El presidente estadounidense acude a la cumbre del G7 tras realizar declaraciones contradictorias como que «la paz llegará pronto» después de advertir que la guerra «se va a intensificar» Leer El presidente estadounidense acude a la cumbre del G7 tras realizar declaraciones contradictorias como que «la paz llegará pronto» después de advertir que la guerra «se va a intensificar» Leer
La «guerra de los aranceles» cedió paso al conflicto entre Israel e Irán en el arranque de la cumbre del G7 en Kananaskis, un remoto y exclusivo complejo turístico en las Montañas Rocosas, convertido durante tres días en epicentro de la política mundial. Todos a una, los líderes europeos y el anfitrión canadiense Mark Carney reclamaron a Donald Trump que aproveche su influencia sobre Benjamin Netanyahu para lograr una «desescalada» y se comprometieron a convencer a Teherán para que regrese a la mesa de negociaciones, con la mediación de los países del Golfo.
A instancias del presidente Emmanuel Macron, del «premier» Keir Starmer y del canciller Friedrich Merz, el primer ministro canadiense sopesó incluso la posibilidad de un comunicado conjunto en el arranque de la cumbre recalcando que Irán no puede tener armas nucleares y que Israel tiene el derecho a defenderse. Donald Trump no parecía sin embargo dispuesto a estampar de entrada su firma en un comunicado a favor de la «desescalada».
«Yo diría que Irán no está ganando esta guerra, y debería mantener conversaciones, y tendría que hacerlo inmediatamente antes de que sea demasiado tarde», declaró Trump tras su encuentro bilateral con Mark Carney al inicio de la cumbre del G7. El presidente norteamericano anticipó a su estilo en las redes que «la paz llegará pronto» y aseguró que había indicios de que Teherán estaba buscando una vía de diálogo.
Según The Wall Street Journal, Teherán habría pedido directamente a varios países árabes- Omán, Qatar y Arabia Saudí– que utilicen sus lazos con la Administración norteamericana para pedir a Israel el cese de las hostilidades. Irán habría ofrecido a cambio «flexibilidad» en las negociaciones sobre su capacidad nuclear, suspendidas a raíz del ataque de Israel la semana pasada, según fuentes consultadas por la agencia Reuters.
Donald Trump fue aún más allá, y en declaraciones a la cadena ABC aseguró que está abierto a la posibilidad de que Vladimir Putin actúe de mediador en el conflicto entre Israel e Irán (Putin y Erdogan pidieron conjuntamente por su parte el lunes «cese de las hostilidades»). Los aliados europeos planean sin embargo aprovechar la cumbre canadiense para imponer nuevas sanciones a Rusia por el intento infructuoso de un alto el fuego en Ucrania, aprovechando la visita anunciada el martes a la cumbre del presidente Zelenski.
El presidente norteamericano, que descendió del Air Force One con una gorra de béisbol donde podía leerse «Make American Great Again«, no desperdició sin embargo la oportunidad para criticar el papel de Canadá en la exclusión de Rusia del club de los países más ricos.
«El G7 solía ser el G8, pero Barack Obama y alguien llamado Trudeau no querían tener a Rusia«, declaró Trump (obviando el hecho de que el primer ministro de Canadá en el 2014, cuando se consumó la «expulsión» de Rusia por la invasión de Crimea, no era Justin Trudeau sino Stephen Harper). «Y yo diría que fue un error», agregó el presidente norteamericano, «porque no tendríamos ahora una guerra si Rusia estuviera dentro y no tendríamos guerra ahora si Trump hubiera sido presidente hace cuatro años».
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se desmarcó en los prolegómenos de la cumbre al desviar la atención sobre la «guerra de los aranceles» de Trump y hacer un llamamiento para «evitar el proteccionismo». Von der Leyen aseguró por su parte haber hablado por teléfono con Netanyahu el domingo y haberle recordado que «la diplomacia es la mejor solución a largo plazo».
El «premier» Keir Starmer aseguró a primera hora del lunes que existía «un consenso a favor desescalada» del conflicto entre Israel e Irán, pero reconoció que quedaba trabajo por hacer y que no estaba claro cómo se concretaría dentro del contexto del G7. El presidente francés Emmanuel Macron, que venía de expresar la «solidaridad europea» con Groenlandiafrente a las amenazas anexionistas de Trump, intentó orquestar la respuesta europea, aprovechando su veteranía en pasadas cumbres.
El propio Macron se distinguió en las últimas horas con gestos contradictorios. «La proliferación nuclear iraní constituye una amenaza para Israel y para nosotros mismos», llegó a declarar a su paso por Groenlandia, donde aseguró también que «el peso de la desestabilización de la región recae sobre Irán».
Macron, acusado por Benjamin Netanyahu estar «capitaneando una cruzada contra el estado de Israel» (por su disposición, demorada una vez más, a reconocer el estado de Palestina), provocó sin embargo el lunes una nueva condena del Gobierno israelí. La causa fue esta vez el veto del Gobierno francés a cinco grandes fabricantes de armas israelíes que pretendían exhibir esta semana su material en el Salón Internacional de la Aeronáutica y el Espacio de Le Bourget. «A veces es difícil seguir la postura francesa sobre Israel en los diversos asuntos que nos preocupan», declaró el embajador israelí en París, Joshua Zarka, tras hacer pública su protesta.
Todos los reflectores apuntaron en todo caso el lunes hacia el anfitrión canadiense Mark Carney, en su estreno en un foro internacional tres meses después de suceder a Justin Trudeau como líder del Partido Liberal y al cabo de seis semanas de su victoria electoral. El ex gobernador del Banco de Canadá y del Banco de Inglaterra tiene la difícil misión de estrechar al mismo tiempo los lazos con Europa y de no incordiar a su irascible vecino.
Carney agasajó a Trump con una gira por el campo de golf del Kananaskis Country Club, con las imponentes Montañas Rocosas al fondo, y planeó el encuentro bilateral con a modo de tratamiento preferencial y para limar asperezas de entrada, pese el empeño de su invitado en definirse a sí mismo como «persona pro-aranceles».
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