Quito vota bajo estado de excepción: «Tengo mucho miedo a que Ecuador se convierta en un país autoritario»

Los ecuatorianos acuden a las urnas con un país dividido entre dos candidaturas irreconciliables Leer Los ecuatorianos acuden a las urnas con un país dividido entre dos candidaturas irreconciliables Leer  

«Un dólar, dos ramitos. Romero, por medio dólar», proponía una señora en la puerta de la Basílica del Voto Nacional, que no es el apodo del Consejo Nacional Electoral (CNE), sino el majestuoso templo neogótico desde donde este domingo partió la tradicional procesión del Domingo de Ramos. Los quiteños más creyentes tuvieron que alternar el ejercicio obligatorio del voto con sus creencias religiosas, en medio del estado de excepción decretado horas antes por el Gobierno.

Y lo hicieron con sus ramos, en familia, como si fuera parte de la misma celebración. Los fieles bajaron por la empinada calle Venezuela hasta la Plaza Grande, que alberga el presidencial Palacio de Carondelet. La bruma que colgaba de los cerros a sus espaldas servía también para explicar el borrascoso escenario que vive el país andino, marcado por la incertidumbre y la polarización, y que desde hace 15 meses mantiene un conflicto armado interno contra las bandas narcos y los cárteles mexicanos de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación.

Ni siquiera existía certeza de cuándo se conocerá el ganador electoral; incluso el CNE ha advertido que no será oficial hasta que se cuente el último voto. «Sea como sea, si gana Noboa, yo me voy a Europa o a Estados Unidos, esto ya no me lo aguanto», aseguró a EL MUNDO Raúl Cedillo, camionero que ha recorrido su país de arriba a abajo. «La Luisa [González] tiene que ganar. No podemos continuar con un presidente que no sabe ni el himno nacional. Soy correísta de toda la vida, pero en 2023 aposté por este hombre… Vaya decepción», reiteró para este periódico.

Si algo le sobra al casco histórico de Quito es belleza. Estamos en la imponente Plaza de Santo Domingo y la contadora Angie P., de 29 años, acaba de votar y de plastificar la papeleta de votación, documento imprescindible para las gestiones con el Estado y para no pagar una multa de 47 dólares por la abstención. «En mi familia queremos que gane Noboa. Yo quiero una economía libre, estabilidad para mi país. Tengo mucho miedo de que Ecuador se convierta en un un país autoritario. No quiero un futuro para mis hijos en el que no tengamos libertad», disparó sin pestañear la joven.

Así están las cosas en Ecuador, un país partido entre dos candidaturas irreconciliables. Es la repetición de la elección de 2023, cuando el abanderado de Acción Democrática Nacional (ADN) derrotó por apenas el 3,66% de los votos a la candidata de Revolución Ciudadana. Las distancias se estrecharon aún más en la primera vuelta celebrada en febrero, cuando fue apenas el 0,17% la diferencia a favor del presidente-candidato Noboa, quien se define como un socialdemócrata moderado, pero que ha pactado con sectores conservadores y de centro-derecha, además de fomentar su imagen de líder duro, con mano de hierro, para enfrentar al crimen organizado.

González, siempre a la sombra del ex presidente Rafael Correa, ha apostado por presentarse como una candidata de consenso, en especial tras la alianza alcanzada con el movimiento indígena de Pachakutik. La última polémica de los «gestores de paz», con extraño parecido con los paramilitares chavistas y con los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) de Cuba, la acompañó hasta el mismo momento de la votación.

«Yo no me voy a quedar. Ya Luisa ha dicho que nos va a botar [expulsar] a todos los venezolanos», explica sonriente Daniel Aguilar, de 24 años. El joven, tras trabajar dos años como delivery en Chile, ha iniciado un tormentoso regreso a su barrio de Petare, en Caracas, una de las mayores favelas de América Latina. Con su mochila y la bandera venezolana a cuestas, Daniel no sabe mucho más de las elecciones. Ya lleva 22 días por las carreteras del continente… y lo que le falta. Mucho mejor le ha ido a su hermano, «que se coló hace un mes en Estados Unidos por la frontera de México. Sí, sí, con Donald Trump en el poder. Eso sí, tuvo que pagar mucho dinero a los coyotes«, confiesa.

Venezuela ha vuelto a ser parte de la campaña ecuatoriana, no sólo por la estrecha alianza entre Correa y Nicolás Maduro, sino por la polémica de los gestores de paz. La candidata González no dudó en asegurar que quiere copiar la cruzada de Trump y echar a los venezolanos «que quitan el trabajo y traen violencia» a Ecuador.

«Dime con quién andas y te diré quien eres», recita el transportista Willy Orbe, de 50 años, al que le gustan los refranes y la sabiduría popular. Y sentencia: «El que quiera ser secuestrado, que vote por Luisa. Quien quiera ser libre, que lo haga por Noboa. Yo acabo de hacerlo».

En una campaña donde los fakes informativos son tan importantes como las declaraciones de los dos candidatos, Orbe ha dedicado mucho tiempo, a última hora, para explicar a sus compañeros de grupo de WhatsApp que eso que dicen las redes sociales -de que el Gobierno ha aceptado a miles de deportados venezolanos delincuentes- no es verdad. «La polarización que inició Correa nos ha traído hasta aquí, demonizando con insultos, incluso a ustedes, los periodistas. Nos ha fastidiado como sociedad», concluye.

Angie, Raúl y el propio Willy parecen tenerlo muy claro. Todo lo contrario pasa con Benigno Cedeño, quien votó a Noboa en 2023 y que se siente decepcionado hoy por el aumento de los precios y los «malos resultados en seguridad». Ya en primera vuelta votó nulo y ahora va a esperar a enfrentarse a la urna para decantarse por uno de los dos o por repetir lo ya hecho en febrero. Es uno de los late deciders, como los denomina el politólogo Matías Abad. De ellos depende, al parecer, el resultado final de una elección tan apretada, en la que también juegan el voto oculto para el correísmo y el voto automático para el candidato en el poder.

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