El sexo y la vejez según Baselitz, el artista que pinta el mundo patas arriba

Hay pocas cosas más conmovedoras que observar cómo los viejos artistas son capaces de conservar, aún en la fragilidad, una enorme reserva de energía e imaginación. La determinación por seguir siendo ellos mismos pese a las traiciones del cuerpo. A sus 87 años, Georg Baselitz, el pintor que puso el mundo patas arriba, continúa librando a diario su particular combate con la pintura, paseándose con su andador por encima del lienzo extendido en el suelo del estudio o sentado en una silla de ruedas que su ayudante estira con una cuerda. Las marcas de las rodadas forman surcos aún más profundos sobre su propio cuerpo desnudo y el de su compañera de vida Elke, de pie, bajando escaleras o acostados en la cama, imágenes brutalmente reales sobre la decadencia física. La angustia de la vejez vista por un creador que aún tiene la capacidad de impactar y de actuar de forma inesperada.

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 El Museo de Bellas Artes de Bilbao reúne la producción de los últimos diez años del pintor alemán, uno de los grandes creadores vivos  

Hay pocas cosas más conmovedoras que observar cómo los viejos artistas son capaces de conservar, aún en la fragilidad, una enorme reserva de energía e imaginación. La determinación por seguir siendo ellos mismos pese a las traiciones del cuerpo. A sus 87 años, Georg Baselitz, el pintor que puso el mundo patas arriba, continúa librando a diario su particular combate con la pintura, paseándose con su andador por encima del lienzo extendido en el suelo del estudio o sentado en una silla de ruedas que su ayudante estira con una cuerda. Las marcas de las rodadas forman surcos aún más profundos sobre su propio cuerpo desnudo y el de su compañera de vida Elke, de pie, bajando escaleras o acostados en la cama, imágenes brutalmente reales sobre la decadencia física. La angustia de la vejez vista por un creador que aún tiene la capacidad de impactar y de actuar de forma inesperada.

Baselitz retoma el tema del águila pero la viste con medias de seda en 'No puedo tener sexo', de 2024
Baselitz retoma el tema del águila pero la viste con medias de seda en ‘No puedo tener sexo’, de 2024 
Luis Tejido/Efe

Baselitz no solo está sobreponiéndose a sus limitaciones sino que parece estar teniendo un florecimiento tardío. Prueba de ello es la exposición Algo en todo que reúne en el Museo de Bellas Artes de Bilbao la producción de su última década. Medio centenar de óleos cada vez más enormes en los que habla de la edad, de la desaparición paulatina de los cuerpos que siempre estuvieron presentes en su obra y que ahora parecen estar “de cuerpo presente”, como ha apuntado el poeta y crítico de arte José María Parreño; del sexo y de la muerte. El viejo Baselitz aún es capaz de provocar. En una obra colosal de cuatro metros, No puedo tener sexo (2024), el artista vuelve a traer al presente otro de sus temas recurrentes, el águila al revés -símbolo clásico de la heráldica germana-, pero esta vez le calza unas medias que le dan un aspecto entre absurdo y grotesco.

El comisario de la exposición Norman Rosenthal señala con su bastón un detalle del monumental autorretrato del artista
El comisario de la exposición Norman Rosenthal señala con su bastón un detalle del monumental autorretrato del artista
Efe

El artista, de 87 años, pinta a diario, paseándose con su andador por el lienzo o en silla de ruedas

Baselitz ha vivido dos dictaduras. Tenía siete años cuando terminó la Segunda Guerra Mundial y creció en la austeridad de la Alemania Oriental comunista, de cuya escuela de arte fue expulsado por su “inmadurez política”. Cruzó a la parte Occidental y se instaló allí un año antes de se levantar el Muro. Se rebautizó con el nombre de su localidad natal (renegando de paso del apellido de un padre nazi) y empezó a hacer un arte salvaje y obsceno. Su primera exposición, en 1963, fue clausurada y sus obras fueron confiscadas. En Die Grosse Nacht im Eimer (La gran noche en el desagüe), representaba la figura de un joven con pantalones cortos militares, la bragueta abierta y el pelo aplastado o grasiento al estilo hitleriano, sosteniendo un pene morado y rígido en la mano, masturbándose.

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El nazismo y el estalinismo tenían algo en común: insistían en un arte figurativo comprensible. El Tercer Reich ridiculizó el arte moderno como “arte degenerado” y el realismo social se convirtió en el arte oficial de la Unión Soviética. Renegando de unos y de otros, empezó a pintar imágenes invertidas, como una manera de trascender las figuras sin caer en la abstracción. Un mundo patas arriba que surgía de los desechos de una Alemania devastada y que, como señala el comisario de la muestra de Bilbao, Sir Norman Rosenthal, guarda demasiadas similitudes con lo que sucede hoy en Gaza o en Ucrania. En la última década parece enfrentarse a la decadencia humana (además de los cuerpos, los lienzos se llenan de manos, pies, piernas, brazos, cabezas…). “La invención de las pinturas de manos constituye el preludio de otro invento radical y sorprendente, que es la incorporación modo de collage de medias de seda, un elemento fetiche hoy desfasado pero muy omnipresente en la Europa de los cincuenta”, apunta el comisario.

'La pierna de Manet desde París', 2025
‘La pierna de Manet desde París’, 2025 
Luis Tejido/Efe

El viejo pintor, que sabe que no hay nada tan subversivamente degenerado como pintar el cuerpo humano, no renuncia al erotismo. Miguel Zugaza, el director del Bellas Artes, pasea feliz en su compañía (la de las obras, el artista no ha viajado) por las salas del edificio de 1970 -el primer equipamiento museístico que se diseñó específicamente en España para el arte contemporáneo-, que reabre sus puertas después de una profunda renovación con la muestra patrocinada por la Fundación BBK. 

Escultura de Chillida frente a una de las fachadas del museo
Escultura de Chillida frente a una de las fachadas del museo 
Efe

Para celebrarlo, en la planta baja se inaugura Ataria (bat), una muestra que pone en relación el papel del museo con la ciudad y con su tejido artístico, y una escultura de Chillida Elogio del Hierro III, en la plaza que lleva el nombre del escultor vasco. Finalizada esta primera fase, el proyecto ideado por los arquitectos Norman Foster y Luis María Uriarte continuará con la rehabilitación del edificio de 1945 y la creación de un nuevo espacio, conocido ya como la txapela, que sobrevuela ambos edificios.

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