Bielorrusia celebra elecciones este domingo con más de 1.200 presos políticos aislados en su cárceles y sometidos a maltrato físico y psicológico: «Quieren romperlos mentalmente» Leer Bielorrusia celebra elecciones este domingo con más de 1.200 presos políticos aislados en su cárceles y sometidos a maltrato físico y psicológico: «Quieren romperlos mentalmente» Leer
En las cárceles bielorrusas, los más de 1.200 presos políticos están en gran medida aislados del mundo exterior para quebrar su ánimo. A la activista Maria Koleshnikova la rodean cuatro funcionarios cuando sale de la celda, le enseñaron cartas enviadas hace tiempo y las rompieron delante de sus ojos. Cuando más adelante preguntó si había recibido algún mensaje, la despacharon con crueldad: «Todos se han olvidado de ti».
En su prisión de Gomel sólo hay seis baños para 120 mujeres. El frío es tan persistente que las reclusas duermen de manera intermitente: antes de que transcurra media hora se levantan para calentarse. Pero incluso dentro del infierno, es necesario construir otro infierno peor para que los presos de conciencia le teman a algo. A la activista Natalia Hershe la encerraron en una celda de castigo de un metro y medio de ancho durante 46 días después de negarse a coser un uniforme. Su única compañía, dos taburetes y una tabla plegable de madera que servía como cama. El aislamiento afecta mucho a la salud mental. Algunos familiares relatan casos de cómo a los reclusos, tras salir, les cuesta que fluyan las palabras. Hablan, se paran, y preguntan si lo que están diciendo tiene sentido.
Según la versión de Natalia, una celda de castigo es «una prisión dentro de la prisión». Fue detenida en septiembre de 2020 en una protesta en Bielorrusia contra el pucherazo en las elecciones tras intentar arrancarle el pasamontañas de la cara a uno de los agentes presentes. Fue trasladada a una cárcel en Gomel y más tarde a Mogilev. Su caso es sólo uno entre los miles de arrestos en las protestas contra una votación presidencial amañada aquel año. Un aluvión de arrestos masivos, palizas y torturas. Los bielorrusos están llamados a las urnas este domingo, esta vez sin candidatos que desafíen de verdad al presidente Alexander Lukashenko —que lleva desde 1994 en el poder— ni observadores independientes.
Desde las protestas de 2020, el país ha vivido una represión sin precedentes. 3.100 personas han pasado por la cárcel o siguen en ella por causas políticas. El sistema se ha tragado a los líderes de aquellas movilizaciones. Kolesnikova, uno de los exponentes de la disidencia, fue arrestada en 2020 y, cuando iba a ser expulsada del país, desafió a los policías rompiendo su pasaporte. La activista opositora bielorrusa ha sido recluida varias veces en total aislamiento en la prisión Número 4 de Gomel desde febrero de 2023, sin llamadas telefónicas, ni cartas y sin visitas de sus familiares ni de su abogado.
«La última carta llegó en febrero de 2023. Nada desde entonces», explica a EL MUNDO su hermana, Tatiana Khomich. Durante más de 600 días, «toda la información sobre ella la obtuvimos de otros presos políticos que han sido liberados desde la primavera», explica Tatiana, que no quiere entrar en detalles para que nadie sea «represaliado». Por fin el pasado mes de noviembre a Koleshnikova se le permitió ver a su padre en prisión. Sigue cumpliendo una condena de 11 años por extremismo y por «conspirar» para derrocar al Gobierno.
«Sabemos que Maria fue enviada a una celda de castigo desde marzo de 2023, en confinamiento solitario, en un edificio aparte, lo supimos por mujeres que estuvieron en una celda cerca de Maria y alguna que se cruzó con ella en la unidad médica». Son celdas de cuatro por seis metros cuadrados, un agujero en el suelo que sirve de inodoro, sin puertas, y una cama que se dobla». El suelo es de hormigón. Según remarcan las reclusas, la zona huele fatal y se les concede 30 minutos para caminar cada día y 20 minutos de ducha una vez a la semana. Da igual que hayas robado, matado o sólo enarbolado una pancarta: el uniforme carcelario, compuesto por una chaqueta de algodón y una falda caqui, te convierte pronto en parte del paisaje. Por la tarde, en algunos pasillos las presas se permiten cantar por turnos. Mientras algunas esperan que les toque, lloran con la voz de su compañera. Después por fin cantan, y llora alguien más. La privación de libertad es especialmente dura para las bielorrusas, desde el año pasado sólo reciben compresas o tampones dos veces al año. Algunas reclusas contaron a la ONG Politvyazynka que las usaron para calentarse los riñones.
A finales de noviembre de 2022, Maria fue hospitalizada con peritonitis debido a una úlcera perforada. Aproximadamente una semana después de la operación, la enviaron nuevamente a la colonia. Kolesnikova no puede comer el rancho de la prisión; como resultado, perdió peso hasta llegar a 45 kilos, a pesar de que mide 1,75 metros. «Necesita una dieta especial, la papilla que le dan lleva algo de grasa, y la alternativa es usar algo del dinero de la prisión en la tienda, 20 ó 30 euros al mes», comenta su hermana.
También han desaparecido en el sistema penitenciario Viktor Babaryko y Serguei Tijanovsky, aspirantes en las elecciones de 2020 contra Lukashenko. La mujer de Tijanovsky es ahora conocida mundialmente como la presidenta de Bielorrusia en el exilio. Svetlana Tijanovskaya lleva cuatro años sin ver a su marido. Reside en Vilna, a sólo 180 kilómetros de la frontera de su país, que no puede pisar porque ha sido sentenciada a 15 años de prisión. No sabe nada de él desde el 9 de marzo de 2023. «Una y otra vez tengo que explicarle a mi hija que vamos a creer que papá está vivo, que volverá con nosotros», cuenta a este periódico desde la capital de Lituania. «El régimen quiere, en primer lugar, mantener a la gente en total aislamiento. Quiere quebrarlos, persuadirlos de que no le importan a nadie. Te repiten que todo el mundo se olvidó de ti, que estás solo», explica Tijanovskaya, que niega que las elecciones de mañana merezcan tal nombre. «Por eso me parece tan importante seguir recordándole al mundo el problema de los presos políticos y hacer todos los esfuerzos para liberarlos a todos. Y quiero creer que esas personas en las cárceles no perdieron la esperanza y la fe».
Babaryko, que era precisamente el candidato para quien trabajaba Koleshnikova, fue detenido en 2020 cuando se disponía a presentarse oficialmente como candidato a la Presidencia contra el líder autoritario Alexander Lukashenko. Babaryko fue posteriormente mantenido en régimen de incomunicación tras las rejas como castigo adicional. A principios de este mes, un grito de alivio brotó entre los abrazos de sus compañeros de equipo: «¡Babaryko está vivo!» El régimen bielorruso divulgó un breve vídeo en el que se ve a Babaryko enviando saludos a su familia y tres fotografías, incluida una en la que se le ve escribiendo una carta. Vestido con un mono negro de prisión, el aspirante a presidente y ex banquero ha perdido una cantidad considerable de peso.
Tanto en el caso de Koleshnikova como en el de Babaryko las imágenes fueron publicadas por Roman Protasevich, cofundador del canal de Telegram Nexta, muy seguido durante las protestas masivas de 2020. En 2021, Protasevich fue arrestado después de que su vuelo de Ryanair fuera desviado a Bielorrusia y obligado a aterrizar tras una falsa amenaza de bomba. El régimen ha quebrado a Protasevich, que fue liberado tras pedir disculpas públicas y ahora coopera con las autoridades como un sutil propagandista que muestra la cara amable de la dictadura: «Estuvimos bromeando mucho, incluso sobre si Victor estaba pensando en hacer carrera como culturista profesional», pues «dijo que fue en prisión donde logró perder peso y practicar algunos deportes», escribió Protasevich en su canal de Telegram tras visitar a presos políticos, un término que ya evita usar.
Las elecciones del domingo abren una etapa nueva en el otoño de Lukashenko, debilitado por algunos problemas de salud y por el coste de popularidad que supusieron las detenciones y palizas de 2020. Tatiana Khomich, la hermana de Koleshnikova, no pierde el optimismo respecto al futuro de su alma gemela y confía en que salga con un indulto, igual que se ha hecho con otros 227 reclusos y reclusas durante estos últimos seis meses en los que Lukashenko ha tratado de lavar su imagen. Aunque ésa era gente menos relevante a la que en muchos casos le quedaba poco tiempo para cumplir condena. «Creo que Lukashenko piensa en su lugar en la historia tras esta guerra, quiere acabar con el aislamiento que sufre por sus actuaciones apoyando a Rusia.
Durante el último año, 589 personas fueron reconocidas como presos de conciencia. Según el colectivo de derechos humanos Viasna, un total de siete presos políticos han muerto entre rejas desde 2021.
El otoño del patriarca abre una ventana de oportunidad para las que han resistido hasta hoy. Pero, como señala Tatiana Khomich, la hermana coraje, el régimen «quiere quebrarlos mentalmente porque ve que siguen siendo optimistas y muy fuertes… Y aspira a romper esa mentalidad».
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