Hay momentos que se recuerdan toda una vida y momentos que la cambian para siempre. Víctor, Edu o Jessica lo saben bien. Como también lo saben Oreto, Javier, Daniel y tantos otros, que vieron como aquel 29 de octubre de 2024 la dana dejó más de 200 muertos, arrasó pueblos enteros y se llevó por delante centenares de coches a su paso por las cercanías de Valencia. Ellos son solo algunos de los miles de afectados por una catástrofe que va cicatrizando lentamente, como han explicado en primera persona a Moveo, y de la que hoy se cumple un año.
Un año después de la riada, la mayoría de los afectados ha recibido la indemnización del Consorcio, aunque algunos siguen atrapados en el laberinto de la burocracia
Hay momentos que se recuerdan toda una vida y momentos que la cambian para siempre. Víctor, Edu o Jessica lo saben bien. Como también lo saben Oreto, Javier, Daniel y tantos otros, que vieron como aquel 29 de octubre de 2024 la dana dejó más de 200 muertos, arrasó pueblos enteros y se llevó por delante centenares de coches a su paso por las cercanías de Valencia. Ellos son solo algunos de los miles de afectados por una catástrofe que va cicatrizando lentamente, como han explicado en primera persona a Moveo, y de la que hoy se cumple un año.
Muchos vecinos aún recuerdan cómo perder el coche fue solo el principio de una larga lista de dificultades. Algunos no lo volvieron a ver nunca más, otros lo encontraron tiempo después amontonado en una campa junto a decenas de vehículos destrozados por los estragos del agua y el barro. La mayoría ha recibido ya la indemnización del seguro, pero no todos han tenido esa suerte. “Hay 800 coches que seguimos sin saber donde están”, ha asegurado el presidente de la Asociación de Damnificados DANA Horta Sud, Christian Lesaec, en declaraciones recogidas por el diario Levante-EMV.

Un año después, muchos afectados siguen reclamando justicia y tratando de reconstruir una normalidad que la dana destrozó en cuestión de horas. A continuación, recogemos alguno de esos testimonios.
Oreto García (Valencia/Torrent)
Oreto no ha vuelto a ver el Hyundai i30 azul que se tragó el agua aquella tarde. Esta valenciana se encontraba en Torrent ese fatídico día y desde un balcón fue testigo de cómo, por arte de magia, su vehículo no estaba. Había desaparecido. Dos días después de la dana, el 31 de octubre, empezó para ella un calvario que todavía no ha terminado. “Contacté con la compañía de seguros, con la que tenía contratada una póliza a todo riesgo desde hacía siete años, y ellos se encargaron de tramitar el caso con el Consorcio (de Compensación de Seguro). Pero por más correos que les envié, tanto al Consorcio como a la compañía de seguros, nada. Se pasan la pelota el uno al otro y todavía no he visto un euro del seguro”, se lamenta, mientras añade que también se ha dirigido al Defensor del Pueblo.

El problema es que el coche sigue sin aparecer mientras la afectada lleva un año enredada en un laberinto burocrático. En agosto tuvo que desplazarse hasta la DGT de Albacete porque en Valencia no había citas disponibles, pero allí tampoco pudieron tramitarle la baja definitiva del vehículo porque el coche sigue desaparecido.
“Por ahora, solo he percibido los 4.000 euros de ayuda de la Generalitat. Es muy frustrante que el Consorcio no responda. Las pruebas de que me he quedado sin coche son evidentes, pero insisten que si no aparece el coche no me van a indemnizar. ¿Si tengo esperanza de que aparezca el coche? Lo que quiero es justicia y seguiré luchando para que me paguen por lo que es mío. Yo tenía un coche con siete años, bien cuidado, a todo riesgo, totalmente pagado… No tenía ninguna necesidad de cambiármelo”, explica Oreto.
El Consorcio y la compañía de seguros se pasan la pelota el uno al otro y me dicen que hasta que no aparezca el coche no hay nada qué hacer”
Al final, no le quedó más remedio que comprarse otro coche para poder seguir con su vida diaria. Optó por un MG ZS, un modelo más económico que el Hyundai que perdió, aunque -admite-, la broma le ha costado unos cuantos miles de euros. Prefiere no concretar la cifra, pero reconoce que “entre unas cosas y otras”, el golpe económico ha sido importante.
Víctor Moncayo (Massanassa)
Víctor tiene 28 años –“camino ya de los 29”, advierte- y, como es lógico, tiene grabada en la memoria la fecha del 29 de octubre de 2024. Nunca olvidará como ese día, a las dos y cuarto de la tarde, mientras paseaba el perro, podía ver con toda claridad el suelo del barranco de Picanya y como en poco tiempo se desbordó por completo. “Todo pasó en cuestión de minutos, diez como mucho, empezó a bajar un torrente de agua y se llevó todo lo que encontró por delante”.

Su coche se salvó de la riada porque, como dice, dormía en el garaje. Pero el agua y el lodo lo dejaron inservible. Permaneció allí aparcado hasta que un día llegaron los bomberos de noche y se lo llevaron “en volandas, como si fuera una croqueta”. Víctor lamenta que nadie les avisara de la retirada y no poder rescatar una colección de peluches que guardaba en el vehículo, un botín de gran valor sentimental.
La odisea para Víctor comenzó entonces, ya que si no localizaba el coche -un Mitsubishi Space Star- no podía tramitar la baja ni avanzar con la aseguradora. “Estuve un tiempo buscándolo por las campas de Catarroja, Albal, Massanassa… Tengo que agradecer a Jessica y Edu -otros afectados- su ayuda. “Me ayudaron a buscarlo, yendo de una campa a otra, pero no hubo manera de encontrarlo. En algunos casos, Jessica, que es fotógrafa, pedía subir a pisos delante de las campas para ver si con el objetivo de la cámara localizaba los coches que estaba buscando. Era impresionante. Había alturas de hasta cinco coches”, recuerda.
El coche apareció en Alicante al cabo de 5 meses, pero con la indemnización solo me dio para comprarme un coche de segunda mano de 2011”
Al final, el coche apareció en Alicante. “El 5 de marzo, es decir cuatro meses después de la dana, la policía nos avisó de que el coche estaba dado de baja en un descampado de Alicante. Así que finalmente pudimos tramitar el tema de las ayudas. Nos han dado 9.300 euros y nos hemos comprado un Ford Kuga de segunda mano de 2011, que fuimos a buscar a Barcelona. Al precio que están los coches no nos hemos podido comprar uno de nuevo, y es una situación que se ha ido repitiendo con mucha gente. Conozco a una persona a la que le dieron 400 euros por el coche y otros que no han cobrado todavía”, se lamenta Víctor.

Edu Garzarán y Jessica Rojas (Catarroja)
El caso de Edu y su compañera Jessica es paradigmático de lo que supuso la dana. Desde la ventana de su casa en Catarroja, Edu vio como el Citroën C4 beige que tenía aparcado en la calle se hundía poco a poco y acababa arrastrado por la riada. “Por suerte, estuve a tiempo de grabar la escena, porque el coche nunca apreció, y el Consorcio aceptó la grabación como prueba para pagarnos la indemnización”, recuerda Edu un año después del siniestro. “Otros no pudieron grabar el momento en el que su coche desaparecía o no se lo han aceptado como prueba”, añade.

Las gestiones y el papeleo no fueron sencillos, pero finalmente la pareja percibió poco más de 6.000 euros de indemnización, una cantidad que como en otros casos, hay que sumar la ayuda de 2.000 euros que proporciona la Generalitat Valenciana por coche y que recientemente ha duplicado. “Afortunadamente, el otro coche que no quedó afectado por la dana. Es viejo, pero de momento aguanta bastante y nos apañamos con él. Lo que pasa es que al final tendremos que comprarnos uno nuevo o más moderno por el tema de la etiqueta ambiental”, explica Edu.
“Pero tal y como está el precio de los coches y las políticas de restricciones medioambientales, con 6.000 euros uno no se puede comprar un coche Eco, ni Cero, ni tampoco diésel o gasolina que no tenga un montón de años. No es dinero suficiente para poder reemplazar el coche que teníamos”.
Con los 10.000 euros que hemos cobrado no vamos muy lejos. Por cualquier coche te piden como mínimo 20.000 euros”
“Ahora, con los 6.000 euros del seguro y los 4.000 que ofrece la Generalitat, tenemos alguna opción, pero son soluciones a corto plazo”, se lamenta Edu. “Con 10.000 euros no se llega muy lejos. Un coche nuevo, aunque sea básico, ya cuesta más de 20.000 euros más impuestos”. Hace una pausa antes de continuar: “Y si te vas a uno usado, siempre hay que contar con reparaciones y vicios ocultos… Cuando conoces tu coche, sabes cómo va y las averías que ha tenido. Perderlo significa volver a empezar desde cero y asumir riesgos que antes no existían”.
Aparte de eso, todavía queda el misterio de muchos coches desaparecidos, como denuncian Edu y Jessica. “Un día, estábamos en un restaurante de Albal cuando vimos desde lejos a cinco personas sin uniforme que nos dijeron que nos alejáramos. Allí estaban desmantelando coches y colocando piezas en cajas de madera. Aún es hora que las autoridades cuenten qué es lo qué ha pasado con tantos vehículos que no han aparecido jamás…”.
Guillermo de Souza (Paiporta)
Guillermo es un claro ejemplo de cómo la dana, más allá de afectar hogares, también devastó negocios enteros. Él perdió tres furgonetas de su empresa de climatización, Dualclim, y dos coches personales, pero asegura que el Consorcio de Compensación de Seguros “se portó muy bien”. “Me ha pagado por las dos furgonetas – una Ford Transit Custom, algo mejor de lo que me costó en 2021- y por los dos coches. Solo queda pendiente la indemnización de una furgoneta que le compré a un amigo y a la que no habíamos hecho el cambio de papeles, pero me han asegurado que también se acabará resolviendo”.

Los coches que perdió en la dana fueron un Ssangyong Rexton del 2009, por el que le dieron casi 4.000 euros, y un Dacia Duster de 2016, por el que percibió 12.000 euros, cantidades a las que hay que sumar las ayudas de la Generalitat Valenciana.
Perdí tres furgonetas y dos coches, pero por suerte solo me falta cobrar la indemnización de una furgoneta”
“Afortunadamente, he podido comprarme dos furgonetas de 9.000 euros y otra de 16.000 euros y un Peugeot 3008 nuevo con el importe de las indemnizaciones. Ahora me van a entregar la última furgoneta, que he tenido que arreglar, pero al menos puedo volver a trabajar con tranquilidad”, concluye.
Daniel Medina (Albal)
Su furgoneta de trabajo, una Toyota Proace, se salvó de la riada porque cuando regresaba de trabajar la pudo aparcar en una zona elevada que quedó a salvo del agua. “Enfrente mismo de la acera había coches que ya estaban prácticamente sumergidos”, recuerda ahora con alivio por haberse podido resguardar en los apartahoteles de Alfafar.

A pesar de no ser arrastrada por la corriente ni engullida por el agua, la furgoneta de Medina acabó siendo declarada siniestro total. “Quedó muy dañada por el lodo. Si bien exteriormente parecía que no le había sucedido nada, por dentro era un caos absoluto. Por suerte arrancó y pude hacer 200 kilómetros, pero estaba ya muy dañada por el lodo”.
La furgoneta arrancó después de la dana, pero solo pude hacer 200 kilómetros porque estaba dañada por el lodo”
En su caso, no es de los que más han perdido con la dana. “Como el importe de la reparación superaba el valor de mercado de la furgoneta, el Consorcio me la abonó por completo. Y aunque estuve bastante tiempo sin cobrar y tuve que adelantar el dinero de la nueva, al final me pagaron lo pactado y me compré el mismo modelo actualizado de 2025”. La única pérdida fue parte de las herramientas que tenía dentro del vehículo cuando sobrevino la dana.
Javier Vílchez (Catarroja)
Javier trabaja de conserje en un estadio de fútbol y la dana le pilló desprevenido porque, a pesar de que había alerta roja, la empresa le pidió que acudiera igualmente a su turno. Cuando quiso regresar a casa se dio cuenta de la magnitud de la tragedia. Tardó dos horas para cubrir un trayecto en el que normalmente se emplean 10 minutos y aun así permaneció subido a un muro hasta las 3 de la madrugada cuando lo rescataron.

Como tantos otros, Javier también perdió su coche, un Toyota RAV-4 de menos de cinco años que había adquirido por renting. “Conseguí aparcarlo en la calle de detrás de mi casa, pero la riada lo volteó y durante toda la noche no paró de sonar el claxon y se encendían y se apagaban las luces. Parecía una tómbola”. Cuando ya pudo recuperar el coche vio en seguida que era irrecuperable. “Fue declarado siniestro total. La empresa de renting canceló el contrato y me quedé colgado”, recuerda un año después de la tragedia.
La empresa de renting canceló el contrato y me quedé sin coche, hasta que un trabajador del Villarreal me regaló uno. Jamás podré agradecérselo lo suficiente”
Sin vivienda y sin coche, Javier se quedó literalmente sin nada. Durante semanas, dependió de la ayuda de familiares y amigos, mientras trataba de rehacer su vida. Hincha acérrimo del Villarreal, nunca imaginó que su salvación llegaría precisamente de ese color amarillo que siempre ha llevado en el corazón. Uno de los empleados del club, al conocer su historia, le regaló un coche que ya no usaba. “No me lo podía creer. Para mí el Villarreal siempre ha sido especial, pero ahora lo será para toda la vida. No tendré vida para devolverle todo lo que me ha dado”, dice con una mezcla de gratitud y emoción hacia ese trabajador del club groguet.
Merche Mascarell (Picanya)
La impotencia de ver desde el balcón de casa cómo el agua engullía el coche resume el sentimiento de Merche Mascarell, de Pincanya, que aquella tarde del 29 de octubre apenas podía creer lo que estaba viendo. “Fue impactante ver cómo el agua iba cubriendo el coche y que luego los coches se iban empujando los unos a los otros hasta quedar amontonados”.

En su caso, perdió un Skoda Fabia de 17 años de antigüedad que, aunque a simple vista parecía haber sobrevivido a la dana, fue declarado siniestro total. “Dentro de lo que cabe, puedo considerarme afortunada. La compañía de seguros se encargó de gestionar la indemnización con el Consorcio y todo se resolvió bastante rápido, sobre todo si lo comparo con otros afectados”, dice Merche.
Me he tenido que comprar un coche nuevo porque los que se vendían de segunda mano en Valencia tenían el peligro de haber sido manipulados tras la dana”
Percibió casi 2.900 euros, una cantidad muy por encima del precio venal del vehículo, que es con lo que algunos afectados se han tenido que conformar. “Si, por un lado, puedo decir que estoy satisfecha con el dinero de la indemnización, también hay que considerar que me he tenido que comprar un coche nuevo. Comprar uno de segunda mano en Valencia no te daba ninguna garantía porque hubo quien reactivó coches afectados por la riada y los puso a la venta como si nada, así que la única opción era ir a por uno nuevo”.
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