El negocio de los caballos pura sangre en el exilio de la Guerra Civil

En el año 1939, el Ministerio del Interior francés estaba desbordado. Más de cuatrocientos mil exiliados republicanos habían cruzado la frontera huyendo del ejército franquista en las postrimerías de la guerra civil española, pero también caballos. Y no unos cualesquiera, sino algunos de los principales campeones de las carreras de hípica en España de los años treinta. La búsqueda para reunirlos y documentar a sus nuevos propietarios se convirtió en una prioridad para la administración francesa, según revela la documentación que La Vanguardia ha localizado en el Archivo Departamental del ­Aude, en Carcasona.

Seguir leyendo…

 Una veintena de campeones de hípica se revendieron en Francia en los años 30  

En el año 1939, el Ministerio del Interior francés estaba desbordado. Más de cuatrocientos mil exiliados republicanos habían cruzado la frontera huyendo del ejército franquista en las postrimerías de la guerra civil española, pero también caballos. Y no unos cualesquiera, sino algunos de los principales campeones de las carreras de hípica en España de los años treinta. La búsqueda para reunirlos y documentar a sus nuevos propietarios se convirtió en una prioridad para la administración francesa, según revela la documentación que La Vanguardia ha localizado en el Archivo Departamental del ­Aude, en Carcasona.

A mediados de julio de 1939, el presidente del Consejo de Ministros y ministro de la Defensa Nacional y de la Guerra, el radical-socialista Édouard Daladier, dirigió una circular “secreta” a los prefectos de los departamentos franceses. Quería un recuento inmediato de los caballos pura sangre que habían entrado a Francia durante la evacuación de Catalunya y ordenaba a los comandantes de las regiones militares que los buscaran dentro de los límites de su mando territorial.

Algunos ejemplares volvieron a los hipódromos, pero otros se reciclaron como apoyo del ejército

Según la dirección general de la Sûreté Nationale, los caballos o bien estaban en manos de civiles o bien en las filas del ejército francés, o en manos de oficiales franceses que los habían comprado a título particular. Había que saber las circunstancias en que los animales habían llegado, el precio de adquisición y si se habían comprado a particulares o a la administración de aduanas. También los gastos que se habían asumido para su mantenimiento.

A los nuevos propietarios se les tenía que informar, “muy cortésmente”, que podría pedírseles que mantuvieran estos animales preparados para estar dirigidos hacia un cuerpo de tropas o un establecimiento hípico, con el fin de ser devueltos mediante indemnización, tan pronto como se estableciera una convención diplomática sobre este tema.

Las investigaciones concluyeron que, como mínimo, una veintena de caballos participantes habituales de los concursos de hípica habían cruzado la frontera en circunstancias diversas. Media docena tenía mucho renombre. El caballo Efluxio era uno de los ganadores habituales de los concursos de saltos de obstáculos. Con su jinete, el teniente de caballería del ejército de la República Josep M. Ciga, había quedado segundo a finales de junio de 1931 en una competición para socios del Polo Jockey Club en los barceloneses terrenos de Can Ràbia, en Sarrià.

Lee tambiénFèlix Badia

GERMANY - CIRCA 1930:  Adolf Hitler (1889-1945), German politician, during a parade.  (Photo by Roger Viollet via Getty Images)

En mayo del año siguiente se llevó mil pesetas por ganar la Copa Valencia, consistente en salvar 18 obstáculos, lo que consiguió sin ninguna falta. En esta competición, otro de los caballos listados, Trampolín, aquel día montado por Lluís Abellán, profesor de equitación de la Sociedad Hípica Valenciana, recibió las 700 pesetas del segundo premio. Ambos se impusieron a una setentena de caballos.

Un mes después, Efluxio concursó en el hipódromo de la Castellana en Madrid, en las carreras de obstáculos de la Copa de la Diputación y la Copa de la Caballería española, donde quedó entre los diez primeros. Aquí coincidió con otro de los caballos exiliados, Odalisca, de la escuela de equitación de Boecillo en Valladolid, que se llevó 2.500 pesetas al vencer en la carrera de los 2.800 metros. Poco después, en julio de 1932, en competiciones de obstáculos en Burgos, Trampolín, montado por el teniente de Caballería Gonzalo Peche, quedó segundo, y Efluxio, tercero.

Este último caballo fue un habitual de los podios hasta el inicio de la Guerra Civil. En junio de 1934, en el Concurso de Hípica Nacional celebrado en Zaragoza, en la prueba de honor, quedó tercero. Con el teniente Ciga también participaba en carreras en Catalunya. Por ejemplo, en Puigcerdà, aquel agosto, en que quedó tercero por detrás de Trampolín, en esta ocasión montado por Enric Marsans. Otro caballo listado, Bambino, quedó décimo. Y, todavía en el mismo mes, Trampolín y Marsans ganaron el primer concurso de hípica que se hizo en la playa de S’Agaró en la competición entre jinetes militares y civiles. En una “pista muy bien arreglada que mereció los elogios de todo el mundo”, según La Veu de Catalunya .

El caballo Trampolín
El caballo Trampolín
LE SPORT UNIVERSEL ILLUSTRÉ

Aquel diciembre de 1934, en medio de la resaca por los Fets d’Octubre y con el gobierno de Lluís Companys en la prisión, participaron “caballos sobradamente conocidos” como Trampolín en un concurso de saltos en el Polo Jockey Club coorganizado con la Penya Hípica, y también otros como el Petit-Matelot, “un bonito caballo anglo-árabe” montado por Vicente de la Cruz y propiedad del “entusiasta aficionado” señor Parellada. El caballo quedó segundo en una de las pruebas y según la revista Esplai llamó mucho la atención del público, pero también estaba El Bol d’Or, montado por Marsans.

Durante la guerra se interrumpieron las competiciones y se desconoce el papel que tuvieron estos caballos, pero después de la retirada, a Petit-Matelot y otro caballo castaño claro los compró el teniente Guitton de la Guardia Móvil francesa en Argelers y de allí los envió a Bar-le-Duc, cerca de Nancy. A Efluxio lo compró un tal Peix, residente en el châ­teau Valmy, cerca de Argelers.

Uno de los jinetes de Trampolín, el teniente de caballería Gonzalo Peche, murió en marzo de 1937 durante la guerra, parece que en las filas del ejército rebelde. El destino del caballo fue mejor. Siguió haciendo carreras por Francia, después de que lo adquiriera Pierre Jonquères d’Oriola (1920-2011). El rosellonés pronto sería uno de los grandes nombres de la hípica. Campeón olímpico en Helsinki (1952), en Tokio (1964) y en México (1968), además de campeón del mundo en Buenos Aires (1966). Jonquères hasta entraría en política para defender posiciones de la extrema derecha francesa. En 1939, el gobierno francés tenía constancia de que había adquirido otro caballo castaño claro. El jinete se abrió a devolver a los caballos si se le pedía.

Otro, Chusco, que pertenecía al franquista Manuel Pérez-Seoane, duque de Pinohermoso, lo adquirió al teniente Mairesse-Lebrun en Aurenja, cerca de Aviñón. Un tal Gros adquirió un caballo castaño oscuro de la e scuela militar de equitación española. Este tenía una propiedad junto a Elna, en Cornellà del Bèrcol – lugar natal de Pierre Jonquères–. El famoso jinete aparece vinculado también a otra compra. Un amigo suyo, René Ricart, adquirió en Seta un caballo castaño marcado.

Pero la Sûrété todavía localizó más, muchos pertenecientes al equipo internacional español, como Le Cabanon, del jinete teniente Torres, Bambino, Heure d’Eté, Bol d’Or, Batatin, Hormiguero y Jeremin. Y también cabe citar a Revistada, del capitán López Turrión, que había participado en varias competiciones internacionales. Una yegua, sin embargo, que fue sacrificada nada más atravesar la frontera porque estaba enferma. Otro equino fue dejado en préstamo a un agricultor que lo confió a un propietario de la región del Aude, un tal Bertrand. Otros caballos, de número indeterminado y no tan conocidos, fueron a parar a los regimientos coloniales spahis, las tropas de caballería ligera del ejército francés reclutadas en África, establecidas en Aurenja y Vienne.

Ni la documentación localizada ni las informaciones periodísticas permiten averiguar el dinero que se movió en todas estas operaciones, ni qué destino final tuvo la veintena de caballos mencionados. Una investigación más extensa podría determinar si algunos fueron devueltos a sus propietarios, pero la investigación de este diario evidencia que hubo un negocio con los animales y que estos también sufren las guerras, aunque apenas se recuerde en películas como Caballo de batalla (2011) de Steven Spielberg o con las esculturas del Animals in War Memorial de Park Lane en Londres.

 Cultura

Te Puede Interesar