Gabriela Cabezón Cámara: “Antes se podía ser pobre y vivir con dignidad”

Gabriela Cabezón Cámara (San Isidro, Argentina, 1968) asegura sentirse en Barcelona como en casa. Ganó aquí el pasado año el Premi Ciutat de Barcelona por Las niñas del naranjel (Random House, 2024), que abordaba el irreverente personaje histórico de la Monja Alférez y ayer regresó de nuevo como una de las invitadas estrella del festival KM Amèrica de literatura latinoamericana, que hasta el viernes organiza todo tipo de actividades. “Es aterrizar aquí y ponerme contenta. Poco después de llegar al aeropuerto ya tenía hora para ir a la Barceloneta a hacer stand up pádel”. 

Seguir leyendo…

 La escritora argentina presenta en el marco del festival KM Amèrica su primera novela, ‘La Virgen Cabeza’, que llega a España de la mano de Random House  

Gabriela Cabezón Cámara (San Isidro, Argentina, 1968) asegura sentirse en Barcelona como en casa. Ganó aquí el pasado año el Premi Ciutat de Barcelona por Las niñas del naranjel (Random House, 2024), que abordaba el irreverente personaje histórico de la Monja Alférez y ayer regresó de nuevo como una de las invitadas estrella del festival KM Amèrica de literatura latinoamericana, que hasta el viernes organiza todo tipo de actividades. “Es aterrizar aquí y ponerme contenta. Poco después de llegar al aeropuerto ya tenía hora para ir a la Barceloneta a hacer stand up pádel”. 

Su comodidad se nota, no solo por la forma de colocar los pies sobre la mesa, sino porque sabe que ahora aquí, y en el resto de España, los lectores todavía la podrán conocer más con la llegada a librerías de la que fue su primera novela, La Virgen Cabeza , gracias a Random House. Un libro con el que en 2009 sentó las bases de su literatura y que sigue a Qüity, una periodista que se enamora de Cleopatra, una carismática travesti entregada a lo que le dicta la Virgen.

Mis amigas travestis tenían el uso de la lengua más creativo que yo he escuchado jamás”

Siempre ha dicho que esta novela es su carta de presentación.

Lo curioso es que, en realidad, este libro iba a ser otro. Yo estaba escribiendo sobre una joven, de unos 30 años, cocainómana y, a la vez, muy trabajadora, que vivía en un mundo paranoico en el que los estados nación, que son una peste, habían caído, y solo quedaban las corporaciones, que son satánicas.

¿En qué momento la trama cambia a otra cosa completamente distinta?

Cuando surgieron los diálogos y se apareció ante mí la voz de Cleopatra, sin yo buscarla. Creo que apareció por amor.

¿Por qué lo dice?

Se parece mucho a la voz de una amiga que yo amé y que era una chica travesti con la que trabé una bonita amistad durante mi adolescencia. Tanto ella como sus amigas me acogieron. Eran increíbles. Tenían unos dieciséis años y estaban solas, en la calle, expulsadas de sus hogares y prostituyéndose porque no les quedaba otra.

¿Qué opinaba su entorno de que fuera con ellas?

En esa época ser travesti era un delito en Argentina y solo por pisar la calle, si te veía un policía, te metía presa. Y, a la tercera vez que te pillaban, ibas a una cárcel común. Imagina una de estas nenas en una cárcel junto a varones. Yo las admiraba y poco importaba lo demás. Se reían todo el día, pese a sus desgracias. Y tenían el uso de la lengua más creativo que yo haya escuchado jamás. Un retorcimiento de la sintaxis, un juego con la perifrasis, un léxico de los bajos fondos pero, a la vez, riquísimo…. Artistas, en todos los sentidos.

Los lectores siempre han aplaudido de usted precisamente el lenguaje y cómo innova con él.

Nada que no hayan hecho ellas antes. En la calle se aprende a veces más que en las escuelas.

Usted ambienta esta novela en el barrio marginal, o la villa, de El Poso.

Ese interés me viene desde pequeña, cuando vi una fotografía de San Isidro, donde yo vivía, tomada desde el aire. A un lado había seis o siete mansiones, con piscinas y todo tipo de lujos; al otro, unas trescientas casitas muy precarias.

¿Dónde vivía usted?

En el centro. No conocía ni un mundo ni el otro. Fue un golpe conocer ambos extremos y saber que vivía rodeada de esos contrastes. No solo yo, el planeta entero. Así que, cuando empecé a escribir, lo incorporé a mi literatura. Y parece que es un interés colectivo y actual. Al menos, en Argentina, donde la pobreza ha pasado del 4% en los años 70 a poco más del 40% en los últimos años. Antes se podía ser pobre y vivir con dignidad. Ahora cada vez cuesta más.

¿Qué le interesaba de mezclar lo místico con lo marginal?

¿Qué se considera marginal? A estas amigas mías, y a muchos personajes de mi novela, se les consideraba, pero a mí no me lo parecen. ¿Quién decide dónde se pone el centro y cuánta gente forma parte de él? En cuanto a lo místico, debo decir que el intento de conexión con lo sagrado siempre me ha parecido un trance muy interesante. Y opino que, desde las periferias, siempre se puede pensar más en ello, pese a que el establishment se empeñe en que no. Precisamente porque es donde existen más lazos en las comunidades.

Allí usted junta lo popular con lo queer y revolucionario. Elementos que son ya un sello de su escritura.

Lo único que me interesa es romper con el orden dominante. Es lo que llevo años haciendo, en las páginas y en mi vida.

 Cultura

Te Puede Interesar