Responsabilidad a la ‘Kindleberger’

Hace algún tiempo Charles Kindleberger explicitó las delicadas situaciones que se producían en momentos de relevos de hegemonía, cuando la tradicional potencia dominante ya no estaba en condiciones de imponerse de una forma compatible con los intereses del orden internacional que lidera(ba) pero el candidato al relevo todavía no asume responsabilidades al respecto. Un precedente más relevante de lo que probablemente sería deseable es la transición, hace prácticamente un siglo, entre el liderazgo británico y el de Estados Unidos, invocado a menudo tanto como ejemplo de mala gestión internacional que agravó la Gran Depresión como de la transición entre la libra esterlina y el dólar como moneda de referencia internacional.

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 Hace algún tiempo Charles Kindleberger explicitó las delicadas situaciones que se producían en momentos de relevos de hegemonía, cuando la tradicional potencia dominante ya no estaba en condiciones de imponerse de una forma compatible con los intereses del orden internacional que lidera(ba) pero el candidato al relevo todavía no asume responsabilidades al respecto. Un precedente más relevante de lo que probablemente sería deseable es la transición, hace prácticamente un siglo, entre el liderazgo británico y el de Estados Unidos, invocado a menudo tanto como ejemplo de mala gestión internacional que agravó la Gran Depresión como de la transición entre la libra esterlina y el dólar como moneda de referencia internacional.Seguir leyendo…  

Hace algún tiempo Charles Kindleberger explicitó las delicadas situaciones que se producían en momentos de relevos de hegemonía, cuando la tradicional potencia dominante ya no estaba en condiciones de imponerse de una forma compatible con los intereses del orden internacional que lidera(ba) pero el candidato al relevo todavía no asume responsabilidades al respecto. Un precedente más relevante de lo que probablemente sería deseable es la transición, hace prácticamente un siglo, entre el liderazgo británico y el de Estados Unidos, invocado a menudo tanto como ejemplo de mala gestión internacional que agravó la Gran Depresión como de la transición entre la libra esterlina y el dólar como moneda de referencia internacional.

Hace cien años, en 1925, Gran Bretaña decidió volver a la paridad de la libra esterlina con el oro que había tenido antes de la Primera Guerra Mundial, sin reconocer que muchas cosas habían cambiado…, algo que a las grandes potencias suele costarles. El resultado fue una sobrevaloración que deterioró la competitividad de los productos británicos y que condujo en 1931, ya en lo más duro de la Gran Depresión, al movimiento contrario de romper la conexión libra-oro para propiciar una depreciación de la moneda británica…que aceleró la espiral de la “guerra de devaluaciones competitivas” que agravó la crisis de los años treinta. Pero la potencia en ascenso, Estados Unidos, no fue mucho más responsable: en 1930 aprobó el arancel Smoot-Hawley, hoy tan citado como precedente de los niveles arancelarios restablecidos en los primeros meses del 2025, mientras que en junio de 1933 el presidente Roosevelt, después de pocos meses en el cargo, se negaba a aceptar los compromisos de la conferencia de Londres convocada para tratar de buscar una salida coordinada a la Gran Depresión, optando por vías unilaterales y resistiéndose a dar facilidades a convertir Estados Unidos en un destino de exportaciones de otros países. Llama la atención que en este junio del 2025 estemos hablando de cuestiones tan similares.

En 1933 Roosevelt se resistía a convertir EE.UU. en un destino de exportaciones de otros países; hoy se habla de lo mismo

El precedente del fracaso de las negociaciones en la conferencia de Londres de 1933 es especialmente relevante. No solo desde la perspectiva histórica, porque para esa reunión John M. Keynes presentó un proyecto que fue la base de sus aportaciones a la conferencia
de Bretton Woods una década más tarde, sino por poner en primer plano la cuestión de si es necesario, pese a la pugna por la hegemonía, mantener espacios abiertos de negociación, de búsqueda de acuerdos en pautas básicas, que eviten el deslizamiento hacia escenarios más conflictivos y peores para todos. Ya sabemos
lo que vino tras 1933, en lo económico, lo político e incluso en lo militar: esperemos que el mundo tenga ahora la lucidez –al menos el pragmatismo– de no volver a caer en los vericuetos de una nueva edición de la “trampa de Kindleberger”.

 Economía

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