Barcelona cosmopolita

El martes tuve el privilegio de asistir a un diálogo sobre Barcelona entre John Carlin y Greg Clark (al que algunos consideran el mayor experto en ciudades del mundo) conducido por Miquel Molina.

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El martes tuve el privilegio de asistir a un diálogo sobre Barcelona entre John Carlin y Greg Clark (al que algunos consideran el mayor experto en ciudades del mundo) conducido por Miquel Molina.

Carlin y Clark son dos personas muy inteligentes, muy viajadas y con mucho sentido del humor. En consecuencia, el diálogo resultó instructivo y divertido. ¿Qué más se podía pedir?

La receta repele: que los barceloneses se vayan para que otros vivan en el Eixample

Ambos coinciden en que Barcelona es una ciudad extraordinaria. Según Carlin, juega en la Champions, mientras que Madrid debe conformarse con la Europa League. Más preciso, Clark considera que estas dos ciudades juegan en ligas distintas: Madrid, en la de las capitales políticas y financieras (como Londres, París o Nueva York) y Barcelona, en la de las ciudades innovadoras (como Boston, San Francisco o Munich). Carlin llega a elogiar su limpieza, y sentencia que aquí ha encontrado el mejor equilibrio entre la eficiencia y el disfrute de la vida.

En cuanto al turismo, ambos comparten la benevolencia. Carlin –que vive en el Eixample, donde quisiera quedarse hasta el fin de sus días– manifiesta que no le molestan los grupos de turistas fotografiando sus fachadas. Clark sentencia que no existe ninguna ciudad en el mundo que sea exitosa y que no tenga mucho turismo, y que este no deja de ser una inversión necesaria para triunfar, ya que crea conectividad y aumenta el conocimiento de la ciudad entre los potenciales inversores.

En cuanto a la vivienda, Clark señala la desproporción entre el enorme prestigio de la marca Barcelona y la dimensión física de la ciudad, y que lo que hay que hacer es potenciar el ferrocarril para desarrollar una metrópolis donde quepan los 10 millones de habitantes que Barcelona debe acabar teniendo. Carlin está de acuerdo y añade que las élites de la ciudad son demasiado provincianas para gestionar adecuadamente las enormes posibilidades de la ciudad.

Insisto en que el público se divirtió de lo lindo y que salió con la autoestima por las nubes. Sin embargo, me resultó imposible dejar de constatar que en ningún momento se mostró empatía por quienes sufren la transformación de Barcelona en una ciudad global , un proceso que no se ha traducido en una mejora del bienestar de sus ciudadanos. En las últimas décadas, la renta disponible de las familias no ha subido en absoluto, pero el precio de los inmuebles se ha disparado. En este contexto, no hace falta ser provinciano para que te repela la receta de una Barcelona metropolitana que permita que los barceloneses de origen se marchen a Vilafranca del Penedès para que los barceloneses by choice puedan vivir en el Eixample, ni es necesario tener un doctorado en Ciencias Políticas para entender la animadversión de las bases trumpistas hacia las élites cosmopolitas.

El mensaje fue optimista, pero mi conclusión es que, si esta ciudad no mejora la distribución de su éxito, esto va a acabar muy mal.

 Economía

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