En 2017 publiqué un artículo en Journal of Management Inquiry, titulado “El futuro del ‘management’ en un mundo de cerebros electrónicos”. En él analizaba qué áreas del management podrían verse más afectadas por la inteligencia artificial (IA). Postulé que la IA impactaría principalmente en tareas relacionadas con la analítica de datos y la planificación (finanzas, producción o cadena de suministro). Por el contrario, las tareas vinculadas a la estrategia, la creatividad y la innovación (al inicio de la cadena de valor), así como las relativas a la interacción con el cliente (al final de la cadena de valor), serían las menos afectadas. Me equivoqué. La irrupción de la IA generativa ha puesto de manifiesto que ésta también puede desempeñar tareas intuitivas y creativas. De hecho, parece incluso más idónea para ellas que para trabajos puramente analíticos.
En 2017 publiqué un artículo en Journal of Management Inquiry, titulado “El futuro del ‘management’ en un mundo de cerebros electrónicos”. En él analizaba qué áreas del management podrían verse más afectadas por la inteligencia artificial (IA). Postulé que la IA impactaría principalmente en tareas relacionadas con la analítica de datos y la planificación (finanzas, producción o cadena de suministro). Por el contrario, las tareas vinculadas a la estrategia, la creatividad y la innovación (al inicio de la cadena de valor), así como las relativas a la interacción con el cliente (al final de la cadena de valor), serían las menos afectadas. Me equivoqué. La irrupción de la IA generativa ha puesto de manifiesto que ésta también puede desempeñar tareas intuitivas y creativas. De hecho, parece incluso más idónea para ellas que para trabajos puramente analíticos.Seguir leyendo…
En 2017 publiqué un artículo en Journal of Management Inquiry, titulado “El futuro del ‘management’ en un mundo de cerebros electrónicos”. En él analizaba qué áreas del management podrían verse más afectadas por la inteligencia artificial (IA). Postulé que la IA impactaría principalmente en tareas relacionadas con la analítica de datos y la planificación (finanzas, producción o cadena de suministro). Por el contrario, las tareas vinculadas a la estrategia, la creatividad y la innovación (al inicio de la cadena de valor), así como las relativas a la interacción con el cliente (al final de la cadena de valor), serían las menos afectadas. Me equivoqué. La irrupción de la IA generativa ha puesto de manifiesto que ésta también puede desempeñar tareas intuitivas y creativas. De hecho, parece incluso más idónea para ellas que para trabajos puramente analíticos.
En su libro La era de la IA , Eric Schmidt (ex CEO de Google) y Henry Kissinger (ex Secretario de Estado de EE. UU.) afirman que “la IA no solo es capaz de procesar datos más rápidamente, sino que detecta aspectos de la realidad que los humanos no percibimos, o que quizá no somos capaces de percibir”. Cuando Lee Sedol, 18 veces campeón mundial de go, fue derrotado por una red neuronal artificial desarrollada por DeepMind (hoy la unidad de IA de Google), se enfrentaba a una inteligencia no humana, que lo venció mediante una jugada disruptiva. El go, juego oriental de estrategia, no se juega por planificación racional, como ocurre con el ajedrez, sino por intuición estratégica. En ajedrez planificamos (“si muevo la torre, me atacarán con el peón, y yo contraatacaré con el caballo…”). En go, el despliegue de fichas es tan amplio que, ante cada movimiento, el adversario puede reaccionar con centenares de posibilidades. Según los matemáticos, el número total de variantes posibles de una partida supera el número de átomos del universo. Los jugadores de go no planifican, intuyen por dónde se desplaza el centro de gravedad del juego y se adaptan dinámicamente a la partida. Fluyen de forma similar a como conducimos un vehículo: instintivamente, con la mente en blanco.

SEIDOR / Europa Press
¿Pueden las máquinas desarrollar instinto? El instinto es la cristalización de la experiencia: un experto reconoce patrones casi de forma inconsciente y actúa en consecuencia. Si Lee Sedol había jugado, digamos, 10.000 partidas en su vida para alcanzar la cúspide mundial, una máquina puede jugar 10.000 millones de partidas a la velocidad de la luz contra sí misma, explorando y aprendiendo estrategias nunca vistas por los humanos, y desarrollando técnicas inéditas y sorprendentes. Por eso, la IA “ve” la realidad superando la percepción humana.
‘AI-First’
Google está cambiando las reglas del juego del management con su ‘AI-First’ : de la premisa “la estructura sigue a la estrategia”, pasamos a “la estrategia sigue a la tecnología”
¿Cómo convivirán los directivos con máquinas dotadas de estas capacidades? ¿Cómo desenvolverse en un contexto saturado de sistemas que no solo procesarán más datos y de forma más eficiente, sino que también los interpretarán y conectarán de maneras más creativas y originales? ¿Cómo liderar en un entorno donde la IA propondrá nuevas estrategias, rutas de I+D, hipótesis de mercado, productos innovadores o interacciones con el cliente? ¿Qué competencias necesitarán esos directivos para cohabitar con la IA?
En primer lugar, igual que ahora, requerirán pensamiento estratégico. Los líderes deberán tener una visión holística de la organización: comprenderla como un sistema, como una red social cohesionada formada por personas organizadas para lograr objetivos comunes. Deberán entender las interacciones entre las distintas áreas de la empresa y hacer que funcionen como un todo integrado. Formularán la estrategia como una propuesta de valor diferencial y la ejecutarán como un plan coherente y consistente.
Pero esos líderes actuarán en entornos de alta intensidad tecnológica. Necesitarán pensamiento científico y comprensión de la tecnología. Deberán dominar y aplicar el método científico para validar hipótesis de mercado, desarrollar pensamiento algorítmico, valorar la importancia de los datos y entender el potencial transformador de las tecnologías disruptivas. Las empresas se reconfigurarán alrededor de núcleos digitales de IA y datos. Cuando Google declara que será AI-First , está cambiando las reglas del juego del management . Hasta ahora, seguíamos la famosa premisa de Alfred Chandler (MIT): “La estructura sigue a la estrategia”. Todas las decisiones tácticas de inversión, crecimiento, endeudamiento o contratación debían alinearse con un plan estratégico. Hoy, cada vez más, la estrategia sigue a la tecnología. Contar o no con determinadas capacidades tecnológicas posibilitará (o impedirá) desarrollar nuevas estrategias. La tecnología se convierte así en un área esencial de management , al mismo nivel que el marketing o las finanzas. Las empresas buscarán directivos capaces de aprovechar el potencial de la IA. La IA no los substituirá, pero aquellos que no sepan utilizarla serán substituidos por los que sí la utilicen, según expertos del MIT.
Ética
Una IA no asumirá la responsabilidad social, económica ni penal de sus sugerencias; eso es tarea del líder
Por último, los directivos necesitarán grandes dosis de pensamiento filosófico y humanista. En un entorno donde la IA puede generar diagnósticos basados en intuiciones (no siempre explicables), los humanos no solo deberán formular las preguntas adecuadas, sino también comprender por qué la IA responde de cierta manera e interpretar con perspectiva humana la lógica de la máquina. Conviviremos con sistemas digitales con interfaces cada vez más humanizadas, capaces de producir razonamientos y sugerencias complejas. Además, nos enfrentaremos a profundos dilemas éticos. Decisiones que afecten de forma determinante a personas estarán mediadas por sistemas de IA. Por ello, los líderes deberán preguntarse qué es lo correcto o qué es lo justo. Y, sobre todo, deberán construir sólidos códigos de valores. Porque las máquinas diagnosticarán, propondrán ideas y sugerirán soluciones innovadoras, pero la responsabilidad última de transformar esos diagnósticos en acciones concretas seguirá siendo humana. Una IA no asumirá la responsabilidad social, económica ni penal de sus recomendaciones. Esa rendición de cuentas quedará en manos del líder. Y, tal vez, constituirá el último bastión del management humano.
Economía