Se agrieta la relación por desacuerdos económicos y en temas como el apoyo de China a Rusia en la guerra, mientras que diplomáticos de la UE lamentan el rol de Sánchez con todo lo relacionado con el gigante asiático Leer Se agrieta la relación por desacuerdos económicos y en temas como el apoyo de China a Rusia en la guerra, mientras que diplomáticos de la UE lamentan el rol de Sánchez con todo lo relacionado con el gigante asiático Leer
A principios de año, tras el abrupto regreso de Donald Trump a la Casa Blanca y su guerra comercial contra Europa, China y prácticamente todo el mundo, fue bastante perceptible la ofensiva de encanto lanzada desde Pekín para ganarse nuevas amistades en Bruselas. Los mandamases de la Unión Europea también rebajaron el tono respecto a China, empezando por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quien expresó abiertamente que el bloque debía profundizar los lazos comerciales y de inversión con el gigante asiático, incluso alcanzar nuevos acuerdos.
En medio del caos que iba provocando el presidente estadounidense, los diplomáticos chinos se paseaban por Bruselas vendiendo a su país como un socio fiable, reivindicando el papel de China como firme defensora del orden global y principal fuente de estabilidad para la economía mundial. Algunos actores importantes de la Unión Europea, especialmente el Gobierno español, compraron el argumento y trataron de hacer de puente entre Oriente y Occidente. Otros, como los alemanes o franceses, seguían manteniendo una línea pública más dura hacia el régimen de Xi Jinping a la vez que apostaban por continuar estrechando los lazos comerciales.
Pero lo que parecía que iba a ser un nuevo y feliz reinicio entre China y la UE se ha torcido en las últimas semanas. Son muchos los frentes que, como en anteriores ocasiones, han resquebrajado las relaciones cuando quedan menos de dos semanas para que Von der Leyen y el presidente del Consejo Europeo, António Costa, participen en una esperada cumbre en Pekín que será mucho más tensa de lo que se había previsto hace unos pocos meses.
En lo que llevamos de julio, el Gobierno de la República Checa ha acusado a Pekín de organizar un ciberataque a su Ministerio de Exteriores, y Berlín ha citado al embajador de China en Alemania después de que el ejército chino utilizara un láser contra un avión alemán que participaba en una operación de la UE en el Mar Rojo. Bruselas ha abierto una nueva investigación sobre la transferencia de datos de TikTok a China, y desde el país asiático han seguido apretando las restricciones a la exportación de tierras raras hacia Europa. Además, el jefe de la diplomacia china reconoció por primera vez que su país no podía aceptar que Rusia perdiera la guerra en Ucrania, ya que eso permitiría a Estados Unidos redirigir su atención hacia Asia; es decir, contra Pekín.
Funcionarios de la oficina de la UE en la capital china cuentan a este periódico que ahora parece que el escenario abierto está dominado por un tira y afloja entre Pekín y Bruselas, con constantes intercambios de golpes comerciales y una narrativa más agresiva, sobre todo por parte del lado europeo, como demostró el pasado martes Von der Leyen en un discurso muy duro contra China, principalmente por su apoyo a Rusia.
«La forma en que China siga interactuando con la guerra de Putin será un factor determinante para las futuras relaciones entre la UE y China«, señaló la alemana, recordando los informes -pregonados desde Washington- sobre que Pekín está siendo un «facilitador decisivo» de la invasión rusa de Ucrania al vender a Moscú tecnologías de doble uso que Putin utiliza en la guerra.
«Von der Leyen busca desesperadamente un chivo expiatorio para la fallida política de la UE en el conflicto entre Rusia y Ucrania. China no permitirá que Von der Leyen, ni nadie más, dicte su política exterior«, señalaba un editorial de la versión en inglés del diario China Daily, controlado por el gobernante Partido Comunista Chino (PCCh). «Es paradójico que Von der Leyen imparta lecciones a China sobre el respeto a la soberanía, las normas y los principios cuando ella ha estado en el lado equivocado en el conflicto entre Israel y Palestina».
A principios de mes, para tratar de calmar las tensiones antes de la cumbre del próximo 24 de julio para conmemorar el 50º aniversario de sus relaciones diplomáticas, el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, estuvo de visita en Bruselas, donde fue recibido por la jefa de la política exterior de la UE, Kaja Kallas, quien en Pekín no cae especialmente en gracia. En el Ministerio de Exteriores chino cuentan que estos últimos meses han echado mucho de menos la «moderación» del antecesor de Kallas, Josep Borrell, quien era «menos agresivo, más reflexivo y tenía conocimientos más profundos sobre geopolítica» que la ex primera ministra de Estonia.
De aquel encuentro entre Kallas y Wang, la noticia -y sorpresa- fue la manifestación que hizo el chino sobre que su Gobierno no quería ver a Rusia perder la guerra. Además, según informaron varios medios europeos, la reunión fue muy tensa en varios asuntos. «Lamento ser pesimista, pero en la próxima cumbre entre la UE y China se harán maravillosas declaraciones de principios, pero dudo que logremos algún progreso estratégico gradual«, declaró hace unos días en un foro en Pekín el embajador de Italia en China, Massimo Ambrosetti.
En principio, la cumbre entre la UE y China iba a celebrarse en Bruselas. Pero los planes cambiaron con la negativa del presidente chino de desplazarse hasta Europa. Con Pekín ganando el pulso y el encuentro fijándose finalmente en la capital del gigante asiático, se iba a tratar de un evento de dos días porque incluía una reunión más centrada en el comercio y la tecnología en una ciudad del este de China llamada Hefei. En cambio, según informó Bloomberg, el lado chino habría acortado la cumbre a una sola jornada.
Una decisión tomada a raíz de un aumento de las tensiones que comenzó con las restricciones de Pekín a las exportaciones de las demandadas tierras raras, indispensables para la industria tecnológica y que China tiene casi el monopolio en su procesamiento. Bruselas respondió cancelando una ronda de conversaciones comerciales que estaban previstas antes de la cumbre. Aquello también enfureció al Gobierno chino, que decidió excluir a empresas europeas de importantes contratos de dispositivos médicos.
El último episodio de confrontación se produjo cuando el Ministerio de Exteriores alemán informó que había convocado al embajador de China en Alemania, Deng Hongbo, tras un incidente en el Mar Rojo. «El ejército chino empleó un láser contra un avión alemán en la operación de la UE #ASPIDES», se leía en una publicación en X. Pekín negó posteriormente las acusaciones.
En la Operación Aspides, que tiene como objetivo proteger a los barcos comerciales en el Mar Rojo de los hutíes de Yemen, participan hasta 700 militares alemanes. Desde Berlín explicaron que el avión fue atacado «sin ningún motivo ni contacto previo». El incidente ocurrió a principios de este mes e involucró a un buque de guerra chino que había estado navegando en esa zona del Mar Rojo. «Al utilizar el láser, el buque de guerra aceptó el riesgo de poner en peligro a personas y materiales», aseguraron los alemanes, aunque no está claro si el láser era un arma o un sistema de guía como los que los guardacostas chinos han utilizado en más de una ocasión contra barcos filipinos en los continuos choques que han tenido en el disputado Mar de China Meridional.
«El problema que tenemos nosotros es que cada país de la UE sigue su propia estrategia en base a la dependencia que tengan de los suministros que llegan desde China. Algunos, como Alemania, tienen claro que Pekín es un adversario que manipula constantemente sus cartas para intentar ganar todas las partidas que disputa. Mientras que, luego, hay países como España que, en cuanto a todo lo relacionado con China, parece que está más cerca del grupo de los BRICS que de las potencias de la UE«, apuntan dos fuentes diplomáticas europeas con amplia experiencia en el gigante asiático y que están desconcertadas con el acercamiento del Gobierno de Sánchez a Pekín.
Además, en la sede de la UE en la capital china, algunos funcionarios reconocen que Bruselas se ha quedado atrapada en medio de la batalla geopolítica entre los dos grandes titanes del tablero: Estados Unidos y China. Ahora, la búsqueda de esa ansiada autonomía estratégica del bloque pasa por llegar a un acuerdo comercial con Trump antes de que se active la ronda de aranceles impuesta por el republicano y por trazar un plan serio para reducir la gran dependencia que hay de China.
Esto último se discutió en el Parlamento Europeo la semana pasada después de que la presidenta de la Comisión prometiera «acelerar la reducción de riesgos» tras acusar a China de usar como arma comercial su control en las cadenas de suministro. Von der Leyen ha marcado el tono de la próxima cumbre al poner sobre la mesa todas las quejas, desde la sobreproducción subsidiada por Pekín a sus principales industrias hasta las restricciones a las exportaciones.
«El desarrollo de China crea oportunidades, no desafíos para la UE», manifestaba el viernes una portavoz del Ministerio de Exteriores chino. «Instamos a Bruselas a formar una percepción más objetiva y racional de China, que en estos momentos es la fuerza estabilizadora más importante del mundo», sentenciaba.
«Con ambas partes enfrascadas en disputas comerciales, las expectativas sobre la cumbre, que se centrará más en salvar las apariencias que en lograr resultados concretos, están por los suelos», auguraba hace unos días un análisis en el medio europeo Politico, que deja caer que el presidente Xi Jinping podría dar plantón a los líderes europeos y enviar en su lugar al primer ministro Li Qiang.
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