Chile y el reto histórico de la convivencia política

La crisis de la seguridad ciudadana y la inmigración irregular son otros de los desafíos que heredará el nuevo Gobierno, por delante de la economía Leer La crisis de la seguridad ciudadana y la inmigración irregular son otros de los desafíos que heredará el nuevo Gobierno, por delante de la economía Leer  

Lo fácil es cargar de excesivo dramatismo la elección presidencial en Chile; lo difícil, hacer un ejercicio un poco más sofisticado y advertir el muy interesante progreso que hizo el país incluso antes de definir si será gobernado por la derecha de José Antonio Kast o la izquierda de Jeannette Jara.

«Hemos ganado mucho con esta elección. En Chile hay acuerdos transversales en temas muy importantes», dice a EL MUNDO Eugenio Ravinet, ex integrante del Gobierno del socialista Ricardo Lagos y consultor político internacional.

«Jara, la candidata de la izquierda, reconoce que Venezuela es una dictadura, en tanto que Kast, de la derecha, no se mete con la reforma de las pensiones. ¡La izquierda propone construir más cárceles! Y todos los partidos coinciden en que las cuentas deben estar saneadas, en que hay que cuidar la situación fiscal», enumera Ravinet, de 51 años.

«Este es un panorama para valorar: no en vano la Bolsa de Santiago está en niveles récord y la inversión extranjera creció mucho en estos años. El nuevo Gobierno recibirá un país infinitamente mejor que el que Sebastián Piñera le dejó a Gabriel Boric«, añade.

No hay una extrema derecha ni una extrema izquierda buscando el poder, coinciden diversos observadores y analistas entrevistados por EL MUNDO. Jara es más socialdemócrata que otra cosa y Kast representa una derecha conservadora clásica, explican, antes de definir a la crisis de la seguridad ciudadana, el problema de la inmigración irregular y la necesidad de mantener la buena convivencia de la clase política chilena como los tres grandes retos del país hoy, incluso por encima de lo económico.

Claudio Ramírez, un reputado consultor estratégico en la capital chilena, coincide sólo parcialmente con Ravinet. «Hay que recuperar la inversión. La percepción de Chile como país amable para invertir bajó mucho durante estos años. Y el de la seguridad es un desafío tremendo», afirma a este diario el analista de 55 años.

Ramírez profundiza en algo que muchos chilenos subestiman, pero que en el contexto de una política internacional de trincheras y polarizaciones es sumamente valioso: el diálogo interpartidario, el ida y vuelta entre políticos de signo diametralmente opuesto: «Nuestros políticos se pelean en la tele, pero después están en una boda tomando whisky en el mismo bar. Se conocen todos«.

Lo que dice Ramírez entronca con tradiciones con las que otros países no se atreven ni a soñar, algo que los chilenos aprendieron en estos últimos 35 años de democracia, porque en los tiempos de la Unidad Popular, en los años 70, el ambiente era extremadamente ríspido.

En 2021, Kast visitó a Boric en su hotel apenas 40 minutos después de que se cerraran las mesas de votación para felicitarlo personalmente por la victoria. Poco después, Boric atendía la llamada telefónica del entonces presidente Sebastián Piñera, en un extenso diálogo televisado en vivo. Y al día siguiente, Piñera no lo recibió en su casa en el tradicional desayuno entre presidente en ejercicio y presidente electo, sino que le abrió las puertas de su despacho en el Palacio de La Moneda.

Se entienden así imágenes del pasado en las que Piñera, de la derecha tradicional, aparecía dándole tres besos y abrazos en una noche de Año Nuevo a la socialista Michelle Bachelet, o el comentario de la primera ministra del Interior de Boric, Izkia Siches, tras una visita que Kast hizo al Colegio Médico, del que ella era presidenta: «El más simpático era [José Antonio] Kast: el desgraciado simpático, buena onda, tirando tallas (risas). Y todo el mundo diciendo: ‘Oye, pero es que nos tiene que caer mal’«.

Un ex integrante de la segunda Convención Constituyente, la de 2023, advierte, sin embargo, del peligro de que ese ambiente se pierda, porque entiende que «la izquierda se ha hecho más moralizante, aplicando la retórica de amigo y enemigo».

Y otro observador desde el corazón de la política señala a EL MUNDO que Boric no hizo el mal Gobierno que muchos le endilgan, ya que recibió un país «desbocado, con crisis de la policía y en pleno proceso constituyente» por parte de Piñera, muerto en un accidente de helicóptero en febrero de 2024.

«Con Piñera estuvimos cerca de que tomaran [el Palacio de] La Moneda, eso es una realidad», dice, con el recuerdo de la insurrección social de octubre de 2019, hoy tan lejana ante el radical cambio del panorama político: si un sector muy importante de la población proponía por entonces poco menos que la revolución, hoy es mayoritario el reclamo de mano dura para solucionar la crisis de seguridad ciudadana.

«El problema es ahora diferente: hoy hay organizaciones criminales de la narcopolítica que sí te pueden hacer una revuelta. Y no es la izquierda», añade el observador. «Estoy convencido de que aquí hay venezolanos enviados que están moviendo cosas, como lo hicieron los cubanos en 2019. ¿O nos olvidamos del asesinato de [el ex militar venezolano, Ronald] Ojeda [en febrero de 2024]?

La presión de Kast para que, si gana la elección, todos los inmigrantes irregulares -que él calcula en 330.000- dejen el país antes de la asunción del poder el 11 de marzo, día del cambio de mando, puede ser contraproducente para él, advierte el observador: «Lo que se propone es muy difícil de lograr y el no sabe explicarlo bien. La primera promesa de Kast puede ser el primer problema de Kast«.

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