevó a cabo una selección de las piezas, ya que el ámbar está protegido por leyes del patrimonio cultural. Seleccionaron 60 para poder estudiarlas en Europa. Fue entonces cuando hallaron los insectos en su interior. Solo un escarabajo, que se podía ver a simple vista, fue descubierto en la cantera. El momento fue emocionante. «Hicimos una fiesta después», admite Delclòs.El ámbar y otros fósiles de plantas, incluyendo polen, esporas y hojas, encontrados en la roca muestran cómo era el paisaje en el que vivieron esos insectos, compuesto fundamentalmente por un bosque de coníferas y un sotobosque de cícadas y helechos. También arroja luz sobre un importante momento de cambio en el ecosistema, cuando comenzaron a aparecer las plantas con flores y se formaron los bosques tropicales. «Era un paisaje húmedo -describe el investigador-; se han encontrado grupos de mosquitos cuyas larvas necesitan el medio acuático para desarrollarse». Un mosquito, con todo detalleSangre de dinosaurioEs probable que estos insectos coexistieran con dinosaurios, pterosaurios, tortugas… aunque no se han encontrado restos de esos animales en la zona. «Quedaron atrapados mosquitos cuyas hembras necesitan succionar sangre de vertebrados para poner los huevos, así que es probable que picaran a dinosaurios o a algún ave que habitara la zona», comenta Delclòs.¿Sería posible que el ámbar preservara una gota de sangre de dinosaurio? «Podría ocurrir, pero si lo que me pregunta es si se podría conservar el ADN para hacer algo tipo ‘Jurassic Park’, no. Al menos, no con la tecnología actual. A diferencia de los exoesqueletos de los insectos, que se conservan perfectos, la resina tiene compuestos que destruyen el ADN de los organismos en muy poco tiempo», asegura. MÁS INFORMACIÓN noticia Si Crean el primer cristal de tiempo observable a simple vista noticia No Los chimpancés beben el alcohol equivalente a al menos dos cervezasEn la investigación también han participado equipos del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC), el Instituto Smithsoniano de Investigaciones Tropicales (Panamá), la Universidad de Rosario (Colombia), la Escuela Politécnica Nacional de Quito (Ecuador) y el Museo Senckenberg de Historia Natural (Fráncfort, Alemania), entre otras instituciones.Si el equipo no hubiera mostrado interés, el ámbar seguramente se habría perdido, destrozado en áridos para hacer carreteras o materiales para la construcción de edificios. El investigador arroja un dato: «En todo Ecuador solo hay un paleontólogo y colaboró con nosotros».
Xaviér Delclòs, catedrático de Paleontología en la Universidad de Barcelona (UB), y su equipo buscan desde hace veinte años depósitos de ámbar del Cretácico por todo el mundo, un rastreo que les ha llevado desde el Líbano a China. Esas resinas atrapan a menudo insectos, … arañas y otros materiales orgánicos prehistóricos, por lo que suponen una especie de ‘máquina del tiempo’ y resultan de un valor incalculable para conocer el pasado. Cuando revisaban publicaciones de compañías petrolíferas sobre unas prospecciones en la provincia de Napo, en el Ecuador amazónico, los investigadores dieron con un nuevo ‘bingo’: descubrieron que los sondeos habían registrado ámbar en el subsuelo. Pidieron permiso al gobierno de Quito para hacer sus propias exploraciones y el resultado, que este jueves dan a conocer en la revista ‘Communications Earth & Environment’, es un tesoro biológico nunca antes descubierto en Sudamérica.
Los científicos encontraron atrapados en ámbar 21 insectos de hace unos 112 millones de años, todos nuevos para la ciencia. Entre ellos hay moscas, mosquitos, escarabajos, avispas, hormigas, chinches y hasta tricópteros, un grupo emparentado con las mariposas. Todos «conservados con un nivel de detalle que hasta puedes ver el último pelo», describe Delclòs, autor principal de la investigación. También apareció una delicada tela de araña.
El propietario de la cantera Genovena, en la región de Tena, «no solo nos permitió el acceso, sino que nos puso personal a nuestro cargo para ayudarnos. Algo inaudito», recuerda Delclòs. El dueño tenía grandes bolas de ámbar de 40 o 50 cm en su casa, pero sin organismos en su interior. «Cuando llegamos a la cantera, la gente nos traía bolas de ámbar para que las miráramos, pero ya tenemos el ojo trabajado y no tenían interés científico. Esas piezas se forman en las raíces de los árboles y no atrapan insectos. Son las que se forman en las ramas y en el tronco, como si fueran estalactitas de resina, las que pueden contener pequeños organismos que se quedan pegados», explica.
Enrique peñalver
Bosque tropical
En esa época, la Tierra estaba dividida en dos grandes bloques continentales: Eurasia en el hemisferio norte y Gondwana en el sur. Mientras en el norte los hallazgos de ámbar son más comunes, en el sur son menos abundantes. Y hasta ahora, inexistentes en Sudamérica. Por qué este es el primero «es la pregunta del millón de dólares», dice el geólogo. «Hay varias posibilidades: puede que no se haya estudiado suficientemente el terreno, hay una gran superficie ocupada por la selva amazónica. O puede ser que los árboles de Sudamérica produjeran menos resinas o que el territorio, con excepciones, fuera más árido…».
El hallazgo «es extraordinario», asegura Delclòs. No solo por ser el primero en Sudamérica sino también por su abundancia. «No en todos los yacimientos de ámbar se encuentran bioinclusiones. Por ejemplo, en España conocemos unos 150 yacimientos del Cretácico, pero solo en doce el ámbar contiene organismos. Aquí hay miles y miles de piezas, así que hay mucho trabajo por hacer», apunta.
Para poder sacar el material de Ecuador, el equipo llevó a cabo una selección de las piezas, ya que el ámbar está protegido por leyes del patrimonio cultural. Seleccionaron 60 para poder estudiarlas en Europa. Fue entonces cuando hallaron los insectos en su interior. Solo un escarabajo, que se podía ver a simple vista, fue descubierto en la cantera. El momento fue emocionante. «Hicimos una fiesta después», admite Delclòs.
El ámbar y otros fósiles de plantas, incluyendo polen, esporas y hojas, encontrados en la roca muestran cómo era el paisaje en el que vivieron esos insectos, compuesto fundamentalmente por un bosque de coníferas y un sotobosque de cícadas y helechos. También arroja luz sobre un importante momento de cambio en el ecosistema, cuando comenzaron a aparecer las plantas con flores y se formaron los bosques tropicales. «Era un paisaje húmedo -describe el investigador-; se han encontrado grupos de mosquitos cuyas larvas necesitan el medio acuático para desarrollarse».
Sangre de dinosaurio
Es probable que estos insectos coexistieran con dinosaurios, pterosaurios, tortugas… aunque no se han encontrado restos de esos animales en la zona. «Quedaron atrapados mosquitos cuyas hembras necesitan succionar sangre de vertebrados para poner los huevos, así que es probable que picaran a dinosaurios o a algún ave que habitara la zona», comenta Delclòs.
¿Sería posible que el ámbar preservara una gota de sangre de dinosaurio? «Podría ocurrir, pero si lo que me pregunta es si se podría conservar el ADN para hacer algo tipo ‘Jurassic Park’, no. Al menos, no con la tecnología actual. A diferencia de los exoesqueletos de los insectos, que se conservan perfectos, la resina tiene compuestos que destruyen el ADN de los organismos en muy poco tiempo», asegura.
En la investigación también han participado equipos del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC), el Instituto Smithsoniano de Investigaciones Tropicales (Panamá), la Universidad de Rosario (Colombia), la Escuela Politécnica Nacional de Quito (Ecuador) y el Museo Senckenberg de Historia Natural (Fráncfort, Alemania), entre otras instituciones.
Si el equipo no hubiera mostrado interés, el ámbar seguramente se habría perdido, destrozado en áridos para hacer carreteras o materiales para la construcción de edificios. El investigador arroja un dato: «En todo Ecuador solo hay un paleontólogo y colaboró con nosotros».
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