David Bowie publicó su último álbum, Blackstar, exactamente 48 horas antes de fallecer, el día de su 69 cumpleaños. De manera que parecía claro cuál fue su testamento artístico, y más si se tiene en cuenta que ese disco, escrito y grabado mientras padecía un cáncer que al final se reveló incurable, está trufado de referencias a la muerte. Cuando los archivistas que ordenan su obra para colocarla en el futuro David Bowie Center que formará parte del Victoria&Albert Museum en Londres abrieron el estudio que el artista mantenía cerrado con llave (solo un asistente la tenía, además del propio Bowie) en Nueva York se encontraron con que en esos últimos años el cantante estuvo trabajando también en un proyecto que siempre había perseguido, escribir un musical. Tenía post-its en la pared y una libreta titulada The Spectator, que fue el nombre de una revista que comentaba las modas y cotilleos de Londres en 1711 y 1712. Algunas ideas que tenía apuntadas tenían que ver con un ladrón que se hizo popular porque nunca le pillaban, Jack Sheppard, y con la banda conocida como los Mohocks, jóvenes de la alta sociedad que salían de noche a destrozar cosas. Bowie también estaba interesado en la creación del musical como forma teatral y cómo se utilizaron en esa época para hacer sátira política.
La actualidad cultural deja detalles que nunca se contagiarán en las redes, compartirlos mejora la conversación
David Bowie publicó su último álbum, Blackstar, exactamente 48 horas antes de fallecer, el día de su 69 cumpleaños. De manera que parecía claro cuál fue su testamento artístico, y más si se tiene en cuenta que ese disco, escrito y grabado mientras padecía un cáncer que al final se reveló incurable, está trufado de referencias a la muerte. Cuando los archivistas que ordenan su obra para colocarla en el futuro David Bowie Center que formará parte del Victoria&Albert Museum en Londres abrieron el estudio que el artista mantenía cerrado con llave (solo un asistente la tenía, además del propio Bowie) en Nueva York se encontraron con que en esos últimos años el cantante estuvo trabajando también en un proyecto que siempre había perseguido, escribir un musical. Tenía post-its en la pared y una libreta titulada The Spectator, que fue el nombre de una revista que comentaba las modas y cotilleos de Londres en 1711 y 1712. Algunas ideas que tenía apuntadas tenían que ver con un ladrón que se hizo popular porque nunca le pillaban, Jack Sheppard, y con la banda conocida como los Mohocks, jóvenes de la alta sociedad que salían de noche a destrozar cosas. Bowie también estaba interesado en la creación del musical como forma teatral y cómo se utilizaron en esa época para hacer sátira política.

Editorial Almuzara
RASCA Y GANA
En el 2013, la artista Violeta Niebla ofició una “misa poética” en La Térmica de Málaga, en la que participó gente como Ángelo Néstore, que acaba de publicar su primera novela, Leche cruda (Reservoir Books). Allí, los asistentes encontraban un papelito en cada silla que podían utilizar para escribir un secreto inconfesable y colocarlo en una urna. Desde entonces, Niebla, autora entre otros de Yo soy la fuente (Almuzara), ha ido ampliando esa idea de recopilar secretos. Mantiene una web activa (violetaniebla.es), de diseño bien simple, en la que cualquiera puede entrar y depositar algo que no haya contado nunca a nadie. Sin firma, claro. En el 2019, en la escuela de arte San Telmo, también de Málaga, organizó una exposición en la que contaba algunos de esos secretos de la manera más discreta posible: cincelándonos con punzón en unas paredes blanquísimas. Había que acercarse mucho para descubrirlos. A principios del año que viene el proyecto se concretará en forma de libro, un artefacto juguete que se titulará Rasca y gana: el arte de los secretos, y que publicará Comisura. Aún hay tiempo de participar de manera anónima revelando algo en la web citada.

Joan Mateu Parra
SEIS DÉCADAS DE MEMORIA EDITORIAL
En los últimos años, las memorias de ex directores de revistas como Graydon Carter y Tina Brown, y libros como Empire of the Elite, sobre Condé Nast, han conformado la nostalgia por la última era dorada del periodismo satinado, cuando al parecer había dinero para todo, antes del cambio de milenio. Para hacerse una idea de lo que pudo ser la versión española de aquello conviene leer las jugosas memorias profesionales que acaba de publicar Enrique Murillo, Personaje secundario. La oscura trastienda de la edición (Trama). En su breve pero jaranero paso por el periodismo cultural dentro de una larga carrera haciendo de todo en el sector editorial, Murillo pasó por la revista El Europeo a finales de los ochenta, donde encargó sus primeros artículos en prensa a Javier Marías y Antonio Muñoz Molina. Divierte leer la descripción de un día en la redacción, dónde lo más importante que se hacía en toda la mañana era decidir dónde se comía (codillo, rabo de toro…aún no había llegado el carpaccio a Madrid) y el día terminaba, es de suponer, gin tónic en mano. En las más de 500 páginas de esas memorias se dibujan los fenómenos culturales de las últimas seis décadas y desfilan todos los nombres clave de la literatura y la edición en España, a veces vistos tan, tan de cerca que es imposible salir demasiado favorecido.
BALONES FUERA EN VENECIA
Las ruedas de prensa en las que se da a conocer el palmarés de un festival de cine a menudo son tensas. El jurado lleva diez días obligado a convivir y sometido a una dura dieta de proyecciones, cenas y galas y es fácil adivinar por sus caras quién se ha impuesto y quién ha cedido en el veredicto final. Aun así, la que dio a conocer los premios en el pasado festival de cine de Venecia se recordará como una de las más sombrías. La prensa preguntó al presidente del jurado, el director Alexander Payne, si era cierto que la actriz brasileña Fernanda Torres había amenazado con dimitir por la decisión de no dar el León de Oro a La voz de Hind Rajib, y Payne echó balones fuera con el mismo (poco) éxito que dribló las preguntas sobre el exterminio en Gaza y la posición del festival en el inicio del certamen, diciendo que no estaba “preparado” para contestar. Si una cosa quedó clara tras leer un palmarés que también dividió a la prensa es que estadounidenses y europeos se siguen moviendo en planetas diferentes cuando se trata de posicionamientos políticos.
Cultura