Las madres neerlandesas a las que les arrancaron a sus bebés: “Lo cubrieron con una tela para que no pudiera verlo”

En 1967, Will van Sebille era una adolescente neerlandesa de 17 años y llevaba tres de relación con su novio. Cuando se quedó embarazada, su vida cambió para siempre. Sus padres la mandaron primero a Suiza y después ingresó en un centro para madres solteras para dar a luz: nadie debía saber lo ocurrido. Tuvo que renunciar al bebé y fingir que todo iba bien para ser aceptada de nuevo en la intimidad familiar y en su entorno. Logró encontrar a su hijo cuando este era ya adulto con ayuda de las hijas que tuvo después. Ella forma parte de las cerca de 14.000 madres solteras que, entre 1956 y 1984, se vieron obligadas en Países Bajos a renunciar a sus hijos para darlos en adopción. Forzarlas a desprenderse de ellos era una forma aceptable de evitar la deshonra familiar, y fueron sometidas a una enorme presión social.

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 Las mujeres que se vieron forzadas a dar en adopción a sus hijos en Países Bajos entre 1956 y 1984 reclaman al Gobierno que pida perdón  

En 1967, Will van Sebille era una adolescente neerlandesa de 17 años y llevaba tres de relación con su novio. Cuando se quedó embarazada, su vida cambió para siempre. Sus padres la mandaron primero a Suiza y después ingresó en un centro para madres solteras para dar a luz: nadie debía saber lo ocurrido. Tuvo que renunciar al bebé y fingir que todo iba bien para ser aceptada de nuevo en la intimidad familiar y en su entorno. Logró encontrar a su hijo cuando este era ya adulto con ayuda de las hijas que tuvo después. Ella forma parte de las cerca de 14.000 madres solteras que, entre 1956 y 1984, se vieron obligadas en Países Bajos a renunciar a sus hijos para darlos en adopción. Forzarlas a desprenderse de ellos era una forma aceptable de evitar la deshonra familiar, y fueron sometidas a una enorme presión social.

Un informe presentado este jueves por la Comisión de Adopción y Separación Familiar ―encargada por el Gobierno aunque formada por expertos independientes― ha repartido responsabilidades entre el Gobierno, la sociedad y la Iglesia; católica y protestante. Sin embargo, no recomienda que haya una petición formal de perdón por lo ocurrido. Las asociaciones que defienden los intereses de estas madres e hijos no están de acuerdo, y exigen una disculpa del Gobierno y una compensación.

El informe recoge el momento del parto, y explica que la mayoría de las madres lo pasaron solas. “Así que fui a dar a luz al hospital. Y dije que quería ver al niño cuando naciera. Y solo entonces tomaría una decisión”, consta en uno de los relatos personales. Se lo quitaron igual. En otro, cuenta que sostuvieron al niño entre las piernas de la madre, “y no me lo pusieron en el vientre; lo cubrieron con una tela para que no pudiera verlo mientras le cortaban el cordón umbilical”. Otra de las madres recuerda que le colocaron a ella una tela sobre la cabeza. “Cuando me la quitaron de los ojos, la comadrona estaba ocupada retirando la placenta. Mi hijo ya se había ido”. Solo una pocas pudieron ver a sus bebés una o varias veces durante los primeros meses de vida. “Incluso sostenerlos en brazos”.

Will van Sebille atiende al teléfono este viernes y advierte de que tiene que leer “a fondo” el documento, de unas mil páginas. El día anterior acudió a la presentación, a cargo del pedagogo Micha de Winter, que ha encabezado un equipo formado también por psicólogos y expertos en derechos del menor.

Los hechos han marcado su vida en diversos sentidos, cuenta. “Emocionalmente, en mi confianza en mí misma, mi autoestima, mi confianza en los demás, especialmente en los profesionales de la salud y las autoridades, mi actitud hacia mis hijos… Durante las primeras seis semanas después del nacimiento, no podía confiar en mis sentimientos hacia ellos, porque tenía mucho miedo de que me los quitaran”, afirma. “Y en mi relación con mi hijo [al que le forzaron para dar en adopción], al que amo incondicionalmente, pero con el que siempre siento que debo mantenerme en un segundo plano”, prosigue. Se trata, además, de una herida que nunca termina de cerrarse. “El libro solo podrá cerrarse cuando se cierre la tapa de mi ataúd, es decir, cuando yo muera.

Van Sebille admite sin rodeos que ahora, tras el informe, se siente “confusa y con sentimientos encontrados”, porque el trabajo es amplio y bien documentado, pero “termina sin muchas perspectivas en el capítulo de recomendaciones”. A lo largo de la conversación, apunta que las conclusiones “miran hacia un futuro de diálogo entre todas las partes”, pero le parece mucho más valioso “que el Gobierno pida perdón” por el sufrimiento padecido. “De Winter dice que una disculpa de esta clase es algo vacío, y no es así”, asegura. Y añade: “Parece que la comisión decide lo que [madres e hijos] necesitamos, cuando lo cierto es que sí se percibe un reconocimiento cuando el Gobierno pide perdón”. Recuerda, en este punto, que ya se ha hecho en Australia, Irlanda o Escocia, en situaciones similares de hijos arrancados a sus madres.

La mujer fue la fundadora de una asociación que ha reunido a las madres que tuvieron que renunciar a sus hijos, y reconoce que, de momento, se siente “un poco deprimida”. Desde el jueves, le escriben de ambas partes, madres e hijos, “que están enfadados, tristes y desconcertados por las recomendaciones; sobre todo, decepcionados”. El equipo de De Winter ―que ha trabajado a instancias del Gobierno, pero con independencia― ha primado el diálogo entre las partes para sanar heridas. Pero a los afectados les parece poco efectivo que casi setenta años después busque solo que las instancias involucradas examinen de forma crítica su propia historia y saquen conclusiones. “Nosotras no cedimos a nuestros hijos voluntariamente y eso es algo que debemos explicar constantemente”, subraya Van Sebille. “Los padres adoptivos no lo hicieron a la fuerza. Se obligó a las madres a renunciar al hijo”, repite.

En 1956, uno de los efectos involuntarios de la aprobación de la Ley de Adopción fue el aumento de niños así entregados en Países Bajos. Hubo jóvenes encerradas, repudiadas o llevadas lejos por la presión social. En algunos casos, les taparon la cara en el momento del parto para que no vieran al niño, y luego pasaron de un señalamiento como pecadoras a presentarlas como inestables psíquicamente. Lo segundo fue porque en los años sesenta el enfoque cambió, y psiquiatras y psicólogos neerlandeses opinaron que estas mujeres padecían un trastorno: rechazaban el ideal de una familia nuclear con padre y madre. Las que querían conservar al bebé a toda costa, eran presentadas como las más enajenadas. El pico de adopciones se produjo en 1970, y luego bajaron con la introducción de la Ley del Aborto, en 1984.

Eugénie Smits van Waesberghe, que fue adoptada así en 1970, califica el trabajo de la comisión de “profesional, exhaustivo y con un tono sensible”, pero echa en falta lo mismo que Will van Sebille: el perdón que esperan del Gobierno. “La investigación aborda una historia donde se vulneraron los derechos humanos, con madres que eran muchas veces menores de edad”. Por eso, cree que “solo tendrá valor junto con una petición oficial de disculpas y una compensación, medidas que no aparecen”, afirma, en conversación telefónica. Hoy es madre de dos hijos y admite que su mayor deseo es que lo ocurrido en Países Bajos “llegue a Naciones Unidas y pueda conectarse con casos similares en otros países”. Ese paso llegará, indica, “si el Ejecutivo se disculpa”.

Llegar a los jóvenes

Por otro lado, le parece que el informe no es proactivo y corre el peligro de no trascender las instancias oficiales. Dice: “No creo que llegue a los jóvenes si no se les acerca también a través de las redes sociales, y es una historia que no se puede perder, porque los padres biológicos a los que les arrancaron sus hijos son cada vez más mayores”. También apunta que la Ley de Adopción de 1956 redujo el número de niños en acogida en Países Bajos, “y eso supuso un ahorro para las arcas del Estado que no debe ignorarse”.

En 2017 hubo una primera mirada oficial a la historia de esta renuncia materna involuntaria. En 2021, un intento de investigación a fondo fracasó debido a que se vulneró la privacidad de los afectados. En 2022, la comisión encabezada por Misha de Winter empezó de nuevo, y lo ha presentado como un trabajo histórico. Y ese aspecto lastra, según las voces críticas, un dolor que sigue vivo.

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