Durante años hubo una ausencia remarcable en la obra completa de Jean-Paul Sartre. Se trata de su primera pieza dramatúrgica, poco conocida. Él nunca promovió su publicación ni la promocionó.
La primera obra de teatro que escribió el pensador francés, después de haber publicado ‘La náusea’, versa sobre la Navidad y pasó desapercibida durante muchos años; él jamás promovió su publicación
Durante años hubo una ausencia remarcable en la obra completa de Jean-Paul Sartre. Se trata de su primera pieza dramatúrgica, poco conocida. Él nunca promovió su publicación ni la promocionó.
Barioná, el hijo del trueno (1940) es una obra de teatro navideña en la que los residentes de la aldea de Bethaur, acuciados por los romanos y en un clima de desesperanza, reciben el anuncio del nacimiento del Mesías en Belén. A partir de ahí hay una pugna entre su jefe, Barioná, que abandera la desesperanza, y los pastores y los que se prestan a la ilusión y la esperanza de la llegada del Mesías. Es una suerte de pastorets con tintes filosóficos y profundidad espiritual, si bien a la postre Sartre renegó aunque permitiera su publicación unos años más tarde.
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La obra fue escrita e interpretada en 1940, cuando el pensador francés estaba preso en un campo de prisioneros de los nazis en Tréveris (Alemania), en el Stalag 12D. Había llegado allí en junio, durante la II Guerra Mundial y logró escapar en 1941. Los capellanes del ejército, también presos, obtuvieron la autorización de los nazis para celebrar la Misa del Gallo y se eliminó el toque de queda en un campo en el que había entre 12.000 y 15.000 presos aquel 24 de diciembre.
Sartre, que ya había publicado La náusea dos años antes, se ofreció a componer una obra de teatro para hacer tiempo hasta la celebración y, según los presentes, participó después en la misa. Con los sacerdotes hablaba a menudo de Heidegger y sobre filosofía. En algunas ediciones se ha dado a entender que son los clérigos los que le piden que escriba la obra, pero las memorias de un jesuita, Marius Perrin, también captivo, le atribuyen al filósofo la iniciativa.
Cuando se editó por primera vez la obra, por parte de los presos que participaron en la misma, en 1962, Sartre dio el visto bueno pero añadió un comentario en el que aclaraba que él no había cambiado su pensamiento y la circunscribió al contexto en que fue concebida. Entonces hubo solo 500 ejemplares con el texto que se representó el 24 de diciembre de 1962. «El hecho de que haya tomado el tema de la mitología del cristianismo no significa que la dirección de mi pensamiento haya cambiado ni siquiera por un momento durante el cautiverio”, objetó. Unos años después hubo otra reedición también con cifras discretas.
Lo irónico en todo este asunto es que el alter ego del pensador galo en la función, Barioná, acaba convirtiéndose y dejando de lado la desesperanza existencialista. Para más inri, Sartre interpretó al personaje que más le confronta y le convence con sus monólogos, el rey Baltasar, mientras que el caudillo de Bethaur fue representado por un religioso.
Sartre, ateo deliberado, me ha hecho ver mejor que nadie, si exceptúo los Evangelios, el misterio de la Navidad
René LaurentinTeólogo
La obra ha sido publicada por primera vez en catalán este año por la editorial Albada. En castellano vio la luz con la editorial Voz de Papel hace 20 años con un texto incompleto, después de que la descubriera por azar el catedrático José Ángel Agejas, a quien le costó dar con el texto –lo encontró en la Universidad de Indiana gracias a un conocido– aunque sabía de su existencia al leer un comentario sobre la misma en los escritos de un jesuita francés y teólogo especializado en la infancia de Jesucristo, René Laurentin, que agradecía a Sartre que le permitiera citar un fragmento de su obra y destacaba que le había ayudado a comprender el misterio de la Navidad.
“Sartre, ateo deliberado, me ha hecho ver mejor que nadie, si exceptúo los Evangelios, el misterio de la Navidad. Por esa razón le guardo un inmenso reconocimiento”, rezaba una nota del jesuita. Al topar con ese comentario Agejas decidió buscar y descubrió que la obra a la que hacía referencia no existía en castellano. Además, le fue difícil encontrarla en francés, pero vio que existía y que había referencias a ella. Al final, más de 60 años después de su concepción el libro Barioná, el hijo del trueno fue publicado en castellano.
No hay ninguna obra de teatro que encarne el misterio de Navidad con la ternura y la esperanza con la que conseguir hacerlo Sartre en esta obra
Editorial Albada
En el 2005, en el año del centenario del nacimiento de Sartre, se incluyó en las obras completas de Sartre por primera vez, en un apéndice, y salió una versión más completa gracias a un manuscrito del propio filósofo que permanecía oculto en la biblioteca nacional francesa desde 1998. Ahora la pieza ha sido reeditada por Bookman este mismo año. “La realidad es que hoy en día no hay ninguna obra de teatro que encarne el misterio de Navidad con la ternura y la esperanza con la que conseguir hacerlo Sartre en esta obra”, destacan en la editorial Albada en la presentación.
De todos modos, se sabe a ciencia cierta que en la parte final de la obra de teatro faltan algunos fragmentos ya que en el manuscrito y el cuaderno original que apareció justo antes del centenario, aunque era más completo que lo publicado en 1962, así constaba. Lo que no se sabe es qué fue de ellos, si fue el propio Sartre quien los retiró o bien si se extraviaron por el camino, destaca Agejas en conversación con este diario.
Una obra incompleta que funciona aunque le falten algunos fragmentos
En cualquier caso, la obra funciona igual sin los fragmentos que faltan. De hecho, se representó por primera vez en una versión más breve, eludiendo algunas partes del principio que afectaban a los romanos, sobre todo, que eran una alusión a los nazis. En la edición de Albada figuran esos fragmentos, ya incorporados, entre corchetes. Aunque en ese momento el pensador galo no había abrazado el credo marxista, en su obra ya había críticas al capitalismo y logró pasar la censura nazi “por medio de símbolos sencillos”, tal y como relataría él mismo.
También ha llegado hasta hoy que aquella representación no fue mero entretenimiento, ya que como relataría en misivas el propio Sartre a su pareja, la también filósofa Simone de Beauvoir, la escena del ángel conmovió a los soldados y se sabe que alguno acabó bautizándose tras la función o que fue un tema de debate en el campo de prisioneros durante semanas, según las investigaciones que llevó acabo Agejas.
Sartre descubrió al fuerza del teatro con la representación de ‘Barioná, el hijo del trueno’, que conmovió a algunos soldados
Este catedrático de la Universidad Francisco de Vitoria y doctor en Filosofía se ha convertido en un estudioso de la obra y las ediciones que se han publicado llevan comentarios suyos en los que desvela cómo consiguió el texto y cuáles son las claves para él. Además pone contexto el libro, tanto en el conjunto de la obra del pensador francés como en el momento en que fue escrita. En la correspondencia del filósofo hay pruebas que acreditan que la obra tuvo impacto ya que presumía de haber conmovido a los soldados.
“He escrito una escena del ángel que anuncia a los pastores el nacimiento de Cristo que ha dejado a todos sin respiración”, señaló a su pareja. “Incluso a alguno se le saltaban las lágrimas”, proseguía. “He hecho un misterio de la Navidad muy conmovedor, por lo que parece, hasta el punto de que a alguno de los actores, al recitar, se le saltaban las lágrimas”, añadía en otro fragmento. Años después el escrito reconocería que fue con aquella representación en el Stalag 12D donde comprendió la fuerza del teatro.
He escrito una escena del ángel que anuncia a los pastores el nacimiento de Cristo que ha dejado a todos sin respiración
Jean-Paul Sartre
Agejas, pese a las notas y objeciones a la primera edición de 1962, considera que “no se puede considerar” que el pensador “simplemente utilizara la ‘mitología’ cristiana como excusa temática, sino que adopta también la perspectiva”. Cree por eso que los argumentos y comentarios sobre el aspecto formal, como que tiene monólogos demasiado largos, por ejemplo, para justificar que no se publicara ni interpretara la obra son una “excusa” y sostiene que Barioná, el hijo del trueno más bien “comprometía” su línea de pensamiento general.
Preguntado por qué aspectos de la obra destacaría, Agejas señala el hecho de que Barioná trate de imponer a todos los ciudadanos de su aldea que no tengan hijos al no haber esperanza y traza paralelismos con la baja natalidad de la sociedad occidental actual, en la que, a su juicio, el nihilismo que predicaba Sartre ha hecho mella incluso en aquellos que desconocen su existencia. También resalta el hecho de que Sartre fuera huérfano de padre y que cuando habla del establo de Belén y de la escena del nacimiento no sabe cómo representar a San José, el padre, ya que fue una figura ausente desde su infancia. También detalla que los conocimientos religiosos de Sartre, más allá de lo que sabía todo el mundo en aquella época del siglo XX en Europa, responden al abuelo del filósofo, que era un pastor protestante con quien tuvo mucha relación.
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