La rápida evolución de la medicina y de los servicios asistenciales ha propiciado, en el último medio siglo, el crecimiento a menudo desordenado de los grandes hospitales inaugurados bajo el franquismo. Un ejemplo de lo dicho es la antigua residencia sanitaria General Moscardó de Lleida, proyectada por Fernando García Mercadal y abierta en 1965, edificio de ladrillo con planta de crescent que abrazaba un agradable bosquecillo por el que se accedía al centro.
La reforma del centro médico de referencia de Lleida aglutina espacios diversos
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Ampliación del Hospital Universitari Arnau de Vilanova
Arquitectos: SPG Arquitectura
Ubicación: Av. Alcalde Rovira Roure, 80. lleida
La rápida evolución de la medicina y de los servicios asistenciales ha propiciado, en el último medio siglo, el crecimiento a menudo desordenado de los grandes hospitales inaugurados bajo el franquismo. Un ejemplo de lo dicho es la antigua residencia sanitaria General Moscardó de Lleida, proyectada por Fernando García Mercadal y abierta en 1965, edificio de ladrillo con planta de crescent que abrazaba un agradable bosquecillo por el que se accedía al centro.
La obra incorporó en los ochenta un enorme edificio a sus espaldas, al que se trasladó el acceso principal, así como diversos pabellones, incluido uno levantado con urgencia para afrontar la lucha contra la pandemia de covid, piezas todas ellas integrantes ahora del hospital Universitari Arnau de Vilanova, centro de referencia para los enfermos agudos de las regiones sanitarias de Lleida y su zona de influencia.
Aproximación
El conjunto creció sin planificación, y es imposible su reforma total, pero se intenta una ordenación
Dos nuevas construcciones se han añadido ahora al servicio: un ambulatorio con 108 consultas, en un volumen de planta baja más tres, y un enorme atrio, de más de 2.000 metros cuadrados, que ordena y da unidad a la actual fachada del conjunto hospitalario. El edificio para nuevas consultas responde a la pauta acreditada ya por SPG, el despacho que dirige Ramon Sanabria, junto a Lidia Planas y Josep Gallego, en obras anteriores como el hospital de Olot o ahora en curso como el de Tarragona: en los interiores, un diseño funcional y pulcro, carente de florituras, con una paleta cromática de blancos y grises, y una muy discreta colocación de las instalaciones; y, en los exteriores, una contención formal semejante.
Esta pieza se ha construido con elementos industrializados –desde la estructura hasta los revestimientos cerámicos, pasando por los paneles de cerramiento o los módulos de ventanas–, lo cual ha permitido una ejecución rápida, ya que solo ha pasado un año y medio desde el inicio del proyecto hasta la entrega de la obra.
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Mención aparte merece el gran atrio que discurre frente a la actual fachada: una estructura de acero con una altura única equivalente a cuatro plantas, semicerrada en sus laterales con grandes lamas verticales revestidas de cerámica y cubierta con placas fotovoltaicas. Además de aportar unidad al conjunto, este atrio ofrece a sus usuarios un muy efectivo refugio climático. Visitado a principios de septiembre, en un día con cierta brisa pero temperaturas todavía cercanas a los 30 grados, la sensación térmica en su interior era como de varios grados menos: sus bancos estaban totalmente ocupados.
Poner orden en un conjunto arquitectónico como este, que ha crecido sin planificación general, a golpe de urgencias, es tarea poco menos que imposible, al menos si se aspira a hacerlo de modo completo. Pero eso no significa que no deba intentarse, por ejemplo, de la manera que lo ha hecho SPG, con su atrio unificador, su recurso a los revestimientos cerámicos –que enlazan con los materiales originales de García Mercadal, o con los de la ampliación de los ochenta– y racionalizando la circulación de los vehículos que acceden al aparcamiento subterráneo.
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