Sean Scully (Dublín, 1945) está de un humor excelente. En junio cumplirá 80 años y conserva intacta la energía y el ímpetu de aquel joven que huyendo de un destino como pandillero logró convertirse en uno de los grandes pintores contemporáneos. Reimaginó el arte abstracto, dotándolo de emoción, y entre sus coleccionistas figuran desde la Tate o el Metropolitan al cantante de U2 Bono. Vive y trabaja principalmente en Nueva York, y esta mañana pasea feliz por las salas de La Pedrera, que le dedica la mayor retrospectiva realizada nunca en Barcelona, ciudad en la que residió catorce años y que abandonó en 2019 cuando el clima del procés se le hizo irrespirable. Scully habla suave pero con contundencia mientras ultima los detalles de la muestra con el comisario Javier Molins, que ha realizado una exquisita selección de más de 60 obras que recorren toda su trayectoria, empezando por su primera y poco conocida época figurativa, a la que ahora ha vuelto en un intento por retener sobre el lienzo a su familia, la también artista Liliane Tomasko y su hijo Oisin.
El artista irlandés regresa a Barcelona con una gran retrospectiva en La Pedrera después de su polémica partida por problemas con el catalán
Sean Scully (Dublín, 1945) está de un humor excelente. En junio cumplirá 80 años y conserva intacta la energía y el ímpetu de aquel joven que huyendo de un destino como pandillero logró convertirse en uno de los grandes pintores contemporáneos. Reimaginó el arte abstracto, dotándolo de emoción, y entre sus coleccionistas figuran desde la Tate o el Metropolitan al cantante de U2 Bono. Vive y trabaja principalmente en Nueva York, y esta mañana pasea feliz por las salas de La Pedrera, que le dedica la mayor retrospectiva realizada nunca en Barcelona, ciudad en la que residió catorce años y que abandonó en 2019 cuando el clima del procés se le hizo irrespirable. Scully habla suave pero con contundencia mientras ultima los detalles de la muestra con el comisario Javier Molins, que ha realizado una exquisita selección de más de 60 obras que recorren toda su trayectoria, empezando por su primera y poco conocida época figurativa, a la que ahora ha vuelto en un intento por retener sobre el lienzo a su familia, la también artista Liliane Tomasko y su hijo Oisin.
Su marcha dejó un sabor amargo. ¿Feliz de regresar?
Mucho. Barcelona sigue siendo muy importante para mí.
Se mudó al sur de Francia por razones lingüísticas. Según dijo entonces el catalán les estaba haciendo la vida muy difícil a la familia.
Creo que Catalunya ya ha aprendido la lección. Se han ido muchas empresas que ahora están haciendo negocios en La Rioja. Es broma. No quiero volver a reabrir la herida porque todavía duele, pero sigo pensando que es importante que coexista el castellano. En Irlanda, tras la independencia, se decidió que se hablaría irlandés pero también inglés, porque es el idioma universal. No es bueno que un país viva con las ventanas cerradas al mundo. Y eso mismo es aplicable aquí. Lo contrario es convertir a la población en prisioneros dentro de su propio país.
“No quiero volver a reabrir la herida porque todavía duele, pero sigo pensando que es importante que coexista el castellano”
Actualmente vive entre Nueva York y Londres, Estados Unidos y Europa. De repente, dos mundos enfrentados. ¿Se siente cómodo en el país de Trump?
Lo complicado del sistema que tenemos es que hay dos opciones: izquierda o derecha. Cuando gobierna uno acaba provocando la reacción contraria, y viceversa. Pero si lo que quiere saber es si me incomoda Trump le diré que hice publicidad para Joe Biden durante la campaña. Políticamente me siento en el centro, un poquito a la izquierda pero no soy de izquierdas. Quiero tener mis propias opiniones y por eso me sitúo en un terreno neutral donde es posible pensar y decidir. No me gusta el presente ahora mismo. Lo más importante es evitar la guerra. Cuando uno está muerto de poco valen sus opiniones, lo único que le queda es cantar con los angelitos allá arriba. Mi familia está marcada por el trauma de la guerra. Yo soy un luchador, pero me gusta el mano a mano, incluso tengo un ‘ground game’ para practicar el combate [también es cinturón negro de kárate]
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¿Fue la guerra la causante de su infancia infeliz? Tengo entendido que con cuatro años vivía en la calle.
La guerra ha sido un infierno para mí desde antes de que naciera. Un infierno total. Mi abuelo irlandés desertó del ejército en plena Guerra Mundial para unirse a la rebelión de 1916 de los independentistas contra los británicos y fue condenado a muerte. Se suicidó la noche antes de ser ejecutado. Mi padre hizo lo mismo, desertó del ejército durante la II Guerra Mundial y por eso vivíamos en la calle contra un muro. Los gitanos nos dieron un lugar para vivir en sus caravanas. En mi partida de nacimiento, donde pone profesión del padre se lee ‘traveller’. Eso fue en Dublín. Luego, cuando nos trasladamos a Londres, él fue encarcelado por desertor. Lo condenaron a veinte años pero su hermana, una mujer fuerte, como Napoleón, negociaba con los británicos su vuelta y poco a poco consiguió reducirlo a ocho meses. Era una negociadora increíble. Mis padres también estaban en guerra constante entre ellos, no lo deseo a nadie una experiencia así. Yo mismo he heredado algo de esa ira. [Scully sufrió enuresis nocturna hasta los 20 años a causa de la ansiedad extrema que le provocaba].
“La guerra ha sido un infierno para mí desde antes de nacer”
Parece que el destino le tenía preparado un puesto en una fábrica o como pandillero.¿Recuerda cómo fue su primer contacto con el arte?
Sí, y de hecho estuve metido en muchos líos. Pero tuve otra influencia vital: mi abuela, una mujer fantástica que se hizo cargo de la familia con siete niños. Era como una gladiadora. Yo soy un producto suyo. En Londres alquiló una casa enorme y trabajaba 18 horas al día siete días a la semana. Me llevaba a la iglesia, donde vi por primera vez iconos. Y en las ventanas de su casa colocaba papeles de celofán, como si fueran vidrieras de iglesia, que llenaban de colores el interior de la casa. Creo que me convertí en pintor en un intento por recuperar el color de la vida.

Mané Espinosa
Hoy es uno de los pintores vivos más cotizados del mundo Sus cuadros alcanzan cantidades de seis cifras. ¿Qué diría su abuela?
Jajaja, no sé, hoy podría comprarle una vidriera de verdad pero la suya era maravillosa.
En su historia de desencuentros con Barcelona, hubo un intento por su parte de ceder a la ciudad 200 obras a cambio de que creara un museo con su nombre. Durante el mandato de Xavier Trías se barajó la posibilidad de reconvertir uno de los pabellones de Fira de Montjuïc, pero el proyecto quedó descartado con el cambio de alcaldía. ¿Caso totalmente cerrado?
Estaba todo acordado, el lugar era fantástico, cambió la foto y de repente todo lo que se había levantado quedó reducido a la nada. Ahora ya solo forma parte de la memoria.
“El proyecto de un museo en Barcelona ya solo forma parte de la memoria”
¿Lo veremos algún día en algún otro lugar?
Esa decisión no me corresponde a mi. Yo solo soy un humilde pintor. Bueno, es broma, en realidad soy muy arrogante aunque por suerte ya no me tomo nada demasiado en serio.[ Podría haber sido un honor y un placer también estar en Barcelona, pero quién sabe lo que puede pasar en el futuro.
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¿Visita a menudo la capilla que creó en la capilla románica de Santa Cecília, en Montserrat? Alguna vez ha dicho que era la obra más importante de su vida.
He estado esta semana y ha sido muy bonito pero también muy doloroso. Mi amigo el padre Laplana, el director del museo, se encuentra al final de la vida y eso es terrible para mi. Bautizó a mi hijo y es como un padre. Es un intelectual increíble. He pasado toda la noche pensando en la pérdida que viene. Pero quedará la capilla, que es como un regalo, una carta de amor a Barcelona. Santa Cecilia es muy importante de muchas maneras, es la patrona de la música, y mi madre fue cantante.
Cuando se habla de su pintura se habla de su espiritualidad, pero tengo la sensación de que está muy cargada de vida.
Sí, y eso es muy español. Aquí la pintura incluye la brutalidad de la vida. Mi obra es abstracta pero tiene la fuerza de lo figurativo, siempre me ha interesado reconectarla con la realidad y sacarla de su aislamiento
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