Hasta 1878 la pintura no supo plasmar el movimiento de los caballos en una carrera. La razón es muy simple: el ojo humano no puede captar ese rápido movimiento del galope y por eso hay representaciones pictóricas en las que los caballos corren como ranas saltando. Pero en 1878 Eadweard Muybridge consiguió algo que entonces pareció casi producto de la magia y que hoy sigue siendo la referencia para entender el movimiento de los animales. Gracias a la primera fotografía secuencial de la historia, Muybridge demostró que cuando el caballo galopa, hay una fracción de segundo, en la que los cuatro cascos de sus patas están en el aire al mismo tiempo. Esa fracción de segundo, ínfima y a la vez inagotable, sirve ahora de título para la última obra del canadiense Guy Delisle.
Guy Delisle cuenta con mano maestra la vida de Eadweard Muybridge, pionero de la fotografía y asesino en ‘Una fracción de segundo’
Hasta 1878 la pintura no supo plasmar el movimiento de los caballos en una carrera. La razón es muy simple: el ojo humano no puede captar ese rápido movimiento del galope y por eso hay representaciones pictóricas en las que los caballos corren como ranas saltando. Pero en 1878 Eadweard Muybridge consiguió algo que entonces pareció casi producto de la magia y que hoy sigue siendo la referencia para entender el movimiento de los animales. Gracias a la primera fotografía secuencial de la historia, Muybridge demostró que cuando el caballo galopa, hay una fracción de segundo, en la que los cuatro cascos de sus patas están en el aire al mismo tiempo. Esa fracción de segundo, ínfima y a la vez inagotable, sirve ahora de título para la última obra del canadiense Guy Delisle.

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Una fracción de segundo. La azarosa vida de Eadweard Muybridge (Astiberri) cuenta este hallazgo revolucionario con la virtud de ir mucho más allá de este hecho y adentrarse en la muy aventurera y en ocasiones también muy turbulenta vida de Muybridge. Porque Muybridge fue un pionero de la fotografía, sí, pero también un incansable viajero, un precursor del cine, y porque a lo largo de su vida desempeñó actividades tan diversas como las de librero, editor o inventor (suyo es un precursor del proyector de cine de nombre impronunciable: el zoopraxiscopio). Y además, cometió un asesinato, cosa que añade controversia a su legado.
Guy Delisle ha sabido mezclar los elementos más significativos de este personaje y ha construido un libro de cómic intenso, bien documentado y muy bien contado, que en ningún momento parece una biografía al uso, porque encadena temas, épocas y escenarios con una enorme agilidad y porque asistimos a la historia real de una vida que parece sacada de una novela de aventuras. Leer Una fracción de segundo es sumergirse en una historia que nos arrastra desde sus primeras páginas.

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La sensación que nos surge tras leer esta novela gráfica es que su autor, el canadiense Guy Delisle es un narrador de primerísimo nivel, habilidoso, extraordinario. De los que hacen que no se note el esfuerzo que hay detrás de sus obras. Porque esa vida estaba ahí y era conocida pero hacía falta que alguien la condensara en 200 páginas y la contara tan bien. Delisle ha sabido recabar una gran cantidad de información sobre Muybridge y ha juntado todas las piezas para explicar a tan complejo personaje, recomponiendo su vida hasta formar una historia que resultará atractiva para públicos tan amplios como distintos.
Guy Delisle es un narrador de primerísimo nivel, habilidoso, extraordinario
Una fracción de segundo (con traducción de María Serna) va más allá de su famosa secuencia sobre el galope del caballo y de cómo luchó para conseguirla cuando aún se consideraba técnicamente imposible. Delisle traza una historia que trata de los inicios de la fotografía, de su confrontación con la pintura y el nacimiento del movimiento impresionista, de cómo el cine dio sus primeros pasos entre científicos y feriantes y de la competencia entre Edison y Tesla para traer la electricidad a los hogares. Estos son dos de los muchos nombres famosos que aparecen aquí. Porque en estas páginas transitan personajes históricos con una naturalidad asombrosa: Baudelaire, Méliès, Rodin, Degas o Alice Guy, de quien no hace mucho recomendábamos su biografía en forma de cómic.

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Delisle ha hecho también un gran trabajo plástico. El dibujo sencillo pero tremendamente expresivo del autor sirve para entrar en esta obra de forma inmediata. Lo refuerza con una paleta de color muy contenida pero llena de sentido narrativo. Y además, Delisle juega con los elementos propios del cómic y explota su soporte (el libro) para explicarnos cuestiones como por ejemplo la percepción retiniana. Lo hace de una manera tan simple que es casi un juego. Una confirmación más de que Delisle es un gran narrador en viñetas.
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Perfil
El canadiense Guy Delisle es autor de una de esas obras imprescindibles para entender la eclosión del cómic-reportaje y del cómic autobiográfico: Pyongyang. En este álbum narra su estancia en un país tan hermético como Corea del Norte aprovechando que fue ahí a trabajar en una producción de dibujos animados. También ha escrito sobre sus viajes a Shenzhen, Birmania o Jerusalén.
Sin embargo, Delisle también ha practicado (con éxito) la ficción humorística en la serie Inspector Moroni y se ha reído de su propia experiencia como padre en Guía del mal padre. También ha practicado la crónica en Escapar, donde cuenta la historia un rehén en Chechenia, esposado en una pequeña habitación durante 111 días. Todos sus títulos se han publicado en Astiberri.
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