El sueco se supera por decimocuarta vez al tercer intento el Mundial de Tokio y niega que vaya a ser la última. Leer El sueco se supera por decimocuarta vez al tercer intento el Mundial de Tokio y niega que vaya a ser la última. Leer
Desde hace unos años, la máxima emoción del atletismo mundial se concentra en un solo hombre: Armand Duplantis. Es la estrella que más brilla; la excitación de lo sobrehumano. Con su magia es capaz de concentrar las miradas de millones de personas durante minutos, hasta que empieza la acción. Él, el pasillo ahí delante, el listón allí arriba. Antes de saltar, se unta las manos de magnesio, agarra su pértiga, se coloca, reclama palmas a los 67.500 aficionados del Estadio Olímpico de Tokio y… «¡Wow!». Otro «¡Wow!». Este lunes batió su récord del mundo de salto con pértiga por decimocuarta vez, para dejarlo en 6,30 metros.
Nuevamente, fue vertiginoso en la carrera y, cada año más fuerte, consiguió impulsarse un centímetro más: siempre uno más. Fue al tercer intento, pero podría haber sido en el primero o en el segundo. En sus dos oportunidades previas sobre esa altura estuvo a un suspiro de batir su propia plusmarca, pero en ambas falló algún detalle. «Tranquilos», indicaba al público con las manos antes de su salto definitivo, el que le llevaría a la gloria.
«Tengo mucha confianza en mis habilidades; en lo que se refiere al salto con pértiga, soy el mejor. No creo que haya habido nadie en la historia que pueda competir conmigo», aseguraba después. Y esa confianza es uno de sus secretos. Otro puede ser su motivación: ganar no tiene significado. Con Duplantis, la competición carece de interés —no pierde desde hace más de dos años— porque su objetivo es otro.
Tanta es su superioridad que, este lunes, el subcampeón, el griego Emmanouil Karalis, le daba aire con un miniventilador eléctrico mientras se preparaba para sus intentos de récord del mundo. El tercero y el cuarto, el australiano Kurtis Marshall y el estadounidense Sam Kendricks, fueron los primeros en celebrar junto a Duplantis su nueva plusmarca.
En cuanto cayó sobre la colchoneta y confirmó que lo había conseguido, Duplantis enloqueció de nuevo: primero con sus rivales, después con sus padres y entrenadores —Greg le ayuda con la pértiga, Helena, con la preparación física— y, finalmente, con su pareja, la influencer Desiré Inglander, con quien se casará el año próximo. Con la jornada ya finalizada —hubo finales de lanzamiento de martillo femenino y de 3.000 metros masculino—, el público japonés no sólo aguardó a que el sueco elevara un poco más su plusmarca, sino que también vibró con su celebración y le acompañó hasta tarde. Era medianoche en Tokio, Duplantis atendía a las televisiones y la afición local seguía gritándole. Desde hace unos años, la máxima emoción del atletismo mundial se concentra en un solo hombre.
Deportes // elmundo