Oriente Próximo, ‘shocks’ geopolíticos y crisis económicas

Israel ha elegido el momento en que los inventarios de petróleo se situaban en niveles más altos de lo normal para atacar a Irán Leer Israel ha elegido el momento en que los inventarios de petróleo se situaban en niveles más altos de lo normal para atacar a Irán Leer  

En el siglo V a.C., el filósofo militar chino Sun Tzu escribió en su Arte de la Guerra la siguiente máxima: «El arte supremo de la guerra consiste en dominar a tu enemigo sin necesidad de luchar».

Observando la situación tan traumática que se está viviendo actualmente en Oriente Próximo, todo parece indicar que la aplicación de esta máxima se sitúa en las antípodas de la realidad. Con todo, aunque la inestabilidad geopolítica a todos nos preocupa, creo que conviene reflexionar sobre los mecanismos de transmisión entre los shocks geopolíticos, los mercados financieros y la economía mundial.

El apetito de riesgo es un indicador crucial que debemos seguir en los mercados. En general, nos indica si están abiertos para financiar a empresas, ya sea a través del mercado de bonos o de acciones. Está también muy correlacionado con los volúmenes de fusiones y adquisiciones, la financiación bancaria y la voluntad de invertir orgánicamente en las empresas. Este último factor está, a su vez, concatenado con la creación de empleo y, por ende, con el consumo.

Por eso, resulta tan fundamental seguir de cerca la evolución del apetito de riesgo. En términos generales, los mercados utilizan como proxy el llamado «índice del miedo»: la volatilidad de la bolsa de los EEUU. Cuanto mayor es la volatilidad, mayor es el miedo, y viceversa. El miedo y la valentía son fenómenos globales, «espíritus animales» y cuando uno u otro sube o baja, se traslada automáticamente a los mercados. Pues bien, si la volatilidad histórica anual se sitúa en torno a un 20% podemos comparar cómo otros shocks han afectado a tan importante indicador.

El jueves negro de octubre de 1929, en la antesala de la Gran Depresión, llevó la volatilidad a niveles cercanos al 90%. La conquista de Francia por la Wermacht de Hitler en mayo de 1940, al 40%. El lunes negro de la bolsa en 1987 hizo que se disparara hasta el 91%. La invasión de Kuwait por Irak en 1991, hasta el 35%. La caída de Lehman Brothers en 2008 la situó en niveles cercanos al 89%. La crisis covid, en marzo de 2020, al 85%. La invasión rusa de Ucrania, en 2022, al 32%.

¿Qué nos indican estos datos? Quelos shocks geopolíticos afectan menos al apetito de riesgo que los económico-financieros. De aquí se deduce que para entender cómo un evento geopolítico puede afectar a la economía y a los mercados mundiales tenemos que entender cómo funcionan los mecanismos de transmisión. Estos pueden ser directos o indirectos. Un mecanismo de transmisión directo sería por ejemplo el hecho de que una subida del barril de petróleo de unos 10 dólares drena el crecimiento económico de los EEUU en un 0,4% y aumenta su inflación en un 0,3%, generando un espectro de «estanflación». Un mecanismo indirecto sería el riesgo de que el temor a nuevas subidas del crudo afecte negativamente a decisiones de inversión, contratación y consumo, dañando al conjunto de la economía.

Por ejemplo, la invasión rusa de Ucrania provocó que el precio del gas europeo (TTF) aumentara desde los 25 euros por megavatio hora hasta los 325 euros en el verano de 2022. Como consecuencia, los precios de la electricidad mayorista en Alemania pasaron de unos 40 euros por megavatio hora a una media de 400 durante el tercer trimestre de 2022. Rusia eligió el momento de la invasión coincidiendo con niveles de almacenamiento de gas europeos bajos, con el objetivo de intentar amilanar a la población europea, y a través de esta, a sus dirigentes.

No es de extrañar que la confianza del consumidor se hundiera en Europa ese año a niveles inferiores a los registrados durante el covid: los europeos no solo contemplaban una guerra en el Este de Europa, sino una inflación superior a la subida de sueldos, casas bajando y tipos de interés subiendo. La consecuencia fue un consumo deprimido que se ha mantenido hasta hace poco. Es el mecanismo de transmisión de una guerra. Por suerte, los inviernos de 2022 y 2023 fueron cálidos, Europa pudo reemplazar el gas ruso por gas licuado, se aminoró el precio de la electricidad, la inflación se controló y la situación se enderezó, pero estuvo en el filo de la navaja durante un tiempo.

Israel ha elegido un momento determinante para atacar a Irán: los inventarios de petróleo se situaban en niveles más altos de los normales, y existía capacidad ociosa de importantes países productores que podían reaccionar al shock aumentando su producción, para estabilizar el precio del crudo. Así, a pesar del ataque, el barril de petróleo solo subió seis dólares, limitando los efectos directos. Sobre los indirectos, el ataque aéreo israelí ha llevado la volatilidad a un nivel del 22%, frente a un 17% observado hace una semana, mitigando la repercusión.

Sun Tzu afirmó también aquello de «conócete a ti mismo, conoce a tu enemigo y tendrás en cien batallas cien victorias». A pesar de que Oriente Medio arda en llamas, parece que el arte del conocimiento ha jugado un papel importante a la hora de limitar los mecanismos de transmisión de un daño geopolítico hacia un daño económico global.

* Ignacio de la Torre es Economista jefe de Arcano Partners

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