Dos argentinos; una multitud

Son fechas ya próximas a la Navidad y Reyes, así que, casi obligatoriamente, toca recomendar libros para comprar y regalar en estas fiestas. Porque, recuerden, si no hay libros, no hay cesta ni árbol ni chimenea que se precie. Un libro es siempre el mejor y más duradero regalo. Y emitido el mensaje publicitario, vamos a lo que vamos. Les voy a recomendar solo dos títulos entre los muchos –muchísimos– posibles. O sea, que en realidad dejo la elección del regalo de su cuenta y riesgo. Porque siempre hay un lector para cada libro. Pero como se nos ha ido, demasiado prematuramente, Montse Serrano, y no todos los lectores pueden acercarse a la calle Buenos Aires, permítanme que haga mi humilde contribución y que les recomiende dos libros digamos que muy pero que muy argentinos. Una obra de supuesta ficción que no lo es y un libro de verdad que tampoco.

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 Son fechas ya próximas a la Navidad y Reyes, así que, casi obligatoriamente, toca recomendar libros para comprar y regalar en estas fiestas. Porque, recuerden, si no hay libros, no hay cesta ni árbol ni chimenea que se precie. Un libro es siempre el mejor y más duradero regalo. Y emitido el mensaje publicitario, vamos a lo que vamos. Les voy a recomendar solo dos títulos entre los muchos –muchísimos– posibles. O sea, que en realidad dejo la elección del regalo de su cuenta y riesgo. Porque siempre hay un lector para cada libro. Pero como se nos ha ido, demasiado prematuramente, Montse Serrano, y no todos los lectores pueden acercarse a la calle Buenos Aires, permítanme que haga mi humilde contribución y que les recomiende dos libros digamos que muy pero que muy argentinos. Una obra de supuesta ficción que no lo es y un libro de verdad que tampoco.Seguir leyendo…  

Son fechas ya próximas a la Navidad y Reyes, así que, casi obligatoriamente, toca recomendar libros para comprar y regalar en estas fiestas. Porque, recuerden, si no hay libros, no hay cesta ni árbol ni chimenea que se precie. Un libro es siempre el mejor y más duradero regalo. Y emitido el mensaje publicitario, vamos a lo que vamos. Les voy a recomendar solo dos títulos entre los muchos –muchísimos– posibles. O sea, que en realidad dejo la elección del regalo de su cuenta y riesgo. Porque siempre hay un lector para cada libro. Pero como se nos ha ido, demasiado prematuramente, Montse Serrano, y no todos los lectores pueden acercarse a la calle Buenos Aires, permítanme que haga mi humilde contribución y que les recomiende dos libros digamos que muy pero que muy argentinos. Una obra de supuesta ficción que no lo es y un libro de verdad que tampoco.

Leila Guerriero, la periodista y escritora argentina, publicó a principios del 2024 La llamada , subtitulado Un retrato . Es la historia real, es decir, con las invenciones propias de la vida y el recuerdo, de Silvia Labayru, una argentina de buena familia emparentada con militares. Su padre, por ejemplo, había sido piloto de la Fuerza Aérea y, como tantos otros, había acabado siendo comandante de aviación civil. Labayru tuvo conciencia política, vamos a decirlo también así, muy tarde, en el ambiente efervescente del Colegio Nacional Buenos Aires. Y con apenas veinte años era una mujer muy joven y muy linda y muy embarazada, que se había enrolado un tanto demasiado alegremente en las filas de los montoneros. El 29 de diciembre de 1976, ya ven que las Navidades rondaban por ahí, fue detenida y no, mejor fue secuestrada y trasladada a la siniestra ESMA, la Escuela de Mecánica de la Armada. Allí fue torturada y violada. Era, lo hemos dicho, muy linda y de buena casa. Así que dio a luz a su hija, que fue entregada a su familia y acabó siendo amante fija de un oficial y colaboradora necesaria de Alfredo Astiz, aquel ángel de la muerte que la usó para infiltrarse entre las madres de Plaza de Mayo. En 1978 la liberaron y consiguió, con la ayuda siempre de su familia, huir a España con su hija, pero en nuestro país fue una repudiada señalada y condenada por los argentinos exiliados. La violada y torturada era también una traidora, una novia de sus captores, lo peor de lo peor. Poco menos o poco más que una puta, para qué andarnos por las ramas, que se había vendido su cuerpo y sus afectos para conservar la vida, para seguir adelante.

Debemos mucho a Argentina, país que persigue sombras y recurre a recetas antiguas para tiempos nuevos

Guerriero, que supo de su historia un mucho por casualidad, consiguió hablar con ella y durante dos años hizo un trabajo de investigación tan ambivalente como admirable, entrevistándola a ella y a su, digamos, entorno. Como quien corre una maratón. Al final, todo ese trabajo ha dado a luz un libro terrible y hermoso, un monumento a lo que el periodismo, que si es de verdad es siempre ambiguo, debería ser. Y un libro de ficción real en Anagrama que honra su catálogo sin, desde luego, despejar las sombras y dudas del alma humana. Vivir es sobrevivir. Y basta.

Me dirán ustedes que no es un libro ni alegre ni apropiado para las fiestas. Y tendrán razón, pero es un libro que concentra toda su carga dramática en esa llamada telefónica, la del título, que recibe el padre de la secuestrada y en la que libera todo su odio y toda su furia. Y ahí, en el fondo de la llamada, está lo que puede justificar que Labayru salga viva del espanto.

Entrevista a Leila Guerriero Editorial Anagrama
Leila Guerriero, autora de La llamada
Miquel Gonzalez / Shooting

El otro libro, también requeteargentino, es un libro de regalo y con mucho empaque. Uno de esos para dejar en la mesita del café y lucirlo ante las visitas. Un volumen de precio alto y porte generoso. The Book By Carlos Rolando = Designer . Un libro de grandes dimensiones por tamaño y contenido, pergeñado entre Maya Rolando, hija del diseñador Carlos Rolando, que es el protagonista absoluto y total del texto, y las imágenes y Wustavo Quiroga. El libro ha salido al mercado hace algo más de un mes y es una celebración de la obra de un gigante del diseño gráfico y no solo gráfico, sino integral. Carlos Rolando, quien creía que la vida era todo lo que pasaba entre comidas. Un argentino que conocí hace muchos años gracias a Lluís Morón, el dueño de Signes, la empresa de señalización que Lluís se empeñaba en disminuir su importancia diciendo que él solo hacía lletrerus (sic), y que era, como el propio Morón, un conversador infatigable y asiduo de sobremesas tan largas que alcanzaban fácilmente la cena y la madrugada.

Carlos Rolando dejó la Argentina tras un servicio militar en la Armada en el que se vio involucrado en un bombardeo de la flota contra el Ministerio del Ejército. Y ahí, según propia confesión, decidió que su país era un imposible y lo abandonó para siempre. Pasó por Londres y por los Estados Unidos para acabar asentándose en Barcelona, en la ladera del Tibidabo, y ser un diseñador de primer nivel y, cómo no, un maestro locuaz y callado a la vez (sí, la contradicción es posible). El libro repasa las muchas marcas y logos que creó, así como recoge buena parte de sus ideas, experiencias y aforismos. Y era un viejo empeño del propio Carlos que solo su muerte ha hecho posible, junto con la terca voluntad de su hija de honrar su legado. Ha contado con la ayuda de muchos amigos y buena parte de ellos se concentraron en el Speakeasy del Dry Martini de Javier de las Muelas hace unas semanas para rendirle homenaje. Lluís Bassat, que fue imprescindible en el afincarse en Barcelona de Carlos, Joaquín Lorente, Juli Capella, Ramón Úbeda, Josep Maria Mir, Lluís Morillas y tantos otros recordaron a este portentoso creador que supo acompañar el despertar de una España menos cateta y sí, más consumista, pero con estilo. Alguien que ayudó a que las marcas españolas, y también más de una editorial, se incorporasen a eso que llamamos la modernidad.

Debemos mucho a Argentina, ahora que el país persigue de nuevo sombras y que recurre a recetas antiguas para tiempos nuevos. Pero eso sería otra historia. Que algún día estará en los libros, esos mismos libros que Rolando tanto amaba y que le parecían el colmo del diseño y de la simplicidad. Tan cotidianos y tan eternos. Falleció en el 2016 y todavía hoy, en sueños, espero su llamada preguntándome si no quedamos para comer tan solo porque Ché, ¿no te apetece una conversación inteligente?

Y ahora me digo, ¿qué más se puede pedir?

 Cultura

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