Que el tiempo es relativo y no transcurre igual en todas partes es algo que ya sabemos desde hace mucho gracias a las teorías de Einstein. Pero ahora, y por primera vez, un equipo de investigadores del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología de Estados Unidos (NIST), ha cuantificado con precisión cuál es esa ‘diferencia temporal’ con un planeta en el que tenemos intención de establecernos muy pronto: Marte . Y resulta que nuestros relojes, en el planeta rojo se adelantan 477 millonésimas de segundo cada día con respecto a la Tierra. O lo que es lo mismo, unos pocos segundos en el transcurso de varias décadas. Puede parecer poca cosa, pero en el mundo de la navegación espacial de alta precisión, ese desfase puede suponer la diferencia entre llegar sin novedad a nuestro destino y perdernos para siempre en el vacío del espacio. Sin corregirlo, el sueño de establecer una presencia humana permanente en el planeta rojo se convertiría en algo prácticamente imposible.Y no estamos hablando de que en Marte la duración del día sea diferente, que lo es, sino de algo mucho más fundamental: la propia estructura del tiempo no funciona allí igual que aquí.En nuestro planeta, la pregunta ‘¿qué hora es?’ tiene una respuesta exacta gracias a una intrincada red de relojes atómicos, satélites GPS y sistemas de telecomunicaciones que mantienen a la humanidad sincronizada. Sin embargo, tal y como Einstein nos enseñó hace ya más de un siglo, el tiempo no es una constante universal. Es maleable. Se ‘estira’ y se ‘encoge’ dependiendo de la gravedad y la velocidad.Así es el ‘tiempo marciano’En un nuevo estudio recién publicado en ‘ The Astronomical Journal ‘, el equipo del NIST ha conseguido, por fin, resolver un rompecabezas que llevaba años sobre la mesa de los ingenieros espaciales. Y han conseguido calcular, con una precisión inédita, a qué velocidad fluye el tiempo en nuestro planeta vecino. Según la Teoría de la Relatividad General de Einstein, la gravedad no es solo la fuerza que nos mantiene pegados al suelo, sino también una ‘curvatura’ en el tejido del espacio-tiempo , que se deforma en presencia de planetas, estrellas y galaxias igual que se deforma una sábana tensa en la que colocamos un peso. Cuanto más fuerte sea la gravedad en un lugar determinado, mayor será esa curvatura y por tanto, más lento transcurrirá el tiempo.Y volvamos a Marte. Es mucho más pequeño que la Tierra, su masa es significativamente menor y su gravedad en superficie es cinco veces más débil que la nuestra. Con menos gravedad ‘tirando’ del tiempo, éste puede fluir con mayor libertad, más deprisa. Podríamos comprobarlo aterrizando en Marte equipados con un reloj atómico. Para nosotros ese reloj funcionará con total normalidad . El segundo seguirá siendo un segundo. Pero si intentamos compararlo en tiempo real con un reloj gemelo que se quedó en la Tierra, veremos cómo el nuestro se va adelantando progresivamente.«Conocer cómo funcionan los relojes en Marte es el primer paso fundamental para futuras misiones espaciales», explica el físico Bijunath Patla, coautor principal del artículo.Una tarea complejaCalcular con exactitud cómo transcurre el tiempo en Marte no ha sido una tarea sencilla. De hecho, ha supuesto un mayor ‘dolor de cabeza’ matemático de lo que los propios físicos del NIST esperaban. «El trabajo pesado -admite Patla- fue más desafiante de lo que pensé inicialmente». Y lo fue porque, para obtener un resultado preciso, los investigadores tuvieron que lidiar con uno de los problemas más complejos que existen: el de los múltiples cuerpos .De hecho, para obtener resultados fiables no basta sólo con comparar la gravedad de la Tierra y de Marte. Hay que tener en cuenta que hay más cosas moviéndose a nuestro alrededor. Nuestro Sistema Solar es un complejo salón de baile, donde el Sol acapara más del 99% de la masa total y ‘tira’ de todo lo demás. Pero también están la Luna, Júpiter, Saturno… todos influyendo gravitatoriamente los unos sobre los otros.Para terminar de complicar las cosas, y a diferencia de la Tierra o la Luna, cuyas órbitas son relativamente constantes, la de Marte es excéntrica. Es decir, menos ‘redonda’ y más ‘alargada’. Lo cual significa que la distancia de Marte al Sol cambia drásticamente a lo largo de su año, que dura 687 días terrestres.Esa excentricidad provoca que la velocidad a la que el ‘tiempo marciano’ se acelera no sea fija. Esos 477 microsegundos de adelanto, en efecto, son solo un promedio. Según los cálculos de Patla y su colega Neil Ashby, la influencia de los vecinos celestes y la órbita errática del planeta rojo pueden aumentar o disminuir esa cifra en hasta 226 microsegundos al día. Es, por tanto, un ‘baile temporal’ que cambia constantemente y que debe ser predicho con exactitud matemática si queremos que nuestros ordenadores se hablen entre sí.«Para la Luna -explica Patla refiriéndose a un estudio previo que realizaron en 2024-, el tiempo es, de forma consistente, 56 microsegundos más rápido que en la Tierra. Pero para Marte, ese no es el caso. Su distancia al Sol y su órbita excéntrica hacen que las variaciones sean mucho mayores. Es un problema de tres cuerpos extremadamente complejo, que ahora se convierte en cuatro: Sol, Tierra, Luna y Marte».Comunicaciones pre-telegráficas¿Y cómo afecta a nuestras vidas, o incluso a las de los astronautas, que un reloj se desvíe en Marte medio milisegundo al día?Según se desprende del estudio, mucho más de lo que podríamos imaginar. Y la principal razón, aparte de la navegación, tiene un nombre propio: Internet interplanetario. Hoy en día, las comunicaciones entre la Tierra y los rovers de Marte, o con cualquier sonda interplanetaria, son, en palabras de los propios investigadores, casi ‘pre-telegráficas’. Debido a la inmensa distancia (la luz tarda entre 4 y 24 minutos en viajar de un planeta a otro), enviar una instrucción y recibir confirmación es un proceso lento y tedioso. «Es como cuando la gente entregaba cartas manuscritas a un barco que cruzaba el océano y luego esperaba semanas o meses para recibir respuesta», ilustra Patla.Pero el futuro que dibujan la NASA y otras agencias espaciales requiere algo mejor. De hecho, ya se está trabajando en una arquitectura de ‘Luna a Marte’ que incluirá redes de satélites GPS orbitando el Planeta Rojo y sistemas de comunicaciones de alta velocidad para transmitir vídeo y datos científicos de forma masiva. Para que un GPS funcione, necesita medir el tiempo que tarda una señal en ir del satélite al receptor. Por eso, si los relojes de los satélites y los receptores no están perfectamente sincronizados, el error en la posición se dispara. En la Tierra, un error de microsegundos en el reloj de un GPS supondría errar una ubicación por kilómetros. Imaginemos lo que sería intentar aterrizar una nave tripulada con ese mismo margen de error.En tiempo realAdemás, las redes de datos modernas son exigentes. Las de 5G, por ejemplo, requieren precisiones de hasta una décima de microsegundo. «Si consigues la sincronización -asegura Patla-, será casi como una comunicación en tiempo real sin pérdida de información. No tendrás que esperar para ver qué pasa».El nuevo estudio, por tanto, sienta las bases teóricas para una infraestructura que muy pronto resultará vital. Patla y su equipo han elegido un punto específico en la superficie de Marte para que actúe como referencia, algo similar a lo que hacemos en la Tierra con el nivel del mar en el ecuador. Y gracias a años de datos recopilados por misiones anteriores, han podido estimar el potencial gravitatorio exacto en ese punto y compararlo después con el geoide terrestre.El esfuerzo no solo va destinado a que los relojes den bien la hora cuando estamos en Marte. Se trata más bien de la primera piedra de un futuro sistema de posicionamiento global interplanetario. En palabras de Neil Ashby, coautor del estudio, «puede que pasen décadas antes de que la superficie de Marte esté cubierta por las huellas de rovers errantes, pero es útil estudiar ahora los problemas que tendremos para establecer sistemas de navegación en otros mundos».MÁS INFORMACIÓN noticia Si Primera imagen real de un planeta con dos soles noticia Si Las canciones se han vuelto más deprimentes en los últimos 50 años«Estamos -subraya Patla- más cerca que nunca de hacer realidad la visión de ciencia ficción de expandirnos por el Sistema Solar». Y esa expansión depende tanto de los grandes cohetes como de los complejos cálculos de órbitas y gravedad que se escriben en una pizarra. Y, por supuesto, Einstein, de nuevo, tenía toda la razón. Que el tiempo es relativo y no transcurre igual en todas partes es algo que ya sabemos desde hace mucho gracias a las teorías de Einstein. Pero ahora, y por primera vez, un equipo de investigadores del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología de Estados Unidos (NIST), ha cuantificado con precisión cuál es esa ‘diferencia temporal’ con un planeta en el que tenemos intención de establecernos muy pronto: Marte . Y resulta que nuestros relojes, en el planeta rojo se adelantan 477 millonésimas de segundo cada día con respecto a la Tierra. O lo que es lo mismo, unos pocos segundos en el transcurso de varias décadas. Puede parecer poca cosa, pero en el mundo de la navegación espacial de alta precisión, ese desfase puede suponer la diferencia entre llegar sin novedad a nuestro destino y perdernos para siempre en el vacío del espacio. Sin corregirlo, el sueño de establecer una presencia humana permanente en el planeta rojo se convertiría en algo prácticamente imposible.Y no estamos hablando de que en Marte la duración del día sea diferente, que lo es, sino de algo mucho más fundamental: la propia estructura del tiempo no funciona allí igual que aquí.En nuestro planeta, la pregunta ‘¿qué hora es?’ tiene una respuesta exacta gracias a una intrincada red de relojes atómicos, satélites GPS y sistemas de telecomunicaciones que mantienen a la humanidad sincronizada. Sin embargo, tal y como Einstein nos enseñó hace ya más de un siglo, el tiempo no es una constante universal. Es maleable. Se ‘estira’ y se ‘encoge’ dependiendo de la gravedad y la velocidad.Así es el ‘tiempo marciano’En un nuevo estudio recién publicado en ‘ The Astronomical Journal ‘, el equipo del NIST ha conseguido, por fin, resolver un rompecabezas que llevaba años sobre la mesa de los ingenieros espaciales. Y han conseguido calcular, con una precisión inédita, a qué velocidad fluye el tiempo en nuestro planeta vecino. Según la Teoría de la Relatividad General de Einstein, la gravedad no es solo la fuerza que nos mantiene pegados al suelo, sino también una ‘curvatura’ en el tejido del espacio-tiempo , que se deforma en presencia de planetas, estrellas y galaxias igual que se deforma una sábana tensa en la que colocamos un peso. Cuanto más fuerte sea la gravedad en un lugar determinado, mayor será esa curvatura y por tanto, más lento transcurrirá el tiempo.Y volvamos a Marte. Es mucho más pequeño que la Tierra, su masa es significativamente menor y su gravedad en superficie es cinco veces más débil que la nuestra. Con menos gravedad ‘tirando’ del tiempo, éste puede fluir con mayor libertad, más deprisa. Podríamos comprobarlo aterrizando en Marte equipados con un reloj atómico. Para nosotros ese reloj funcionará con total normalidad . El segundo seguirá siendo un segundo. Pero si intentamos compararlo en tiempo real con un reloj gemelo que se quedó en la Tierra, veremos cómo el nuestro se va adelantando progresivamente.«Conocer cómo funcionan los relojes en Marte es el primer paso fundamental para futuras misiones espaciales», explica el físico Bijunath Patla, coautor principal del artículo.Una tarea complejaCalcular con exactitud cómo transcurre el tiempo en Marte no ha sido una tarea sencilla. De hecho, ha supuesto un mayor ‘dolor de cabeza’ matemático de lo que los propios físicos del NIST esperaban. «El trabajo pesado -admite Patla- fue más desafiante de lo que pensé inicialmente». Y lo fue porque, para obtener un resultado preciso, los investigadores tuvieron que lidiar con uno de los problemas más complejos que existen: el de los múltiples cuerpos .De hecho, para obtener resultados fiables no basta sólo con comparar la gravedad de la Tierra y de Marte. Hay que tener en cuenta que hay más cosas moviéndose a nuestro alrededor. Nuestro Sistema Solar es un complejo salón de baile, donde el Sol acapara más del 99% de la masa total y ‘tira’ de todo lo demás. Pero también están la Luna, Júpiter, Saturno… todos influyendo gravitatoriamente los unos sobre los otros.Para terminar de complicar las cosas, y a diferencia de la Tierra o la Luna, cuyas órbitas son relativamente constantes, la de Marte es excéntrica. Es decir, menos ‘redonda’ y más ‘alargada’. Lo cual significa que la distancia de Marte al Sol cambia drásticamente a lo largo de su año, que dura 687 días terrestres.Esa excentricidad provoca que la velocidad a la que el ‘tiempo marciano’ se acelera no sea fija. Esos 477 microsegundos de adelanto, en efecto, son solo un promedio. Según los cálculos de Patla y su colega Neil Ashby, la influencia de los vecinos celestes y la órbita errática del planeta rojo pueden aumentar o disminuir esa cifra en hasta 226 microsegundos al día. Es, por tanto, un ‘baile temporal’ que cambia constantemente y que debe ser predicho con exactitud matemática si queremos que nuestros ordenadores se hablen entre sí.«Para la Luna -explica Patla refiriéndose a un estudio previo que realizaron en 2024-, el tiempo es, de forma consistente, 56 microsegundos más rápido que en la Tierra. Pero para Marte, ese no es el caso. Su distancia al Sol y su órbita excéntrica hacen que las variaciones sean mucho mayores. Es un problema de tres cuerpos extremadamente complejo, que ahora se convierte en cuatro: Sol, Tierra, Luna y Marte».Comunicaciones pre-telegráficas¿Y cómo afecta a nuestras vidas, o incluso a las de los astronautas, que un reloj se desvíe en Marte medio milisegundo al día?Según se desprende del estudio, mucho más de lo que podríamos imaginar. Y la principal razón, aparte de la navegación, tiene un nombre propio: Internet interplanetario. Hoy en día, las comunicaciones entre la Tierra y los rovers de Marte, o con cualquier sonda interplanetaria, son, en palabras de los propios investigadores, casi ‘pre-telegráficas’. Debido a la inmensa distancia (la luz tarda entre 4 y 24 minutos en viajar de un planeta a otro), enviar una instrucción y recibir confirmación es un proceso lento y tedioso. «Es como cuando la gente entregaba cartas manuscritas a un barco que cruzaba el océano y luego esperaba semanas o meses para recibir respuesta», ilustra Patla.Pero el futuro que dibujan la NASA y otras agencias espaciales requiere algo mejor. De hecho, ya se está trabajando en una arquitectura de ‘Luna a Marte’ que incluirá redes de satélites GPS orbitando el Planeta Rojo y sistemas de comunicaciones de alta velocidad para transmitir vídeo y datos científicos de forma masiva. Para que un GPS funcione, necesita medir el tiempo que tarda una señal en ir del satélite al receptor. Por eso, si los relojes de los satélites y los receptores no están perfectamente sincronizados, el error en la posición se dispara. En la Tierra, un error de microsegundos en el reloj de un GPS supondría errar una ubicación por kilómetros. Imaginemos lo que sería intentar aterrizar una nave tripulada con ese mismo margen de error.En tiempo realAdemás, las redes de datos modernas son exigentes. Las de 5G, por ejemplo, requieren precisiones de hasta una décima de microsegundo. «Si consigues la sincronización -asegura Patla-, será casi como una comunicación en tiempo real sin pérdida de información. No tendrás que esperar para ver qué pasa».El nuevo estudio, por tanto, sienta las bases teóricas para una infraestructura que muy pronto resultará vital. Patla y su equipo han elegido un punto específico en la superficie de Marte para que actúe como referencia, algo similar a lo que hacemos en la Tierra con el nivel del mar en el ecuador. Y gracias a años de datos recopilados por misiones anteriores, han podido estimar el potencial gravitatorio exacto en ese punto y compararlo después con el geoide terrestre.El esfuerzo no solo va destinado a que los relojes den bien la hora cuando estamos en Marte. Se trata más bien de la primera piedra de un futuro sistema de posicionamiento global interplanetario. En palabras de Neil Ashby, coautor del estudio, «puede que pasen décadas antes de que la superficie de Marte esté cubierta por las huellas de rovers errantes, pero es útil estudiar ahora los problemas que tendremos para establecer sistemas de navegación en otros mundos».MÁS INFORMACIÓN noticia Si Primera imagen real de un planeta con dos soles noticia Si Las canciones se han vuelto más deprimentes en los últimos 50 años«Estamos -subraya Patla- más cerca que nunca de hacer realidad la visión de ciencia ficción de expandirnos por el Sistema Solar». Y esa expansión depende tanto de los grandes cohetes como de los complejos cálculos de órbitas y gravedad que se escriben en una pizarra. Y, por supuesto, Einstein, de nuevo, tenía toda la razón.
Que el tiempo es relativo y no transcurre igual en todas partes es algo que ya sabemos desde hace mucho gracias a las teorías de Einstein. Pero ahora, y por primera vez, un equipo de investigadores del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología de Estados … Unidos (NIST), ha cuantificado con precisión cuál es esa ‘diferencia temporal’ con un planeta en el que tenemos intención de establecernos muy pronto: Marte. Y resulta que nuestros relojes, en el planeta rojo se adelantan 477 millonésimas de segundo cada día con respecto a la Tierra. O lo que es lo mismo, unos pocos segundos en el transcurso de varias décadas.
Puede parecer poca cosa, pero en el mundo de la navegación espacial de alta precisión, ese desfase puede suponer la diferencia entre llegar sin novedad a nuestro destino y perdernos para siempre en el vacío del espacio. Sin corregirlo, el sueño de establecer una presencia humana permanente en el planeta rojo se convertiría en algo prácticamente imposible.
Y no estamos hablando de que en Marte la duración del día sea diferente, que lo es, sino de algo mucho más fundamental: la propia estructura del tiempo no funciona allí igual que aquí.
En nuestro planeta, la pregunta ‘¿qué hora es?’ tiene una respuesta exacta gracias a una intrincada red de relojes atómicos, satélites GPS y sistemas de telecomunicaciones que mantienen a la humanidad sincronizada. Sin embargo, tal y como Einstein nos enseñó hace ya más de un siglo, el tiempo no es una constante universal. Es maleable. Se ‘estira’ y se ‘encoge’ dependiendo de la gravedad y la velocidad.
Así es el ‘tiempo marciano’
En un nuevo estudio recién publicado en ‘The Astronomical Journal‘, el equipo del NIST ha conseguido, por fin, resolver un rompecabezas que llevaba años sobre la mesa de los ingenieros espaciales. Y han conseguido calcular, con una precisión inédita, a qué velocidad fluye el tiempo en nuestro planeta vecino.
Según la Teoría de la Relatividad General de Einstein, la gravedad no es solo la fuerza que nos mantiene pegados al suelo, sino también una ‘curvatura’ en el tejido del espacio-tiempo, que se deforma en presencia de planetas, estrellas y galaxias igual que se deforma una sábana tensa en la que colocamos un peso. Cuanto más fuerte sea la gravedad en un lugar determinado, mayor será esa curvatura y por tanto, más lento transcurrirá el tiempo.
Y volvamos a Marte. Es mucho más pequeño que la Tierra, su masa es significativamente menor y su gravedad en superficie es cinco veces más débil que la nuestra. Con menos gravedad ‘tirando’ del tiempo, éste puede fluir con mayor libertad, más deprisa. Podríamos comprobarlo aterrizando en Marte equipados con un reloj atómico. Para nosotros ese reloj funcionará con total normalidad. El segundo seguirá siendo un segundo. Pero si intentamos compararlo en tiempo real con un reloj gemelo que se quedó en la Tierra, veremos cómo el nuestro se va adelantando progresivamente.
«Conocer cómo funcionan los relojes en Marte es el primer paso fundamental para futuras misiones espaciales», explica el físico Bijunath Patla, coautor principal del artículo.
Una tarea compleja
Calcular con exactitud cómo transcurre el tiempo en Marte no ha sido una tarea sencilla. De hecho, ha supuesto un mayor ‘dolor de cabeza’ matemático de lo que los propios físicos del NIST esperaban. «El trabajo pesado -admite Patla- fue más desafiante de lo que pensé inicialmente». Y lo fue porque, para obtener un resultado preciso, los investigadores tuvieron que lidiar con uno de los problemas más complejos que existen: el de los múltiples cuerpos.
De hecho, para obtener resultados fiables no basta sólo con comparar la gravedad de la Tierra y de Marte. Hay que tener en cuenta que hay más cosas moviéndose a nuestro alrededor. Nuestro Sistema Solar es un complejo salón de baile, donde el Sol acapara más del 99% de la masa total y ‘tira’ de todo lo demás. Pero también están la Luna, Júpiter, Saturno… todos influyendo gravitatoriamente los unos sobre los otros.
Para terminar de complicar las cosas, y a diferencia de la Tierra o la Luna, cuyas órbitas son relativamente constantes, la de Marte es excéntrica. Es decir, menos ‘redonda’ y más ‘alargada’. Lo cual significa que la distancia de Marte al Sol cambia drásticamente a lo largo de su año, que dura 687 días terrestres.
Esa excentricidad provoca que la velocidad a la que el ‘tiempo marciano’ se acelera no sea fija. Esos 477 microsegundos de adelanto, en efecto, son solo un promedio. Según los cálculos de Patla y su colega Neil Ashby, la influencia de los vecinos celestes y la órbita errática del planeta rojo pueden aumentar o disminuir esa cifra en hasta 226 microsegundos al día. Es, por tanto, un ‘baile temporal’ que cambia constantemente y que debe ser predicho con exactitud matemática si queremos que nuestros ordenadores se hablen entre sí.
«Para la Luna -explica Patla refiriéndose a un estudio previo que realizaron en 2024-, el tiempo es, de forma consistente, 56 microsegundos más rápido que en la Tierra. Pero para Marte, ese no es el caso. Su distancia al Sol y su órbita excéntrica hacen que las variaciones sean mucho mayores. Es un problema de tres cuerpos extremadamente complejo, que ahora se convierte en cuatro: Sol, Tierra, Luna y Marte».
Comunicaciones pre-telegráficas
¿Y cómo afecta a nuestras vidas, o incluso a las de los astronautas, que un reloj se desvíe en Marte medio milisegundo al día?
Según se desprende del estudio, mucho más de lo que podríamos imaginar. Y la principal razón, aparte de la navegación, tiene un nombre propio: Internet interplanetario.
Hoy en día, las comunicaciones entre la Tierra y los rovers de Marte, o con cualquier sonda interplanetaria, son, en palabras de los propios investigadores, casi ‘pre-telegráficas’. Debido a la inmensa distancia (la luz tarda entre 4 y 24 minutos en viajar de un planeta a otro), enviar una instrucción y recibir confirmación es un proceso lento y tedioso. «Es como cuando la gente entregaba cartas manuscritas a un barco que cruzaba el océano y luego esperaba semanas o meses para recibir respuesta», ilustra Patla.
Pero el futuro que dibujan la NASA y otras agencias espaciales requiere algo mejor. De hecho, ya se está trabajando en una arquitectura de ‘Luna a Marte’ que incluirá redes de satélites GPS orbitando el Planeta Rojo y sistemas de comunicaciones de alta velocidad para transmitir vídeo y datos científicos de forma masiva.
Para que un GPS funcione, necesita medir el tiempo que tarda una señal en ir del satélite al receptor. Por eso, si los relojes de los satélites y los receptores no están perfectamente sincronizados, el error en la posición se dispara. En la Tierra, un error de microsegundos en el reloj de un GPS supondría errar una ubicación por kilómetros. Imaginemos lo que sería intentar aterrizar una nave tripulada con ese mismo margen de error.
En tiempo real
Además, las redes de datos modernas son exigentes. Las de 5G, por ejemplo, requieren precisiones de hasta una décima de microsegundo. «Si consigues la sincronización -asegura Patla-, será casi como una comunicación en tiempo real sin pérdida de información. No tendrás que esperar para ver qué pasa».
El nuevo estudio, por tanto, sienta las bases teóricas para una infraestructura que muy pronto resultará vital. Patla y su equipo han elegido un punto específico en la superficie de Marte para que actúe como referencia, algo similar a lo que hacemos en la Tierra con el nivel del mar en el ecuador. Y gracias a años de datos recopilados por misiones anteriores, han podido estimar el potencial gravitatorio exacto en ese punto y compararlo después con el geoide terrestre.
El esfuerzo no solo va destinado a que los relojes den bien la hora cuando estamos en Marte. Se trata más bien de la primera piedra de un futuro sistema de posicionamiento global interplanetario. En palabras de Neil Ashby, coautor del estudio, «puede que pasen décadas antes de que la superficie de Marte esté cubierta por las huellas de rovers errantes, pero es útil estudiar ahora los problemas que tendremos para establecer sistemas de navegación en otros mundos».
«Estamos -subraya Patla- más cerca que nunca de hacer realidad la visión de ciencia ficción de expandirnos por el Sistema Solar». Y esa expansión depende tanto de los grandes cohetes como de los complejos cálculos de órbitas y gravedad que se escriben en una pizarra. Y, por supuesto, Einstein, de nuevo, tenía toda la razón.
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