El chavismo declara la «guerra revolucionaria» ante el temor de un ataque de Estados Unidos

La dictadura de Maduro maneja información sobre un posible ataque armado de Washington en su territorio, una acción de mayor contundencia que el hundimiento de la ‘narcolanchita’ la semana pasada Leer La dictadura de Maduro maneja información sobre un posible ataque armado de Washington en su territorio, una acción de mayor contundencia que el hundimiento de la ‘narcolanchita’ la semana pasada Leer  

El chavismo ha cambiado su estrategia de forma radical ante el despliegue de Estados Unidos en el Caribe. Muy lejos quedan ya las fantasías iniciales sobre la inteligencia artificial o las cortinas de humo, jaleadas con entusiasmo por los mismos que ahora aparecen cariacontecidos en los programas de televisión.

Los jerarcas de la revolución bolivariana incluso se han colocado de nuevo en sus brazos los famosos brazaletes tricolor del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR 200), los mismos que portaban durante el intento de golpe de Estado y de magnicidio contra el presidente socialdemócrata Carlos Andrés Pérez de 1992. Sólo se ven en los grandes momentos.

«Vamos a la lucha revolucionaria armada. Llegó la hora de la guerra revolucionaria contra un enemigo poderoso», invocó este jueves el ministro Diosdado Cabello, número dos de la revolución y jefe del ala radical. De hecho, el militar que acompañó al comandante supremo en el golpe fracasado del 92 apareció en instalaciones petroleras del estado Falcón junto al gobernador Víctor Clark, luciendo su traje de camuflaje y metralleta en mano.

En paralelo, Nicolás Maduro, con gesto preocupado, ordenó activar un plan militar, «de norte a sur, de este a oeste, desde todas las costas, desde la frontera con Colombia, desde los Andes… Estamos activando 284 frentes de batalla».

¿Qué ha ocurrido para un giro tan superlativo frente a una Administración con la que se negocia todos los días, que incluso envió otro avión con deportados desde Texas esta semana? La dictadura de Maduro maneja información sobre un posible ataque armado de Estados Unidos en su territorio, una acción de mayor contundencia que el hundimiento de la narcolanchita con un misil de la semana pasada, que se llevó por delante la vida de 11 habitantes de San Juan de Unare y de Güiria, que, según distintas fuentes transportaba droga a Trinidad y Tobago en una ruta usada también para el tráfico de seres humanos.

No se trataría ni de una invasión, ni de un magnicidio ni tampoco de una extracción, pero los rumores que se generan en Washington, y que han llegado a Caracas, advierten que Estados Unidos no mantendrá semejante despliegue naval sin una operación que lo justifique. La estrategia diseñada desde el Departamento de Estado, según aseguran distintas fuentes a EL MUNDO, pasa por impedir el narcotráfico del Cártel de los Soles para asfixiar económicamente al chavismo, lo que, aseguran, llevaría a Maduro a una situación política de debilidad en el interior de Venezuela.

«Piensen bien qué decisión van a tomar», amenazó Vladimir Padrino López, ministro de Defensa y jefe del generalato que mantiene a Maduro en el Palacio de Miraflores pese al varapalo histórico que sufrió en las urnas el año pasado frente al candidato democrático, Edmundo González Urrutia.

Y es precisamente esta circunstancia -la ausencia de apoyo popular- una de los grandes lagunas en el plan de supervivencia de unos jerarcas chavistas que nada tienen que ver con los de 1992: avejentados, a los que escasamente les caben los uniformes militares y cuyas fuerzas armadas son un reflejo de la misma crisis que padece el país.

En semejante tesitura, el chavismo ha puesto en marcha el Congreso Extraordinario del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), pensado en principio para unificar las fuerzas gubernamentales en torno al presidente tras el fracaso del año pasado y dotar al usurpador de un nuevo impulso para recuperar una popularidad imposible. Son precisamente las menguadas bases partidarias las que deben enfrentar, según el dogma bolivariano, la agresión estadounidense.

«Nos estamos jugando la patria. Nosotros vamos a defenderlo [a Maduro]. Si tenemos que dar la vida, la daremos», exclamó con cierta emoción Nicolasito Maduro, el hijo del presidente pueblo.

Una vez más, y van muchas, Maduro exigió a sus seguidores que eliminen la mensajería instantánea WhatsApp de sus teléfonos móviles para evitar, asegura, que sean espiados por Estados Unidos.

«El Congreso del PSUV, pensado para reiniciar la presidencia de facto de Maduro, se incrusta con el conflicto caribeño y nos confirma el peso que parecen tener la ilegitimidad y la impopularidad del régimen en medio de las tensiones con la superpotencia. En pocas palabras: es un problema serio hacer frente a las amenazas estadounidenses en un entorno tan impopular como hostil«, explica a este periódico el sociólogo Gianni Finco.

Maduro vive aislado en una mansión construida dentro de Fuerte Tiuna, la mayor base militar de Caracas, y todas sus comparecencias necesitan crear previamente un escenario de la Cinecittà bolivariana, porque el mandamás chavista ya desde hace años no puede tomar ni un café en cualquier calle de su país.

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