Es la reina del violín. A los 13 años ya actuaba con la Filarmónica de Berlín dirigida por Herbert von Karajan y su carrera desde entonces ha sido imparable. Preocupada por el futuro, encargando obras para hacer avanzar el repertorio, como ahora a dos compositoras iraníes, Anne-Sophie Mutter (Rheinfelden, 1963), medio siglo en escena, abre este lunes el ciclo estrella del Palau de la Música, Palau 100, junto al pianista Yefim Bronfman y el violonchelista español y discípulo de Mutter Pablo Ferrández (Madrid, 1991). Juntos interpretarán los exigentes Trío Archiduque de Beethoven y Trío en La menor de Chaikovski.
La alemana abre la temporada del ciclo Palau 100
Es la reina del violín. A los 13 años ya actuaba con la Filarmónica de Berlín dirigida por Herbert von Karajan y su carrera desde entonces ha sido imparable. Preocupada por el futuro, encargando obras para hacer avanzar el repertorio, como ahora a dos compositoras iraníes, Anne-Sophie Mutter (Rheinfelden, 1963), medio siglo en escena, abre este lunes el ciclo estrella del Palau de la Música, Palau 100, junto al pianista Yefim Bronfman y el violonchelista español y discípulo de Mutter Pablo Ferrández (Madrid, 1991). Juntos interpretarán los exigentes Trío Archiduque de Beethoven y Trío en La menor de Chaikovski.
Para los tríos que interpretará en el Palau es necesaria mucha resistencia. ¿Por qué el ‘Archiduque’, por qué Tchaikovsky?
Sí, mucha resistencia. El Archiduque Rodolfo era un amigo de Beethoven, no solo un mentor, y el trío es casi un retrato, una pieza muy elegante y lírica. Y la obra de Chaikovsky es un retrato de su antiguo mentor y maestro Anton Rubinstein. Es un homenaje, en ella en cierto modo sus vidas, están en medio estas variaciones, hay un vals, una mazurca, la pieza es de tamaño gigante, en cierto modo es un triple concierto, muy sinfónico. Y sí, nos empuja a todos al límite, particularmente al piano, que toca sin parar. Es un viaje emocional muy intenso. Y creo que puedo hablar por los tres de si digo que son de nuestras composiciones favoritas porque tienen tanta versatilidad de estilo y profundidad de emoción.
Ha hablado de amistad en ambas piezas. ¿Cómo es la relación con Bronfman después de tantos años y ahora también con Pablo Ferrández?
Conozco a Pablo hace diez años, cuando audicionó para mi fundación y fue durante un tiempo miembro de los Mutter Virtuosi, y para mí es absolutamente conmovedor ver en qué maravilloso músico auténtico e intenso se ha convertido y verlo también interesado en la música contemporánea, intentando ampliar el repertorio. No podría estar más feliz de tocar con él en su país natal, y en compañía de uno de los músicos de cámara más maravillosos de la actualidad, no solo pianista solista, Yefim Bronfman.
Dijo que a final de 2024 se tomaría un descanso para reevaluar su futuro como música. ¿Adónde quiere ir?
Hago pausas cada cierto tiempo, sí, y he comenzado un increíble proyecto del que Pablo es parte, que es grabar todas las piezas que han sido escritas para mí que no he grabado aún. Verá el lanzamiento de tres o cuatro cd’s en los próximos años de piezas de Thomas Adès, André Previn, Sebastian Currier, de Jörg Widmann, su estudio de cuarteto sobre Beethoven, donde Pablo toca el violonchelo. Y eso es algo que probablemente podría considerar mi legado. En 2027 celebro 50 años en el escenario y decidí que es importante grabar estas piezas contemporáneas porque así tendrán vida. Cuando existan en servicios de streaming y cd’s, la siguiente generación sabrá de su existencia y también querrá tocar este repertorio. Y es importante refrescar, renovar y ampliar el repertorio. Cada generación necesita hacerlo. Me siento muy obligada y muy motivada a cumplir esa parte de mi rol como mentora y música.
El estilo Mutter
“Toco cada concierto como si fuera el último y siempre lo doy todo”
Hablando de las nuevas generaciones, ha dicho que hay una crisis en la interpretación del violín, que a veces es demasiado unidimensional, incluso aburrida. ¿Cuál es la causa?
Vivimos en un tiempo en el que el piano reina, hay tantos pianistas fantásticos… Y hay chelistas extraordinarios. No estoy segura de que haya igual número de violinistas con pensamiento independiente. Cuando miramos el estilo de interpretación 30, 40, 50 años atrás, notamos que la estética de la generación de Pau Casals, Szigeti, la estética era encontrar una voz personal y ser bastante libre, como en el jazz, en cierto modo, con las barras de compás. Eso le da a la música una cualidad más narrativa. Y es importante en la música que tengamos la narración. Espero que volvamos a eso. Lo veo en muchos violonchelistas y pianistas. Y estoy segura de que después de un periodo más aséptico al tocar volveremos a encontrar un enfoque más humano e individual de la música. Tengo mucha confianza en ello.
¿Se atrevería a definir su estilo?
Toco cada concierto como si fuera el último y siempre lo doy todo.
¿Cómo de importante es su personalidad, su visión del mundo, para su música?
Al final del día aportamos nuestra humanidad al escenario. Me encanta dar conciertos benéficos, estoy preparando uno para la Organización Mundial de la Salud contra el hambre en el mundo, 673 millones de personas en el planeta sufren de hambre. ¿No es terrible? Como ser humano para mí es importante intentarlo, proyectar luz sobre el hecho. Aunque sea en una pequeña cantidad, crear conciencia. Todos necesitamos trabajar juntos para crear conciencia sobre las necesidades de otros que no están en una situación tan privilegiada como la nuestra, viviendo en libertad y paz y teniendo comida. Es parte de ser músico, porque como músico tengo una pequeña voz y quiero usarla para el bien de la humanidad. Y una vez lo ves como el punto focal de tu vida, eso puede enriquecer tu capacidad para transportar más que solo notas a la audiencia.
Ha declarado que la pregunta por el significado de la vida siempre surge para usted, más allá de su cumpleaños
¿Pienso mucho en ello? Sí, por supuesto. ¿Tengo respuesta? No (ríe). Me encanta compartir, me encanta la gente, particularmente los niños y la gente joven. Compartir la música, un plato de pasta. Tener una memoria cultural colectiva, eso es sobre lo que va la música. Nos muestra que tenemos una herencia cultural colectiva, y aunque tenemos diferentes raíces y tradiciones, lo cual es maravilloso, también descubrimos que somos mucho más similares entre nosotros en nuestros sueños y deseos y lo encuentro fascinante. La música es un catalizador maravilloso para eso.
El futuro de la clásica
“La sociedad es más egocéntrica e individualista y la música entrena para ser parte de un grupo y aprender a ser un líder”
¿La clásica está en buena forma hoy?
La música tiene un gran futuro. El arte musical probablemente perdurará cuando la humanidad ya se haya desvanecido de este planeta. Tenemos que ser conscientes de la necesidad de llevar la literatura, la pintura, la escultura, y por supuesto, también todo tipo de música a la vida de los niños pequeños. Para que tengan más información y opciones. La política y nuestro sistema educativo parecen alejarse cada vez más de las artes. Pero los antiguos griegos consideraban que las artes estaban en el centro del proceso de convertirse en humano. En muchos lugares, la sociedad se está moviendo hacia un mundo más egocéntrico e individualista, y creo que la música es un excelente campo de entrenamiento para aprender a formar parte de un grupo, pero también a ser un líder. Y más de eso en las aulas de los niños de seis y siete años sin duda contribuiría a una vida más pacífica, estoy convencida.
¿Sigue encargando obras musicales ahora mismo?
Sí. Acabo de grabar una pieza fantástica de una compositora iraní, Aftab Darvishi, titulada Likoo. Y he encargado otra pieza de otra compositora iraní, un triple concierto para violín, viola y chelo. Y el próximo viernes interpretaré dos piezas escritas para mí. Un estreno mundial en la Gala Johann Strauss con motivo del 200 cumpleaños de Strauss. Una es un vals de John Williams, el único e inigualable, When the world was waltzing. Y la otra es mi primera colaboración con Max Richter, una pieza de tres movimientos. Tengo muchísimas ganas de este estreno. Así que estoy practicando Williams y Richter mientras interpreto a Chaikovski y Beethoven. Es muy emocionante encargar obras y es importante para las próximas generaciones. Me gusta estar al limite. Y, por supuesto, cada vez que estoy frente a una composición contemporánea, una nueva composición, me entra el pánico por si no puedo descifrarla. Me pone al límite y eso me gusta.
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