La llaman ‘ Anomalía del Atlántico Sur ‘ (AAS), y hace más de cien años que se detectó por primera vez, cuando en pleno siglo XIX las primeras mediciones geomagnéticas la identificaron al sureste de Sudamérica. Se trata de una especie de ‘abolladura’ o ‘agujero’ en el campo magnético de la Tierra, una zona en la que ese escudo natural de nuestro planeta se vuelve más débil, sin que nadie acierte a adivinar por qué. La cuestión no es menor, ya que la anomalía afecta negativamente a la electrónica de los aviones y satélites que la sobrevuelan, y si por algún motivo ese escudo, que nos protege contra las agresiones ultravioleta del Sol y otras dañinas radiaciones cósmicas, llegara alguna vez a desaparecer, la vida no sería posible en el planeta, por lo menos no tal y como la conocemos.Sin embargo, hubo que esperar a la era espacial para saber más de esta preocupante anomalía magnética. ¿Podría ser el aviso de una inminente inversión de los polos magnéticos ? ¿O quizá incluso el principio del fin de nuestro valioso escudo natural? En las últimas décadas hemos aprendido, por ejemplo, que la Anomalía del Atlántico Sur es mucho más antigua de lo que pensábamos, ya que existe por lo menos desde hace 11 millones de años, aunque seguramente está ahí desde hace mucho más tiempo. Y diferentes estudios la han achacado a movimientos del hierro fundido del núcleo terrestre, a la inclinación del eje magnético del planeta o incluso a la presencia, a miles de km bajo nuestros pies, en las profundidades del manto, de dos gigantescas losas extraordinariamente densas, del tamaño de continentes, que algunos creen que son restos del planeta Theia , un objeto del tamaño de Marte que chocó contra nosotros hace más de 4.000 millones de años y a partir de cuyos escombros se formó la Luna.Más grande y más débilY ahora, un nuevo estudio de la Agencia Espacial Europea (ESA) acaba de confirmar lo que muchos temían: La anomalía está creciendo, y lo ha hecho muy deprisa durante los últimos diez años. Desde 2014, en efecto, esta ‘abolladura’ magnética ha aumentado en un área equivalente a casi la mitad de la Europa continental, o más precisamente, un 0.9% de la superficie terrestre. Además de lo cual, también ha disminuído la intensidad mínima del campo en el centro de la anomalía. En otras palabras, la AAS se está haciendo cada vez más grande y más débil.Esas son las preocupantes conclusiones del artículo recién aparecido en ‘ Physics of the Earth and Planetary Interiors ‘, en el que un equipo de investigadores dirigidos por Chris Finlay, de la Universidad Técnica de Dinamarca, acaba de hacer públicos los resultados de once años de meticulosas mediciones de la misión Swarm, una constelación de tres satélites idénticos, lanzados por la ESA en 2013 con la misión específica de monitorizar el campo magnético terrestre. Se trata del registro continuo más largo y preciso del magnetismo de la Tierra medido desde el espacio.Comparación del tamaño de la Anomalía del Atlántico Sur en 2014 y 2025 ESALos satélites de Swarm, de hecho, son capaces de medir las señales magnéticas no solo del núcleo, sino también las del manto, la corteza y hasta de la ionosfera. Gracias a este inmenso caudal de datos, Finlay y su equipo han podido cartografiar la evolución de la Anomalía del Atlántico Sur con una precisión inédita.Debilitamiento desigualSegún los investigadores, lo más preocupante es que el debilitamiento es desigual. De hecho, se está intensificando de forma dramática en la zona suroeste de África desde 2020, lo que sugiere que la AAS no es un simple parche, sino un fenómeno dinámico que podría estar bifurcándose. Estamos asistiendo, en tiempo real, a una auténtica metamorfosis de nuestra ‘armadura’ planetaria.Independientemente de lo que pueda suceder en el futuro, la mayor preocupación actual reside en las implicaciones para la tecnología. Y es que los satélites que orbitan la Tierra a baja altura (LEO, por sus siglas en inglés), incluidos muchos de comunicaciones, navegación y observación terrestre, tienen que atravesar continuamente esta región de baja intensidad magnética. Y al pasar por la AAS, estos aparatos se ven expuestos a dosis de radiación cósmica mucho más altas de lo normal, lo que puede provocar fallos electrónicos, daños permanentes en el hardware, o incluso ‘apagones’ temporales en sus sistemas, obligando a los operadores a apagar periódicamente (cada vez que pasan) los componentes más sensibles para protegerlos. Para los ingenieros espaciales, la Anomalía del Atlántico Sur es pues, una zona de alto riesgo que requiere de un blindaje adicional y una planificación meticulosa.Las causas de la anomalía¿Pero qué es lo que está causando este ‘agujero’ en nuestro escudo magnético? Como se ha dicho, se han formulado ya varias hipótesis, pero según los datos de Swarm la respuesta se encuentra a 2.900 km de profundidad, justo en la frontera que separa el núcleo de hierro líquido del manto rocoso del planeta. Porque es ahí, precisamente, donde se han detectado una serie de ‘parches de flujo inverso’. Imaginemos que las líneas de campo magnético que salen del núcleo son como un chorro de agua que emerge de la Tierra. Lo normal sería que todas las líneas fluyeran hacia afuera. Sin embargo, en la región de la AAS, Swarm ha detectado áreas anómalas donde el campo, en lugar de emerger, vuelve a hundirse en el núcleo. Es como si un grupo de imanes gigantes en el núcleo se hubiera invertido, creando una perturbación local que contrarresta el campo principal, que se hace más débil en la superficie.Finlay señala que uno de estos parches está migrando hacia el oeste, bajo África, un movimiento que coincide con el debilitamiento acelerado observado en esa zona desde 2020 y que está causando la ‘bifurcación’ o división de la anomalía que preocupa hoy a los científicos. Estos movimientos caóticos y complejos en el núcleo sugieren que no estamos ante un simple defecto, sino ante un proceso geodinámico profundo.También en el norteSin embargo, y para sorpresa de los investigadores, los datos de Swarm no solo revelan un problema en el sur, sino que han notado también cambios significativos en el hemisferio norte, donde el campo es más fuerte. Lo cual subraya la naturaleza profundamente dinámica del campo magnético en su conjunto. Concretamente, los datos revelan que mientras que la zona de campo fuerte sobre Canadá se ha reducido en una superficie comparable al tamaño de la India (una disminución del 0,65% del área terrestre), el campo fuerte sobre Siberia ha crecido, añadiendo un área comparable a la superficie de Groenlandia. Este desplazamiento magnético está íntimamente ligado al movimiento del Polo Magnético Norte, que en los últimos años ha acelerado su marcha desde Canadá hacia Siberia, un fenómeno con impacto directo en los sistemas de navegación que se basan en la brújula y los modelos geomagnéticos.MÁS INFORMACIÓN noticia Si Proponen la existencia de un ‘Planeta Y’, mucho más cerca que el ‘Planeta Nueve’ noticia Si El hallazgo de una mano sugiere que el robusto ‘Hombre cascanueces’ fabricaba herramientasLa vigilancia constante de misiones como Swarm, por lo tanto, no es solo una labor científica imprescindible, sino una necesidad operativa para la seguridad de nuestra infraestructura espacial y, en última instancia, para entender mejor la naturaleza del escudo que nos protege a todos. Se espera que la misión Swarm se extienda más allá de 2030, una ventana temporal crucial que, con suerte, nos permitirá desentrañar completamente los secretos que se agitan en los abismos de roca del planeta en el que nos ha tocado vivir. La llaman ‘ Anomalía del Atlántico Sur ‘ (AAS), y hace más de cien años que se detectó por primera vez, cuando en pleno siglo XIX las primeras mediciones geomagnéticas la identificaron al sureste de Sudamérica. Se trata de una especie de ‘abolladura’ o ‘agujero’ en el campo magnético de la Tierra, una zona en la que ese escudo natural de nuestro planeta se vuelve más débil, sin que nadie acierte a adivinar por qué. La cuestión no es menor, ya que la anomalía afecta negativamente a la electrónica de los aviones y satélites que la sobrevuelan, y si por algún motivo ese escudo, que nos protege contra las agresiones ultravioleta del Sol y otras dañinas radiaciones cósmicas, llegara alguna vez a desaparecer, la vida no sería posible en el planeta, por lo menos no tal y como la conocemos.Sin embargo, hubo que esperar a la era espacial para saber más de esta preocupante anomalía magnética. ¿Podría ser el aviso de una inminente inversión de los polos magnéticos ? ¿O quizá incluso el principio del fin de nuestro valioso escudo natural? En las últimas décadas hemos aprendido, por ejemplo, que la Anomalía del Atlántico Sur es mucho más antigua de lo que pensábamos, ya que existe por lo menos desde hace 11 millones de años, aunque seguramente está ahí desde hace mucho más tiempo. Y diferentes estudios la han achacado a movimientos del hierro fundido del núcleo terrestre, a la inclinación del eje magnético del planeta o incluso a la presencia, a miles de km bajo nuestros pies, en las profundidades del manto, de dos gigantescas losas extraordinariamente densas, del tamaño de continentes, que algunos creen que son restos del planeta Theia , un objeto del tamaño de Marte que chocó contra nosotros hace más de 4.000 millones de años y a partir de cuyos escombros se formó la Luna.Más grande y más débilY ahora, un nuevo estudio de la Agencia Espacial Europea (ESA) acaba de confirmar lo que muchos temían: La anomalía está creciendo, y lo ha hecho muy deprisa durante los últimos diez años. Desde 2014, en efecto, esta ‘abolladura’ magnética ha aumentado en un área equivalente a casi la mitad de la Europa continental, o más precisamente, un 0.9% de la superficie terrestre. Además de lo cual, también ha disminuído la intensidad mínima del campo en el centro de la anomalía. En otras palabras, la AAS se está haciendo cada vez más grande y más débil.Esas son las preocupantes conclusiones del artículo recién aparecido en ‘ Physics of the Earth and Planetary Interiors ‘, en el que un equipo de investigadores dirigidos por Chris Finlay, de la Universidad Técnica de Dinamarca, acaba de hacer públicos los resultados de once años de meticulosas mediciones de la misión Swarm, una constelación de tres satélites idénticos, lanzados por la ESA en 2013 con la misión específica de monitorizar el campo magnético terrestre. Se trata del registro continuo más largo y preciso del magnetismo de la Tierra medido desde el espacio.Comparación del tamaño de la Anomalía del Atlántico Sur en 2014 y 2025 ESALos satélites de Swarm, de hecho, son capaces de medir las señales magnéticas no solo del núcleo, sino también las del manto, la corteza y hasta de la ionosfera. Gracias a este inmenso caudal de datos, Finlay y su equipo han podido cartografiar la evolución de la Anomalía del Atlántico Sur con una precisión inédita.Debilitamiento desigualSegún los investigadores, lo más preocupante es que el debilitamiento es desigual. De hecho, se está intensificando de forma dramática en la zona suroeste de África desde 2020, lo que sugiere que la AAS no es un simple parche, sino un fenómeno dinámico que podría estar bifurcándose. Estamos asistiendo, en tiempo real, a una auténtica metamorfosis de nuestra ‘armadura’ planetaria.Independientemente de lo que pueda suceder en el futuro, la mayor preocupación actual reside en las implicaciones para la tecnología. Y es que los satélites que orbitan la Tierra a baja altura (LEO, por sus siglas en inglés), incluidos muchos de comunicaciones, navegación y observación terrestre, tienen que atravesar continuamente esta región de baja intensidad magnética. Y al pasar por la AAS, estos aparatos se ven expuestos a dosis de radiación cósmica mucho más altas de lo normal, lo que puede provocar fallos electrónicos, daños permanentes en el hardware, o incluso ‘apagones’ temporales en sus sistemas, obligando a los operadores a apagar periódicamente (cada vez que pasan) los componentes más sensibles para protegerlos. Para los ingenieros espaciales, la Anomalía del Atlántico Sur es pues, una zona de alto riesgo que requiere de un blindaje adicional y una planificación meticulosa.Las causas de la anomalía¿Pero qué es lo que está causando este ‘agujero’ en nuestro escudo magnético? Como se ha dicho, se han formulado ya varias hipótesis, pero según los datos de Swarm la respuesta se encuentra a 2.900 km de profundidad, justo en la frontera que separa el núcleo de hierro líquido del manto rocoso del planeta. Porque es ahí, precisamente, donde se han detectado una serie de ‘parches de flujo inverso’. Imaginemos que las líneas de campo magnético que salen del núcleo son como un chorro de agua que emerge de la Tierra. Lo normal sería que todas las líneas fluyeran hacia afuera. Sin embargo, en la región de la AAS, Swarm ha detectado áreas anómalas donde el campo, en lugar de emerger, vuelve a hundirse en el núcleo. Es como si un grupo de imanes gigantes en el núcleo se hubiera invertido, creando una perturbación local que contrarresta el campo principal, que se hace más débil en la superficie.Finlay señala que uno de estos parches está migrando hacia el oeste, bajo África, un movimiento que coincide con el debilitamiento acelerado observado en esa zona desde 2020 y que está causando la ‘bifurcación’ o división de la anomalía que preocupa hoy a los científicos. Estos movimientos caóticos y complejos en el núcleo sugieren que no estamos ante un simple defecto, sino ante un proceso geodinámico profundo.También en el norteSin embargo, y para sorpresa de los investigadores, los datos de Swarm no solo revelan un problema en el sur, sino que han notado también cambios significativos en el hemisferio norte, donde el campo es más fuerte. Lo cual subraya la naturaleza profundamente dinámica del campo magnético en su conjunto. Concretamente, los datos revelan que mientras que la zona de campo fuerte sobre Canadá se ha reducido en una superficie comparable al tamaño de la India (una disminución del 0,65% del área terrestre), el campo fuerte sobre Siberia ha crecido, añadiendo un área comparable a la superficie de Groenlandia. Este desplazamiento magnético está íntimamente ligado al movimiento del Polo Magnético Norte, que en los últimos años ha acelerado su marcha desde Canadá hacia Siberia, un fenómeno con impacto directo en los sistemas de navegación que se basan en la brújula y los modelos geomagnéticos.MÁS INFORMACIÓN noticia Si Proponen la existencia de un ‘Planeta Y’, mucho más cerca que el ‘Planeta Nueve’ noticia Si El hallazgo de una mano sugiere que el robusto ‘Hombre cascanueces’ fabricaba herramientasLa vigilancia constante de misiones como Swarm, por lo tanto, no es solo una labor científica imprescindible, sino una necesidad operativa para la seguridad de nuestra infraestructura espacial y, en última instancia, para entender mejor la naturaleza del escudo que nos protege a todos. Se espera que la misión Swarm se extienda más allá de 2030, una ventana temporal crucial que, con suerte, nos permitirá desentrañar completamente los secretos que se agitan en los abismos de roca del planeta en el que nos ha tocado vivir.
La llaman ‘Anomalía del Atlántico Sur‘ (AAS), y hace más de cien años que se detectó por primera vez, cuando en pleno siglo XIX las primeras mediciones geomagnéticas la identificaron al sureste de Sudamérica. Se trata de una especie de ‘abolladura’ o ‘agujero’ en … el campo magnético de la Tierra, una zona en la que ese escudo natural de nuestro planeta se vuelve más débil, sin que nadie acierte a adivinar por qué. La cuestión no es menor, ya que la anomalía afecta negativamente a la electrónica de los aviones y satélites que la sobrevuelan, y si por algún motivo ese escudo, que nos protege contra las agresiones ultravioleta del Sol y otras dañinas radiaciones cósmicas, llegara alguna vez a desaparecer, la vida no sería posible en el planeta, por lo menos no tal y como la conocemos.
Sin embargo, hubo que esperar a la era espacial para saber más de esta preocupante anomalía magnética. ¿Podría ser el aviso de una inminente inversión de los polos magnéticos? ¿O quizá incluso el principio del fin de nuestro valioso escudo natural? En las últimas décadas hemos aprendido, por ejemplo, que la Anomalía del Atlántico Sur es mucho más antigua de lo que pensábamos, ya que existe por lo menos desde hace 11 millones de años, aunque seguramente está ahí desde hace mucho más tiempo. Y diferentes estudios la han achacado a movimientos del hierro fundido del núcleo terrestre, a la inclinación del eje magnético del planeta o incluso a la presencia, a miles de km bajo nuestros pies, en las profundidades del manto, de dos gigantescas losas extraordinariamente densas, del tamaño de continentes, que algunos creen que son restos del planeta Theia, un objeto del tamaño de Marte que chocó contra nosotros hace más de 4.000 millones de años y a partir de cuyos escombros se formó la Luna.
Más grande y más débil
Y ahora, un nuevo estudio de la Agencia Espacial Europea (ESA) acaba de confirmar lo que muchos temían: La anomalía está creciendo, y lo ha hecho muy deprisa durante los últimos diez años. Desde 2014, en efecto, esta ‘abolladura’ magnética ha aumentado en un área equivalente a casi la mitad de la Europa continental, o más precisamente, un 0.9% de la superficie terrestre. Además de lo cual, también ha disminuído la intensidad mínima del campo en el centro de la anomalía. En otras palabras, la AAS se está haciendo cada vez más grande y más débil.
Esas son las preocupantes conclusiones del artículo recién aparecido en ‘Physics of the Earth and Planetary Interiors‘, en el que un equipo de investigadores dirigidos por Chris Finlay, de la Universidad Técnica de Dinamarca, acaba de hacer públicos los resultados de once años de meticulosas mediciones de la misión Swarm, una constelación de tres satélites idénticos, lanzados por la ESA en 2013 con la misión específica de monitorizar el campo magnético terrestre. Se trata del registro continuo más largo y preciso del magnetismo de la Tierra medido desde el espacio.
ESA
Los satélites de Swarm, de hecho, son capaces de medir las señales magnéticas no solo del núcleo, sino también las del manto, la corteza y hasta de la ionosfera. Gracias a este inmenso caudal de datos, Finlay y su equipo han podido cartografiar la evolución de la Anomalía del Atlántico Sur con una precisión inédita.
Debilitamiento desigual
Según los investigadores, lo más preocupante es que el debilitamiento es desigual. De hecho, se está intensificando de forma dramática en la zona suroeste de África desde 2020, lo que sugiere que la AAS no es un simple parche, sino un fenómeno dinámico que podría estar bifurcándose. Estamos asistiendo, en tiempo real, a una auténtica metamorfosis de nuestra ‘armadura’ planetaria.
Independientemente de lo que pueda suceder en el futuro, la mayor preocupación actual reside en las implicaciones para la tecnología. Y es que los satélites que orbitan la Tierra a baja altura (LEO, por sus siglas en inglés), incluidos muchos de comunicaciones, navegación y observación terrestre, tienen que atravesar continuamente esta región de baja intensidad magnética. Y al pasar por la AAS, estos aparatos se ven expuestos a dosis de radiación cósmica mucho más altas de lo normal, lo que puede provocar fallos electrónicos, daños permanentes en el hardware, o incluso ‘apagones’ temporales en sus sistemas, obligando a los operadores a apagar periódicamente (cada vez que pasan) los componentes más sensibles para protegerlos. Para los ingenieros espaciales, la Anomalía del Atlántico Sur es pues, una zona de alto riesgo que requiere de un blindaje adicional y una planificación meticulosa.
Las causas de la anomalía
¿Pero qué es lo que está causando este ‘agujero’ en nuestro escudo magnético? Como se ha dicho, se han formulado ya varias hipótesis, pero según los datos de Swarm la respuesta se encuentra a 2.900 km de profundidad, justo en la frontera que separa el núcleo de hierro líquido del manto rocoso del planeta. Porque es ahí, precisamente, donde se han detectado una serie de ‘parches de flujo inverso’.
Imaginemos que las líneas de campo magnético que salen del núcleo son como un chorro de agua que emerge de la Tierra. Lo normal sería que todas las líneas fluyeran hacia afuera. Sin embargo, en la región de la AAS, Swarm ha detectado áreas anómalas donde el campo, en lugar de emerger, vuelve a hundirse en el núcleo. Es como si un grupo de imanes gigantes en el núcleo se hubiera invertido, creando una perturbación local que contrarresta el campo principal, que se hace más débil en la superficie.
Finlay señala que uno de estos parches está migrando hacia el oeste, bajo África, un movimiento que coincide con el debilitamiento acelerado observado en esa zona desde 2020 y que está causando la ‘bifurcación’ o división de la anomalía que preocupa hoy a los científicos. Estos movimientos caóticos y complejos en el núcleo sugieren que no estamos ante un simple defecto, sino ante un proceso geodinámico profundo.
También en el norte
Sin embargo, y para sorpresa de los investigadores, los datos de Swarm no solo revelan un problema en el sur, sino que han notado también cambios significativos en el hemisferio norte, donde el campo es más fuerte. Lo cual subraya la naturaleza profundamente dinámica del campo magnético en su conjunto.
Concretamente, los datos revelan que mientras que la zona de campo fuerte sobre Canadá se ha reducido en una superficie comparable al tamaño de la India (una disminución del 0,65% del área terrestre), el campo fuerte sobre Siberia ha crecido, añadiendo un área comparable a la superficie de Groenlandia. Este desplazamiento magnético está íntimamente ligado al movimiento del Polo Magnético Norte, que en los últimos años ha acelerado su marcha desde Canadá hacia Siberia, un fenómeno con impacto directo en los sistemas de navegación que se basan en la brújula y los modelos geomagnéticos.
La vigilancia constante de misiones como Swarm, por lo tanto, no es solo una labor científica imprescindible, sino una necesidad operativa para la seguridad de nuestra infraestructura espacial y, en última instancia, para entender mejor la naturaleza del escudo que nos protege a todos. Se espera que la misión Swarm se extienda más allá de 2030, una ventana temporal crucial que, con suerte, nos permitirá desentrañar completamente los secretos que se agitan en los abismos de roca del planeta en el que nos ha tocado vivir.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Volver a intentar
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Sigue navegando
Artículo solo para suscriptores
RSS de noticias de ciencia