Tan difícil como aprender un arte, incluso más, es enseñarlo, y ya no digamos intentar vivir de ello. Tres retos que resulta casi un milagro cumplir a la vez, y que durante más de 45 años ha conjugado el Taller de Músics, la escuela de música afincada en el barrio del Raval, entre las calles Requesens y Cendra, sede histórica a la que en el 2012 sumó la de Can Fabra, en el barrio de Sant Andreu, cuando dio el salto al grado superior. Se cumplió así la venganza que su fundador, Lluís Cabrera, lanzó a un músico que, en la primavera de 1980, le había espetado que la escuela era “un chiringuito del barrio Chino”, sin demasiados miramientos. “Lo que acabas de decir te lo comerás, donde estás dando clases entrará en crisis y no funcionará, y el Taller triunfará”, le contestó con rabia Cabrera lanzando al aire una premonición que, casi medio siglo después, se continúa cumpliendo.
Lluís Cabrera, el artífice de un centro pionero en fusionar jazz y flamenco, se retira tras 45 años
Tan difícil como aprender un arte, incluso más, es enseñarlo, y ya no digamos intentar vivir de ello. Tres retos que resulta casi un milagro cumplir a la vez, y que durante más de 45 años ha conjugado el Taller de Músics, la escuela de música afincada en el barrio del Raval, entre las calles Requesens y Cendra, sede histórica a la que en el 2012 sumó la de Can Fabra, en el barrio de Sant Andreu, cuando dio el salto al grado superior. Se cumplió así la venganza que su fundador, Lluís Cabrera, lanzó a un músico que, en la primavera de 1980, le había espetado que la escuela era “un chiringuito del barrio Chino”, sin demasiados miramientos. “Lo que acabas de decir te lo comerás, donde estás dando clases entrará en crisis y no funcionará, y el Taller triunfará”, le contestó con rabia Cabrera lanzando al aire una premonición que, casi medio siglo después, se continúa cumpliendo.
Salvador Sobral, Andrea Motis, Alfred Garcia o la internacional Rosalía son algunos de los nombres que han salido del Taller de Músics, poco más que cuatro habitaciones con hueveras en las paredes para amortiguar el sonido cuando se fundó en 1979. El local, sede anteriormente de la fugaz distribuidora de libros Epicuro, acogió la que entonces fue la tercera escuela de música moderna nacida en aquellos años fértiles para la expansión de un arte que, hasta entonces, solamente se enseñaba con los criterios de la clásica. La escuela de Zeleste, nacida en 1977 en el cercano barrio de la Ribera, y L’Aula de Música Moderna, nacida en 1978 en Vallcarca, fueron las otras dos compañeras de esta primera época, una pronto desaparecida y la otra absorbida en 1989 por el Conservatori del Liceu.
En el Raval, el taller es, junto al Casal d’Infants, la institución más veterana del barrio, creando tejido social mucho antes de que existieran el CCCB, el Macba o se abriera la Rambla del Raval
Diferente suerte corrió el Taller, que debe su existencia a un emigrante jienense nacido en 1954 y que, con 10 años, se instaló en Nou Barris, donde tiempo después fundó la Peña Flamenca Enrique Morente mientras participaba en las luchas vecinales para, entre otros objetivos, llevar la cultura a la periferia de la ciudad. La peña colaboró en organizar las 30 Horas de Fiesta Popular en el Ateneo Popular 9 Barris recién fundado en la planta asfáltica de Roquetes. De aquel encuentro salieron muchos de los primeros profesores de la escuela, conocida despectivamente como la de “los sudacas” en sus primeros años por la notable presencia de profesores de origen sudamericano.
Entre aquellos se encontraba el trompetista argentino Américo Bellotto, miembro de la big band de Thad Jones, o el portugués Zé Eduardo, que apostaron por un modelo pedagógico propio donde la práctica venía antes que el estudio, siguiendo el lema “del aula al escenario”, y que contó con Tete Montoliu como padrino. Precisamente fue Petri Palou, profesora de técnica del gran pianista, la que dio la idea para llamar Taller de Músics a la nueva escuela que surgía sin referentes, pues no existía entonces un método para aprender músicas como el jazz, el blues o el flamenco.
Los alumnos comenzaron a llegar a un Taller que no sólo ofrecía clases de música, sino que organizaba conciertos como la Setmana del Jazz de Barcelona, recientemente recuperada, o el primer Seminario Internacional de Jazz de Banyoles, corriente que han mantenido hasta la actualidad organizando certámenes como el Ciutat Flamenco o el Jazz I Am, presentes el pasado año como parte de las 400 actuaciones –tanto de alumnos como de músicos consolidados– organizadas por el Taller, que nunca se ha olvidado de dar de alta a sus músicos en la seguridad social, ni de promocionar discos cuando ha sido menester. Una tarea que llevaron a cabo en el Raval, donde junto al Casal d’Infants son las instituciones más veteranas del barrio, creando tejido social mucho antes de que el CCCB, el Macba o la apertura de la Rambla del Raval convirtieran la zona en polo de atracción internacional, donde el Taller creció abriendo nuevos espacios y un auditorio con capacidad para 80 personas.
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La labor pedagógica del Taller fue vital cuando se abrió la Escola Superior de Música de Catalunya (Esmuc) en el 2001, institución que en su comienzo se nutrió principalmente de los profesores formados en el Taller de Músics, y aleccionados en la entonces innovadora propuesta de mezclar jazz con flamenco, que el Taller impulsó desde su creación en 1979 y que mantuvo cuando, en el 2012, inició su periplo como escuela superior, poniéndose a la misma altura que la mencionada Esmuc y el Conservatori del Liceu.
Forman parte del Taller más de 200 personas, una tropa que este año dejará de estar liderada por Cabrera, quien permanecerá como presidente honorífico cediendo el testigo a Joan Manuel Tresserras para mantener vivo este milagro musical que, desde su creación, ha formado parte de la vida cultural de Barcelona sin más dependencia que la de su propio empeño.
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