Enrique Lynch, boxeador del pensamiento

Sucede a veces que los mejores se marchan a deshoras, dejando tras de sí un hueco que nunca termina de acomodarse. Este es el caso de Enrique Lynch (Buenos Aires, 1948 – Barcelona, 2020), un “boxeador del pensamiento”, en palabras del filósofo Santiago Gerchunoff, un intelectual versátil, de amplio espectro, a quien La Virreina Centre de la Imatge acaba de rendir homenaje cuando se cumple un lustro de su fallecimiento, a los 72 años, y coincidiendo con la edición póstuma de Nubarrones I y Nubarrones II (Ladera Norte), observaciones, notas y “trazos de escritura rápida” que publicó en la revista digital Las Nubes entre 2006 y 2020. Familiares, allegados, amigos, colegas de profesión y discípulos del escritor, crítico y editor comparten con la agente literaria María Lynch, su hija primogénita, la «insoportable» la ausencia del pensador argentino, voz libérrima y cáustica del ensayismo filosófico, que rehízo su vida en la capital catalana tras exiliarse de Argentina a consecuencia del golpe militar de 1976.

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 La Virreina Centre de la Imatge rinde homenaje al ensayista argentino cuando se cumple un lustro de su adiós  

Sucede a veces que los mejores se marchan a deshoras, dejando tras de sí un hueco que nunca termina de acomodarse. Este es el caso de Enrique Lynch (Buenos Aires, 1948 – Barcelona, 2020), un “boxeador del pensamiento”, en palabras del filósofo Santiago Gerchunoff, un intelectual versátil, de amplio espectro, a quien La Virreina Centre de la Imatge acaba de rendir homenaje cuando se cumple un lustro de su fallecimiento, a los 72 años, y coincidiendo con la edición póstuma de Nubarrones I y Nubarrones II (Ladera Norte), observaciones, notas y “trazos de escritura rápida” que publicó en la revista digital Las Nubes entre 2006 y 2020. Familiares, allegados, amigos, colegas de profesión y discípulos del escritor, crítico y editor comparten con la agente literaria María Lynch, su hija primogénita, la «insoportable» la ausencia del pensador argentino, voz libérrima y cáustica del ensayismo filosófico, que rehízo su vida en la capital catalana tras exiliarse de Argentina a consecuencia del golpe militar de 1976.

Las jornadas en torno a la figura y el maestrazgo de Enrique Lynch arrancaron el martes, 16 de diciembre, presentadas por Valentín Roma, director de La Virreina, con la intervención del escritor Gonzalo Torné, quien fue alumno del homenajeado en la facultad, en la disciplina de Estética — “mi único maestro”—, y con quien fundó, entre otros colaboradores, Las Nubes en 2004, una revista digital de filosofía, arte y literatura. La conferencia de Torné versó sobre el recorrido filosófico de «un pensador de su tiempo, abiertamente inscrito en lo que se ha dado en llamar posmodernidad”, a través de obras como Prosa y circunstancia y La lección de Sheherezade. Una de las cuestiones que con más interés exploró Lynch fueron los vínculos entre el discurso filosófico y la teoría de la narración.

El tributo prosiguió el jueves, 18 de diciembre, con una mesa redonda en la que, moderados por Sira Abenoza, doctora en Filosofía, participaron Ángela Molina Climent, filóloga, historiadora del arte y doctora en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, y los también filósofos Santiago Gerchunoff y Carlos Revetria Yannuzzi, uno de los más brillantes discípulos de Lynch y, por cierto, editor de los recién aparecidos Nubarrones. 

A esta segunda jornada de reconocimiento, en memoria de un hombre que supo labrarse una meritoria carrera intelectual y académica lejos de su país de origen, asistieron, entre otros, los escritores Rodrigo Fresán, Enrique Murillo y Daniel Vázquez Sallés, así como varios familiares: su hija María Lynch; la madre de esta, Estela Ocampo, profesora y doctora en Filosofía y Letras; la agente literaria Mercedes Casanovas, su segunda esposa; y los dos nietos mayores de Lynch, Tomás e Ignacio.

El padre de los pequeños, el editor Miguel Aguilar (Penguin Random House), también presente en el homenaje, define a su suegro como un «pensador brillante, contrarian à la Hitchens (Christopher), polemista vigoroso, gran profesor y mejor abuelo». En un aparte, su hija María, además de extrañar a un padre «cariñoso, exigente y detallista», subrayó la amplitud panóptica de sus conocimientos.

Por su parte, poco antes de tomar un vuelo hacia Buenos Aires, Gerchunoff, profesor de Teoría Política en la Universidad Carlos III y autor de Un detalle siniestro en el uso de la palabra fascismo (Cuadernos Anagrama), quiso recordar a Enrique Lynch como «un amigo enormemente generoso, muy divertido, una persona que siempre transmitía alegría y entusiasmo». Como intelectual, lo considera «un pensador de una gran sutileza, amante de los matices y las distinciones difíciles de detectar entre los conceptos, con una enorme libertad e imaginación». Al mismo tiempo, agrega, era muy riguroso en la argumentación, con una perspicacia innata para descubrir las debilidades de construcción. “Enrique captaba enseguida las superficialidades, lo que él llamaba la sanata”, palabra que en Argentina define la charlatanería, la verborrea vana.

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