Sudán se sume en la anarquía tras dos años de sangrienta guerra civil

El conflicto entre dos caudillos desata una gigantesca crisis humanitaria Leer El conflicto entre dos caudillos desata una gigantesca crisis humanitaria Leer  

El segundo aniversario de una de las crisis más importantes en el continente africano de la última década llega con una matanza. Según afirma la BBC a partir de fuentes sobre el terreno, «más de 400 personas han muerto en recientes ataques de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) en la región de Darfur, en Sudán. La ONU también denuncia los mismos bombardeos citando «fuentes creíbles».

La semana pasada, las RSF lanzaron un intenso ataque terrestre y aéreo contra los campos de refugiados que rodean la ciudad de el-Fasher en un intento de apoderarse de la última capital estatal de Darfur en poder de su rival, el ejército sudanés. Esta ciudad está bajo asedio de estos paramilitares, con un largo historial de atrocidades como legado.

La espoleta del conflicto actual en Sudán, que estalló el 15 de abril de 2023, fue el enfrentamiento entre el ejército sudanés y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) por el control del país, después de profundas tensiones sobre cómo integrar a las RSF en el ejército regular.

Desde el derrocamiento de Omar al Bashir, uno de los dictadores más sanguinarios de África, que gobernó Sudán a sangre y fuego durante tres décadas, el país no ha conocido ni la estabilidad de la represión. Tras meses de protestas populares masivas en 2019 por la crisis económica, corrupción y represión, el ejército lo destituyó y arrestó, lo que abrió una etapa de cierta esperanza en el futuro.

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Entonces se creó un Gobierno de transición entre civiles y militares que prometió elecciones democráticas. En él cohabitaban dos figuras clave: Abdelfatá al-Burhan, jefe del ejército y Mohamed Hemedti Dagalo, líder de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), una nueva denominación que escondía su antiguo apoyo, el de milicias Janjaweed, autoras del genocidio de Darfur de 2003 a 2005. Los Janjaweed eran ganaderos de camellos pertenecientes a las ramas mahamid y mahariya del grupo étnico rizeigat, procedentes de Darfur del Norte y las regiones vecinas de Chad. Rondaban a lo largo del filo del desierto antes de que la frontera fuera demarcada.

A medida que estos combatientes daban muestra de su capacidad de crear el terror en las poblaciones sedentarias del desierto, Bashir los formalizó como una fuerza paramilitar llamada Unidades de Inteligencia Fronteriza. Una de las brigadas, activa en el sur de Darfur estaba capitaneada por un joven combatiente con fama de sangriento: Mohamed Dagolo, conocido como Hemedti por su cara de bebé. Hoy es uno de los dos grandes protagonistas de la guerra civil. En octubre de 2021, al-Burhan y Hemedti dieron un nuevo golpe de Estado, disolvieron el Gobierno civil y concentraron el poder militar. Se intentó relanzar el proceso de transición en 2023, que incluía integrar a las RSF en el ejército regular. Ese fue el detonante directo del conflicto: ninguno quería ceder.

La guerra comenzó sin previo aviso público, tras semanas de tensión entre el ejército y las RSF por la fallida integración de las milicias al ejército. En la madrugada de aquel 15 de abril de 2023, se dieron los primeros enfrentamientos armados en varias zonas de Jartum: cerca del aeropuerto internacional, del palacio presidencial, de la base militar de Merowe (al norte del país) y de otras instalaciones clave. Las RSF tomaron rápidamente posiciones en zonas urbanas, usando los llamados técnicals (camionetas Toyota artilladas) y ocupando calles y edificios clave.

Desde entonces, la capital ha quedado devastada. Los extranjeros se fueron a los pocos días y los únicos que han permanecido son los mercenarios. La infraestructura básica colapsó rápidamente: cortes de luz, agua, telefonía e internet. Los hospitales dejaron de funcionar o fueron atacados. Varios médicos murieron o huyeron. Miles de residentes intentaron escapar de la ciudad, algunos hacia Port Sudán y otros hasta la frontera con Chad, donde se formó un gran campo de refugiados en mitad del desierto. Mientras, otros se refugiaban en sus casas, sin acceso a comida ni medicamentos. Hubo saqueos, violencia sexual y ejecuciones sumarias, especialmente en zonas bajo control de las tropas de Hemedti.

Los datos que deja esta guerra civil en dos años son estremecedores: 12,6 millones de personas se han desplazado dentro del propio país huyendo de los combates, mientras que dos millones han escapado más allá de sus fronteras. 24,6 millones padecen inseguridad alimentaria severa, de las que medio millón ya están en situación de hambruna. Las cosechas no se plantan ni se recogen, no hay casi comercio y el 75% de los centros de salud ya no existen. En este caos era lógico que apareciera el cólera con las primeras lluvias: ya han muerto más de 1.500 personas en el último brote. El 90% de los niños dejaron la escuela. La violación de mujeres creció un 288% y el país se sumió en la anarquía.

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